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XIV. Acceso al trono.

Me separé de golpe de Luka y lo miré con los ojos llenos de horror.

Esperaba que me exhortara por lo que acababa suceder entre nosotros y recordé, de nuevo, que Luka pasaba muchas noches junto a Victoria, haciendo más cosas que las de un simple beso. No entendía qué le había empujado a hacer eso.

No entendía qué me había sucedido.

-Yo no… Yo no quería… -intenté disculparme a toda prisa.

Luka hizo un amago de responderme, pero el inconfundible olor a madera quemada inundó todo el callejón y todos los hombres que me habían acompañado se reunieron en torno a mí, a la espera de órdenes.

Ninguno de ellos se sorprendió de ver a Luka allí.

Cuadré los hombros y respiré hondo, poniéndome la máscara de nuevo y relegando a un rincón lo que había sucedido entre Luka y yo unos segundos antes. Debía mantenerme entera, sin permitir que nadie pudiera sospechar que había pasado algo.

-Volvemos a la mansión –ordené y todo el mundo se puso en marcha.

Luka ocupó el asiento del conductor del vehículo en el que iba a ir y yo no puse objeción alguna; el vampiro había ordenado, además, que no viniera nadie más con nosotros, asegurándonos un poco de privacidad para poder hablar de nuestro beso.

Nos pusimos a la cabeza de la comitiva y ninguno de los dos dijo nada hasta que nos alejamos del bloque de apartamentos que había comenzado a arder, atrayendo la atención de todo el vecindario.

Observé en silencio las manos de Luka, que se aferraban al volante mientras su vista seguía clavada en la carretera, concentrado en conducir.

¿Habría empezado a pensar que había sido un error? Aún recordaba con una punzada de dolor la negativa que había recibido por parte del vampiro; Luka me había asegurado que no había nada y, prueba de ello, había sido la información que me había llegado sobre su extraña relación con Victoria. Me descolocaba profundamente el hecho de que me hubiera besado.

-Creo… eh… creo que te debo una disculpa –empezó Luka, sin mirarme siquiera-. Por lo sucedido en el callejón.

Mis hombros se hundieron ante el peso de sus palabras. Tal y como había sospechado desde un principio, Luka creía firmemente que había sido un error; entendía su postura, ahora que me había dejado bastante claro que su relación con Victoria debía ser mucho más profunda de lo que yo había creído en un principio.

Aun así, el beso para mí había significado algo. Había deseado que significara algo para él.

Esbocé una media sonrisa que, esperaba, fuera convincente.

-Yo también te debo una disculpa por mi falta de tacto –dije, desviando la mirada hacia la ventanilla-. No debería haberlo hecho, no sabiendo lo que hay entre tú y Victoria.

El ceño de Luka se frunció y me miró fijamente.

-¿Entre Victoria y yo? –repitió, estupefacto.

Le mantuve la mirada. ¿Acaso estaba fingiendo que no sabía de lo que estaba hablando para protegerla? ¿Mantendrían una relación a escondidas y mi comentario, desvelándole que yo estaba al tanto de ello, lo habría sorprendido?

Ladeé la cabeza.

-Sí.

-¿Qué crees que sucede entre ella y yo, Zsóka?

Me crucé de brazos.

-Es más que evidente, ¿no crees? –repliqué y soné un poco dolida-. Aunque entiendo que hayas escogido a Victoria; tiene mucha más experiencia y es mucho más madura. Es perfectamente entendible.

Me había dejado llevar por los celos; por el hecho de que hubiera escogido a Victoria, la vampira que había logrado alcanzar tanto a André como a Luka, demostrándome hasta dónde eran sus encantos capaces de llegar, y por el daño que me estaba causando el saber que, seguramente, ambos vampiros creían que yo era una niña.

Era posible que les pareciera una niña, pero había madurado de golpe y había sufrido más que cualquier otra persona que conociera. Había visto cómo habían asesinado a mi familia con mis propios ojos; me había visto en la obligación de sumirme en la hibernación, despertando en un tiempo desconocido para mí; me habían coaccionado para que me casara con un hombre que no me amaba en absoluto y se divertía a mis espaldas con otras mujeres y, por si fuera poco, me había obligado a mí misma a abortar a mi bebé.

Por no hablar de mi futura coronación como reina de todos los vampiros.

Mi vida había dado un giro completo y yo estaba dando lo mejor de mí para estar a la altura, pero había momentos en los que deseaba volver a mi antigua vida donde, simplemente, debía preocuparme porque Mihaela no supiera que mis hermanos y yo estábamos haciendo alguna travesura.

Los ojos de Luka se habían oscurecido.

-Estás cometiendo un error –murmuró-. Tienes una impresión equivocada.

¿Por qué todos los hombres acudían a la misma excusa siempre? Y más aún cuando había pruebas de que aquello era cierto. Eso me dolió aún más.

Siempre había creído que Luka sería sincero conmigo…

Solté un suspiro de derrota.

-No importa –dije-. Lo único que quiero es volver a la mansión.

