7. "Sincero y diferente".
Dos semanas después.
El ático es mi nuevo hogar, es amplio, de madera y con olor a ella. Una cama matrimonial abarca parte de la habitación, pero, aun así, sobra espacio para un escritorio blanco, un sofá y pequeños detalles que haces este lugar uno más acogedor. Todo es de color gris, con distintos tonos de rosa, otorgándole al espacio una imagen cálida.
¿Quién podía decir que se puede vivir cómoda entre tanto peligro? Yo misma me he hecho la idea de que estoy bien, y al parecer, es verdad. Aquí por lo menos puedo dormir tranquila, sin atormentarme porque alguien venga a dañarme, porque sé que nadie logrará hacerlo.
La vida da tantas vueltas, un día estaba leyendo a Jane Austen sentada en mi habitación en la casa de mi hermano. Ahora, estoy leyendo a Jane Austen sentada en mi habitación, en la casa de Kyle Black. ¿Qué tan contradictorio puede ser aquello?
Era una adolescente normal, o eso creía y de un día para el otro ¡puf! Todo era un completo caos. Yo siendo vendida a un asqueroso degenerado, yo suplicando por mi vida, yo entrando a la vida del mafioso más poderoso del mundo. Yo llegando a su casa y formando parte de su rara familia.
¿Existe alguna vida más extraña que la mía?
—¿Niña Mel? —pregunta una tierna voz, Azucena que está de pie junto a las escaleras, sonriéndome con cariño, ese mismo que le he tomado en los últimos días—. Cariño, Kyle quiere verte. Y también me di cuenta de que no has almorzado.
—Lo lamento —me excuso poniéndome de pie con ayuda del bastón—. No tenía hambre, pero bajaré a comer.
—Te preparé una sopa de verduras, te sentará bien —sonríe y bajo las escaleras con cuidado junto a ella.
—¿Sabes para que me llama Kyle? —pregunto.
—No, cariño. Solo me pidió que te buscara —asentí, nuestra conversación termina cuando ella se va a la cocina y yo camino hacia el estudio del jefe.
La puerta está abierta, así que solo me acerco, pero me quedo quieta al escuchar su voz potente.
—¡A la mierda con el puto laboratorio! Me importa una mierda lo que estén haciendo ahí, no me interesa perder un par de millones. ¡Quiero el trabajo listo! —lo escucho gruñir en ruso, por lo que no entiendo nada—. ¡Que no, maldición! Los quiero muertos a todos. ¿Me oyes? A todos, sin excepción —sus ojos se alzan y se topan conmigo, suspira y masajea su sien—. Solo haz tu maldito trabajo y ya está. Me llamas cuando esté todo listo.
Cuelga, deja el teléfono sobre el escritorio y se acerca a la puerta.
—Hola —digo una vez que entro, sus ojos brillan, pero no sé a qué se debe.
La cristalina mezcla de azul cielo y azul marino me recibe de lleno, y puedo decir con certeza, que nunca había visto unos ojos más bonitos.
—Hola —saluda de la misma manera—. Te veo mejor.
—Sí, me siento mejor —juego nerviosa con la cinta del bastón—. ¿Me necesitabas?
—Quería comentarte algo —responde, su mano busca la mía y mi estómago tira en todas las direcciones posibles. Me quedo muda, mirando su mano sobre la mía—. Ven —me guía suavemente hacia la mesa, invitándome a tomar asiento.
Lo veo rodear el escritorio y sentarse en su silla.
—¿De que quieres hablar? —murmuro con suavidad.
—Sé que no salías mucho cuando vivías con Marcelino —asiento, no sintiéndome muy cómoda con el hecho de que lo mencione—, pero estoy al tanto de que tomabas clases en línea, ¿es cierto?
—Yo... sí. ¿Cómo...?
—Yo lo sé todo, Melissa —cierto, es el jefe, no lo cuestiones. Asiento mirando sus ojos—. Puedes retomarlas, si así lo deseas.
—Eso sería increíble, gracias —no puedo reprimir el impulso de sonreír, así que lo hago.
—En ese caso, Roger se encargará de facilitarte una Mac y un iPhone, ¿estás bien con eso? —asiento con rapidez—. ¿Puedo saber de qué van tus clases?
—Creí que lo sabías todo —digo con diversión, él oculta una sonrisa.
Es casi imperceptible, pero en sus ojos veo un rato brillo que ni había visto antes.
—Lo hago, solo quiero que me lo digas —me sonrojo ante su intensa mirada.
—Finanzas, todos en mi familia lo han estudiado —una de sus cejas se arquea, yo suspiro—. Intenté persuadir a Marcel para que me dejara estudiar pedagogía porque me gustan los niños, pero no me dejó.
—¿Por qué no te dejó? —frunce el ceño, me encojo de hombros.
—Decía que no podía estudiar algo en lo que jamás podría estar presente. Siempre creí que trataba de protegerme, pero ahora solo me doy cuando que me tenía encerrada por puro capricho —retuerzo mis dedos entre sí—. Bueno, casi no salía, así que nunca pude estudiar eso.
