Fauna beckenorfiana
(Por: Kyle)
Nunca pensé que llegaría a extrañar la alarma de Diringher, pero al menos allí sonaba como un demonio chillándote por un altavoz. En Beckendorf, el demonio estaba siendo carbonizado a dos centímetros de tus oídos.
No voy a negarlo: me caí de la cama del salto que pegué. Pero ¡oye! había combatido un demonio hace menos de un mes, tenía derecho a estar asustado.
Mientras me recuperaba de la caída y mi corazón dejaba de intentarme quebrar una costilla, oí que alguien se reía.
—Eso ha sido épico —dijo mi compañero de cuarto.
—Gracias —ironicé.
—¿A qué hora viniste ayer? Ni siquiera te oí llegar.
—Llegué en el segundo exacto en el que apagaron las luces y tuve que guiarme por tus ronquidos para encontrar el camino a mi cama.
El chico sonrió, avergonzado. Era bajito y delgaducho. Su cabello pelirrojo era ensortijado y su expresión perdida dejaba en claro que todavía no había terminado de despertarse.
Me observó sin reparos y se rascó la cabeza, como si no terminara de creerse que yo estuviera frente a él.
—¿Qué eres? —preguntó finalmente.
No entendí su pregunta, así que suspiró con resignación.
—¿Quién te ha enviado? —probó. Entendí que quería preguntarme por qué estaba allí pero intentaba dar un rodeo.
—La Cofradía —respondí cautelosamente— parece que rompimos un par de reglas, pero sigo creyendo que no lo merecíamos.
—¿Merecíamos?
—Mis amigos y yo.
—Oh —volvió a rascarse la cabeza—. No he estado atento a los rumores.
Volvió a observarme con mal disimulada curiosidad y le sonreí para que se tranquilizara.
—No hay problema, no he matado a nadie.
No era del todo exacto pero creo que le importaba más que no iba a matar a nadie allí. Sobre todo a él. Pensé en James, a unos cuartos de allí, siendo otra vez "el nuevo". Eso me dio una idea.
—Oye, no busco problemas...
—Estás en Beckendorf, eso significa que ya los encontraste.
—Solo quiero saber cómo funciona este lugar.
El pelirrojo bostezó y analizó el techo unos instantes.
—Supongo que funciona por grupos. Beckendorf se divide entre los que fueron enviados aquí por La Cofradía y los que fueron enviados por sus padres. No te confíes, hay gente que fue enviada por sus padres pero decimos que lo hizo La Cofradía para entender que no son de fiar.
—¿Por sus padres? ¿A qué te refieres?
—¿Has visto esto? —dijo abarcando la habitación con un gesto rápido—. Beckendorf es la academia de magia más barata que hay.
—Pero todas las academias son gratuitas...
—La educación lo es, pero tus padres pagan tu vida aquí. En cualquier otro lado, la comida y las habitaciones salen un dineral, incluso con un préstamo a la Cofradía. Como nadie viene a Beckendorf y de todos modos los alumnos hacemos la mitad del trabajo por el que otras academias pagan, sale muy barato venir aquí.
—Si la Cofradía me envió aquí para ahorrarle el gasto a mis padres, creo que podrían haber encontrado mejores métodos para salvar la economía de mi familia.
El chico se rió y me di cuenta que no sabía su nombre.
—Kyle Anderson —dije extendiéndole una mano.
—Jose. Cuidado con las presentaciones de nombre y apellido en este lugar.
De repente, alguien pasó corriendo frente a la habitación gritando algo ininteligible y los dos dimos un respingo. Jose, sin embargo, empezó a moverse como si acabaran de ponerle un cohete en el cuerpo. Se sacudió y empezó a hacer su cama con prisa. Luego, sacó un uniforme de ir recolectando prendas por el suelo y el escritorio. Yo lo observé hacer un rato hasta que finalmente me decidí por una pregunta.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Desde primer año —me sonrió—. Mis padres creyeron que Beckendorf me enseñaría algo de disciplina.
No supe qué cara poner.
Ya estaba bastante mal que la Cofradía creyera necesario enviarnos aquí para que no causáramos más problemas pero...¿que mis propios padres lo hicieran? Me recorrió un escalofrío. Jose se acercó a la puerta con una toalla.
