VIII. Invitados inesperados.
La discusión estalló justo en ese momento. El acompañante de Victoria le espetó al vampiro tan siniestro que aquello era una completa locura y el interpelado le enseñó los colmillos a modo de aviso; André, por el contrario, se mantuvo al margen, divertido con la discusión que tenían aquellos dos hombres. Echaba en falta allí a Vladimir, que era una persona capaz de poner fin a todo aquello. Desde que había llegado André al edificio, todos a los que había considerado amigos habían ido desapareciendo progresivamente. Primero Anya y, ahora, Vladimir.
André buscaba dejarme sola. Rodeada de todos sus hombres.
Quería todo el control.
Pero eso era algo que no iba a permitirlo. Podía intentar convencerme de que iba a cambiar y que era un hombre bueno, pero yo ya sabía que era otra de sus muchas mentiras; aquel vampiro tenía el corazón tan negro como la noche.
Debía empezar a demostrar mi autoridad de inmediato y hacerle saber a todos esos vampiros que yo era la soberana al trono. Que, aunque fuera mujer, debían tenerme en cuenta; que podía llegar a ser muy peligrosa.
Di un fuerte golpe en la mesa, provocando que todos se sobresaltaban.
-Basta –les ordené y, para mi sorpresa, todos me hicieron caso-. La conversión es un proceso muy peligroso para ambas partes; hay algunos vampiros que, ante el sabor de la sangre, no pueden dejar de beber y, al final, matan a sus víctimas. Muchos de nosotros nos complace alardear de nuestro autocontrol pero, en casos de conversión, no somos capaces de parar…
-Pero hay gente que es capaz de hacerlo –me contradijo el vampiro siniestro-. Alteza, si queréis tener una oportunidad contra los dhampiros, la conversión es una de las pocas y únicas soluciones que hay. Si nos enfrentáramos a los dhampiros, nos vencerían con demasiada facilidad.
-Quizá la princesa debería meditar más el asunto, Lyudmil –convino André-. Su aprendizaje es lento y aún necesita tiempo para acostumbrarse a todo esto…
Me enfadó su tono condescendiente y el hecho de que se hubiera erigido como mi portavoz. Más aún lo hizo que se burlara de mi pobre experiencia a la hora de gobernar; miré a André, pero él tenía la mirada clavada en el resto de comensales. De nuevo parecía haberse olvidado por completo de mi presencia o, simplemente, fingía que no estaba allí.
-Me reuniré con Vladimir y le expondré el asunto –dije-. Él me podrá aconsejar qué es mejor para todos nosotros.
En aquella ocasión, ni siquiera le pedí permiso a André para salir del comedor; me puse en pie y me dirigí a la puerta, dispuesta a encontrar a Vladimir y pedirle que me ayudara a empezar a ser quién era en realidad. Mi boda con André estaba cerca y, de seguir así, seguiría estando bajo la influencia de mi prometido; quería ser alguien mejor, alguien que era capaz de tomar sus propias decisiones y guiar a su pueblo de una manera justa. No quería dejar en manos de André las decisiones que debían competerme a mí.
Salí al pasillo, casi chocándome con Luka de nuevo. Le hice una señal con la cabeza para que me siguiera y echamos a andar por el pasillo; me dirigí de nuevo al despacho que pertenecía a Vladimir y no llamé siquiera a la puerta: entré a la habitación y Luka cerró la puerta a sus espaldas.
El viejo vampiro estaba sentado tras su escritorio y parecía estar bastante ajetreado con la multitud de papeles que cubrían toda la mesa. Me acerqué a él lentamente y le sonreí cuando me miró, sorprendido.
-¿Alteza? –inquirió, como si no creyera que fuera yo.
-Necesito que me enseñes –respondí-. No puedo seguir estando desprotegida delante de tantos vampiros…
Vladimir parpadeó.
-No entiendo a qué os referís –sus ojos se clavaron en Luka y esbozó una diminuta sonrisa al reconocerlo-. Lord Hodges, había oído rumores sobre tu regreso, pero no sabía que habíais decidido quedaros aquí…
A mi espalda, Luka se irguió.
-Me debo a la princesa –respondió-. Me quedaré aquí protegiéndola junto a todos mis hombres. La Orden del Dragón seguirá a su reina siempre.
