↶◦ᴿᵉᶜᵘᵉʳᵈᵒˢ ᵈᵉ ʲᵘᵛᵉⁿᵗᵘᵈ◦↷
——[Synopsis]———La infancia se volvió un recuerdo lejano, sin embargo, eran necesarios para no caer en la cruda realidad———
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El bosque se volvió suavemente lóbrego al esconderse el sol, otorgándole un aspecto azaroso ante los ojos de aquellas personas que tuvieran el designio de adentrarse en el terreno frondoso en medio de la sonochada. El canto de las aves se había apagado hace horas, dándole paso a los chirridos de los grillos que se escondían en la hierba que decoraba los alrededores de los troncos y a las ululaciones de aquellos búhos que se despertaban de su descanso diurno.
El croar de las ranas se hizo notar segundos más tarde, sonando a varios metros de distancia y alertando a YoungJae en sobremanera, ya que a este no le fascinaban los ya mencionados animales o anfibios en general.
La mente avizora del menor mezcló aquellos sonidos nocturnos con los sucesos que lo habían llevado hasta aquel soto y lo obcecó, haciéndole creer que aquellos tiernos animalitos del bosque lo juzgaban con desdén a la vez que le reprochaban con una voz indescifrable que los habían visto a ambos cometer un delito y que, así como ellos habían cavado la tumba de aquel pobre hombre, también habían cavado sus propias sepulturas.
Las manos de YoungJae temblaron y se aferraron aún más a la madera de esa sórdida pala que había usado para hacer un hueco en la tierra minutos atrás. Su corazón latía con rapidez dentro de su caja torácica y sus pulmones buscaban con desespero atrapar más cantidad de aire, soltando jadeos que se volvían cada vez más intensos con el pasar de los segundos.
Su turbulenta mente creyó que al ver al chico a su lado encontraría quietud, sin embargo, solo logró sumar la confusión a su pánico.
Kim SunWoo -su amigo de la infancia- veía el cúmulo de tierra sin inmutarse ante los recientes hechos, luciendo al igual que un minino sereno que no obedecía al llamado de sus dueños. La luz de la luna remarcó con suavidad sus rasgos faciales y Jae pensó, entonces, en cómo el contrario podía estar tan tranquilo con su camisa y mejillas teñidas de rojo; casi parecía que no era su amigo el que estaba parado al lado suyo, le costaba reconocerlo al recordar la expresión de asco y odio que lo abarcó al tener debajo suyo el cuerpo de aquel pobre hombre.
El menor de los dos pensó, una vez más, en que adoraría ser igual a su amigo, tal como lo había hecho cuando eran dos niños que jugueteaban con la tierra del jardín y anhelaba con crecer y ser 'tan cool' como lo era Kim.
No sabía si lo había conseguido o si SunWoo lo había respetado en algún momento, sin embargo, lo que más le interesaba ahora era la capacidad que él tenía de no caer ante la tentación del arrepentimiento y del miedo.
Un suspiro entrecortado interrumpió el silencio que los envolvió después de terminar con el sepulcro y Sun desvió su atención hacia su amigo más joven. No iba a demostrarlo, porque quería lucir lo suficientemente fuerte como para consolar al pequeño niño, pero no se negaría a sí mismo el hecho de que la impotencia lo estaba carcomiendo desde adentro.
Él nunca imaginó que las cosas se darían de esta forma y, a diferencia de Eric, no sentía remordimiento alguno. ¿Por qué debía de sentirlo? De todos modos, aquel hombre de casi cuarenta años consiguió lo que se merecía y le importaba una mierda lo que las autoridades dijeran luego. Nada justificaba lo que habían hecho y, a pesar de eso, ellos no tenían el derecho de juzgarlo, al menos no después de ni siquiera interferir en los problemas intrafamiliares que estaba sufriendo YoungJae.
—Es-está... está m-muerto— el susurro de Eric fue arrastrado por la brisa nocturna, perdiéndose entre las hojas de los árboles y llegando, de todas formas, hasta su acompañante. Kim esperó en silencio a la vez que buscaba palabras de aliento en su demencial mente. —. L-lo maté— la frase sonó con un tono más elevado sin llegar a considerarse un grito.
Jae vio al mayor a los ojos y bajó la pala, clavándola en el suelo.
