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CAPÍTULO 32

NATHAN

Había descubierto que lo que sentía por Elizabeth era más fuerte que lo que una vez sentí por Camille. Ese día, cuando fueron ella y su asistente a la sala de música a ensayar, y las escuché hablando de su abuela me invadieron unas ganas de consolarla y asegurarle que todo estaba bien. Descubrir lo mucho que la quería y que no había podido cumplir su sueño me ensombreció el alma y decidí interceder por ella. Recordé que se llevaba muy bien con una de las seleccionadas llamada Lara, así es que le pedí de favor que reuniera algunas de sus compañeras y la ayudaran, a lo cual ella se mostró muy contenta.

Luego fui a buscar a Camille para confesarle lo que realmente sentía mi corazón, pero no quiso escucharme, se reusaba a que lo nuestro terminara. Los restantes días no dejaba de perseguirme, se me aparecía en todas partes y por más que trataba de esconderme, ella se las ingeniaba para descubrir donde me encontraba. Pensé que todo terminaría cuando llegara su prometido, pero tuvo un contratiempo de estado y no pudo llegar lo que me obligó a pasar la mayor parte del tiempo con mi madre o mi padre, evitando así su presencia.

La idea de ayudar a Elizabeth con el piano se me ocurrió porque quería que me debiera un favor, pretendía hacer un trato con ella aquella noche, para que no se despegara de mi lado y así Camille, se daría cuanta de una vez por todas y aunque lo intenté, no pude estar ni cinco minutos a solas con ella en toda la noche.

Cuando Camille comenzó a decirle todas aquellas palabras ofensivas, sabía que la noche no terminaría bien porque Elizabeth es muy orgullosa, luchó para ser una mujer culta, y graduarse de la universidad, fue un largo camino para ella, jamás dejaría que nadie la menospreciara de esa manera. Yo mismo estuve a punto de sacarla a empujones de ahí si era necesario, pero cuando Elizabeth me tomó el rostro con sus manos y me besó me rendí ante sus encantos. Poco a poco todos los invitados comenzaron a darse cuenta de lo que sucedía y aunque tenía los ojos cerrados podía sentir el peso de sus miradas sobre nosotros. El besó fue cálido y tierno, esta vez no se resistía y era ella quien dirigía todo. Abrió la boca y dejó que introdujera mi legua en ella y a los pocos segundos ambas danzaban un tango muy sensual. Una de mis manos se deslizó por su nuca y la otra reclamó su cintura aprisionándola contra mi cuerpo y reclamando más de ella. A nuestro alrededor se escucharon los murmullos y cuando nos separamos nuestras miradas se encontraron como nunca antes lo habían hecho. De pronto, aun con su mano en mi cuello vi que Elizabeth abrió mucho los ojos y me empujó bruscamente cambiando de lugar conmigo, después un ruido ensordecedor cubrió nuestros oídos. Volví a mirarla en busca de una respuesta coherente y sentí que se debilitaba en mis manos y su cuerpo se desvanecía.

-¡Elizabeth! –grité mientras su mirada se apagaba poco a poco y sus parpados comenzaban a cerrarse -¡Elizabeth! –grité otra vez horrorizado mientras me veía la mano con la que una vez tuve en su cintura manchada de sangre.

Las personas comenzaron a gritar y a correr como locas de un lado para otro sin un rumbo fijo. Los soldados comenzaron a llegar y se llevaron a la familia de Camille y a mis padres que clamaban por mí desde la distancia, pero a mi nada me importaba, solo ella, que yacía sobre mis brazos, inmóvil e inconsciente.

-¡Protejan al príncipe! –grita uno de los guardias y rápidamente todos nos rodearon para evitar cualquier otro herido.

-¡Un médico! –exclamé con lágrimas en los ojos –¡Busquen a un maldito médico!

Uno de los guardias me miró con cara de lástima mientras sacaba un pañuelo de la casaca de su uniforme.