-Quiero convertirme en una buena monarca, Vladimir –intervine yo, ganándome la atención del vampiro de nuevo-. André me ha puesto en manos de una vampira, pero yo quiero que seas tú quien me instruyas. Conocías bien a mi padre y fuiste su tutor cuando él se estaba preparando para ser rey; por eso mismo creo ciegamente que puedes ayudarme a cumplir con mi objetivo.
Los ojos de Vladimir resplandecieron de orgullo al escuchar mis palabras. Aquel hombre había sido quien había ayudado a mi padre a ser un buen rey y ahora iba a hacerlo conmigo; no iba a permitir que André me pusiera a una mera mujer que, seguramente, había logrado su título metiéndose en la cama de algún vampiro y seduciéndolo.
-Por supuesto, Alteza –aceptó Vladimir-. Será un honor para mí.
Feliz de haber logrado mi objetivo, le pedí a Vladimir que no dijera ni una palabra sobre nuestro acuerdo a nadie; salimos de nuevo del despacho y Luka se colocó a mi lado. Se había convertido en una sombra que me seguía a todos lados y que velaba por mi seguridad; ahora que sabía de lo que era capaz André, no iba a dejarme sola en ningún momento. ¿Quién sabía lo que estaba planeando mi prometido y qué planes me tenía reservados para después de nuestra boda?
-Necesito un favor, Luka –dije mientras recorríamos de nuevo los pasillos en dirección a la biblioteca.
-Lo que sea –asintió el vampiro a mi lado.
Sonreí con cierta tirantez.
-Quiero un listado detallado de todos los dhampiros que hayáis podido reconocer –le pedí con seriedad-. Necesito saber quiénes son mis enemigos y dónde puedo encontrarlos.
-¿Puedo preguntar qué planes tienes reservados para todos ellos? –preguntó.
-La muerte, por supuesto –respondí con una macabra sonrisa-. Por cada vampiro que muera, un dhampiro seguirá su misma suerte. Creo que ha llegado el momento de jugar a su mismo juego.
Luka asintió y en sus ojos verdes relampagueó una salvaje alegría de matar a esos monstruos. Había llegado el momento de empezar a jugar yo mis propias cartas, de moverme sin necesidad de pedirle permiso a André; yo era la princesa. Pronto me convertiría en reina y debía empezar a imponer mi autoridad.
Debía empezar a deshacerme de los dhampiros.
-Me encargaré de eso personalmente –me prometió.
Tras hacerle mi primer encargo a Luka, me encerré en la biblioteca y volví a la sala secreta que me había mostrado Anya donde guardaban los Anales; estaba dispuesta a buscar cualquier pista sobre los dhampiros. Estaba dispuesta a usar sus mismas reglas de juego para que supieran que no éramos tan débiles como querían creer.
Investigué todos los Anales de la sala, empapándome de cualquier detalle que pudiera usar en el futuro, y encontré algunos diarios del que había sido mi abuelo y a quien no había conocido. Pasé las hojas con avidez, encantada de tener entre mis manos otra reliquia familiar, y me quedé sorprendida de que, en aquel tiempo, las dos dinastías preponderantes, Dracul y Báthory, estaban enfrentadas. Quizá esa manifiesta enemistad había sido una ayuda extra a los dhampiros, que habían utilizado esa brecha entre ambos bandos, para causar numerosas bajas.
Esa había sido la primera vez que los dhampiros habían logrado llevarnos casi a la extinción. La segunda, como era evidente, había sido la noche en la que toda mi familia murió, excepto yo.
En la primera ocasión, la unión entre las dos dinastías había logrado evitar que los dhampiros ganaran, pero ahora no había ninguna ayuda posible para nosotros. Había pasado demasiado tiempo hibernando y los vampiros se habían ido dispersando para poder huir de los dhampiros. Ellos nos habían ido cazando poco a poco hasta ir mermando la población de vampiros.
-Alteza –dijo una voz a mis espaldas-. El Conde me ha pedido que viniera a buscaros, quiere veros. Al parecer, quiere hablar con usted sobre algunos detalles referidos a la boda.