Me cerré en un hermético silencio, reprochándome a mí misma lo estúpida que había sido al dejar salir de nuevo mis recién descubiertos sentimientos hacia Luka; el vampiro me había dejado bastante claro que no me veía de la misma forma que yo lo veía a él y el saber que parecía haber decidido iniciar una relación con Victoria había provocado que me pusiera celosa y echara a perder todo lo que había conseguido con el paso del tiempo. ¿Notaría André lo que me sucedía?

No podía permitir que André supiera tanto sobre mí porque, de hacerlo, podría hacerme mucho daño.

El resto del trayecto ninguno de los dos dijo nada. Quizá, después de todo, la razón es que no había que decir nada más.

La vergüenza por haberme puesto en evidencia delante de Luka fue dejando paso al enfado de recordar que Luka no había cumplido con su palabra y se había ocultado entre sus propios hombres para estar allí. Para ver cómo asesinaba a sangre fría a una niña inocente… No, la niña podría haberse convertido en un monstruo. Yo había cumplido con mi deber.

Los dhampiros que mataron a mi familia no tuvieron ningún tipo de consideración con mis hermanos pequeños. Tampoco yo tenía por qué mostrar algún tipo de consideración con esa niña.

Me bajé del coche en marcha cuando alcanzamos la entrada de la mansión y subí a toda prisa las escaleras de piedra, sin tan siquiera mirar hacia atrás o comprobar si alguien me había visto. Me dirigí hacia mi dormitorio y abrí la puerta de golpe, cerrándola tras de mí con mucha más suavidad.

La habitación estaba vacía y fría. No sabía si André se había tomado el café con el somnífero que yo le había puesto o si, simplemente, había decidido pasar otra noche en su despacho. Lejos de mí.

El hecho de que creyera que había sido Annette quien había provocado mi embarazo por los celos que había sentido hacia mí lo había hecho sentirse culpable consigo mismo; se odiaba a sí mismo por haber permitido que su aventura con la doncella hubiera llegado tan lejos y que, por culpa de su negligencia, Annette hubiera hecho que él perdiera a su hijo no nacido.

Que hubiera perdido parte de su futuro.

La pérdida del bebé había creado una brecha entre nosotros, un espacio que yo agradecía en silencio. Ahora podía respirar con mucha más tranquilidad pero no podía bajar la guardia: cualquier paso en falso podría conducirme al desastre. Y, estaba segura, que André aún recordaba perfectamente la amenaza que me había dedicado si yo decidía romper con nuestro compromiso.

Quizá el hecho de que se hubiera corrido el rumor de sus aventuras con humanas hubiera mermado su poder entre la comunidad de vampiros, pero no lo había hecho desaparecer del todo.

Me desvestí en silencio y escondí el traje al fondo del armario, temerosa de que alguien pudiera encontrarlo; me puse el nuevo camisón que llevaba usando desde que André se había deshecho del manchado de sangre y me acosté.

A la mañana siguiente me prometí que debía pasar más tiempo con Delphina, ya que la había dejado relegada a un plano secundario desde que había sufrido el aborto; su prometido había tenido que regresar a París, pero la vampira le había pedido un par de días para quedarse allí. Esperando que pudiéramos hablar.

Le tenía aprecio a la hermana de André porque me había demostrado que era muy diferente a su hermano; ella me había apoyado y cuidado de mí, dándome su cariño y tratándome como si yo también fuera su hermana.

No podía dejarla sola ahora aunque hubiera regresado Anya.

Salí en busca de Delphina, dispuesta a pasar todo el día con ella, cuando me topé con Luka, vestido de manera impecable y con aspecto de estar con la cabeza en otra parte; me miró cuando llegó a mi altura y yo me mantuve lo más resuelta posible, intentando ignorar el ardor de mis mejillas y la vergüenza que sentía por haberme llevado ese planchazo tras haberlo besado.

Estaba claro que las cosas entre nosotros jamás volverían a lo que había sido.

-Buenos días –saludé con cierta rigidez.

Los ojos verdes del vampiro se nublaron y, al tratar de leer en ellos, se volvieron fríos. Como si fuera una pared de hielo.

Como si quisiera mantenerme alejada.

-Alteza –respondió el saludo con una reverencia-. Espero que hayas pasado una buena noche…

Bajé un poco la barbilla. Seguramente, tras haberme bajado del coche, Luka habría corrido a los brazos, y piernas, de Victoria; su noche habría terminado de una forma más divertida que la mía. Al menos él no parecía estar sufriendo tanto como yo.

-He dormido todo lo que he podido –no quería confesarle a nadie que había estado sufriendo pesadillas desde aquel día. Me atormentaba la culpa, pero no podía hablar con nadie de ello.

Lo único que hacía era tratar de sobrellevar el asunto lo mejor que podía. Sabía que las pesadillas en las que sufría de mil formas distintas un aborto era un castigo por lo que había hecho. Y me lo merecía.

Recé para que Luka no siguiera haciendo preguntas, pero la repentina aparición de Victoria en el pasillo pareció hacerle olvidar que yo seguía allí. Era lo mismo que había sucedido en una ocasión con André; no entendía qué era lo que podía darles, corrección: no quería ni imaginarme qué era lo que les daba Victoria, para que ambos estuvieran tan cegados por ella.