Así como cuando eran pequeños, se perdió en las diversas variaciones del color café de sus iris y deseó con tanta devoción encontrar en su mirada las respuestas que tanto necesitaba.
Eric deseó que SunWoo tuviera el poder de volver en el tiempo, como en esos juegos que inventaban al ver Spy Kids 4: All the Time in the World. Deseó volver a ser su niño hiperactivo y no este adulto inmaduro que entraba en pánico al ver a una inocente rata aplastada en las calles de la ciudad.
—No, no fue tu culpa, Eric— Sun habló, notando el brillo apagado que ahora adornaba al nombrado. Lo sostuvo por los brazos y lo obligó a verlo de frente, logrando que el más bajo se volviera a aferrar a la pala con fuerza a manera de protección. —. Ni siquiera lo hiciste solo, sabes que fuimos ambos— su tono fue firme, pero suave, queriendo que con aquellas palabras el menor se calmara.
—Maldición, Eric, no me veas de esa forma— susurró en un grito y ejerció más presión en su agarre; no quería perder el control, ¿Pero por qué su amigo tenía que tener un alma tan quebrantable? —. Él se lo merecía, Eric, y la policía nunca iba a hacer algo al respecto.
—¿Y... y qué hay d-de nosotros? E-ellos vendrán por nosotros al saber lo que pasó. La policía lo sabrá todo y... n-no quiero ir a cárcel aún, ¿Q-qué... qué haremos?— le sorprendía poder hablar con cierta normalidad, dado que el nudo en su garganta parecía crecer con cada frase que escapara de su boca.
Su mente divagaba, atrayendo a los malos augurios que no aportarían nada agradable a la situación.
El cuerpo de YoungJae se sentía agotado, como si hubiera corrido una maratón -y hubiera preferido que fuera así-, en cambio, su cansancio se debía a la cantidad de fuerza que había usado al intentar defenderse de aquel hombre que yacía bajo tierra antes de que SunWoo llegara a su casa.
La impotencia de la situación lo sobrepasó hace varios años y el único lugar en el que había recobrado la consciencia y la fe había sido en aquellos brazos que ahora estaban cubiertos por una fina mancha de sangre seca. No le molestaba verlo allí ahora, con ese semblante casi indiferente, y tampoco se quejaría por el hecho de que le tocara con sus manos sucias, porque, después de todo, él también se encontraba de la misma forma que su mayor.
Pensar en aquello destrozó lo que quedaba del corazón de Eric, debido a que había arrastrado a SunWoo con él y ahora lo mantenía a su lado a la fuerza; si tan solo no lo hubiera llamado, pensó, si tan solo hubiera sido un poco más valiente, el mayor ahora estaría en su propia casa, leyendo algún libro de Stephen King -algo masoquista de su parte, ya que era bastante más miedoso de lo que Jae podría ser- y tomando una taza de chocolate caliente.
Los ojos marrones de Eric se cristalizaron, brillando bajo la tenue luz que se filtraba del cielo estrellado. Ninguno necesitó más pruebas para saber que él, pronto, se dejaría guiar por la desesperación y que buscaría refugio en los brazos de su amigo más cercano a la vez que sollozaría en su pecho.
Estaban acostumbrados a acudir al otro, siendo YoungJae quien buscara más veces a SunWoo, y a protegerse mutuamente. Desde que eran pequeños había sido así, ¿Y acaso hoy debía de ser diferente?
Esta noche Kim recibió la llamada de Eric y contestó, creyendo que sería alguna propuesta para salir a pasear. No obstante, cuando a penas oyó la voz del más pequeño, sus latidos se detuvieron y su ira afloró más rápido de lo que una flor lo habría hecho al llegar la primavera. La voz débil y jadeante de Eric, del otro lado de la línea, soltaba innumerables letanías que le insistían con que fuera a buscarlo y Sun, por miedo a no poder ayudarlo, aceptó.
El trayecto a la casa del chico fue tortuoso: le había pedido que no colgara, porque necesitaba saber que seguía a salvo, y, mientras tanto, oía las anécdotas que este le decía, odiando vivir tan lejos y deseándole lo peor a aquel hombre que se había atrevido a herir a Jae durante tantos años.