Annette había decidido venir a buscarme de nuevo. Aquella chica siempre aparecía en los momentos menos oportunos y había comenzado a convertirse en una verdadera molestia para mí; su forma de ser había cambiado de la noche a la mañana. Mientras antes se mostraba dócil y sumisa, ahora me miraba fijamente y en sus ojos podía percibir cierta acritud hacia mí. No entendía qué podía haber cambiado en su forma de ser y por qué ahora se mostraba tan engreída conmigo.
No hice ningún comentario respecto a su actitud y la seguí en silencio, preguntándome si habría hecho algo que pudiera haberla molestado.
Me dejó frente a una puerta de la tercera planta y se despidió con una rígida reverencia.
Llamé y aguardé pacientemente hasta que un vampiro que parecía un armario me abrió la puerta. Se apartó apresuradamente y yo me colé en la habitación, que resultaron ser los aposentos privados de mi prometido. La habitación que le habían dado era mucho más amplia que la mía y mucho más completa. Constaba de dos habitaciones: un salón y, al fondo, unas enormes puertas que conducían al dormitorio.
El salón, que era donde nos encontrábamos ahora mismo, estaba bastante bien equipada con tres sofás, una mesa en el centro y un enorme televisor anclado a la pared. André estaba sobre uno de los sofás, estudiando detenidamente una carpeta llena de gráficos que no era capaz de descifrar.
-Los nobles están pidiendo nuestro matrimonio a gritos, Erzsébet –me dijo nada más verme-. La muerte de estos vampiros ha avivado la llama de la venganza y no quiero que ninguno de los nuestros se arriesgue a dar un paso en falso contra los dhampiros. Necesitamos a todos y cada uno de los miembros de nuestra comunidad, princesa, y nuestra inminente boda es la mejor solución para aplacar sus deseos de venganza.
Me puse rígida al oír su propuesta. ¿Casarnos? ¿De una manera tan repentina? Nuestro compromiso debía durar mucho más tiempo, si ni siquiera había empezado mis clases con Victoria. No quería hacerlo.
Aún no.
-No creo que sea una buena idea, André –respondí.
-Yo creo que sí –me contradijo-. Piensa en esto, princesa: los asesinatos seguirán, por supuesto, y los vampiros se saltaran las reglas. Buscarán a los dhampiros ellos mismos y los dhampiros los matarán en un pestañeo. Y necesitamos a cada uno de los vampiros que aún siguen vivos, Erzsébet.
»Creo que adelantar la celebración, algo que va a suceder tarde o temprano, es un pequeño sacrificio a favor de una gran causa.
-No he tenido tiempo de prepararme para esto –confesé.
André miró a los hombres que había dentro de la habitación, cubriendo cada posible punto de ataque, y les hizo una señal para que salieran. Uno a uno, los vampiros fueron salieron por la puerta, dejándonos a solas.
André palmeó el sitio que había a su lado del sofá y yo me quedé donde estaba, sin atreverme a sentarme allí. Tan cerca de él.
Aún tenía mis recelos, aunque André hubiera cumplido con su promesa anoche.
El vampiro puso los ojos en blanco y soltó un bufido.
-Oh, por Dios, no voy a morderte –me comentó en tono burlón-. Quiero que veas algo.
El hecho de que quisiera enseñarme a mí algo, que me tomara en cuenta, casi como a una igual, me provocó un extraño cosquilleo. Quería que empezara a confiar en él, pero no podía hacerlo… no aún.
Lo que André buscaba era que yo fuera su marioneta y eso no iba a permitírselo. Aunque usara sus artimañas de «chico bueno» no iban a funcionar conmigo. No volvería a caer.
Sin embargo, tenía que hacerle creer a André que sí estaba haciéndolo. Cogí aire y ocupé el hueco que me había indicado André; mi prometido me mostró entonces una serie de imágenes de lo más sanguinolentas: un cadáver al que le habían descuartizado las extremidades, a pesar de que conservaba la cabeza, y tenía un hueco en la zona del pecho. Justo encima del corazón.
Se me subió la bilis a la garganta al observar las imágenes tan gore y que me recordaban tanto a cómo había muerto mi familia; André pasó las fotos con el ceño fruncido hasta llegar a una que mostraba una imagen de una pared con un mensaje escrito en sangre. Sangre del vampiro que había sido brutalmente asesinado.