La vampira me dedicó una breve reverencia y pestañeó con coquetería a Luka, cuyas mejillas se sonrojaron levemente. La presencia de Victoria en la mansión era innecesaria, ya que era Vladimir quien me estaba ayudando en secreto con mis clases de protocolo para cuando me coronaran reina, y la vampira solamente me había ayudado en una ocasión.

La quería fuera.

Y muy lejos.

-Victoria –la llamé con suavidad, consiguiendo que tanto Luka como ella me miraran con cierta sorpresa-. Necesito encontrar a Delphina, ¿sabes dónde se encuentra?

La vampira parpadeó varias veces.

-La señorita Daskalov adora dar paseos por los jardines –respondió-. Quizá se encuentre allí.

Me despedí de ambos con una sonrisa y huí de allí a toda prisa, evitando mirar deliberadamente por encima de mi hombro para no tener que lidiar con alguna escena por parte de aquellos dos; salí a los jardines y empecé mi búsqueda.

Logré dar con ella cerca del laberinto, sentada sobre uno de los bancos de piedra y con un libro entre las manos. Parecía concentrada en su lectura, así que dudé entre acercarme a ella o dejar mis planes para otro momento.

No quería molestarla.

-No me molestas, querida –comentó Delphina, con la vista clavada en el libro, como si hubiera leído mis pensamientos.

Ocupé el sitio que quedaba vacío al lado de Delphina y aguardé pacientemente a que ella añadiera algo más.

-Sé que no querrás escuchar esto pero siento mucho lo del bebé –continuó la vampira y centró toda su atención en mí-. También siento no haber podido estar contigo en los días siguientes, pero André nos pidió que te diéramos un poco de espacio –desvió la mirada y se mordisqueó el labio con nerviosismo-. Mi hermano lo está pasando mal. Lo que hizo esa maldita humana… lo ha destrozado.

Entendía la preocupación de Delphina con su hermano, pero yo no podía perdonar a André. No era el hecho de que estuviera tonteando con humanas, me molestaba profundamente que me hubiera utilizado como un mero instrumento para alcanzar el poder; ni siquiera el bebé habría estado a salvo de su padre. André también lo habría utilizado y yo jamás me lo hubiera perdonado.

Sin embargo, no tenía que pagar el rencor que le guardaba a André con su hermana. Delphina no tenía culpa alguna.

-Se recuperará –declaré con seguridad.

Delphina se volvió a morder el labio.

-Ha sido un golpe muy duro, Erzsébet –reiteró-. Mi hermano estaba muy ilusionado con el bebé. Para él era un sueño hecho realidad.

«Por supuesto que lo era: el bebé habría supuesto asegurarse el seguir en el poder… y en dejar a alguien como él para las generaciones venideras», añadí en silencio. Me removí en mi sitio, un tanto incómoda. Quería que todo el mundo viera cómo era André, pero sabía que eso haría sufrir a su familia.

Me forcé a sonreír con despreocupación.

-Habrá más oportunidades –comenté.

La sonrisa cargada de ilusión que me dedicó, entusiasmada con la idea de volver a ser tía, hizo que se me encogiera el estómago por la culpa. No soportaba mentirle, pero era necesario.

-¡Oh, Erzsébet! –suspiró Delphina, llevándose una mano al pecho y con los ojos húmedos por la emoción-. No sabes lo feliz que nos haría tanto a mamá como a mí… Sé que André sería un buen padre; mi hermano no quiere cometer los errores que cometió nuestro padre.

Sus palabras llamaron mi atención. Ninguno de los Daskalov me había hablado jamás del cabeza de familia y la única vez que lo había visto era en la pintura que André tenía en su despacho en la que aparecía toda su familia.

-Nunca me ha hablado de él –declaré con cierta timidez.

Delphina sonrió con aire triste.

-Murió… bueno, en cierto modo fue ejecutado –contuve un grito de asombro; la mirada de Delphina vagaba por el jardín, esquivando mis ojos de manera intencionada-. Siempre habíamos sido una familia que se había mantenido en un bonito segundo plano; mi padre buscaba más poder, ascender, darnos un futuro mejor, pero no entendía al riesgo al que nos exponía. No entendía que lo que hacía nos perjudicaba en vez de ayudarnos.

Me llevé una mano al pecho, conmovida por el evidente dolor que mostraba Delphina ante la mención de su padre. Con la que tenía libre cogí la muñeca de mi cuñada y le froté el interior, intentando tranquilizarla.

Los ojos se le habían puesto húmedos de nuevo y estaban cargados de sufrimiento.

-Traficaba con humanas –me desveló, encogiéndose sobre el banco de piedra-. Vendía mujeres humanas al mejor postor para que las violaran y después las desangraran; cuando André lo averiguó… hizo que se volviera loco. Jamás habían tenido un enfrentamiento tan duro como el de aquella vez… Mi hermano le exigió a mi padre que dejara el negocio y que pensara en la familia, pero alguien había corrido la voz y unos vampiros irrumpieron en casa para llevárselo.

