18. ¿Quién dice que no?
Su pequeña mano juega con la mía, creí que estaba dormida, pero sus movimientos que dijeron lo contrario. También creí que querría ir a casa, pero me sorprendió cuando me dijo que necesitaba más aire fresco en sus pulmones.
Por eso accedí a llevarla al orfanato, Roger pensó que sería una buena idea y no se equivocó. Melissa amaba ayudar a las personas, a los niños y algo que me dijo que era porque sus padres murieron cuando era pequeña.
—Cuéntame algo —dice de repente, dejándome confundido ante su pregunta.
—¿Algo sobre qué? —paso mis dedos por su cabello castaño—. ¿Qué quieres que te cuente?
—No lo sé, sobre tu familia, tus hermanos... —me tenso, ella lo nota. Su cabeza se remueve sobre mi pecho y apoya su barbilla sobre el mismo, mirándome fijamente—. Pero si no quieres, está bien.
Sus ojos son dos grandes esferas manipuladoras, tanto que es imposible aparta la mirada una vez que la miras. O, tal vez, ni siquiera intentaba manipularme, solo que yo era débil y caía rendido a sus encantos.
—No hay mucho que contar sobre ellos —murmuro pasando mis dedos por su mejilla.
—Ese «no hay mucho» suena a qué hay demasiado —sonríe, paralizando mi mundo por completo.
—Stephen Black no era más que un mafioso con clase —es la primera vez que lo digo en voz alta—. Tenía a personas que mataban por él, solo para que sus manos estuvieran limpias de sangre. No te diré que yo no he hecho lo mismo, porque sería una mentira. Aún así, prefiero mil veces dar la cara que esperar a alguien más la de por mí. Es estúpido, pues él siempre quiso mantenernos a salvo, aún y cuando era la cabeza de La Orden en esos tiempos, sus enemigos siempre iban por nosotros y no por él.
—¿Te hicieron daño alguna vez? —musita con voz queda, y en sus ojos veo la alarma a la espera de mi respuesta.
—Nada que no se pudiera solucionar. En todo caso, era más el daño psicológico que el físico. Y eso es lo peor, vivir con ello por no querer olvidarlo, y cuando lo intentas, es imposible hacerlo —mi ceño se frunce—. ¿Cómo puedes olvidar algo que te marcó toda la vida?
—Creando recuerdos nuevos —dice, su rostro se ilumina de una esperanza innata—. Tal vez no sea lo mismo, teniendo en cuenta claro, que no se puede olvidar algo que te dejó marca. Pero sí se puede aplacar el dolor de esos recuerdos si creamos unos que nos den paz en momentos de tormento, ¿no crees?
—No necesito crear recuerdos si te tengo a ti, tú eres ese bálsamo que me trae paz, Mel —sus labios se entreabren y contiene el aire, sus mejillas adquieren un color rosado y una sonrisa abarca mi rostro.
¿En momentos esta mujer se volvió tan importante?
—Te quiero, Kyle. Aunque tú no lo hagas de vuelta.
Es como si el tiempo se hubiese detenido, como si el mundo se hubiese puesto en pausa. Todo a nuestro alrededor se volvió oscuro, y solo quedó su rostro.
Su hermoso e inocente rostro frente al mío, junto con sus grandes ojos marrones hipnóticos, esos que me volvieron loco desde la primera vez que los vi. Esta niña había revolucionado mi vida desde que la sostuve entre mis brazos la primera vez, ella se había ganado el puesto más importante dentro de mi corazón. Ese que creí muerto y que nunca pensé volviera a la vida.
—¿Quién dice que no lo hago? —veo el brillo en sus ojos, y sé que se trata de lágrimas, esas que no logro ver cuándo su rostro se vuelve a recostar de perfil sobre mi pecho.
¿Quién dijo que no te quiero, Mel?
[...]
—¿Puedo saber qué demonios te ocurre? —pregunto soltando los papeles sobre el escritorio, Roger despega si vista de la pared y me mira con el ceño fruncido.
—¿Qué me ocurre de qué? —se hace el desentendido.
—Sabes que no puedes mentirme, te conozco como la palma de mi mano —su semblante cambió y se volvió sereno—. ¿Hay algo que quieras contarme?
—No, solo estaba pensando en algo —sacude su cabeza—. Ya, deja de mirarme como si fuera un extraterrestre.
—No estás lejos de serlo, créeme —suelta un bufido—. Necesito que mandes vigilancia a los laboratorios de Petrov, debemos rodearlo antes de que continúe con sus negocios.
—¿Cuándo lo mataremos? —pregunta.
—El sábado es la dichosa subasta —digo—. Debería estar muerto después de unas semanas.
—¿Tienes los papeles de estas chicas? —asiento y le doy una carpeta—. ¿A dónde las enviaremos?
—Al orfanato de Lisboa, tengo conocidos allí —dije, porque Portugal era un buen destino para esas niñas, al menos para que inicien una nueva vida—. Algunas deben tener familias preocupadas buscándolas.
—Holly estaría orgullosa de ti, hermano —la mención del nombre de mi hermana no hace más que tensarme.
