Un bonito paisaje
(Por: Emmeline)
Ese domingo estábamos tumbados en uno de los espacios que se creaban entre los setos, ocultos a los ojos de los demás.
Me gustaba la sensación de estar al aire libre, pero al mismo tiempo aislada.
Kyle estaba haciendo una tarea de Zoología Mágica y era la décimo tercera vez que se desordenaba el cabello en los cinco minutos que llevábamos aquí. James jugaba a desaparecer una moneda e Irina lo observaba furtivamente cada vez que pasaba una página de su libro.
Todavía no podía creer que le había dicho que le parecía guapo. Irina no iba diciéndole esas cosas a la gente sin más. Es decir, James era guapo. Lo pensé desde la primera vez que lo vi e incluso ahora, con ese tono opaco en la mirada que te imponía Beckendorf, parecía salido de una pasarela.
Harían una buena pareja, pensé mientras James sacaba la moneda del bolsillo de su chaqueta e Irina escondía una sonrisa. El único que parecía todavía ajeno a lo que pasaba entre los dos era Kyle. Y esperaba que se diera cuenta pronto, porque así confirmaría que no me estaba volviendo loca. Pero a pesar de que todos sabíamos que a James le gustaba Nina, creo que no lográbamos asimilarlo como otra cosa que un capricho de seducción. Y se nos había pasado completamente por alto en medio de toda la locura de Driggers. Pero ahora, cuando llevábamos casi un mes en Beckendorf y la vida pasaba tan lentamente como si le hubieran echado un hechizo de congelamiento al mundo, empezaba a hacerse evidente que a James no solo le gustaba Nina como plan de conquista. Le gustaba en serio. Tal vez solo seguíamos despistados porque nunca imaginas a alguien como James Sandler enamorado. Y era curioso. Te hacía sentir de algún modo indiscreto estar presente para ver la forma en que se curvaba su sonrisa cuando le echaba miradas furtivas para asegurarse de que ella lo miraba y cómo brillaban sus ojos cuando volvía hacia la moneda al confirmarlo.
Quería hablar con Irina pero sospechaba que ella se cerraría en banda a admitir siquiera que le gustaba un poquito. Pero yo podía decirlo.
Era amable con él, se reía de sus bromas, lo observaba cuando él hacía cosas ordinarias como leer o caminar. Y la mirada que tenía era totalmente ajena a la de frialdad que solía poner para el mundo, en su lugar era ansiosa, humana.
Yo había recuperado mi caja de colores de la oficina de la señora Cobatt y estaba pintando el parque que estaba frente a mi casa en Madrid, tal y como lo recordaba.
Seguimos así por otra hora hasta que Irina se incorporó y su respiración volvió a acelerarse. Le pasaba cada tres o cuatro horas últimamente.
James estaba junto a ella al segundo siguiente. Desde el incidente con Víctor había tomado su papel de instructor de yoga muy en serio.
La tomó por los hombros y la obligó a mirarlo.
—Vamos, respira —dijo con una voz hipnotizadora—. Descubre si hay alguien cerca que tenga un chocolate que podamos robar.
Irina soltó una carcajada grave.
—Está bien.
Respiró hondo y empezaron con sus ejercicios para calmarla.
Cada vez le iba mejor, pero siempre se calmaba más rápido cuando tenía a James cerca para guiarla.
Irina me miró con preocupación pero a pesar de que me atemorizaba su estado de salud, le fruncí el ceño. Había dejado muy clara mi posición: ella tenía que decírselo a alguien.
Sin embargo, Nina solo estaba enviando algunas cartas a su padre contándole cosas de forma vaga y sin entrar en detalles.
Ella hundió los hombros y se derrumbó contra el suelo.
—¡Irina! —Gritó James preocupado.
—Estoy bien —gruñó ella—. Mel sigue mirándome mal.
Casi suelto una carcajada por la expresión indignada que me dirigió James.
—Emmeline Swift, intento ayudar. Sé una buena chica.
Le saqué la lengua, divertida.
—Yo también —reclamé—. Ella solo se sigue poniendo peor.