»Mi padre había tenido una aventura con una de esas mujeres con las que traficaba y ella había conseguido huir. Se refugió en un bar donde se encontraban un par de caballeros de la Orden del Dragón y les confesó lo que hacía mi padre… también les dijo que estaba embarazada de él.

El crudo y desgarrador relato de Delphina sobre el oscuro pasado de su familia había conseguido erizarme el vello. Ahora lograba entender por qué André parecía estar tan obsesionado con conseguir poder; por qué parecía estar dispuesto a hacer cualquier cosa para alcanzar el poder.

Pero lo que no lograba entender era por qué, si su padre le había causado tanto daño jugando con humanas, él lo había imitado. Eso era lo que había destruido a su familia y ahora André se había comportado como su padre. ¿Qué pensaría Delphina de ello?

Debía haber sido un duro golpe tanto para ella como para su madre.

-Es muy duro perder a alguien –dije, intentando darle a entender que sabía lo que sentía-. Yo perdí a toda mi familia en un solo día.

Los ojos anegados de lágrimas de Delphina se clavaron en los míos, abiertos por el horror.

-Oh, Dios, debes pensar que no tengo corazón –musitó completamente avergonzada-. Yo hablando sobre mis desgracias cuando tú has sufrido mucho más que yo. Lo lamento tanto; lamento todo este espectáculo…

Negué con la cabeza.

-No me ha molestado –hice notar, sonriéndole con afecto-. En absoluto, Delphina. Te agradezco que te hayas sincerado conmigo porque, de este modo, soy capaz de comprenderos un poco mejor.

Nos quedamos observándonos unos instantes más antes de que la presencia de una tímida doncella informando que Delphina tenía una llamada de su prometido nos obligara a separarnos. La vampira se giró hacia mí con una sonrisa cargada de gratitud y me prometió que intentaría hablar con André para proseguir con nuestro día de chicas y pudiéramos salir de la mansión a hacer algunas compras.

No la corregí, sabiendo que André no permitiría que pusiera un pie fuera de la mansión a excepción de que fuera estrictamente necesario; era cierto que allí podía salir a los jardines, pero la situación no mejoraba más que cuando estaba en el edificio de cristal.

Regresé de nuevo al interior de la mansión y me refugié en uno de los salones, con el libro que había dejado Delphina olvidado en el banco de piedra; necesitaba despejarme unos instantes, alejarme de todo aquel torrente de emociones que pugnaban por hundirme bajo su peso, y leer me parecía una buena opción.

Anya se encontraba de nuevo junto a Vladimir y me había prometido que volvería al finalizar la semana. Y solamente estábamos a miércoles. Necesitaba tanto la presencia de mi amiga que me sentía asfixiada entre las paredes de la mansión sin ella.

Se me escapó un respingo cuando abrí el libro que había dejado Delphina y comprobé que su contenido, básicamente, era una guía de cómo quedarse rápidamente embarazada; no quise recelar de inmediato de la vampira, pero mi reciente aborto parecía haber trastocado a los hermanos Daskalov. Quizá me estaba precipitando con mis conclusiones, me dije, que todo aquello era debido a la pérdida tan reciente de mi bebé y al hecho de que aún no había logrado recuperarme del todo de ello. André había declarado que ese tema era tabú y nadie osaba mencionarlo en su presencia.

¿Acaso los hermanos buscaban otro embarazo? Pasé las páginas con rapidez, intentando buscar algún tipo de pista que pudiera servirme para mis pesquisas; encontré remedios caseros e ilustraciones en las que explicaban las mejores posturas para concebir.

Cerré de golpe el libro a la vez que la puerta se abría y entraba Luka con aspecto de querer desaparecer. Parecía bastante agitado y, al verme allí sobre el sofá, su estado empeoró muchísimo más. Vi en sus ojos verdes la batalla interior sobre si debía quedarse o buscar otro lugar y, al final, cerró la puerta y apoyó la espalda sobre ella al tiempo que soltaba un suspiro.

-No pretendo molestarte –se apresuró a justificarse, desviando la mirada- pero necesitaba un sitio donde… eh… donde poder estar tranquilo. Toda la situación se está desbordando y André está cada vez más nervioso.

Enarqué una ceja ante la mención del nombre de mi esposo.

-¿Por qué está nervioso? –quise saber.

Ninguno de los dos parecía querer recordar lo tensa que estaba la situación entre ambos, así que fingíamos una fría cordialidad para evitar hablar del tema. Yo aún seguía bastante molesta por su beso correspondido cuando, era más que evidente, que Victoria y él tenían algo más que una simple relación de amistad.

-Se ha enterado de vuestra última excursión –me desveló y solté un respingo-. No me refiero a que sabe que fuiste tú, pero sí que ha llegado a sus oídos tu último asesinato y está furioso: cree que, con ello, desatarás una guerra entre vampiros y dhampiros. Y nosotros no estamos preparados para ella.

Di un golpe al libro que tenía en el regazo.

-¡Si no nos defendemos, acabarán con nosotros! –exclamé-. Estoy demostrando que no estamos tan indefensos como puedan llegar a creer; les estoy demostrando que sabemos dónde encontrarlos y qué hacemos con ellos.