Vamos a por ti.
El mensaje estaba más que claro. Los dhampiros habían descubierto que seguía viva, cosa que no me sorprendía, y estaban dispuestos a hacer cualquier cosa con tal de acabar con la tarea que no habían conseguido hacer sus antepasados.
André guardó la primera tanda de imágenes y pasó a otras que eran igual de horribles que las anteriores. En aquella ocasión, no solamente había sido un vampiro, habían sido toda una familia de vampiros.
Me cubrí la boca con la mano al comprobar que la brutalidad de los dhampiros seguía siendo la misma de la que había sido testigo. En la primera fotografía estaba el vampiro partido por la mitad, con todos los órganos desperdigados por el suelo al aire; en la siguiente estaba una mujer vampiro atada a la cama y con el cuerpo abierto en canal; la última fotografía fue la más devastadora para mí: una niña de la edad de Orsolya estaba en mitad de su habitación de juegos con su pijama desgarrado y con varias puñaladas distribuidas por su cuerpecito. Su garganta estaba rasgada de lado a lado, como una macabra sonrisa.
-La mujer y la niña fueron brutalmente violadas antes de ser asesinadas de igual forma –me desveló André con un tono neutro-. ¿Entiendes ahora por qué necesitamos calmar los ánimos? No estamos preparados para hacerles frente y, con estos asesinatos, los dhampiros buscan que nosotros salgamos a buscar venganza. Saben que no somos rivales para ellos y saben que pueden ganar.
Aún estaba conmocionada por las imágenes, por los recuerdos que despertaban en mí y en cómo me había sentido cuando había sido testigo de la misma brutalidad con gente a la que quería. A la que había amado profundamente y que había perdido.
Guardé todas las fotografías en la carpeta y la cerré de golpe. Aquellos asesinatos no podían quedar impunes de castigo y los dhampiros eran criaturas que debían ser erradicadas de este mundo; había sido un error crearlos y ahora debíamos corregirlo. Los dhampiros se reproducían con rapidez y con mucha más eficacia que nosotros. Nuestra raza estaba agonizando lentamente mientras la suya cada iba avanzando demasiado deprisa.
-Quiero la cabeza de los asesinos sobre la mesa –siseé, cargada de rencor-. Y las quiero mañana mismo.
-No hemos podido reconocer a los asesinos, lo siento –se disculpó André-. Pero, por favor, piensa en mi oferta. Si adelantamos nuestra boda podríamos tener una oportunidad contra los dhampiros, de lo contrario estaremos acabados.
Valoré la posibilidad de aceptar lo que André me estaba proponiendo. Si adelantábamos la boda, ¿hasta cuándo duraría su efecto? La emoción suscitada por la boda no duraría eternamente y, tarde o temprano, tendríamos que hacer frente de nuevo a la posibilidad de que los vampiros salieran por su cuenta y riesgo a intentar cazar dhampiros.
¿Qué sería lo próximo que me pediría André para seguir manteniendo controlado al pueblo de los vampiros? ¿Un embarazo? No. Ni hablar.
Me quité de la cabeza esos pensamientos y miré hacia la carpeta de nuevo, tratando de encontrar otra solución posible. Algo con lo que no hubieran contado.
No quería contarle a André mi plan de encontrar a todos los dhampiros, al menos de Londres, para imitar los movimientos de ellos: si moría un vampiro, también lo haría un dhampiro. Seguramente de hacerlo André se negaría en rotundo y haría todo lo que estuviera en su mano para que no pudiera seguir adelante con mi idea.
Tendría que hacerlo a solas y a espaldas de André.
-¿Cuándo propones que se celebre la boda, si decido aceptar? –quise saber, con la garganta cerrada.
André apoyó sus codos sobre las rodillas en una postura reflexiva.
-Dos, tres semanas –me respondió-. Tenemos que preparar mucho y no tenemos tiempo.
Bueno, si era cierto lo que decía André, me brindaba un bonito margen de tiempo para poder hacer mi primer movimiento. Si Luka conseguía dos nombres nos pondríamos en marcha de inmediato y, quizá, pudiéramos ganar un poco de tiempo hasta que los dhampiros pudieran replantearse su próximo movimiento.
