Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

44. "Todo para mí".

Veo como Melissa corre de un lado para el otro junto Audrey, las dos se han vuelto completamente locas, más por la fecha. Era Nochebuena y ellas se encargaron de ponerle un poco de paz al caos que se estaba estableciendo en el ambiente. Ambas llenaron de luz la tétrica oscuridad que estaba rodeando la casa, y alejaron el estrés rutinario de nosotros. Al menos, por un rato.

—Entonces... ¿Cuándo piensas darle el anillo a la pelirroja? —pregunté, mirando al hermano que me regaló la vida. El castaño frunció el ceño, luego se pasó una mano por la cara—. Estás tan mal...

—No te rías de mí, imbécil —me fulminó con la mirada, haciéndome reír aún más—. No sé cómo... ¡Mierda! Audrey me pone nervioso, cada vez que intento decirle algo, ella me mira como si conociera mi alma.

—¿Se lo dirás esta noche? —niega, lucía nervioso, y no lo culpaba. De hecho, lo comprendía, pues Melissa me pone igual de nervioso—. Pregúntale cuando estés listo.

—Eso haré —murmura, y sonríe cuando su novia la pelirroja se le acerca—. Hola, preciosa.

—Hola, nene —hago un gesto de asco al verlos besarse—. ¿No entiendes la indirecta, Black? Lárgate con tu esposa.

—¿Quién lo diría? —me levanto del sofá—. Me echan de mi propia casa.

Escucho la risa de la pelirroja y negando con diversión, camino hacia la cocina en busca de mi mujer. Mi preciosa reina está de pie frente a la mesa, con su vista en su teléfono. Me acerco con cuidado y la rodeo entre mis brazos, da un pequeño respingo en su lugar, cosa que me hace sonreír. Sus dedos temblorosos apagan su teléfono y lo deja sobre la mesa, y no paso por alto como su pulso late desenfrenado en su cuello cuando dejo un beso en esa parte.

—¿Estás bien? —pregunté, dándole la vuelta entre mis brazos.

—Me has asustado —ríe nerviosa, pero después suspira y me regala una sonrisa auténtica que me reconforta bastante—. Pensé que estabas con Roger.

—Tú misma lo dijiste: estaba —rodeo su cintura, sintiendo la tela suave de su vestido de seda—. La pelirroja necesitaba un segundo a solas con su novio, o al menos eso pensé cuando me obligó a irme.

—Ahí está pintada Audrey —sonríe negando divertida, luego rodea mi cuello con sus brazos—. Bueno, así te tengo solo para mí.

—Tienes razón —besé sus labios castamente, observando cómo sus ojos se cierran levemente.

Sin poder evitarlo, capturo sus labios en un beso más profundo, sacándole un suspiro que muere en mis labios, robándome todo mi control. Sus dedos se entierran en mi cabello, apretando mi chaqueta en un puño. Mis manos bajan por la curva de su cintura, contorneando la redondez de su trasero con una de mis manos, apretando su cuerpo contra el mío. Sus labios se entreabren y deja entran mi lengua en su boca, acariciando la mía con la suya, lenta y pausadamente.

—Te estás comiendo el postre antes de la cena, Black —jadeó en mi oído cuando bajé mis labios por su cuello.

—Digamos que, me gusta más el postresoltó una risita y mi corazón comenzó una carrera contra reloj, su risa era mejor que cualquier terapia.

Una que lograba mantener a raya todas las preocupaciones y dejar solo tranquilidad en mi cuerpo.

—Estás loquito, mi amor —besó mi mejilla, quedándose ahí unos minutos, en los cuáles me permití inhalar profundamente su exquisito y dulce aroma a frutos rojos—. Vamos, después podrás hacer lo que quieras con el postre.

Arqueé una de mis cejas en su dirección, viendo cómo la picardía resplandecía en su mirada marrón, y se intensificaba en el sonrojo que subía por su cuello hasta sus mejillas.

—¿De verdad? —atraje otra vez su cuerpo hacia el mío, sus manos se apoyaron en mi pecho y me sonrió con malicia—. Okey, no podrás arrepentirte después.

—¡Basta! —suelta una carcajada cuando comienzo a hacerle cosquillas, se revuelve entre mis brazos y sus manos buscan las mías en un intento fallido de detenerme—. ¡Black, por favor!

—No sabes cuánto me encanta verte así —dije deteniéndome, pero sin dejarla ir.

—¿A punto de tener un ataque respiratorio? —dice jadeando, negué.

—Feliz —acaricié sus mejillas, observando el brillo incandescente de sus ojos—. Tu felicidad lo es todo para mí, mi reina.

Me mira unos segundos, ante de lanzarse a mis labios, besándome con brusquedad, aferrándose a mis brazos como si la vida se fuera en el intento, y, sin poder contenerme, hice lo mismo.

[...]

La cena había pasado literalmente volando, tan tranquila como la predije desde que Mel me informó que la llevaríamos a cabo. Todos la pasamos bien, pudimos dejar todo atrás por un momento, y logramos despejar la mente, como dijo Melissa.

Nos hacía falta hacer esto, una cena tranquila con la familia completa. Y sí, la irritante pelirroja formaba parte de mi familia, Audrey lograba hacer feliz a mi hermano y eso estaba bien para mí. Hace mucho no veía a Roger tan tranquilo y relajado, pero, sobre todo, feliz. Y le agradecía demasiado a Audrey por hacer eso posible.

—¿Vas a seguir ahí mirándome como un bobo o vendrás a la cama conmigo de una buena vez? —preguntó la voz suave de Melissa.