—Esto es por ella, Roger —me limito a decir.
Mi hermana fue la principal causa de la ley más importante de La Orden. Su muerte prematura a causa de un pedófilo, fue lo que me llevó a ser quién soy ahora y en cierto punto, ella es la responsable de que Melissa este conmigo hoy.
Un bullicio fuera del estudio llama nuestra atención, soy el primero en ponerme de pie y salir hacia la sala, en dónde una pelirroja escandalosa hace aparición.
—¿Qué haces aquí? —pregunto cruzando los brazos.
—No te vine a ver a ti —rueda los ojos—. Vine a ver a Mel.
—¿A Melissa? —asiente, mi ceño se frunce—. ¿Para qué quieres ver a Mel?
—¿Cómo que para qué? La subasta es el sábado —dice con obviedad—. La llevaré de compras conmigo.
—De ninguna manera —digo rotundo.
—Por favor, Kyle... no piensas tenerla en cerrada toda la vida, ¿o sí? —me mira con un aire de superioridad.
Bueno, eso es un punto a su favor.
—¿Estás segura de querer hacer esto? —le pregunto cuando me estaciono frente al orfanato—. Podemos volver a casa cuando quieras.
—Lo sé —me sonríe—, pero de verdad debo hacer eso.
—¿Debes? —arqueo una ceja—. No debes hacer nada, Melissa.
—Quiero decir, no puedo quedarme estancada por siempre, ¿verdad? —me mira y sus ojos marrones me hacen una suplica silenciosa—. Quiero hacer esto. Quiero ser capaz de hacer algo por mí misma, ¿sí? Déjame hacerlo, por favor.
Libertad. Eso es lo que Mel quiere, y creo que puedo darle un poco.
—¿Acaso pensabas dejarla aquí un sábado por la noche? —cuestionó Audrey arrugando la nariz.
—Lo pensé, pero ahora que me lo dices... No, no pienso dejarla aquí —ella sonrió con anticipación, haciéndome rodar los ojos—. Le llega a suceder algo, y tú pagarás las consecuencias, ¿me escuchas?
—Sí, mi señor —dio un salto en su lugar y salió disparada escaleras arriba.
—¿En serio la llevarás a la subasta? —preguntó Roger a mi lado—. Puedes hacerlo, solo digo que todos estarán ahí... Incluso los hijos de Fisher.
—Razón más para llevarla, ellos piensan que Mel está muerta por los periódicos. No puedo esconderla toda la vida, necesito tener a todos esos malditos en orden, y esta es una buena manera.
—¿A qué te refieres? —pregunta.
—Mel tiene dieciocho, pero aparenta ser menos, ¿verdad? —asiente—. Bueno, es un buen ejemplo, aunque para mí no lo sea.
—Buen punto —sonríe al entender mi plan—. Petrov le dará un ataque cuando la vea contigo, y querrá acabar con todo.
—Otra razón para matarlo.
—Bueno, la dejarás salir con Audrey, eso es más peligroso —frunce el entrecejo.
—Tienes razón —lo miro—. Tú irás con ellas.
—¿Yo? —estuvo a punto de abrir la boca, pero se quedó callado.
—Necesito tener un ojo sobre la pelirroja, no creo que me defraude, pero quiero que todo esté en orden con ella.
—Como quieras —dice respingado—. También creo que sea bueno para ella salir de la casa, estar todo el día rodeada de testosterona... —hace una mueca—. No es muy bueno para una mujer.
—Cállate —guarda silencio y desaparece sonriendo.
La voz de Mel y la risa de Audrey llenan la sala cuando amabas bajan las escaleras.
—Ven —tomo la mano de Melissa antes de la pelirroja diga algo más.
La escucho gruñir, pero llevo a Melissa hasta el estudio y cierro la puerta detrás de mí.
—Iré con Audrey de compras —me informa en voz baja.
—Ya estoy enterado —me detengo a mitad del estudio y me giro para verla, tiene los ojos bien abiertos y las mejillas rojas—. No sé cómo tomarme esto...
—Me portaré bien —me sonríe con dulzura, dando un paso hacia mí—. Lo prometo.
—Tú me preocupas, es ella —frunzo el entrecejo y empiezo a pensar que esto no es una buena idea—. Roger irá con ustedes.
—De acuerdo —asiente y se acerca más. Se pone de puntas sobre su pie derecho y deja sus labios a un suspiro de los míos—. ¿Me echarás de menos?
—Como no tienes idea —me incliné a besarla, pero los golpes furiosos de Audrey sobre la puerta me interrumpieron—. Voy a matarla.
—¡No lo hagas! —Mel se ríe y sacude la cabeza—. Es la única amiga que tengo.
—Ujum —suspiro.
—¡Ya basta de besuqueos! —exclama la irritante pelirroja al otro lado de la puerta.
—¡Ya voy! —le respondió Melissa y me miró—. Volveré pronto, ¿sí? Ni siquiera vas a notar que me fui.
—Vete antes de que me arrepienta.
Me estaba conteniendo, así que me relajé un poco cuando presionó sus labios contra los míos antes de marcharse.
¡FIN DEL MARATÓN!
4/4
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