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62. El plan.


Dejé a Melissa dormida, ajena a todo lo que pasaba, desconociendo el motivo por el cuál me estaba yendo. Esto podía ser el final o el inicio de todo, pero no estaba dispuesto a perder. Después de todo, soy el jefe, jamás bajaré la cabeza.

Solo iríamos Jeison y yo, no quería llamar a Roger, no quería involucrar a Gabriel, esto era sobre mí. Sobre mí familia y mi hermana. Esto era pura venganza, si se derrama sangre, no será de las personas que me importan, definitivamente no.

—¿Está seguro de esto, señor? —cuestionó Jeison junto a mí.

—Debo acabar con esto de alguna manera —me cercioré de que mi arma estuviera cargada.

—Insisto en qué deberíamos llevar por lo menos dos hombres más —dijo, mirándome de reojo.

—¿Crees que es una trampa? —ladeo la cabeza mientras camino con él hacia la camioneta.

—No me sorprendería, ese hombre no es de fiar.

Jeison tenía razón, entonces asentí hacia él, quien no tardó más de dos minutos en buscar a dos hombres más.

—¿Cuál es el plan, jefe? —pregunta el moreno.

—Ninguno, ustedes simplemente irán conmigo —digo, deteniéndome en la puerta de la camioneta que se encuentra abierta—. Esto solo me incumbe a mí, no necesito que nadie salga herido por mi culpa, ¿está claro?

—Estamos con usted, jefe —dice mirándome a los ojos—. Vivos o muertos, nuestra lealtad estará siempre con usted.

Tragué con fuerza, y me sentí un auténtico imbécil por tener un remolino de emociones dentro de mí. Sin saberlo, había formado un ejército, hombres que me respaldaban sin que yo se los pidiera.

¿En qué momento sucedió todo esto?

Asentí hacia los tres.

—Andando —fue todo lo que dije.

Todos nos pusimos en marcha, la camioneta arrancó y en menos de unos cuantos minutos ya estábamos en la autopista. El cielo se estaba pintando de colores por el amanecer, pero el frío seguía siendo igual de insoportable. Sentía el cuerpo tenso y las ganas de matar a ese desgraciado estaban palpables en la punta de mis dedos.

Pero debía tranquilizarme, de alguna manera, no podía simplemente actuar y ya.

—El lugar está despejado, señor —informa Jeison desde el asiento del piloto.

Observó por la ventana el lugar totalmente vacío, y eso comienza a inquietarme.

—¿Revisaron todo? —asiente—. ¿Y el galpón?

—Está vacío —mi ceño se frunció, el auto se detuvo y fui capaz de ver por la ventana.

Apenas estaba saliendo el sol, sin embargo, todo está demasiado quieto y silencioso para ser bueno. Mi teléfono suena, el chirriante sonido me estremece. Es Roger, contesto de inmediato.

—¿Puedes decirme dónde carajos estás? —escupe apenas la línea despierta.

—Resolviendo unos asuntos —es todo lo que digo, observando detenidamente por la ventana.

—Y esos asuntos tienen que ver con Bancardi, ¿no? —mi ceño se frunció.

—¿Cómo sabes eso?

—¡Porque el maldito también me llamó! —espeta, mi cuerpo se tensa y la ansiedad hace de las suyas cuando oigo su respiración agitada—. Me citó aquí en tu casa, diciéndome que estabas atado y que le estaba haciendo quien sabe que clase de barbaridades a Melissa.

¿Pero qué mierda? Mi sangre burbujeó dentro de mis venas y mi mandíbula se apretó ante sus palabras.

—¿Dónde estás? —susurré, con los ojos cerrados y con la rabia recorriendo todo mi sistema.

—En tu casa, Mel está muy asustada —me hace saber y aquello me genera un nudo en la garganta—. Tienes que venir, no sé dónde carajos estás metido, pero sal de ahí ahora.

—¿Crees que estás tramando algo?

—De ese hijo de perra no espero menos.

Suspiro, mis ojos se encuentran con los de Jeison a través del retrovisor, le hago una señal para que dé la vuelta y él no duda en hacer lo que le ordeno.

—Su cometido es separarnos —dice Roger, dejándome pensar en sus palabras.

—¿Para que me llamaría, entonces?

—Para alejarte de casa, o para que estuvieras solo —susurra—. Dime por favor que no estás solo, Black.