—Mi turno en las duchas empieza en dos minutos, ¿sabes el tuyo?
Verifiqué mi reloj.
—Doce minutos.
—Bien, aprovecha para hacer tu cama y tomar todo lo que necesites.
Iba a chasquear los dedos y demostrar mis geniales habilidades cuando recordé que no se podía usar magia allí.
—¿Cómo sobrevives sin poder hacer magia? —pregunté un poco desanimado.
—Te acostumbrarás, les pasa a todos.
—¿Cómo diablos estudian?
—Puedes hacer magia en clases, te dan un collar azul que permite...oh, mierda, mi turno...
Y salió corriendo. Diez minutos después, no entendía su prisa por bañarse. Las duchas estaban sucias y viejas, el agua era helada y la mitad de los seguros de las puertas no funcionaban. Regresé a la habitación temblando, a pesar de que el horrible abrigo de Beckendorf era bastante grueso.
Jose estaba tirando una impresionante cantidad de cuadernos en su mochila. Yo había descubierto una pila de ellos con una nota señalando que era mi nuevo material de estudios.
Revisé mi horario: Runas arcanas, Magia elemental y Biología. Tres cuadernos a la mochila y un lapicero tendrían que bastar. No tenía ni idea de qué le tocaba a James pero esperaba verlo en el desayuno.
Mientras tanto, Jose seguía ilustrándome con la fauna del lugar.
—Hay mucha gente que va a su aire y a la mayoría nos dejan en paz. O puedes ser del grupo de los cabezas, que son los líderes y dueños del lugar —dijo echándome una mirada como si lo estuviera considerando—. No te recomiendo ser de las víctimas, o la pasarás mal. ¿Has visto que las duchas no tienen seguro? Bueno, los cabezas se aseguran de que nunca sean arreglados.
La palabra "líderes" me hizo recordar el día anterior.
—¿Sabes algo de un tal Víctor?
Vi cómo sus ojos se agrandaron.
—No busques problemas con él, te hará pedazos. Cualquier cosa que pasa en Beckendorf, él la sabe o te saca los detalles a puñetazos.
—Suena muy fanfarrón.
La mirada de Jose se perdió en la horrible frazada sobre su cama.
—No sé. Víctor es una cosa extraña. Hay un poder en sus ojos que da miedo. Y tiene esa actitud de que nada le importa. Como si pudiera hacer cualquier cosa que le venga en gana.
—Pero no puede, ¿cierto? Lo expulsarían.
—Es difícil ser expulsado de Beckendorf...
—¿Lo enviaron sus padres o La Cofradía?
—Está aquí desde primer año, así que supongo que sus padres. Mira, su grupo no te molestará a menos que intentes algo. Cuidado también con Karelle y sus amigas, son...como Víctor pero con tetas. Solo no te metas en problemas y todo va bien.
—¿Qué significa no meterse en problemas?
—Ya sabes, si quieren tomar tu sitio en clase, se los das y buscas uno nuevo...cosas así.
—Tengo una conocida que no va a estar bien con eso —comenté recordando a Irina.
Nos quedamos en silencio hasta que un nuevo alarido del demonio...digo, la alarma de Beckendorf, nos anunció la hora del desayuno. Cuando salimos de la habitación, Jose se alejó dando grandes zancadas, como si nunca hubiéramos hablado. Se juntó con un muchacho alto y desgarbado y empezaron a reír de algo que él dijo.
No había dado ni dos pasos cuando James me alcanzó. Estaba despeinado pero sonriente. Vino lleno de energía y me dio un abrazo que me sacó el aire de los pulmones.
—¿Pero qué mierda te pasa?
—Amigo —dijo James despeinándome— va a sonar muy gay, pero nunca pensé que llegaría a extrañarte tanto.
—¿Te han dado setas alucinógenas?
Él se rió y me señaló.
—A eso es a lo que me refiero.
—¿De verdad? Pero quién ha podido conseguirlas en...
Volvió a reírse.
—Bendito sea tu sentido del humor.
Empecé a captar de dónde venía todo.
—¿Mal compañero de cuarto?