SunWoo lo había anhelado desde hace un largo tiempo -desde la primera vez que Eric llegó a él llorando, de hecho-, pero tampoco tenía el valor suficiente para llevar a cabo sus ideas. Lo ocurrido esta noche solo había sido el resultado de su furia acumulada y del desprecio hacia las autoridades, quienes decían interferir solo para liberar al hombre mayor unas semanas más adelante.
Ahora que el familiar de YoungJae estaba muerto, nada le preocupaba más que el destino del chico, debido a que su plan, de momento y en el caso de ser atrapados, era afirmar que él mismo era el culpable de todo, que la casa era donde su pequeño amigo vivía y que había asesinado al tío de este por ser un ebrio de mierda que siempre intentaba propasarse con su Dongseng, además de tratarlo mal por el simple hecho de ser un estudiante de modas, diciéndole que era una marica y que si él lo hubiera criado, lo habría hecho con golpes para que entendiera -como si nunca lo hubiera hecho-. Su plan también consistía en decir que Eric solo le había ayudado a ocultar el cuerpo y, si las cosas salían bien, este solo tendría un castigo menor por complicidad mientras que SunWoo cumpliría la condena correspondiente a un asesinato.
Era lo único que necesitaba: saber que su muñequito de porcelana estaría a salvo. Por lo que, ahora, solo tendría que esperar y consolar a Jae, asegurarle que nada malo volvería a pasar y tenerlo junto a él, porque no quería que algo los separara. Ni siquiera sus manos manchadas con aquel líquido rojizo evitarían que ambos se sintieran, que se abrazaran o consolaran con caricias cariñosas. Para Kim, el hecho de haber matado a un hombre pasaba a segundo plano al tener a un Eric desconsolado captando su ángulo de visión.
—Primero debemos irnos de aquí— sus manos sostuvieron el rostro de Jae, acunándolo y viéndolo con ternura. Si actuaba como cuando rompían vasos o jarrones en la casa de sus madres, quizás les resultaría más fácil a ambos ocultar los hechos. —. Vayamos a tu casa, cambiémonos y ordenemos el lugar. Ya, luego, veremos qué hacer con él— su mirada bajó al rimero de hojas y ramas durante unos milisegundos antes de volver a hablarle a Eric y conectar sus miradas con cierta intensidad suplicante.
Eric temió, no por no saber lo que les esperaba en el futuro, sino por las palabras de SunWoo. Agradecía su consuelo, sin embargo, la misma le hacía creer que Sun tenía ciertos conocimientos del asunto; prefirió creer que era debido a que este veía demasiadas películas policiales, porque era lo que más le relajaba.
Dejó caer la pala, oyendo el ruido sordo que ocasionó al golpear la tierra, y rodeó a Kim por los hombros, ocultó su rostro en el pecho del chico y gimió con tristeza contra la camisa ensangrentada. No era el momento, ya que habían cosas más importantes en las que pensar, pero su cuerpo a penas reaccionaba ante sus verdaderas intenciones y prefería expulsar sus pensamientos en forma de un llanto afligido antes que admitir en voz alta que quería que la tierra lo tragase al igual que a su tío, quien descansaba justo delante de ellos a varios metros bajo tierra y sirviendo de alimento para los gusanos que habiten el lugar.
—Todo estará bien— aseguró Kim, sin demostrar lo inseguro que se sentía al oírse a sí mismo. Con sus brazos se aferró a la cintura de Jae, importándole poco que la sangre seca estuviera salpicada en sus ropas y que el frío del bosque comenzara a hacerse cada vez más palpable. —. Te lo prometo.
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B l u e D i a m o n d.
Hello there.
Siento que no quedó del todo bien o quizás sea muy corto, pero decidí dejarlo hasta ahí para no dar tantas vueltas. U know? Algo cortito y al pie.
Además, ya tenía ilusión de publicar este capítulo y, si no lo hacía ahora, iba a terminar borrando todo para comenzar de vuelta.
Whatever, espero que estés bien, que te estés cuidando.
Por mí parte, intentaré volver a activarme, para publicar un nuevo capítulo cada semana mínimamente. Solo espera.
La paja me gana
PD: recuerden que las imágenes que usaré aquí son solo de inspiración, para que vean de dónde saqué las historias supongo, no son de mí autoría las fotos.
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