Parte IV | "Peligros inminentes"48. "Bajo amenaza".
Dos meses después.
Febrero estaba húmedo, el invierno había pasado, pero eso no alejaba el frío de las calles de San Petersburgo, al contrario, estaba casi igual. Lo único sorprendente era el sol, que estaba en su punto más alto, calentando solo un poco y subiendo la temperatura. Yo sentía el clima exactamente igual, pero no me quejaba, no me estaba muriendo de frío que era lo importante.
Todo iba... normal. No tenía una manera de describirlo, había un raro silencio por parte de los nuevos adversarios que se disponían a importunar nuestra tranquilidad, pero, de alguna manera u otra, estaba agradecida porque ya no tuviéramos bajo amenaza, o eso esperaba. Sin embargo, Roger dice que el silencio no siempre es bueno, y eso me estresaba un poco, pero trataba de disimularlo delante de Kyle.
—¡Melissa Black! —gritó la voz chillona de Audrey, haciéndome fruncir la nariz—. ¡Sal ahora mismo de dónde quiera que estés!
Me levanté del sofá que estaba en la biblioteca y traté de ocultarme detrás del pequeño estante que se encontraba frente a mí, pero cuando estaba a mitad de camino, la puerta se abrió.
—¿Qué se supone que haces aquí? —preguntó poniendo sus manos en su cadera, solté una risita nerviosa.
—¿Estaba a punto de ocultarme de ti? —digo a modo de pregunta, pero no dejé de reír.
—Iremos de compras —dice sin dejarme agregar nada más.
—No quiero... Ya tenemos demasiada ropa, Audrey...
—¡Pero necesito más! —exclama y tira de mi mano para después arrastrarme escaleras abajo.
«¡¿Qué haría con esta loca?!»
[...]
Nos habíamos traído toda la tienda Gucci, literalmente. Audrey tenía una pequeña —gran— obsesión con las compras, cosa que me hacía gracia, pero después de un rato, era un poco tétrico. Nunca en mi vida imaginé tener una amiga como ella, tan extrovertida, graciosa y adicta a la moda.
¿Quién lo diría?
Observo por la ventana del auto, está lloviendo y eso que esta mañana estaba el sol en lo más alto del cielo. Audrey se ríe a mi lado de algo que vio en su teléfono, sonrío ante su locura y sigo mirando la carretera. Todo está despejado, el tránsito es ligero y eso hace que Óscar conduzca con tranquilidad.
—Roger quiere que salga con él hoy —dice la pelirroja.
—Qué bien, eso es genial —ella muerde su uña—. ¿Qué te preocupa?
—Que me pida matrimonio —mi ceño se frunce.
—¿Por qué?
—¡No lo sé! Lo amo, en serio, es solo que... Estoy asustada. ¿Y si es demasiado pronto? —rio.
—¿De verdad? Me comprometí con Kyle a los dos meses de ser novios, y nos casamos un año después. ¿Eso no es demasiado pronto?
—Cierto —suspira—. Pero lo suyo fue algo mágico, con Roger fue un raro accidente.
—Mejor aún, que sea inesperado no lo hace menos romántico —pellizqué su brazo y la hago reír—. Tranquila, todo pasa por algo.
—Tienes razón —se acercó a mí y me abrazó—. Te quiero.
—Y yo a ti.
Besé su cabello naranja y apoyé mi mejilla sobre su cabeza. Suspiré y dirigí mis ojos al frente, vi a Óscar fruncir el ceño y de pronto, frenar de golpe. El repentino movimiento nos hizo levantar la mirada, Audrey me observó unos instantes. Mi cabeza se giró hacia atrás y solo pude ver cómo una camioneta negra venía directa hacia nosotros.
El golpe fue fuerte, lo supe, escuché los gritos de Audrey junto a mí y luego sentí un ligero dolor en la cabeza, después... Todo sé volvió negro.
[...]
Conocía esa sensación de estar en un hospital, hace muchos años la había experimentado y cuando abrí mis ojos, confirmé que estaba en uno. El olor a desinfectante me picaba la nariz y un constante pitido me estaba volviendo loca.
¿Por qué estoy aquí? Parpadeo para adaptarme a la luz, frunzo el ceño cuando logro recordar vagamente cómo llegué a estar en el hospital: una camioneta negra chocó contra nosotros.
Mi garganta está seca y me arde, levanto una de mis manos y la llevo a mi frente, inhalando profundo me obligo a sentarme. El cuerpo entero me duele, pero contengo la respiración para no soltar un alarido de dolor. La puerta se abre y veo a una chica rubia vestida de enfermera que camina hacia mí, me sonríe con amabilidad, pero no puedo devolverle el gesto a causa de mi aturdimiento.
