Parte III | "Deseos incontrolables".35. "Por el resto de mi vida".
Unos meses después: noviembre 2018.
Tenía un nudo en el estómago, mi respiración era un completo caos, mis manos temblaban, mis ojos se abrían y cerraban constantemente, el corazón se me quería salir del pecho. Decidí contar hasta diez, pero al llegar al cinco, más nerviosa me ponía y me enredaba con los números.
Estaba asustada, aterrada, petrificada. Y era estúpido, no tenía nada a qué temerle. Hoy era el día más importante de mi vida.
¡Voy a casarme!
Ha pasado un año desde que Kyle me propuso matrimonio en el baño de mi ático. Sí, para nada romántico, pero fue perfecto, tanto que me vi a mi misma aceptado su propuesta. En aquel entonces, no tuve dudas, y ahora mucho menos. Es solo que estoy demasiado nerviosa, puedo sentir el corazón subir por mi garganta y estar a punto de ser expulsado por mi boca.
Él quería casarse en el mismo instante, pero yo le había dicho que necesitaba tiempo para procesarlo y aceptarlo completamente. Estaba enamorada de él, lo amaba con todas las fuerzas de mi corazón, por supuesto que iba a casarme con él. Pero no podíamos solo ir, casarnos y ya.
El pelinegro aceptó, un año, sin embargo, yo me robé unos meses más.
Era noviembre, el día estaba frío, pero hermoso. Audrey se había encargado de todo, no tenía quejas de ella para nada. En este último tiempo, la pelirroja se había convertido en mi mejor amiga, mi mano derecha y mi aliada. Cómo diría Kyle: en mi sombra. La amaba, era mi gran apoyo.
Ella me había ayudado a planear la boda, me obligó a sacarle a Kyle una tarjeta de crédito con el dinero suficiente para crear un nuevo continente. Y, aunque al principio me negué, los dos se pusieron en mi contra y él me la dio sin que se la pidiera.
Otra cosa que me tomó por sorpresa, no era como si me importara, pues realmente no lo hace. Kyle Black era más rico de lo que alguna vez pensé, en el bajo mundo era conocido como el jefe de La Orden. Sin embargo, en la alta sociedad rusa, era conocido como el magnate más importante de todos, teniendo en cuenta su grandeza para los negocios y la exportación.
Gracias a eso, nuestra boda ha sido perseguida por los periódicos y muchos medios de comunicación. Nunca me imaginé siendo parte de una familia tan importante, pero ahora estaba aquí, a punto de casarme con el hombre más codiciado de toda Rusia y parte del continente europeo.
—Mel. ¿Mel? ¡Melissa! —la mano de Audrey tocó mi brazo, haciéndome parpadear en su dirección—. ¿Escuchaste lo que te dije?
—No, lo siento —sacudo la cabeza—. ¿Qué decías?
—Que ya estás lista —sonríe mirándome, inhalo profundamente y me pongo de pie para caminar hacia el espejo de cuerpo completo que está en la habitación.
Mi vestido era color blanco perla, la tela era sedosa y brillante. Mi escote está recto, de esos que tienen dos ligeras mangas bajo los hombros, se aferraba a mi cintura y de ahí, caía sutilmente en una falda lisa. Sin contar, claro, la abertura que se abría paso desde el principio de mi muslo hacia abajo, dejando a la vista toda mi pierna.
Mi cabello estaba largo, a la mitad de mi espalda, por lo que mi peinado consistía en un semi recogido que dejaba gran parte del mismo suelto en hondas gruesas. El maquillaje era de lo más sutil y sencillo que podía, mis labios estaban pintados en un rosa mate muy bajo, dejándolos lucir casi naturales.
Le sonreí a mi reflejo, me veía radiante y hermosa.
—Gracias, Audrey —ella le restó importancia y se acercó a mí con una caja blanca.
—Los tacones —informó, asentí.
En este último año he estado recibiendo terapias, unas que me han ayudado bastante con mi equilibrio y ahora puedo usar tacones sin miedo a caerme, solo se me dificulta caminar cuando hace demasiado frío. Sin embargo, puedo decir que soy casi una gacela
—Listo, estás preciosa —garantizó una vez que me ayudó con los zapatos—. Ay, Mel. Eres la novia más hermosa que haya existido.
—No exageres —digo, ella sacude la mano y camina hacia el tocador otra vez.
La pelirroja llevaba un vestido largo y ajustado al cuerpo de color morado intenso, haciéndola lucir más blanca y preciosa. Su cabello resaltaba y las pecas en su rostro eran el toque final. Ella, sin duda, era una modelo de revista.
Dos toques en la puerta llaman mi atención, por una pequeña abertura, Roger aparece con una enorme sonrisa y su bien puesto traje azul. El moreno lucía bastante elegante e intimidante vestido de aquella manera, teniendo en cuenta que siempre estaba con sus chaquetas de cuero.
—Vaya, Mel —inhala mirándome—. Ese maldito sí que tiene suerte.
—¡Basta! Harás que me sonroje —le reproché riendo, él se acerca y se inclina para dejar un delicado beso en mi frente.