Luka soltó un suspiro.

-Y llegará un momento en el que se desborde el vaso y los dhampiros nos ataquen en conjunto –hizo notar-. No puedes continuar con estas escapadas, encontraremos otra solución…

-Soy la princesa –repliqué con altivez, dejando que mi dolor ante su mentira fluyera en forma de rabia-. Seré yo quien diga lo que debemos o no debemos hacer.

Luka se cruzó de brazos y me traspasó con la mirada. Parecía molestarle mi salida de tono lo mismo que a mí me molestaban sus mentiras y juegos a mis espaldas, el hecho de que no fuera lo suficientemente hombre para decirme a la cara que disfrutaba muchísimo más de la compañía de Victoria y que prefería estar con ella antes que protegerme a mí que, a sus ojos, no era más que una niña.

-Mientras no seas la reina no tendrás potestad suficiente para tomar ese tipo de decisiones –me contradijo y su mensaje que me sentó como si me hubiera abofeteado-. ¿Por qué crees que André te mantiene al margen y aquí encerrada, tratándote como si solamente fueras su esposa? Hasta que no te coronen él podrá seguir teniendo los hilos para movernos a todos nosotros a su antojo. El Consejo está a su merced y eso hace disfrutar a André.

»Por el momento no eres ningún tipo de amenaza para él, Erzsébet. Mientras no te coronen, André tendrá todo el poder entre sus manos y podrá hacer lo que a él le plazca.

Sentí un dolor sordo en el pecho mientras trataba de asimilar todo lo que me había dicho Luka. Tenía sentido que André quisiera mantenerme apartada de todo aquello porque, de lo contrario, sería como si perdiera el poder que había ido atesorando con el paso del tiempo; mientras fuera princesa, alguien que no estaba capacitada para gobernar, André se encargaría de tomar todas las decisiones.

Me sentí como uno de sus trofeos: encerrada en una de sus vitrinas cogiendo polvo con el paso del tiempo. Bonita, sí, pero nada más.

Masajeé mis sienes con fuerza, tratando de encontrar algún argumento con el que debatir a lo que había dicho Luka.

-¿Y qué me propones, eh? –pregunté, quizá con un tono de lo más desafortunado.

El ceño de Luka se frunció.

-Que, hasta llegue el momento oportuno, cuando te coronen, no hagas nada que pueda ponernos en riesgo –me respondió con frialdad.

Entrecerré los ojos.

-¿Dejando que esos monstruos sigan asesinando a gente inocente? –inquirí, una octava más alta.

-En algunas ocasiones hay que hacer sacrificios por un bien general –apuntó el vampiro.

Dejé el libro a un lado del sofá y me puse en pie; crucé en dos zancadas el espacio que me separaba de Luka y lo abofeteé con fuerza, poniendo toda la rabia y dolor que sentía en aquel golpe. El vampiro se quedó rígido por la sorpresa y sus ojos relampaguearon de furia. Su mano se movió con rapidez y me sujetó la muñeca a la altura de su pecho.

-Abofetéame las veces que haga falta hasta que comprendas que no puedes seguir con ello –siseó-. Si sigues con eso, al final vamos a salir todos malparados y todo porque eres una niñita caprichosa que juega a la venganza, poniéndonos a todos en un grave peligro.

Traté de liberarme para abofetearlo de nuevo, pero su férreo agarre me lo impidió.

-¡Tú no eres nadie para decirme cómo tengo que actuar! –escupí, llena de rencor-. Y tú, maldito seas, tú no me conoces en absoluto. Vete con esa puta pelirroja que te espera todas las noches abierta de piernas en tu cama y déjame tranquila. ¡Deja que sea feliz! –chillé, con las mejillas húmedas a causa de las lágrimas de impotencia de saber qué era lo que Luka pensaba de mí realmente.

Me sentía engañada por él. Había creído que me entendía pero, lo cierto, es que únicamente se había acercado a mí como muchos otros: buscando una posición privilegiada y mi favor para el futuro. No le había importado lo más mínimo jugar con mis sentimientos para su propio provecho.

En cierto modo era como André.

Pero su traición me dolía mucho más.

Luka liberó mi muñeca de mala gana y me observó con los ojos entornados. Señalé la puerta con la barbilla y el vampiro salió de la habitación en silencio, dejándome a solas para poder dejar salir todo aquello que se había quedado atascado en mi garganta y me impedía respirar.

Tal y como había predicho, André rechazó la idea de Delphina de que saliéramos de la mansión las dos para pasar más tiempo juntas haciendo algo en compañía y rodeados de más gente que no fuera el servicio de la mansión; le prometió, en cambio, que dentro de unos días podríamos asistir a un evento benéfico al que había sido invitado y allí tendríamos la socialización que queríamos junto a los humanos.

Pasamos el resto del día en uno de los salones de la mansión, hablando de la futura boda de Delphina y de cómo quería ésta que fuera. Dejé que la vampira hablara por los codos, sin interrumpirla, y yo la escuché atentamente, sonriendo y asintiendo en los momentos oportunos. Cuando llegó la hora de la cena, alegué un fuerte dolor de cabeza y volví a la seguridad de mi habitación.