James me dio una mirada que claramente decía: "LO SÉ. Pero tampoco estás ayudando".
—Bien, vale, ayudar —resoplé—. ¿Qué esperas que haga? No voy a quedarme aquí sentada mientras se mata. Sabe que si va a peor, le escribiré a Rushton. Mira lo genial que fueron las cosas con Driggers cuando decidimos llevarlo por nuestra cuenta.
—Estoy haciendo todo lo que puedo.
Está bien, él tenía un punto. Siempre llevaba consigo libros sobre enfermedades o vampiros. O ambos. También se había convertido en el que asignaba los libros que no tenía tiempo para leer a Kyle o a mí. Era increíble todas las cosas que podía contraer un vampiro, aunque la mayoría de esas cosas eran maldiciones de hechiceros.
—Lo sé, también yo, pero nos estamos quedando sin opciones. Deberíamos llevar el caso a la Cofradía, ellos sabrían qué hacer.
—No —se quejó Irina desde el suelo.
—Ya hablamos de eso —me recordó James—. Si algo malo le pasa, la sacarán de la academia y en lo que demoren las pruebas, perderá el año.
—Es un vampiro, tiene toda la eternidad para recuperar un simple año en la Academia.
Pero no había más discusión desde allí. Irina se negaba a ser una rata de laboratorio y, en el fondo, ¿qué sería de mí sin ella en las clases?
A pesar de eso, no pensaba dejar que mi cobardía la llevara a ponerse peor.
—Es su decisión —intervino Kyle por primera vez—. Además, ella puede detenernos, es un vampiro.
—¡Sigo aquí! —Exclamó Nina—. No hablen como si fuera parte del paisaje.
—Es un bonito paisaje, ¿no creen? —Replicó James.
Irina se resignó y le bufó.
—Soy un híbrido, técnicamente, no un vampiro —se quejó antes de volver a derrumbarse en el suelo.
—Necesitamos probar hechizos en ella —dijo Kyle—. Yo tengo algunas ideas de Curación Avanzada pero no tengo magia, eso complica las cosas.
—¿La clase de Ataque Avanzado? —Sugirió James—. Todos están peleando, tal vez no nos noten.
Kyle tomó una hoja y empezó a escribir mientras hablaba.
—Víctor y Karelle están allí y no les quitan la vista de encima. Necesitamos una ocasión en la que podamos tener los collares azules o en donde podamos salir fuera sin problemas, y solo nosotros, no en una clase.
Todos miramos la hoja con frustración.
—O una con las tres —señaló Irina—. Lo que necesitamos es una misión de la Cofradía.
Hubo un segundo de miradas tensas antes de que todos estalláramos en carcajadas.
—Por supuesto, denle una misión a un grupo de criminales convictos —logró decir James.
—Ha pasado—saltó Kyle al instante—. Lo vimos en casos criminales. Hubo un grupo en especial en 1912, llamados los Dominguez...
—¡Amigo! —lo cortó James—. No nos arruines los pocos momentos divertidos que conseguimos en este manicomio.
—Pensé que habíamos acordado que era un zoológico venido a menos —se quejó Kyle.
Irina y yo intercambiamos una mirada que claramente decía: "¡Hombres!" y volvimos a reír.
—Bueno, ellos me dieron una misión, ¿verdad? —logró decir Kyle después de un rato.
—Sí, pero no había nadie para reemplazarte —opinó Nina—. No veo ninguna otra fiesta cercana.
—El profesor dijo que me habría elegido incluso en una semana regular.
Luego se quedó pensando en algo más. Iba a preguntar sobre eso, pero Nina se me adelantó.
—Si logras conseguirnos otra misión, ya veremos. Mientras tanto, vamos a tener que planear un buen escape a medianoche y tal vez un robo de collares.
Sin embargo, no tomó mucho tiempo.
Era Lunes y habíamos salido al patio después de almuerzo, cuando Kyle nos alcanzó corriendo con la respiración acelerada y el cabello apuntando en mil direcciones diferentes.
—Lo tenemos—dijo sin aliento—. Esta noche hay una misión.
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