—¿Qué te impide hacerlo ahora? —pregunta, mis labios se entreabren.
—No lo sé, supongo que podría intentarlo.
—Mientras estés aquí, tendrás el mundo a tus pies si así lo deseas —la intensidad en sus palabras me toma por sorpresa y algo muy en el fondo de mi ser se remueve.
—¿Cómo podré pagarte todo lo que has hecho por mí? —susurro, dándome cuenta que no todo en esta vida llega gratis.
—Siendo leal a mí, Mel —es la primera vez que pronuncia mi nombre de aquella manera y eso hace que mi corazón se hinche de felicidad—. No me defraudes y me tendrás de tu lado. Siempre.
«Siempre». Vaya, cómo me gustaba esa palabra, más si salía de sus labios.
—Gracias —no supe que más decir.
Suspiré, le debía mucho al hombre frente a mí y él... ¿No quería nada a cambio? No sabía si creerle o no, pues lucía demasiado sincero y sabía que no era bueno cuestionarlo y tratar de llevarle la contraria.
—No son merecidas —le resta importancia, me he dado cuenta de que él trata de quitarle hierro al asunto en lo que a mí respeta. Es ahí donde me pregunto, ¿por qué lo hace? No soy tan valiosa cómo cree—. No le des tantas vueltas, es un ser humano por otro.
—Intento pensar así, pero no lo consigo —confieso en un susurro, desviando la mirada—. ¿Qué tengo de especial? Solo era una chica más del montón que son abusadas.
—¿Preferirías estar muerta? —pregunta con dureza, pero no me intimido, porque necesitamos aclararlo todo.
—Sinceramente, no lo sé. Mi vida ha sido una montaña rusa desde que di mi primer respiro, quizás el destino insiste en matarme y siempre alguien llega a salvarme. ¿Eso es una mala señal?
—Yo no lo veo de esa manera, si bien el destino quiere matarte y por alguna razón nunca mueres, es porque aún tienes mucho por vivir —lo dice con tanta sutileza, que hasta me lo creo—. O quizás, simplemente, tienes un gran propósito en este mundo.
—Espero y valga la pena —le sonrío a medias, y por primera vez desde que lo conozco, me devuelve el gesto.
Mi corazón se vuelve un loco psicópata que quiere ahuecar mis pulmones, la fuerza de su palpitar amenaza con romperme y solo una persona tiene la culpa de esa reacción.
Kyle Black.
[...]
La sopa de verduras sigue igual desde que Azu me tendió el plato, mi mano se mueve guiando la cuchara dentro del líquido espeso que se ve muy apetitoso, pero que no logra llamar mi atención.
—Te gusta, ¿no es así? —me sobresalto, Azucena está junto a mí mirándome divertida.
—¿Qué cosa? —pregunto sin entender.
—Kyle. Te gusta —no es una pregunta, es una afirmación.
Las llamas suben por mis mejillas y el fuego asciende por mis piernas.
No, Kyle no puede gustarme. Solo llevo dos semanas con él, viviendo bajo su techo. Me ayudó, me sacó del basurero en dónde me encontraba.
¿Me gusta Kyle Black? No, eso no puede ser posible.
«Sí lo hace, te gusta». Una vocecita cuchichea en mi cabeza, deteniendo mi respiración.
Mierda, solo han pasado dos semanas y ya me gustaba.
—Yo...
—No tienes que decir nada, cielo —sonríe comprensiva—. Mi niño puede parecer un ogro, pero no es malo. Solo es difícil de entender —suelta un suspiro—. Aún recuerdo a mi niño pelinegro correr de un lado al otro junto a sus hermanos —hermanos. Esa palabra llama mi atención—. Se escondía detrás de las cortinas de su madre para que no lo encontraran.
—¿De qué se escondía?
—Del mundo, de su grandeza. Mi pequeño siempre fue reservado, pero eso no lo hacía menos valioso. Al contrario, cuando se encariñaba con alguien, lo hacía de verdad y no por capricho.
—Dudo mucho que se haya encariñado conmigo —frunzo el ceño, Kyle nunca ha dado a conocer a una mujer.
¿Cómo podría encariñarse con una chiquilla como yo?
—Lo hizo, créeme —afirma, mi corazón se detiene—. Nunca pasaba tiempo en casa, desde que tú llegaste, él viene más seguido. ¿Qué te dice eso?
—No lo sé...
—Sus sentimientos están guardados en un cajón muy en el fondo, su corazón es sincero y muy diferente, solo hay que darle tiempo.
—¿Tiempo para qué? —pregunto intrigada.
—Para que descubra por sí mismo lo que tú has despertado en él.
Ay, es que esa tensión que hay entre Kyle y Mel es única.
¿Qué les va pareciendo esta nueva versión?
Y, para los nuevos, ¿les gusta?
¡Voten y comenten muchooo!
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