Sabía que esa noche no sería diferente a las anteriores y quería dormirme tan profundamente que no pudiera soñar. Sustituí el traje que había llevado por la mañana por un camisón y me metí en la cama con otro libro que Delphina me había recomendado encarecidamente. Justo cuando estaba a punto de dejar el libro para dormir André apareció en la habitación; podríamos estar casados, pero eran pocas y contadas veces las que nos veíamos. Y éstas se habían visto reducidas desde que el vampiro se encargó de limpiarme la sangre y a prometerme que nos tomaríamos con calma el futuro de tener hijos.

Se desnudó en silencio, ignorando por completo que yo estaba allí, y se dirigió a la cama, vestido únicamente con un viejo pantalón; su rostro se mostraba agotado y no tenía la picaresca y malicia que había mostrado antaño. Quizá la pérdida del bebé hubiera obrado algún tipo de cambio en él y André habría decidido ser mejor persona.

Se cubrió con las mantas y se giró hasta quedar apoyado de lado, mirándome fijamente; le devolví la mirada, sin saber muy bien cómo reaccionar. Era cierto que habíamos dormido juntos en aquella cama en innumerables ocasiones, pero ninguna de ellas había sido tras mi aborto; Rosalie me había confesado que se quedaba encerrado en su despacho y que únicamente venía aquí por las mañanas, cuando yo aún dormía, para darse una ducha y cambiarse de ropa.

-¿Has tenido un buen día? –le pregunté con suavidad.

Sus ojos grises estaban apagados y sin brillo.

-Las cosas se están descontrolando –murmuró-. Sigue habiendo muertes truculentas entre los dhampiros y no logro dar con el culpable. Todo esto… se me está yendo de las manos.

Aquélla era mi oportunidad.

-Quizá deberías dejar que yo te ayudara –le propuse-. Podríamos hacerlo juntos.

Mi marido dejó escapar un hondo suspiro.

-No estás preparada para ello –respondió-. Aún no.

«Entonces, ¿cuándo, según tú, estaré lista para llevar mi reino? Estoy cansada de ser tu marioneta, André. Tú y tu obsesión por el poder, por jugar a lo prohibido, han sido los causantes de la mayoría de mi desgracia. De la pérdida de mi bebé», dije para mis adentros.

-Como tú digas, André –claudiqué en voz baja.

El vampiro me acarició la mejilla y me dedicó una media sonrisa.

-He pensado que podríamos adelantar tu coronación –me confesó y yo abrí mucho los ojos debido a la sorpresa.

Al ver que yo no decía nada, cerró los ojos y su respiración se acompasó.

Lo estudié en silencio, desmigando sus palabras y tratando de encontrar algún significado oculto en ellas; me había dicho aquello para distraerme, para que no fuera un problema todavía. André tenía que haber averiguado mi malestar por no hacer nada que temía que pudiera darle algún tipo de problema inmiscuyéndome y exigiendo poder tomar decisiones. Creía que con ello podría tenerme bajo su merced otro período de tiempo más largo, fuera de juego.

-Nunca me has hablado de tu padre –le solté de golpe.

Los ojos de mi marido se abrieron y todo su cuerpo se tensó ante la simple mención de esa persona que le había hecho tanto daño.

-¿Por qué tendría que haberlo hecho? –me preguntó, alerta.

Me encogí de hombros.

-Conozco a tu madre y a tu hermana, es lo justo.

-Mi padre no tiene ningún tipo de interés para ti, Zsóka. Murió hace mucho tiempo, fin de la historia.

Fingí ahogar un grito.

-Oh, cielos… Debió de ser muy duro para ti, ¿no, André? Seguramente estabas tan unido a él que…

Me sobresalté cuando André se incorporó y dio un fuerte golpe sobre el colchón. Sus ojos grises se habían oscurecido y su respiración se había vuelto agitada; procuré que no notara la impresión que me había causado su reacción.

-¡Deja de hablar de ello de un puta vez! –me gritó.

-Yo… yo sólo quería… -tartamudeé.

-¿Por qué, de repente, tienes curiosidad por saber más de mi familia? –me exigió saber-. ¿Quién coño te ha hablado de ella? ¿Qué sabes?

Sus manos atraparon mis brazos y los apretaron con fuerza hasta hacerme daño. Mi cara se contrajo en una mueca de dolor.

-André… André, me haces daño –gemí, aterrada.

Su cara estaba desencajada por el enfado y me ignoró por completo.

-¿Qué sabes de mi familia, Zsóka? –me preguntó con fiereza.

-Sé… sé lo que hizo tu padre –le confesé entre sollozos-. ¿Por qué lo hiciste, André? ¿Por qué lo hiciste sabiendo cuánto había sufrido tu familia?

Ni siquiera vi su mano lanzándose sobre mi cara hasta que sentí cómo chocaba contra mi mejilla. Giré la cabeza de golpe mientras estallaba en fuertes sollozos; nunca nadie me había abofeteado. Ni siquiera me habían alzado la mano.