Era un buen plan, pero tendría que consultárselo a Luka para que pudiera mejorarlo. Sospechaba que era un buen estratega y eso me beneficiaba.
Y, para empezar, tendría que aceptar la propuesta de André de adelantar nuestra boda. A pesar de que no tenía ninguna gana de verme vestida de blanco tan pronto.
-Está bien, André –claudiqué-, lo haremos por el momento a tu manera. Pero quiero que me prometas una cosa –añadí, mirándolo con severidad.
Nos quedamos en silencio, mirándonos fijamente. Aunque trataba de mostrarse tranquilo, conocía lo suficiente a André como para saber que mi docilidad para obedecer sus órdenes lo tenía más que encantado. Una lástima que no fuera del todo así.
Al final, André enarcó una ceja, invitándome a continuar.
-No quiero que me ocultes nada –le advertí-. Soy la futura reina y quiero estar al tanto de todo lo que suceda. De todo –remarqué.
El rostro del vampiro se relajó visiblemente al escuchar mi petición.
-Por supuesto, princesa –aceptó.
Nada más abandonar la habitación de André, chasqueé los dedos y una de las doncellas que pasaba por allí se me acercó a toda prisa, encantada de que pudiera servirme en algo. Hizo la reverencia y aguardó pacientemente a que le dijera mi petición.
-Ve a buscar a Lord Hodges y dile que quiero verlo de inmediato en mi habitación –le ordené con una facilidad impropia de mí.
La chica asintió y salió a toda prisa para cumplir con su cometido. La observé marcharse y pensé en que aquella había sido la segunda vez que había impuesto mis órdenes desde que había salido de la hibernación; cuando aún las cosas no se habían torcido, nunca había tenido que dar órdenes. Mihaela se encargaba de darlas por todos nosotros, siempre atenta a todo lo que pudiéramos necesitar.
Ahora ya no estaba Mihaela y yo debía empezar a convertirme en la persona que todo el mundo estaba deseando fervientemente que fuera.
Cuando llegué a mi habitación, Luka ya me estaba esperando dentro. Llevaba entre las manos un fajo de folios que, esperaba, contuvieran buenas noticias.
Antes de que él pudiera decir nada, decidí advertirle del pequeño cambio que había surgido en el acuerdo inicial que habíamos tenido André y yo.
-André ha decidido adelantar la boda –le desvelé con un tono cansado. Tal y como me sentía en aquellos momentos-. Está convencido de que, con ello, conseguiremos aplacar los deseos de venganza del resto de vampiros y evitaremos que se lancen a una muerte segura.
El rostro de Luka se contrajo en una mueca de disgusto.
-He traído lo que me pediste –dijo, tendiéndome los papeles.
Los cogí y empecé a leerlos con atención, buscando a las que iban a ser nuestras próximas víctimas. Luka había hecho un gran trabajo, sin duda alguna: había logrado conseguir una lista completa con cualquier dato de interés que pudiéramos usar como, por ejemplo, sus direcciones. Pasé el dedo distraídamente por encima de los miles de nombres que habían impresos, tratando de elegir a dos de ellos.
-¿Y cuándo habéis elegido que se celebre? –se interesó Luka.
-Dentro de dos o tres semanas –contesté distraídamente.
Luka soltó el aire de golpe al mismo tiempo que yo decía:
-He encontrado a los dos que quiero que encontréis y matéis.
Nos miramos durante unos segundos. Luka parecía estar dudando entre decir algo o abstenerse, sus ojos verdes me observaban con severidad y yo me temí que quisiera echarse atrás en todo aquello. Quizá no quería arriesgarse; estábamos trabajando a espaldas de André y los dos éramos muy conscientes de lo que podía suceder si él llegaba a enterarse de esto que estábamos haciendo.
-Además, quiero ir con vosotros –añadí-. Quiero ver con mis propios ojos cómo mueren y cómo piden clemencia por sus insignificantes vidas.
Los ojos de Luka se abrieron de golpe al oírme.
-Es demasiado peligro –adujo-. Correrías un gran riesgo y no puedo permitírmelo.