-Tenga alteza –extiende su mano y me lo da –presione la herida hasta que consigamos llegar a la habitación del pánico.

La sangre se había mezclado con el intenso color de su vestido y me había costado descubrir de dónde provenía aquella fuente que le quitaba poco a poco la vida. Después de unos segundos encontré un agujero en su hombro izquierdo y presioné con fuerza el pañuelo mientras la tomaba en brazos.

-¿Está listo? –pregunta el mismo guardia que me dio el pañuelo y asiento –a la cuenta de tres salimos corriendo al unísono en dirección a la puerta –se escucha otro disparo y todos agachan sus cabezas -1….2….3 –y salimos corriendo mientras el fuego, la sangre y el bullicio de las personas dominaba el lugar.

Con dificultad conseguimos llegar hasta la puerta de salida y a pocos metros de ahí se encontraba una de las habitaciones del pánico que hacía pocos días habían reparado. Al abrirse, mediante un botón estratégico escondido detrás de una pintura muy elegante se asomaban mis padres y los de Camille, quienes agradecieron a Dios mientras me ayudaban a introducir a Elizabeth.

-Soldado, ella es mi seleccionada favorita, traiga un médico de inmediato –le ordeno mientras éste asienta y cierra la puerta con el mismo botón.

Desde dentro el lugar se veía más amplio, era lo más parecido a un elevador solo que mejor equipado. Habían muchas pantallas de ordenadores desde donde se podía ver cada rincón del palacio, una pequeña nevera con suministros y una camilla con un botiquín de primeros auxilios dónde coloque a Elizabeth.

-¡Por Dios hijo! –exclama mi madre mientras giraba el cuerpo de mi amor para intentar curarle la herida -¿Está muerta? –pregunta abrazada a mi padre.

-No mamá, no está muerta –le informo y suelta una bocanada de aire –acércame el botiquín por favor –le pido y con las manos temblorosas lo toma y lo pone sobre la camilla.

Los padres de Camille tenían a su hija abrazada y no se animaban a acercarse. Ella tenía los ojos hinchados de tanto llorar y las manos temblorosas.

-¿Vamos a estar bien verdad? –pregunta ella con un hilo de voz y asiento con la cabeza para que se tranquilizara.

Luego tomé el botiquín, lo abrí y saqué una pequeña tijera quirúrgica con la que rasgué su vestido dejando al descubierto la herida de su hombro.

-¿No vas a esperar al médico? –pregunta mi madre preocupada –no podemos seguir esperando o morirá –le aseguro y se lleva una mano a la boca.

-Pero hijo tú no tienes conocimientos en la medicina –asegura.

-Madre, tengo los necesarios –le informo –si no hubiese nacido príncipe me hubiera gustado ser doctor.

Rápidamente limpié la herida con alcohol y luego introduje las pinzas para la extracción de la bala. La herida continuaba sangrando pero no podía acobardarme en aquel momento, así es que recogí el alma que se me había caído a los pies y afirmé más la mano sobre la herida hasta que encontré el duro metal y de un tirón certero lo saqué de su cuerpo. Por un momento abrió los ojos como despavorida, y los cerró con la misma velocidad, debió haber sido el dolor de la extracción de la bala. Mi madre se aferró a mi hombro mientras a duras penas intentaba suturar la herida lo mejor que podía y cuando acabé coloqué un apósito sobre ella y enredé un pedazo de gaza en su hombro para inmovilizarlo, ahora solo debía despertar.

Lunes 17 de agosto

Primero que todo les quiero pedir una disculpa por los capítulos que no pude subir la semana pasada pero realmente me asignaron tareas de la escuela y con esto de las clases virtuales estaba sumamente atareada pero ahora ya lo he resuelto todo. Una vez más disculpen.

¿Que les pareció el capítulo?

¿Se sorprendieron con el ataque?

¿Cómo tienen las espectativas para el próximo capítulo?

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