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Cuentos y misterios



(Por: Kyle)

—¡Por favor!

Emmeline llevaba media hora intentando convencernos de ayudarla en una búsqueda extraña. Tenía curiosidad por qué había pasado con algunos personajes de un cuento que leyó.

Irina suspiró con impaciencia.

—Emmeline, ¿qué pasa? Sabes que buscamos más información sobre La Cofradía y los experimentos de las secciones oscuras.

—Sí, pero...
—Em, buscaremos eso después. Cuanto antes averigüemos algo sobre esto, podré preguntarle a mi padre si puede buscar en la Cofradía.

—Es que el libro...

Irina la detuvo por los hombros.

—Emmeline, ¿por qué es tan importante ese libro? ¿Recuerdas el hombre lobo? Estamos buscando respuestas, concéntrate en eso.

Finalmente, Em hundió los hombros y asintió. Irina paseó la mirada entre nosotros y finalmente tomó a James por el antebrazo y empezó a arrastrarlo con ella.

—Nosotros iremos por la sección sobre la cofradía y los experimentos. Ustedes busquen en leyes y cambios normativos de secciones oscuras. Nos encontramos de vuelta a las...seis de la tarde para ver qué encontramos.

—En la Sección de Historia, así nos aseguramos que nadie estará cerca —añadió James, luciendo encantando con los dedos de Irina cerrándose sobre alguna parte de su anatomía.

Me preguntaba si luciría igual de feliz si esa parte fuera su cuello. Para mi pesar, sospechaba que sí.

Ambos se alejaron discutiendo sobre algo en voz baja. Me volví hacia Em, que seguía retorciéndose las manos y cuando se dio cuenta que la observaba, me devolvió la mirada con altivez.

—Sabes que voy a buscar sola, si encuentro lo que busco, volveré a ayudarte.

Me mordí el labio inferior cuando su expresión cambió conforme seguía hablando. Lucía desesperanzada.

—Nos vemos Kyle.

Se dio la vuelta para ir y logré decir:

—Espera, Em...

Mi resolución flaqueó pero ella volteó hacia mí con una mirada esperanzada.

—¿Sí?

No pude decirle que no a sus ojos claros mirándome como si fuera su única salvación.

—Te ayudaré, de todos modos no estamos avanzando con la cofradía.

Estaba a punto de arrepentirme cuando su expresión cambió. Su sonrisa hizo que me sintiera como si acabara de ganar la lotería. Está bien, tal vez no tanto, pero definitivamente como una buena nota en un examen. Ustedes no saben lo linda que se pone Em cuando quita su rostro de cervatillo asustado y sonríe.

Nos sentamos en una de las mesas más apartadas. A diferencia de Diringher, Beckendorf tenía una biblioteca impresionante desde el primer instante. Era un edificio completo, tan grande como cinco catedrales y tan llena de estantes como para formar un intricado laberinto. Siempre estaba llena de ruido y la bibliotecaria ni siquiera se molestaba en llamar al orden. Afortunadamente, los libros estaban hechizados para volver a su lugar o posiblemente el desorden sería aún más caótico.

—Sabes bien que los cuentos de Igereth suelen ser leyendas, están basados en hechos reales —empezó Em— este no puede ser la excepción. Solo tenemos que encontrar el nombre que tuvo el rey en la vida real y en algún libro se debe mencionar esta historia.

—Emmeline, ¿te das cuenta de que tuvimos cientos de reyes?

Ella se sonrojó y se derrumbó sobre una silla con la cabeza entre las manos.

Me devané los sesos para ver si milagrosamente el nombre real del rey llegaba a mi mente. Miré el libro.

Cuentos infantiles de la última era por Benedicto Caspett.

Después de leer el título unas quince veces, algo se iluminó en mi cabeza. Busqué el tomo adecuado del Diccionario Biográfico.

Emmeline me miró sin entender.

—El autor es Benedicto Caspett, vivió en el siglo III y escribió esto cerca del año 324. Supongo que podemos empezar a buscar por allí pero no es seguro, la mayoría de estos cuentos suenan como una recopilación de historias que llevaban un buen tiempo circulando.

—Bueno, al menos tenemos un punto de inicio. Si había un rey fue antes del año 291, ¿cierto?

—Sí, pero te lo acabo de decir: Benedicto escribió esto en el año 324, lo que significa que pudo ser cualquier rey. En verdad.

—¿Entonces? ¿Por dónde empezamos?

Volvía a tener la expresión desesperanzada que, de repente, estaba haciendo que mis neuronas trabajaran horas extra voluntariamente. Repasé el cuento y tomé un lapicero para poder anotar los datos importantes.

—Tenemos que buscar un lugar cercano al mar, con un lago y un volcán en las cercanías, donde haya vivido un rey—dije finalmente—. Son las pistas más fáciles de rastrear.

—¿De qué?

—Tu cuento —repetí pacientemente mientras ella volvía a la vida—. La descripción inicial menciona estos detalles.

Emmeline se puso de pie y volvió con un libro con la cronología de los reyes desde el siglo IV antes de Cristo y ella buscó en el siguiente tomo. Desapareció un instante en busca de un libro de geografía escrito en el siglo V, lo que debería bastar en caso de que el volcán o el lago no hubieran sobrevivido a los años.