Reduje el espacio que nos separaba y lo miré con seriedad, casi de la misma forma que como me había mirado él antes. Sabía y era consciente del peligro que correría de acompañarlos, pero estaba sedienta de venganza. Quería saber qué se sentía al quitar una vida, una vida de una persona que, de tener oportunidad, podría torturarme antes de matarme.
Necesitaba aplacar ese sentimiento que llevaba enroscado alrededor de mi corazón tantos años y que anhelaba salir.
Debía hacerlo por mi familia.
Por mí.
-Quiero hacerlo de todas formas –insistí-. No me importa en absoluto los riesgos que pueda correr con tal de ver sufrir a esos miserables.
-Pero no puedo permitirme que te pase nada –repitió el vampiro-. Eres demasiado importante para todos nosotros –después dijo algo que no logré entender bien.
El hecho de que siguiera negándose a mi petición estaba comenzando a enfadarme. Entendía sus motivos para no querer llevarme con él cuando decidieran seguir mis órdenes y salieran a buscar a aquellos dos dhampiros, pero Luka tenía que entenderme un poco a mí. Necesitaba estar allí presente y ver sus rostros cargados de sufrimiento antes de morir.
Quería saborearlo.
-Siempre puedo ordenártelo, Luka –repuse con suavidad-. No puedes negármelo.
-Y yo puedo ir a contárselo todo a André –hizo una pausa, consciente del efecto de sus palabras-. Por favor, Zsóka, no me obligues a hacerlo.
Un agradable cosquilleo me recorrió todo el cuerpo cuando le oí por primera vez pronunciar mi diminutivo. Pero eso no me distrajo de lo que de verdad estaba en juego: que los acompañara.
La advertencia de Luka sobre ir a André a decírselo todo era algo muy serio puesto que, de hacerlo, estaría metida en un buen lío. Esperaba que Luka no estuviera hablando en serio.
-Sólo una vez –le supliqué-. Déjame que vaya solamente una vez con vosotros.
-¿Por qué tanto interés? –preguntó Luka, abatido-. Has visto más horrores y desgracias que muchos de nosotros; sabes perfectamente lo que sucederá… No creo que sea un espectáculo agradable para nadie.
Le mostré los colmillos sin pretenderlo. Aquello era un gesto que muchos vampiros hacían cuando estaban amenazados o cuando estaban ansiosos por algo. Como yo en aquellos precisos momentos.
-Ellos mataron a mi familia –dije con fiereza-. Lo hicieron delante de mí y se mofaron, como si fuéramos simples animales. Quiero que ellos sufran lo mismo y quiero estar presente cuando eso suceda.
La mano de Luka salió disparada hacia mi brazo y lo aferró con fuerza. Sus ojos se habían oscurecido y su rostro era una máscara mortalmente seria.
-Esos hombres ya están muertos –me replicó-. Ya están muertos, Zsóka. Tu familia ha sido vengada…
Tiré para intentar liberarme de su agarre, pero no lo conseguí. Un calor se había apoderado de todo mi cuerpo y la rabia me cegaba al recordar a aquellos dos monstruos que no habían tenido piedad de unos niños y los habían ido asesinando brutalmente, saboreando cada súplica y lloros por parte de mis hermanos.
-¡Quiero verlos a todos muertos! –chillé-. ¡Me prometí a mí misma que no descansaría hasta que no viera al último dhampiro muerto a mis pies! Sé que esos desalmados están muertos, pero su legado aún pervive entre nosotros. Hoy han muerto dos vampiros y uno de ellos tenía familia. La niña… la niña fue violada, como mi hermana…
Había roto a llorar al recordar cómo mi hermana Irina había sido violada, como aquella niñita, y aún podía escuchar sus gritos de dolor y sus súplicas cuando aquel bestia la había estado embistiendo, disfrutando del daño que estaba provocándole. La niñita había sufrido lo mismo… Aquello era vomitivo.
Y repugnante.
-Está bien, está bien –cedió Luka, conmovido por mi repentino llanto-. Una vez. Solo una.
Nos separamos a la velocidad del rayo cuando Annette apareció en la habitación, con su nueva actitud altanera, con la barbilla levantada y mirándonos a ambos con un gesto calculador en sus ojos castaños. Luka se mantuvo inmóvil, con actitud defensiva ante la doncella, y yo la miré con cara de querer desangrarla allí mismo por interrumpir de aquella manera tan grosera.