Me encogí sobre mí misma mientras intentaba controlar el llanto e ignorar el dolor de la bofetada que me había dado André. Un ya familiar cosquilleo me recorrió todo el cuerpo, avisándome que mi persuasión estaba lista para ser utilizada.

Alcé la mirada y la clavé en André, cuyo rostro refulgía de fura y su mano estaba de nuevo en el aire, dispuesto a abofetearme de nuevo.

-Basta –le ordené con la voz ronca.

Sus ojos se pusieron vidriosos y bajó la mano como un robot. Ahora era yo quien tenía el control y no iba a desaprovechar la ocasión.

-No vuelvas a ponerme una mano encima, ¿me has entendido? –dije, con tono duro.

El vampiro asintió y se quedó rígido, a la espera de más órdenes por mi parte.

-Duérmete –gruñí, controlando el temblor de mi voz.

A la mañana siguiente, al despertar, vi que el hueco de André estaba vacío y frío. Mi marido debía haberse levantado temprano y marchado apresuradamente, evitándome y evitando recordar lo que me había hecho anoche.

André me había pegado.

Me dirigí al baño y miré la mejilla en la que me había golpeado; mis ojos se llenaron los ojos de lágrimas al ver la marca roja que se había quedado en mi piel y que, sin duda alguna, mostraba la brutalidad que había mostrado mi marido conmigo.

Ni siquiera el maquillaje, que usaba en contadas ocasiones, logró ocultar la marca.

Salí al pasillo y dejé que el cabello me cayera por el lado de la cara en el que tenía la marca; eché a andar, procurando centrarme en las alfombras de los pasillos y no levantar mucho la cabeza para evitar que nadie pudiera verlo.

Me sentía muchísimo más humillada que en cualquier otra ocasión y el odio que sentía hacia André se había acrecentado.

Mascullé una disculpa cuando mi hombro chocó con alguien y continué caminando hasta que alguien me sujetó por el brazo con suavidad. Sin pretenderlo, alcé la cabeza y el cabello se apartó de mi rostro, mostrando de manera más que visible la marca que me había dejado la bofetada de André.

Me quedé pálida al reconocer a la persona que me había parado en medio del pasillo y que tenía los ojos clavados en mi mejilla.

Intenté zafarme de Luka, pero me resultó prácticamente imposible.

-¿Qué es eso? –preguntó con voz tensa.

Cogí un mechón de mi cabello oscuro y me lo puse para que cubriera parte de mi rostro e impidiera ver con claridad la marca. ¿Qué podía decirle? Seguramente todos los vampiros de la mansión oyeran la discusión de anoche.

Quería morirme de la vergüenza allí mismo.

-No ha sido nada –me apresuré a responderle.

El rostro del vampiro me respondió que no me había creído en absoluto. Su mano libre inmovilizó mi barbilla y la giró hasta dejar expuesta la marca; sus dientes rechinaron mientras yo controlaba las ganas de echarme a llorar delante del vampiro.

-Ha sido André, ¿verdad? Ese maldito bastardo te ha pegado…

Me encogí ante la rudeza de sus palabras.

-Fue un accidente –excusé a mi marido. Ni siquiera sabía por qué lo estaba haciendo si Luka estaba al tanto de por qué había decidido casarme con André; el vampiro conocía por mi propia confesión lo que hacía André-. Él no quería hacerlo…

Los ojos de Luka se oscurecieron.

-André sabe perfectamente que está castigado agredir a una mujer –me replicó-. Esto es una falta muy grave, al igual que sus correrías con aquella humana…

Mi mano se aferró a la muñeca de Luka y mis ojos se abrieron de horror.

-¡No! –exclamé, muerta de miedo-. No puedes decírselo a nadie… Nadie puede saber que André… que André hizo esto. ¿No lo entiendes, Luka? –gemí con los ojos llenos de lágrimas-. Gano más guardando silencio que hablando; si André es castigado por golpearme… nuestra alianza se romperá y yo lo perderé todo. No puedo perder lo único que me dejó mi familia…

Su gesto se suavizó para después convertirse en una máscara de hielo.

-Le tienes demasiado miedo, Zsóka –adivinó-. Por eso haces siempre lo que él quiere… por miedo. Tienes miedo de tu propio marido, de la persona que ha prometido ante todos quererte y protegerte de cualquier mal; ¿cómo puedes vivir y dormir tranquila con ello? ¿Cómo puedes…?

Me solté de él y me erguí.

-Debo hacer un gran esfuerzo por mantener todo esto en pie –confesé, en voz baja-. Me odio a mí misma cuando permito que André me toque de esa manera, pero no tengo otra opción. Él fue claro: si encontraba cualquier duda en mí, rompería nuestra alianza.

Un tímido carraspeo nos interrumpió y yo me aparté un buen trecho de Luka.

-La baronesa os está buscando, Alteza –me informó la doncella.

Le dirigí una mirada interrogante a Luka, creyendo que él sabría algo al respecto, pero el vampiro se encogió de hombros. Eché a andar tras la doncella y escuché los pasos de Luka tras los nuestros; ladeé la cabeza y dije:

-No tienes por qué acompañarme.