Me tragué mis comentarios sarcásticos y al menos un kilo de polvo mientras pasaba páginas. En mi caso, solo tres reyes coincidieron en vivir en un pueblo como el mencionado. Como uno de ellos no tenía hijas, lo descarté y me concentré en los otros dos. El libro de geografía me dijo que Haguet quedaba a quince millas de un lago mientras que Emley quedaba a más de cincuenta. Ninguno coincidía con la descripción del lago que casi estaba anexado al palacio real.

Emmeline me arrebató el libro de las manos un instante después y me señaló otra ciudad: Fradet.

—Esta es la que buscamos—dijo con seguridad.

Revisé la descripción.

—Fradet...a 18 millas de la costa de Asíbile...el volcán de Omek, dormido desde....lago fradeliano tan importante que llegó a ser parte del castillo real durante el reinado de Numasta XVI, Anthenom III y Bakhel II que hizo de esta ciudad su lugar de residencia.
—¿Quién es Anthenom III? Me suena conocido...
Esta vez, Emmeline estaba preparada. Empujó hacia mí el libro de la cronología de reyes.

—Anthenom III, hijo de...

Una palabra llamó mi atención hacia el párrafo final.

—¿Qué? —Preguntó Em.

Señalé el final de la descripción.

—En su asesinato se basó la novela Los pergaminos ocultos de Frangelo Bussi, donde se relata el complot de una comunidad de Vantra que planea el asesinato del rey debido a que creían que este los había traicionado ocultando de ellos los famosos Pergaminos de Mondiel.

—Esto no me gusta —murmuró Emmeline haciéndose eco de mis pensamientos—. ¿Los famosos Pergaminos de Mondiel?

Con cada pregunta, teníamos más libros de historia acumulándose a nuestro alrededor. Honestamente, cuando pensé esta mañana que necesitaba un baño, no estaba pensando en uno de polvo.

—Aquí —logró decir Emmeline—. Los pergaminos ocultos, novela de Frangelo Bussi ambientada presumiblemente en el reinado de Anthenom III que narra los acontecimientos...
Por un momento se perdió en las palabras y dejó de leer en voz alta. Con cada línea que avanzaba, su ceño se hacía más profundo.

—¿Em?

Ella se sacudió ligeramente, como si acabara de despertar.

—Es lo mismo que en el cuento, sólo que habla de los pergaminos que robaron. Se dice que Athom III, el nombre con el que debe haber ocultado al rey como personaje, descubrió que los verdaderos planes eran no solo el robo de las joyas reales, sino la eliminación de las familias reales que las custodiaban. Por eso los entregó a Numasta XVI, al que el autor llamó Namut XI, el padre de su esposa y por eso lo mataron, después de más de cuarenta años de intrigas en palacio. De hecho, la expansión de los planes terminaba con la destrucción de todo Igereth.

Con cada palabra su voz subía de volumen. Casi diría que gritó la última parte.

—¿De...de todo Igereht?—logré decir.

—Exactamente...
—¿Con qué seguimos? —dije emocionado, esto se parecía muchísimo a la búsqueda del tesoro.

—Con Frangelo Bussi —respondió Emmeline—. Para escribir este libro debió tener buena información.

Sin embargo, Frangelo Bussi terminó siendo el autor más esquivo que hubiera imaginado. Rara vez se lo mencionaba en algún lugar y cuando Emmeline finalmente dio con un libro de 1528 que hablaba de él, volvió con una telaraña extendida sobre su cabello. Se la quité entre risas mientras ella leía.

— Frangelo Bussi. Nacido en el año 224, conocido autor —ambos soltamos una carcajada— de la novela Los pergaminos de Mondiel que habla de un complot contra una familia real. Vivió en la ciudad real de Vantra en la época del reinado de Bakhel II, El Triste. Su libro fue prohibido en muchas ciudades pero unos cuarenta años después de su muerte, se volvió muy exitoso. Frangelo tuvo siempre dificultades económicas y echaba la culpa de todos sus males al libro que lo ha hecho famoso. Sin embargo, se sabe que fue gran amigo de las familias reales y muchos coinciden en que prohibieron su libro porque contenía escandalosos secretos de las altas clases. Esto coincidiría con su éxito póstumo cuando los estamentos fueron eliminados. Fue asesinado en el año 288, en extrañas circunstancias. Su ataque fue registrado en varios informes como el de un demonio debido a la putrefacción de sus heridas y la estela de energía demoniaca que fue dejada atrás; sin embargo, muchos de los primeros testigos que llegaron al lugar aseguraban haber visto un hombre lobo escapando. Se le enterró en el mausoleo de su familia en su ciudad natal.

Hubo un silencio terrible que finalmente Emmeline rompió tartamudeando:

—Lo atacó un hombre lobo.....pero las marcas dejadas eran las de un demonio.

Intercambiamos una mirada y supe que pensaba lo mismo que yo. Su pequeña aventura del cuento infantil acababa de tomar una ruta inesperada.

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