—¿Cómo se siente, Sra. Black? —pregunta poniendo su mano en mi frente.
—Mareada —carraspeo—. ¿Puedo tomar agua?
—Por supuesto, déjeme tomarle la temperatura —hizo su trabajo, midiendo mi presión arterial, tomándome la temperatura y revisando mi cuello—. Llamaré a su esposo.
Me tendió un vaso de agua.
—Gracias.
Cuando estoy tomando agua, la puerta se abre por segunda vez, pero ahora la figura de Kyle es la que acapara toda mi atención. Sus hombros están tensos, noto su respiración irregular, pero sus ojos azules detonan alivio cuando me miran. Lo veo soltar un suspiro y encaminarse hacia a mí a paso rápido.
—Por el amor de Dios —dice antes de tocarme, sus manos sostuvieron mi rostro como si fuera de cristal y sus ojos me escanearon meticulosamente—. Dime por favor que estás bien.
—Estoy bien —murmuro, poniendo mis manos sobre las suyas, su frente se apoyó contra la mía—. Estoy completa, no te preocupes.
—Por supuesto que lo hago —pasó una de sus manos por mi espalda, mis brazos rodearon su cintura, dejando mi mejilla sobre su pecho—. Mi corazón se paralizó cuando me dijeron que estabas en el hospital.
—Me asusté —confieso, en el nanosegundo que vi la camioneta detrás de nosotros, mi piel se erizó ante el miedo—. Creí lo peor.
—Está bien —susurró besando mi cabeza—. Ya estás conmigo, estás todo bien ahora.
—Lo sé —sus manos fueron a mis hombros y me alejó un poco de él.
—¿Qué demonios pasó? —pregunta, sus manos sostienen las mías llevándoselas a los labios, dejando un beso en mis nudillos.
—Salíamos del centro comercial —respondo—. Ya estábamos yendo a casa, todo estaba bien —digo, sus ojos están atentos a mi explicación—. Todo ocurrió demasiado rápido, Óscar frenó y supuse que nos estaban siguiendo, luego una camioneta chocó contra nosotros desde atrás...
—¿Que? —cuestiona cuando me detengo—. ¿Qué es, amor?
—Audrey —susurro, asustada de pronto—. ¿Y Audrey? ¿Está bien? ¿Dónde está...? ¿Ella...?
—Está bien —dice con rapidez—. Solo se desmayó, al igual que tú. Roger la está cuidando.
Cerré los ojos y suspiré aliviada.
—¿Y Óscar? —sus ojos se desviaron de los míos, fruncí el ceño—. ¿Dónde está Óscar?
—Él murió, Mel —dijo con cautela, dejándome petrificada.
—Pero...
—Antes de que el auto chocara con ustedes, él nos llamó y nos dijo que los estaban siguiendo —explica con cuidado—. Le dispararon, Gabriel llegó antes de que les hicieran algo a ustedes dos, pero... Óscar no lo logró, la bala perforó su pulmón —acaricia mi mejilla, secando una lágrima—. Lo siento mucho, cielo.
Me dolía, Óscar había sido parte fundamental en mi seguridad desde el principio a parte de Gabriel, él siempre lograba hacerme reír y cuidaba de mí. ¿Cómo pudo morir así? No se lo merecía.
—Es triste... —digo, miré a Kyle—. Él no debió morir así.
—Te salvó —sostiene mis mejillas—. Te salvó a ti y a Audrey. No podría estar más agradecido con él.
—Tienes razón, él me salvó la vida también.
Kyle acortó la distancia y besó mis labios castamente, quedándose ahí por unos momentos.
—Todo estará bien ahora, ¿de acuerdo?
—Okey —tragué con fuerza—. ¿Cómo llegamos al hospital?
—Cuando Gabriel llegó, la ambulancia ya estaba en el lugar. No pudimos hacer mucho, y tampoco iba a correr el riesgo de llevarlas a casa y que algo saliera mal —me apretó suavemente contra su pecho—. Pero ya estás bien.
Asentí un poco contrariada, aún seguía aturdida, me sentía perdida. La cabeza me daba vueltas, solo tenía el recuerdo de la camioneta detrás de nosotros, luego, nada más. Sentía el cuerpo pesado, y la rara sensación de estar ausente. Mi mente divagaba, y solo pude retribuir los hechos a una sola persona, o tal vez dos.
Maritza Emerson y Robert Bancardi.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro