26. "¿Vienes o no?"
Audrey corre de un lado al otro por la tienda, aun no entiendo cómo no se cae con esas agujas a la que ella le llama zapatos, pero son enormes y ella camina como una gacela.
Mi ceño se frunce cuando me muestra un vestido verde con estampado floral.
—¿No? —sacudo la cabeza en negativa, ella mira el vestido como si fuera la peor cosa de este mundo—. Cierto, es horrible.
Deja la prenda en su lugar y camina hacia otra parte en busca de más ropa.
Le conté a la pelirroja que hoy era mi «Primera cita oficial» con Kyle, la anteriormente nombrada se volvió loca, literalmente, más de lo que es. Llegó a la casa dando gritos diciendo: «¡Hoy será la mejor noche de tu vida!» Luego me arrastró escaleras abajo y me subió a su precioso Audi R8 color cereza.
No nos dio tiempo de ser seguidas, por lo que no me sorprendería que Kyle se presentara en el centro comercial, solo para discutir especialmente con Audrey, ya él busca el más mínimo pretexto para reprocharle.
Ahora estoy aquí, siendo víctima de los regaños de la pelirroja por mi falta de amor a la moda, pero lograba causarme gracia.
—¡Mel, ¿estás escuchándome?! —la voz de Audrey llama mi atención, sacándome de mis pensamientos, llevándome a observaba.
—No, perdóname —sacudo la cabeza—. ¿Qué decías?
—Que eres la mujer más extraña que he conocido —dice mirándome de forma rara, suelto una risita que la hace rodar los ojos—. ¡Es tu primera cita, por el amor de Dios! Deberías emocionarte más.
—Audrey, no es como si Kyle fuera a llevarme al palacio de la reina —reí, poniéndome de pie—. Solo iremos a cenar.
—¿Y? —me encogí de hombros, ella suspiró—. ¿Sabes qué? Algo en tu closet debe servir.
—Eso debiste pensarlo antes de salir, ¿no crees? —entrelazo mi brazo con el suyo y tiro de ella para sacarla de la tienda—. Pero ya estamos aquí, deberíamos ir a comer algo.
—Dudo mucho que nos dé tiempo —murmura—. Tu hombre debe estar por llegar, no le dimos chance a Gabriel para que nos siguiera —reímos al unísono—. Estoy saliendo con Roger.
—¡¿Qué?! —mis ojos se abrieron de par a par, detuve mi andar y la vi morder su labio inferior—. ¿Cómo? ¿Desde cuándo? ¿Por qué? ¿Dónde?
—¡Cálmate! —se ríe de mi bombardeo de preguntas.
—¡Cuéntame todo! —la sacudo del brazo.
—Luego de la fiesta, bueno, digamos que en esa fiesta... —arrugó la nariz, luego se sonrojó.
—¡Te acostaste con él! —exclamé, luego me llevé las manos a la boca porque lo dije demasiado alto, varias personas nos miraban y Audrey parecía un tomate—. Pero creí que no te gustaba...
—Y no lo hacía, es solo que... —bajó la mirada y miró sus manos—. Supongo que uno no elije quien le gusta, ¿verdad?
—No, definitivamente no —sonreí y puse mis manos en sus hombros—. Me alegra que estés con él.
—Sí, a mí también —medio sonríe, sus ojos se desvían detrás de mí y su rostro pierde color—. Mierda, mierda, mierda.
—¿Qué? —cuando me doy la vuelta, un Kyle con el ceño fruncido viene directamente hacia nosotras—. Oh, mierda.
—Sí, mierda, me voy —Audrey da un salto en su lugar y camina lejos de mí con rapidez.
Cuando Kyle está lo suficientemente cerca, intenta pasar de mí y seguir a la pelirroja, pero yo soy más rápida y sujeto su antebrazo, deteniéndolo. Roger, quien venía con el pelinegro, suspira y camina hacia el lugar por donde anteriormente se fue Audrey.
—¡Oye! —exclamo sonriendo, Kyle, sin embargo, mantiene su expresión de enojo—. Kyle...
—¿Estás loca? —espeta de un momento a otro, sus manos se cierran alrededor de mis brazos y acerca su rostro al mío, demasiado—. ¿Tienes idea de lo peligroso que es salir sin protección?
—Yo... —me atraganté con mis propias palabras, no sabiendo que excusa decirle para que no se molestara, o para que dejara de estarlo.
—Puede que ante la sociedad sea un empresario normal, pero tengo enemigos, Mel. Muchos enemigos, y todos saben quién eres —me hago pequeña en mi lugar, sintiéndome asustada por su mirada colérica—. Quizás hoy no sucedió nada, pero es arriesgado que salgas así, ¿comprendes? —asentí como niña pequeña siendo regañada, sus ojos al ver mi expresión de horror se cierran. El agarre de sus manos cede, cuando sus dos esferas azules se abren otra vez, ahora lucen más dóciles y suaves—. No vuelvas a salir así, ¿me escuchaste?