—Kyle, el tipo es un asco —dijo con una mueca—. Hay más moho en la habitación que en las mazmorras de los bares de Garmanthos —le alcé una ceja que él se cuidó de ignorar.
—¿Cómo es que sabes la cantidad de moho que hay en...?
—Así que... —me interrumpió James mientras pasábamos a la gente— fauna beckendorfiana.
—Es un zoológico venido a menos —acoté con cuidado, para que sólo él pudiera escucharme.
—Bueno, zoológico o no, siempre es mejor ser los leones.
Me reí de lo patético que sonaba pero él no parecía encontrarle la gracia. Llegamos al comedor y tomamos asiento en una de las bancas de cincuenta metros de largo, que tenía Beckendorf. Era práctico el hecho de reunir a los alumnos alrededor de solo cuatro mesas, pero también lo hacía tremendamente poco privado.
A diferencia de Diringher, donde podías elegir lo que querías de las largas mesas llenas de casi cualquier tipo de comida, en Beckendorf tenías que recoger una bandeja y llenarla del menú del día. Aquel lunes, era algo llamado "dulce de bolcreso" con un pan y una taza de café con algún tipo de desperfecto. El borde de la mía parecía roído por un ratón come-vidrios y la de James tenía el asa rota. No lucía muy apetitoso, pero de todas formas agregué el dulce de bolcreso a mi plato. Mi amigo miró la pasta verde y gelatinosa con una mueca.
—Oh, conozco esta, la probé una vez en....un lugar. La llamaban muerte lenta.
—Y es exactamente la cosa que uno quiere oír sobre su desayuno, gracias.
—Anímate, imagina que después, en la mitad de tu almuerzo, te dicen que lo que comes se llama "testículos de..."
—No quiero oírlo —casi le grité, consiguiendo que varias chicas voltearan a mirarnos.
A la luz de la mañana, la gente en Beckendorf lucía un poco más normal. Sin embargo, había un cierto aire en el ambiente que te hacía querer salir de allí. Tal vez porque era lo que todos estaban pensando. Era como si nadie tuviera permitido reírse con naturalidad. Todo lo que oía eran risas burlonas o sarcásticas.
Cuando tomamos asiento, intenté buscar al menos una persona que sonriera. Una sonrisa feliz, sin sarcasmos, sin miradas maliciosas, sin cansancio. No encontré nada.
—¿Dónde estarán Irina y Emmeline? —Preguntó James.
Esa fue la pregunta que definió el día. A diferencia de Diringher, donde solíamos interesarnos por los nuevos, la gente de Beckendorf nos dirigía miradas hostiles. Asumí que nos estaban dando un par de días de prueba.
Nos sentamos en la primera clase de la mañana para los dos: Runas Arcanas VII. Asumía que era el equivalente a Lenguaje Arcano de Diringher y estuve en lo correcto. La mujer que se había llevado a las chicas la noche anterior entró en el salón y empezó a hablar sobre el serif de las letras en la escritura del siglo XVII.
Ya habíamos estudiado eso en Diringher el año pasado, así que traté de no quedarme dormido.
Fue fácil, pues todos los alumnos estaban hablando y apenas prestaban atención por instantes.
La mujer estaba furiosa y apretaba los labios en una línea recta. Intentó llamar al orden varias veces pero los gritos y conversaciones no disminuyeron ni un ápice.
Estaba pensando que si todos los profesores tenían el mismo nivel de control sobre sus salones, las lecciones debían retrasarse constantemente. Se lo pregunté a James, pero había una cosa que no había cambiado.
—No sé —respondió—. Solo deseo ver a Irina.
Un segundo después, sentí que mi lengua se pegaba al paladar. Toda la clase parecía estar en la misma situación.
—Ahora que finalmente están callados —dijo la profesora—, podemos continuar con la lección.
Si ya era irónico estudiar en una academia de magia que no te dejaba usarla, imaginen estar en un curso de lenguaje con un hechizo de lengua atada.
Nada como un primer día perfecto.
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Hola a todos!
Sé que dije jueves y domingo, pero no especifiqué en la zona horaria de qué país. Y estoy segurísima de que en China ya es Jueves :)
Espero que hayan disfrutado este capítulo! Pronto estaré subiendo avances en facebook :)
¡Besos y calma!
Valeria
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