-Quiero hacerlo.

Me encogí de hombros y no insistí más.

La doncella nos dejó frente al saloncito en el que Luka y yo habíamos mantenido la discusión ayer y se marchó por el pasillo sin mirar atrás; agarré el pomo con fuerza, armándome de valor, y lo abrí.

Luka me siguió incluso al interior, quedándose en la puerta.

Vi cómo los ojos de Victoria lo estudiaban con atención mientras sonreía seductoramente antes de mover su mirada hacia mí.

-Alteza, me alegro mucho que hayamos podido reunirnos –empezó con un tono que no me gustó en absoluto-. Tenemos mucho de lo que hablar.

Tomé asiento en el sofá que había enfrente del que estaba ocupando la vampira y aguardé pacientemente a que me desvelara a qué venía todo aquello. Había algo en su actitud que había cambiado… asemejándola aún más a la que había mostrado conmigo Annette.

Al ver que la mujer no decía nada, decidí empezar yo:

-¿Qué quieres, Victoria?

La vampira se alisó la falda con una sonrisa petulante.

-Quiero lo que me pertenece –respondió.

Fruncí el ceño.

-¿Perdón? -¿qué cable se le había cruzado para exigirme que le diera «lo que le pertenecía»? Ella únicamente estaba allí en calidad de institutriz y ni siquiera estaba cumpliendo con sus obligaciones.

La sonrisa de Victoria se hizo mucho más amplia.

-Estoy embarazada –dijo y yo sentí náuseas-. André y yo hemos tenidos continuos encuentros esporádicos y el resultado de ellos es el bebé que estoy esperando. Como puedes entender, debo velar por los intereses de mi hijo.

Mis ojos miraron de refilón a Luka, que parecía haberse puesto aún más pálido.

Sin embargo, a mí aquello no me tomó por sorpresa: estaba al tanto de las aventuras de mi marido y sabía que entre ellos dos había habido demasiada pasión.

-¿Cómo sé que el padre de ese bebé es mi marido? Tu promiscuidad no es ningún secreto, Victoria. Ese niño que estás esperando podría ser de cualquier otro –repuse, esperando que Luka captara lo que estaba diciendo.

-Las fechas coinciden, Alteza –me aseguró la vampira-, y estoy segura de que el padre es André. ¿Entiende lo que esto significa? Al haber perdido a vuestro hijo, éste que estoy esperando es el sucesor. Y quiero lo que a mi hijo le pertenece.

Apreté los dientes con fuerza y los ojos de Victoria se clavaron en la marca de mi mejilla. Se echó a reír con ganas.

-Veo que ha descubierto el lado salvaje de su marido, Alteza –se mofó-. A mí también me pegaba cuando manteníamos relaciones sexuales, ¿sabe? Eso era algo que nos excitaba a ambos.

-¡Ya basta! –chillé, fuera de mí.

La risa de Victoria me chirrió en los oídos y no pude soportar más toda la tensión que había estado acumulando desde que nos había desvelado que estaba embarazada y que estaba dispuesta a que su hijo accediera al trono, a mi trono. Jamás iba a permitir que un bastardo usurpara el lugar que estaba destinado para mis hijos.

Me abalancé sobre la vampira y ambas forcejeamos mientras Luka intentaba separarnos. Desenfundé mis colmillos e intenté encontrar una vía de acceso a su cuello; tenía pensado deshacerme de Victoria, pero no podía permitir que siguiera un minuto más allí para recordarme y burlarse de mí.

Tenía que deshacerme tanto de Victoria como del bebé.

La mujer me abofeteó con fuerza mientras trataba de quitarme de encima, pero yo la sujeté con firmeza y la golpeé una y otra vez contra el suelo, aturdiéndola. No era consciente de lo que hacía, la furia del momento se había desbordado y me había hecho perder el control.

Estaba sedienta de sangre y Victoria era la víctima perfecta.

Sabía que no estaba haciendo esfuerzos para evitar dañar al bebé que llevaba en su interior. Aquélla era mi oportunidad y no debía desaprovecharla: conseguí alcanzar su cuello, hinqué mis dientes con rabia en su piel y la desgarré por completo, ajena a los chillidos de dolor de Victoria.

No quería desviar la atención de ella ni un solo segundo.

No quería ver la reacción de repulsión que debía tener Luka al verme así.

Cogí la cabeza de la vampira entre mis manos con furia y le giré el cuello hasta que se oyó un chasquido y su ángulo fue antinatural; el cuerpo de Victoria quedó laxo y sin vida, tendiendo en el suelo encima de un charco de sangre.

Mi vestido estaba destrozado y yo cubierta por su sangre. Pero me sentía eufórica de alegría.

Ladeé la cabeza para mirar a Luka y le sonreí, mostrando los colmillos y toda la boca cubierta por la sangre de Victoria. Casi sentí cómo se encogía de miedo al verme con aquel aspecto.

-Limpia todo esto y deshazte del cadáver –le ordené con una macabra alegría impropia de mí-. Tú y yo tenemos una conversación pendiente.

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