Sonreí porque mí, llevaban más de veinte minutos apoyado en el marco de la puerta, mirándola embobado, como siempre hacia. Llevaba un pijama de color negro, un pequeño short y una camisa de mangas cortas, resaltando el color de su piel.

—Me gusta mirarte —confieso, caminando hacia la cama, sentándome en la orilla junto a ella.

—Ya me doy cuenta —ríe, dejando su teléfono de lado y poniéndose sobre sus rodillas, pasando sus manos por mis hombros y acercando sus labios a los míos, deja un casto beso sobre los mismos—. Entonces, Black, ¿qué me estabas diciendo sobre el postre?

—Mmh, muchas cosas —alejo el cabello de su cuello, pasando mi nariz por su mandíbula, apretando su cintura—. Se pueden hacer varias cosas con el postre.

Sonrió y bajó su rostro al mío, besándome otra vez, está vez demorándose unos minutos.

—Pero primero —me alejé un poco de ella, observando sus labios húmedos y rojizos. Saco le pequeña cajita de terciopelo rojo que estaba bien escondida en el bolsillo de mi pantalón—. Feliz navidad, cielo.

Sus labios se entreabrieron, y sus ojos me miraron fijamente, luego me sonrió. Tomó la cajita y se sentó correctamente, quedando a solo centímetros de mi cuerpo. Muerde su labio inferior y suelta una risita mirándome otra vez, antes de abrir la caja entre sus manos.

—Amor... —suspira, mirándome otra vez, y en cuestión de segundos, veo el brillo de las lágrimas sobre sus irises marrones—. Es preciosa.

Acaricia la delicada cadena de oro que tenía como decoración, una pequeña llave, que tenía un significado demasiado grande.

—Solo tú has encontrado la llave de mi corazón, Mel —paso mis dedos por su mejilla, observando cómo se sonroja y sonríe después, luego suelta una risita.

—Creo que pensamos igual —murmura antes de estirarse y rebuscar algo en el cajón de la mesita de luz, sujeta una pequeña caja color negro, y me observa mordiendo su labio—. No sabía que comprarte, espero te guste.

—Ya sabes lo que opino al respecto, Mel —digo, porque sea lo que sea, que me haya comprado, iba a gustarme.

Si venía de ella, todo me gustaría.

—Ábrelo —insistió, entrelazando sus manos con nerviosismo.

—Estás comenzando a asustarme —me burlo y ella rueda los ojos.

Le quito la tapa a la caja, y un Rolex de oro descansa dentro de la mismas, lo miré detenidamente. Es de oro, pero auténtico...

—Mel... —ella me mira inocente—. No me digas que...

—¿Utilicé los ochenta mil dólares que llegaron a mi cuenta mágicamente hace una semana? Sí, los utilicé —sonrió en grande—. Te lo he dicho, Kyle, no es necesario que pongas millones de dólares en mi cuenta. No me falta nada.

—Solo quiero que estés bien...

—¿Y no lo estoy? —se acercó a mi nuevamente, sujetando mi rostro entre sus pequeñas manos—. Contigo no me falta nada, no necesito que me deposites esa cantidad de dinero.

—¿Qué voy a hacer contigo? —beso la palma de su mano.

—Amarme —susurra—. Y decirme si te gustó el regalo.

—Es justo lo que necesitaba —me muestra una pequeña sonrisa.

—Ahora, dale la vuelta —señala, hago lo que me dice y saco el reloj de su lugar, para darle vuelta y leer lo que tiene escrito.

Eres el dueño de mi corazón.

—¿Te gusta? —vuelve a preguntar, mirándome con sus enormes ojos marrones expectantes.

—Es perfecto, al igual que tú —le paso un mechón detrás de la oreja, ganándome un suspiro de alivio y felicidad de su parte.

—Feliz navidad, mi vida —dice luego de quitarme la caja de las manos y dejándola junto con el collar en la mesita de noche y trepando por mi cuerpo hasta quedar sobre mis piernas.

—Feliz navidad, amor.

[...]

La luz del sol se cuela por el balcón y entra por las delgadas cortinas de color negro. Suspiro al darme cuenta que el cuerpo de Mel descansa parcialmente sobre el mío, con su aroma invadiendo cada poro de mi cuerpo. Escucho el leve zumbido de mi teléfono y con los ojos entrecerrados, tomo el aparato. Un número desconocido sirva la pantalla, por lo que decido dejar que la llamada se vaya a buzón.

Melissa se remueve llamando mi atención, acaricio suavemente su espalda bajó su pijama, logrando que un suspiro salga de sus labios y su ceño deje de estar fruncido. El teléfono vuelve a sonar, arrancándome un gruñido bajo de exasperación.

El mismo número, pero ahora es un mensaje.

Arreglemos esto de una vez por todas.

Solo tú y yo, como en los viejos tiempos.

M.

Maritza.

Es el único nombre que viene a mi mente, porque... ¿Quién puede ser tan imprudente y descarado como para enviarme un mensaje de tal manera?

—¿Qué sucede? —pregunta la voz adormilada de Mel.

Bloqueo el teléfono con rapidez, lo dejo en la mesita de luz y bajo la mirada para observarla.

—No es nada —le regalo una sonrisa, ella frunce el entrecejo, pero no se queja cuando la rodeo aún más con mis brazos, acomodándonos para estar frente a frente—. Son las cinco de la mañana aún, sigue durmiendo.

—Duerme conmigo —suspira y se aprieta contra mi pecho.

—Eso hago, cielo —beso su cabello, acariciando su cintura—. Duerme, amor. Yo cuidaré de ti.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro