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3. "Una oportunidad más".

Mis párpados pesan al igual que mi cuerpo, pero eso no impide que luché contra la bruma del sueño que amenaza con llevarme a la inconsciencia nuevamente. Soy vagamente consciente de que llevo mucho tiempo dormida, también recuerdo el porqué, recuerdo todo como si lo estuviera viviendo justo ahora.

Yo, rogándole a mi hermano que no se convirtiera en un monstruo y me dejara en manos de otro.

Yo, rogándole a ese ser asqueroso que dejara de mirarme con lasciva, con esa lujuria enfermiza que marcó la brecha de tiempo en la que sufrí como una condenada.

Yo, rogándole a todos los cielos porque me llevaran consigo y me dejaran descansar de tanto dolor. Que me ayudarán a cerrar los ojos para no abrirlos nunca más, porque ¿cómo se puede vivir después de estar a un paso de la muerte?

Cierro mis dedos alrededor del material cálido que cubre mi cuerpo, y al mismo tiempo, obligo a mis párpados abrirse. Parpadeo varias veces adaptándome a la luz que se filtra por alguna parte de la extraña habitación, el techo blanco de la misma es el que me recibe. Inhalo profundamente y trago saliva, mi garganta reseca arde y protesta ante el hecho.

Con cuidado de no hacer movimientos bruscos, me remuevo lentamente y me siento sobre el colchón. Un gemido de dolor se me escapa al tiempo que mis piernas desnudas rozan las sábanas, y el recuerdo del energúmeno enfermo golpeándome con su cinturón; llega a mi mente.

Mi cuerpo se estremece, la oleada de recuerdos me invade.

Sus manos asquerosas estrujando mi cuerpo como si fuese un pedazo de carne sin valor, su cuerpo embistiendo el mío como si fuera una cualquiera y no tuviera derecho a nada más que sentir dolor.

Las lágrimas comienzan a descender por mis mejillas cuando pego mis rodillas a mi pecho, enterrando el rosto en el hueco que se forma entre las mismas.

—Nadie volverá a dañarte —dijo una ronca voz, logrando que diera un fuerte respingo en mi lugar. Mis ojos se alzaron, mi cabeza se giraba hacia todas partes, buscando al portador de esa voz—. A menos que, quieran morir en mis manos, por supuesto.

A través de mis ojos empañados, logré divisar una figura masculina.

Era alto, de cabello negro, ojos azules, mirada penetrante. Vestía unos jeans negros y una camisa del mismo color remangada hasta los codos, pero el anillo en su mano me confirmaba su identidad.

La mafia siciliana, la Unione Corse, la Bratva; eran las organizaciones criminales más importantes de todo el mundo. Cada una de ella tenían el poder y control total de su respectivo territorio, así como también, su propio líder. Pero... ¿Quién mantenía el orden de todas estas cabezas? Pues, tenía enfrente a ese hombre.

Kyle Black, el jefe de La Orden.

La Orden. Una organización mucho más grande de cualquiera que se haya creado, una que tenía como miembros un líder de cada mafia, pero la cabeza de esta organización, era Kyle Black.

¿Qué demonios estaba haciendo yo frente al jefe? Mi respiración se volvió un desastre, mi cuerpo se puso rígido y creí que en cualquier momento sufriría un aneurisma. Mi cuerpo se precipitó tan rápido que ni siquiera me di cuenta cuando terminé con la espalda pegada al cabecero de la cama.

—No voy a lastimarte —dice, su voz es un bajo y suave siseo, pero no logró tranquilizarme—. Nadie puede hacerte daño mientras yo esté aquí, así que no tienes nada que temer —suavizó más el tono de su voz, como si fuera posible —. Ayer te saqué de ese lugar, ¿me recuerdas?

—Yo... —me quedo callada cuando un leve recuerdo me ilumina la mente. «Tranquila, princesa. Ya todo terminó» esa era su voz, esa que me calmó cuando solo había dolor por todas partes—. Lo hago.

—Qué bueno —camina hacia la cama y yo me hago más pequeña, lo veo rodar la silla y sentarse en la misma, cruzando los brazos—. ¿Cómo te llamas?

—Melissa... Melissa Müller.

—¿Eres la hermana de Marcelino Müller?

—Sí, señor —asiento, mirando de reojo sus impresionantes ojos azules—. ¿Puedo regresar con mi hermano? —pregunto con atrevimiento, porque no sé que será de mí después de esto.