—Jeison está conmigo, y dos hombres más —murmuro, observando las motos detrás del auto—. ¿Tú con quién estás?

—Hay varios hombres aquí, pero no es suficiente, lo sabes —recuerda—. Mel está con Gabriel.

—¿Y Azucena?

—Melissa la convenció de ir a hacer las compras, tiene la idea de que su tensión se nota desde lejos y no se equivoca —suspiro, negándome a creer que viene aquí por nada—. Necesito que vuelvas, Kyle, no quiero que algo salga mal.

—Iré, no te preocupes —le aseguré, carraspeé y me acomodé sobre el asiento—. No le digas que hablamos, solo la preocuparás más.

—Está bien, no tardes.

Colgué.

—¿Señor? —levanté la mirada hacia el retrovisor—. Una moto nos está siguiendo.

Las palabras salen de su boca y por el espejo del auto veo que tiene razón, el hombre de la motocicleta iba vestido de negro completamente y a una velocidad considerable, manteniendo una distancia prudente de la camioneta.

—Intercéptalo —ordeno, sin siquiera quitar mis ojos del espejo.

Jeison asiente mientras acelera, logrando que la moto haga lo mismo, la camioneta se sitúa a mitad de la carretera y cuando la motocicleta hace lo propio, Jeison frena, logrando que el tipo pierda el control absoluto del vehículo y termine estrellándose contra el parachoques trasero y después en el suelo.

—Abajo —ordeno, me bajo de la camioneta de un salto y saco el arma de la cinturilla de mi pantalón.

Oigo las pisadas de Jeison detrás de mí, pero yo solo me concentro en el malnacido que se retuerce en el suelo. Me agacho para quitarle el casco y revelar su rostro, lo desconozco, pero observo sus facciones. No pinta más que unos veinte años más o menos, de tez morena y ojos claros.

—¿Quién eres? —lo agarro por el cuello de la chaqueta y lo obligo a mirarme—. ¿Quién carajos eres?

Se ríe, haciendo una mueca en el proceso. Aprieto la mandíbula cuando comienzo a enojarme más de lo que ya estoy, presiono el arma contra su pierna y disparo.

—¡Maldito hijo de puta! —el grito le desgarra la garganta, sonrío.

—Cuidado como me hablas —advertí, gruñe con sus ojos fijos en los míos—. ¿Quién eres?

—No voy a decirte nada, infeliz —escupe con rabia, asiento.

—Perfecto —subo el arma, presiono su muslo y disparo de nuevo. Otro grito más fuerte, aprieto mi agarre alrededor de su cuello y evito que se remueva—. El siguiente va más arriba —gruñe, pero se aguanta el dolor y me observa fijamente. Es valiente el niñito—. Habla de una vez que no tengo todo el día.

—Creí que eras más inteligente —se ríe, como si no le doliese nada—. El jefe tenía razón.

—¿Estamos pensando en la misma persona? —cuestioné, colocando el cañón bajo su barbilla.

—Tal vez —murmura, traga con fuerza y aprieta los dientes—. Yo estoy hablando de quién te quitará la corona.

—Uff, que lastima, yo no necesito una corona para ser rey —sonrío—. Eso ya lo tengo en la sangre.

—¿Señor?

—¿Jeison? —no la quito la mirada del niñito que parece querer desafiarme, pero se está ganando un lugar en mi lista de muertos.

—Han atacado la casa —apenas las palabras salen de su boca, mi mundo se detiene.

Lo único que viene a mi mente en Melissa.

Mel. Mel. Mel.

Han atacado la casa. Han atacado la casa»

La risa del moreno me saca de mis pensamientos, logrando que la ira se acumule en las puntas de mis dedos y se canalice en él, únicamente en él.

—¿De qué carajos te ríes? —espeté—. Lo diré una sola vez, porque no tiene caso volver a repetirlo —puse el arma en su sien y lo miré directamente a los ojos—. Dime todo lo que sabes, porque de todas maneras vas a morir.

—Es un plan simple, Black —susurra, casi sin aire por mi agarre en su cuello—. La única manera de hacer caer al rey, es destrozando todo su reino.

Perdón por la ausencia, estoy en procesos de terminar mi proceso académico en la universidad y estoy vuelta un completo 8. Pronto volveré con más actualizaciones. Los amo. <3

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