—Eres mi hermanita, Mel —acarició mi mejilla, mirándome con sus ojos color avellana—. Estaré aquí siempre que me necesites, más si ese imbécil te hace algo.
—Gracias, Roger —intento mantener las lágrimas a raya—. Te quiero.
—Y yo a ti, Mel.
—¡Déjala! —lo regaña su novia—. La harás llorar y arruinará su maquillaje.
—Relájate, cariño —el castaño abraza a su chica y besa sus labios castamente. Sonrío, porque no puedo con su ternura—. Ya es hora. ¿Preparada?
—No —confieso soltando una risita histérica—. Estoy nerviosa.
—No deberías —dice Audrey—. Kyle puede ser un idiota impulsivo, pero te ama más que a nadie y será un gran esposo, lo sé.
Ahuyento las lágrimas y trago el nudo en mi garganta, cierro los ojos y suspiro.
Mi vida está a pocos minutos de cambiar y lo haría junto al hombre que amo.
—Ya estoy lista.
Audrey me da un ramo de rosas blancas y Roger me tiende su brazo, todos salimos de la habitación y el moreno me ayuda a bajar los escalones lentamente y con mucho cuidado. Cuando llegamos a tierra firme, Azucena se acerca con una pequeña sonrisa.
—Estás radiante, mi niña —besa mi mejilla y me da su bendición—. Ambos serán muy felices, cielo.
—Gracias, Azu —le sonreí de vuelta.
Caminamos hacia la puerta trasera y diviso el montón de gente que se encuentra en el jardín. No conozco a la mayoría y eso hace que me ponga más nerviosa aún, aprieto el brazo de Roger y él nota mi terror.
—Podemos huir en el Jet de Kyle —propone haciéndome reír y logrando aligerar el ambiente.
—No dejaré a mi novio plantado, Roger —respondo con simpleza.
—Como quieras —se encoge de hombros.
Una suave y lenta canción comienza a sonar, no es la típica marcha nupcial, es una melodía de piano que llega como bálsamo en el momento perfecto para traerme paz y un poco de calma. La puerta de vidrio de desliza hacia un lado y nos da paso al enorme jardín, inmediatamente, las personas se ponen de pie.
Todo está perfectamente decorado, la mezcla entre el blanco y el vino tinto es sumamente preciosa, tal y como Audrey dijo que sería. Mis uñas acrílicas se entierran en el brazo de Roger, robándole un quejido.
Un paso a la vez, Mel, no te vayas a caer. Sigo caminando despacio y es entonces, cuando me atrevo a levantar la mirada que todo el peso deja mis hombros. Todo el nerviosismo se esfuma y solo quedan él, y sus ojos azules.
Su traje negro lo hacía lucir imponente, con ese característico aire misterioso que siempre va con él. Pero sus ojos, su mirada es todo lo que yo necesitaba, esa mirada cargada de amor que él siempre tiene para mí.
Cuando llegamos al altar, Roger le entrega mi mano a Kyle, quien aprieta mis dedos en el proceso. Nuestros ojos se encuentran y mi corazón se detiene, más cuando se inclina y deja un beso en mi mejilla, muy cerca de mis labios.
Escucho al oficial iniciar su discurso, pero mis ojos no dejan los suyos. Nos decimos palabras a través de la mirada, aprendimos a hablarnos sin necesidad de generar ningún sonido. Y estas miradas dicen demasiado, su pulgar le da una suave caricia a mis nudillos, mientras juega con mi anillo de compromiso.
—Acepto el compromiso de ser todo aquello que has soñado toda la vida, y eso significa permanecer a tu lado el resto de mi existencia —digo lentamente, recibiendo una sonrisa como recompensa, mientras comienzo a deslizar la gruesa sortija de oro por su dedo anular—. Yo, Melissa Müller, te quiero a ti, Kyle Black, como esposo y compañero de vida. Hoy me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y la enfermedad, todos los días, a partir de hoy, por el resto de mi vida.
—Me he convertido en un bombillo que no enciende sin tu luz, eres todo lo que anhelé y ahora que te tengo aquí, no hay nada que no haría por ti —su voz es música para mis oídos, mi piel se eriza y mis ojos se llenan de lágrimas cuando besa el dorso de mi mano antes de colocarme el anillo—. Yo, Kyle Black, te quiero a ti, Melissa Müller, como esposa y compañera de vida. Hoy me entrego a ti, y prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y la enfermedad, todos los días, a partir de hoy, por el resto de mi vida.
—En virtud de la autoridad que me concede Dios y la ley; los declaro, marido y mujer —dichas esas palabras, mi corazón se acelera dentro de mi pecho—. Puede besar a la novia.
Kyle me regala esa sonrisa maliciosa suya y yo rio en consecuencia, da un paso hacia mí y envuelve mi cintura con sus manos, acercándome a su cuerpo. Mis manos van instintivamente hacia su pecho en busca de soporte, su frente se apoya sobre la mía y suspira.
—Te amo, Black —susurro sobre sus labios.
—Te amo, princesa —dice de vuelta.
Entonces, nuestros labios se unen en una promesa silenciosa que tiene el valor más significativo de todo el universo: amor.
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