—¿Eso es lo que quieres? —pregunta con el ceño levemente fruncido—. ¿Quieres regresar con las personas que te entregaron a Fisher?

Mi corazón se acelera y se estruja al mismo tiempo, mi piel se eriza ante la decepción de saber que mi propia familia me entregó al mejor postor.

—No tengo a nadie más —confieso en un susurro, apoyando la barbilla sobre mis rodillas cuando la primera lágrima baja.

—No volverás con él —lo dice con tanta rudeza que mi cuerpo tiembla ante el tono de su voz.

—¿A dónde podría ir si no voy con él? —pregunto bajito, volviendo a clavar mis ojos en los suyos.

Su mandíbula se aprieta y se inclina para después colocar sus codos sobre sus rodillas, mirándome fijamente.

—Podrías venir conmigo —la perplejidad golpeó mi sistema, haciéndome clavar la mirada en un punto fijo en la pared blanca detrás él.

El jefe, el señor de los mafiosos más grandes de todos los tiempos, el mounstro de manos rojas, el asesino de hombres. Ese hombre del cual todos hablan como si fuera el mismísimo demonio en persona, está sentado frente a mi, diciéndome que puedo irme con él.

Mi mente entra en colapso cuando cientos de pensamientos pasaron por ella, mi corazón se comprime, mi respiración se corta.

—Me salvaste... —suspiro, él asiente ante mi comentario—. ¿Por qué me ayudas? No sabes quién soy, ni siquiera sabes...

—Sé absolutamente todo acerca de ti —afirma, me atraganto con mis propios pensamientos—. Sé que vienes de una familia grande, sé que tus padres murieron cuando tenías diez, sé que estabas bajo el mando del cerdo de tu hermano, pero que el mismo te entregó a otro enfermo —cada palabra dicha, es una daga que va directamente a mi alma. Tal vez mi rostro demuestre el dolor que me acusa, pero eso no parece alterarlo—. Tus derechos fueron cedidos a Fisher, pero al morir, todo lo suyo pasa a ser mío. Tú me perteneces. Toda tu existencia lleva mi nombre y con un simple chasquido, estarás muerta si así lo quiero —en un nanosegundo mi cuerpo llora, mi corazón se siente pesado ante su información y quiero morirme, pero espero a que termine—. Tienes dos opciones; te vas con el maldito de tu hermano, quien te entregó a un degenerado... O te quedas conmigo, y te garantizo que nunca nadie te tocará, a menos que quiera morir desangrado en una zanja —jadeo, mordiendo mi reseco labio inferior, mientras observo la determinación en su mirada—. Te estoy ofreciendo la oportunidad de cambiar tu vida, pero la decisión es tuya.

Tengo dos opciones.

Irme con Marcelino, a quien le importa una mierda mi dolor, a quien le valgo muy poco.

Me quedo con Kyle Black, la cabeza de La Orden, vivo rodeada de muerte y sangre; pero viviré.

Estoy contra la espada y la pared.

¿Qué podría elegir?

Al ver que no respondo, se remueve en la silla y saca un teléfono de su bolsillo. Teclea un par de veces sobre el aparato y luego se lo pone en la oreja, mirándome atentamente.

—¿Encontraste a Müller? —pregunta, mi ceño se frunce. ¿Está hablando de mi hermano? —. Perfecto. Tráelo aquí enseguida, tienes treinta minutos —cuelga, y se pone de pie—. Tengo a tu hermano, ese será tu empujón. Hablarás con él, le pedirás una explicación sobre la atrocidad que cometió, y si aún quieres irte con él; eres libre. Si decides quedarte conmigo, no pondré objeciones.

Camina hacia la puerta, pero antes de que pueda salir; mi voz lo detiene.

—¿Por qué eres tan bueno conmigo? —susurro débilmente, esperando su respuesta.

Porque sé lo que se siente necesitar ayuda y que no te la den.

Sin decir nada más, se va, dejándome completamente aturdida por su presencia y por lo intenso que puede llegar a ser.

Cierro los ojos y me dejo caer de espaldas a la cama, suelto un largo suspiro y con mucho esmero, intento pensar cuál será la decisión correcta.

¡Volvemos a encontrarnos con Melissa Müller!

AAAAAAAAAHHHHHHH

Para los que ya la conocen, espero que le den mucho amor. Y, para los nuevos, esta mujer los dejará con la boca abierta.

Versión mejorada de Mel es una digna obra de admirar.

Espero les guste.

¡Voten y comenten muchooo!

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