—Sí —suspiré, sus manos fueron a mi espalda y me pegó a su pecho—. Lo lamento —cerré mis ojos y me apoyé contra él, dejando que su aroma me invadiera—. No creí que fuera tan peligroso.
—No es tu culpa, es obra de una maligna pelirroja. ¿O me equivoco? —reí y me alejé un poco para poder verlo.
—En su defensa, yo le ayudé —dije fingiendo inocencia, él negó con un gesto divertido y después tiró de mi cabello hacia atrás, bajando sus labios a los míos.
—Debería dejarte sin caminar por ser tan imprudente. ¿Qué dices? —susurró sobre mis labios, bajando sus manos peligrosamente cerca de mi trasero.
Mi corazón dio un salto dentro mi pecho, haciendo que contuviera la respiración, mis mejillas son dos manzanas rojas.
—Digo que estás loco —afirmé y tragué—. Pero no estaría mal.
—Mmh —arrastra su nariz a lo largo de la mía—. Tal vez deberíamos ponerlo en práctica alguna vez.
—De acuerdo —recibo un beso en mis labios.
Antes de que él pueda seguir besándome, su teléfono suena, interrumpiendo nuestro extraño momento íntimo.
—Es importante —informa, asiento.
—Iré al baño —le digo, un beso es dejado sobre mis labios con rapidez, luego se aleja unos metros de mi hacia una columna de la estructura del centro comercial.
Yo hago mi camino lentamente hacia el lugar donde supuse estaban los baños, mi paso era lento, teniendo en cuenta que la pelirroja no me dio tiempo para tomar mi bastón plegable y traerlo conmigo. Observo a mi alrededor, el lugar está casi vacío y eso me sorprende. Ingreso al baño de mujeres, el cual está vacío y me tomo la libertad de entrar a uno de los cubículos.
Cuando salgo, subo las mangas de mi camisa hacia los codos, procediendo a lavarme las manos. Observo mi reflejo en el enorme espejo frente a mí, sonriéndome ante la imagen que me recibe. La Melissa que me devuelve la mirada es otra. Una Melissa más feliz, aviva, libre.
Me secó las manos con una toalla de papel y boto la misma en un cesto de basura, salgo de baño, pero antes de dar un paso en la dirección contraria, un movimiento a mi derecha me detiene.
Castaño, unos centímetros más alto que yo. Vistiendo unos jeans negros y una sudadera igual, un ceño fruncido y ojos oscuros.
—Hola, Mel —me sonríe tétricamente, erizándome la piel. Intento ignorarlo y seguir adelante, pero su mano se cierra alrededor de mi antebrazo con fuerza—. Será mejor que no te muevas, de lo contrario, tu querido novio morirá antes de lo previsto —señala con la cabeza hacia al frente, Kyle está de espaldas a nosotros, ajeno a lo que está ocurriendo. Un punto rojo en su chaqueta me confirma lo que dijo el hombre anteriormente—. No queremos eso, ¿verdad? —tragué el nudo en mi garganta, conteniendo las lágrimas. Negué con rapidez, el tipo sonríe con suficiencia—. Tienes dos opciones: vienes conmigo, o él se muere.
Mi cuerpo se volvió ligero de pronto, porque la segunda opción me parecía horripilante. No siquiera me muevo, permanezco quita y con los ojos fijos en la espalda de Kyle.
—Entonces, linda, ¿vienes o no? —su mano tira un poco de mi brazo y cuando nota que no pongo resistencia, parece satisfecho—. Buena elección.
Tiró de mi brazo ahora sí con brusquedad, arrastrándome con él hacia el lado opuesto del baño, adentrándonos hacia un pasillo angosto del centro comercial. Al final, una puerta de metal es abierta con rapidez, dejándonos en un callejón fuera del lugar.
Una furgoneta frena con fuerza delante de nosotros, de la misma bajan dos hombres y es entonces cuando el miedo me consume. Un jadeo escapa de mi boca cuando mis brazos son flexionados hacia atrás, y mis muñecas son esposadas después.
—Pensé que sería más difícil —dice uno de los hombres, su rostro se acerca al mío y pone un paño sobre mi boca, amarrándolo detrás de mi cabeza.
Comienzo a retorcerme y a tratar de soltarme, pero es inútil.
—Calma, fiera —ríe el castaño que me abordó fuera del baño—. Sí que eres linda, tal vez el jefe nos deje jugar contigo después —aprieta mi mandíbula con su mano—. Dulces sueños, lindura.
Sin verlo venir, su puño se estrella contra mi rostro, llenando todo de oscuridad.
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