-¿Qué sucede ahora? –le pregunté, irritada.
Ni siquiera me molesté en sonar cordial o educada. Aquella chica parecía odiarme por algún motivo que desconocía y yo no sentía ningún interés por intentar caerle mejor; mi pregunta había provocado que Annette se enfadara aún más de lo que estaba y su mente, sospechaba, maquinaba a toda prisa cómo usar la información de habernos pillado a Luka y a mí en una situación tan… fácil de manipular a su favor.
-Han llegado dos invitadas inesperadas, Alteza –me informó y en su tono adiviné una rabia contenida que tampoco entendía. ¿Qué le pasaba a aquella chica conmigo?
-Será mejor que vayamos a ver quiénes son y qué quieren –respondió Luka por mí.
Annette nos condujo hacia un salón que no había visto hasta ahora, quizá porque lo usaban para recibir a las visitas, y llamó a la puerta. Al otro lado se oían varias voces, dos de ellas pude identificarlas como femeninas, que se callaron de golpe al escuchar a Annette llamando tímidamente a la puerta.
Luka me abrió la puerta y yo me despedí de Annette con una mirada igual de altanera como la que ella me llevaba dedicando desde aquella misma mañana.
En el interior nos esperaban André, Victoria, dos mujeres, una más joven que la otra, y un grupo de hombres que parecían formar parte del grupo de seguridad de André.
Cuando vi André fue como si hubiera visto a otra persona completamente diferente: sonreía y se reía de manera abierta ante los comentarios de la vampira más joven. ¿Quiénes eran las recién llegadas y qué tipo de relación mantenían con André? No me importaba lo más mínimo si resultaban ser alguna de aquellas mujeres de las que me había nombrado en una ocasión, pero me hubiera gustado que me informara antes que tenía intención de traerse sus «juguetitos para pasar una buena noche» allí.
Noté que Luka se mantenía a mi espalda, dispuesto a hacer cualquier cosa que yo pudiera pedirle.
-Erzsébet –me saludó André, tendiéndome una mano que cogí por consideración y para seguir dándole veracidad a mi plan de que André creyera que había logrado convencerme-, me gustaría presentarte a estas dos mujeres.
Yo las observé con cautela, estudiándolas en silencio y preguntándome interiormente por qué se había tomado la molestia de querer presentarme ante ellas dos y si estaría en lo cierto cuando sospechaba que aquellas dos vampiras podrían estar allí con la única misión de calentarle la cama a André todas las noches hasta que celebráramos nuestra boda.
La vampira más mayor tenía el pelo castaño lleno de canas y el rostro surcado de suaves arrugas; sus ojos azules me miraban con adoración y cariño maternal a pesar de no conocernos en absoluto. La otra mujer, que parecía tener más o menos mi edad, tenía el cabello rubio oscuro y los ojos grises azulados; mostraba una sonrisa amable y no parecía haber rastro de acritud u odio hacia mí. Simplemente curiosidad.
-No me he podido resistir a pedirles que vinieran cuanto antes; incluso antes de que pudiera pedirte que adelantáramos la boda –continuó André, emocionado-. Erzsébet, ellas son mi madre, Jezebel, y a mi hermana, Delphina. Ambas estarán encantadas en ayudarte con cualquier tema relacionado con la boda.
Sentí que la sangre se congregaba en mis mejillas de golpe al darme cuenta de que estaba equivocada. ¡Y de qué manera! Me apresuré a farfullar un saludo y les tendí la mano mientras ellas me sonreían con entusiasmo y me la estrechaban con efusividad. Les devolví la sonrisa y me pregunté si ellas sabrían cómo era André en realidad. Quizá también tuvieran una idea equivocada sobre él.
-¡No hemos podido resistirnos a coger el primer vuelo que salía desde París cuando André nos lo ha dicho! –exclamó Delphina en un perfecto inglés-. Espero que seamos muy buenas amigas de ahora en adelante, Alteza.
La energía que desprendía Delphina me recordó dolorosamente a Orsolya y envidié profundamente a André por tener aún a su familia consigo.
Compuse mi mejor sonrisa.
-Llamadme Erzsébet, por favor –le pedí.
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