Capítulo 9
— ¿Una masacre?— cuestionó en un susurró—. No entiendo que ganas con eso.
— diversión y venganza. Es un dos por uno— se carcajeó suavemente—. Todos aquellos que nos olvidaron y se encargaron de desaparecernos pagarán con sangre. Una de esas personas es tu querido marido.
— no lograrás ponerle ni un dedo encima a Meliodas— dijo con el ceño fruncido—. Él es muy fuerte, los matará a todos en cuestión de segundos.
— jamás se debe subestimar a un oponente— dijo. Entrelazó sus dedos con los de ella—. Estoy consciente del poder devastador que posee Meliodas, no por nada es el rey de los demonios.
— ¿Entonces pretendes secuestrarme para enojar a Meliodas y que te mate más rápido?— le preguntó ella burlona—. Si ese es tu plan, déjame decirte que vas por buen camino.
— en realidad— tomó el mentón de la mujer—, tengo un plan que lo destruirá.
Ella se tenso al verlo aproximarse a sus labios y por lo dicho recientemente. Sus labios rozaron apenas, el relamió sus labios y una sonrisa torcida adornó su rostro.
— ¿Tienes miedo?— le preguntó jocoso.
Él finalmente la besó, ella trató de moverse, pero sus músculos no respondían. Sus ojos se cristalizaron y finalmente una lágrima de coraje descendió por su mejilla.
Esto da asco, me siento sucia. ¿Cómo puedo dejar que este maldito haga esto? Meliodas es el único que puede tocarme... Pero ahora... Este degenerado me está besando. Esto me enfurece— pensó con furia e impotencia.
Sintió como algo se presionaba en su labio inferior, tratando de enterrarse.
Él estaba mordiendo sin ningún cuidado su labio inferior. Sus dientes se clavaron y sangre salió de aquella herida.
Ella gritó internamente, él se separó y miró con superioridad a la mujer. Admiraba su expresión de enojo, el labio hinchado y la sangre que se escurría por él.
Lamió sus labios ensuciados de sangre y emitió un sonido de satisfacción.
— tu sangre es exquisita. No sé si es porque estás embarazada o eres parte humana, pero me fascina— murmuró él ladino.
— eres un desgraciado... Te vas a arrepentir de esto...— dijo como pudo. Sentía su labio inferior palpitar por el dolor.
No podía evitar sentir el sabor metálico en su boca.
— no me digas así hermana, sólo te muestro mi afecto de la mejor forma— dijo simple—. Disfruta tu encierro. Veamos cuanto duras aquí.
Sin más que decir salió de aquella helada habitación.
No puedo usar mi poder para sanar mis heridas, se gastaría, y no puedo dejar a mis bebés expuestos... Morirían...— pensó con impotencia—. Ellos siempre son primero.
[...]
— ¡¿Qué le pasó a mi hija?!— preguntó molesta la mujer de cabellos lilas. Miró al rubio con furia—. ¡¿Qué le hicieron?!
— Margaret, cálmate, así no podemos pensar como ayudar a Margarita— pidió Elizabeth seriamente.
Todos estaban en el castillo, bastante tensos.
— ¡Su hijo es el responsable de esto!— gritó Margaret con lágrimas apuntando a Meliodas—. ¡Todo esto por querer ayudar a su maldita mujer!
Meliodas miró a Margaret sin gesto alguno, sus ojos se encontraban oscuros y la marca demoníaca en su frente palpitaba.
Margaret se estremeció, pero aún miraba a Meliodas con furia.
Gilthunder trato de tranquilizarla, pero no lograba mucho en su estado de angustia.
Meliodas ignoró todos los gritos de angustia y de enojo. Caminó hacia la salida lo más calmado que alguna vez estuvo, captando la atención de todos.
— ¡¿A dónde crees que vas?!— gritó frustrada Verónica.
Él no volteó a ver a nadie—. Iré a buscar a mi hijo. Estando aquí sólo pierdo tiempo.
— vamos juntos— declaró Ban con determinación—. Su hijo no es el único en peligro.
Él rubio no dijo nada, Ban tomó ese silencio como una aceptación.
— por favor Ban... Trae a nuestro bebé a casa... Sano y salvo... Te lo suplico— murmuró entre sollozos Elaine.
— no me pidas cosas que obviamente haré— Ban la abrazó—. Lo traeré de vuelta, te lo juro por mi vida.
El momento duro efímeros segundos. Durante aquellos segundos Meliodas sólo pensaba en su familia.
La sonrisa de su hijo y esposa, una sonrisa que sólo le daban a él; la mirada viva y feliz de su hijo, la mirada llena de amor de su esposa.
"Meliodas"
Los salvaré. Mataré a todo aquel que se haya atrevido a lastimarlos. Pagarán con sangre— pensó con malicia el rubio.
Ban y Meliodas se despidieron rápidamente para así poder partir hacia el reino de los demonios, el único lugar en donde no han buscado.
— que vuelvan a salvo ...— suplicó a los dioses la hada rubia.
[...]
— este lugar es tenebroso...— murmuró la niña ocultandose tras el castaño.
Él volteó a verla y sonrió—. Cuando te acostumbras puede ser un lugar acogedor.
— ¿En serio? Porque no da esa impresión— dijo el rubio viendo su entorno.
— sea malo o bueno, aquí es donde crecí, de alguna u otra forma amo este lugar— dijo melancólico Ryota.
Sus compañeros lo vieron con comprensión, ambos sabían lo mucho que significaba el lugar donde crecieron.
— basta de recuerdos. ¿Qué hacemos ahora?— preguntó Lancelot cruzado de brazos—. ¿No tienes algún otro familiar en este lugar?
— están mis tíos, pero ellos son muy protectores, si les digo lo que hago aquí en definitiva no me dejarán. Serían capaces de encadenarme...— pensó Ryota—. Por el momento estamos solos.
Los tres empezaron a caminar.
— ¿Por dónde empezamos a buscar? Lancelot y yo no conocemos este lugar; además no tenemos ninguna pista que...- ¡Ay!— gritó al caer al suelo.
— qué torpe eres— dijo Lancelot con una mano en la frente.
— ¿Estás bien?— preguntó Ryota.
Fue hasta ella y la ayudó a ponerse de pie, pero su vista quedó clavada en el objeto con el que la niña había tropezado.
— eres un tonto Lancelot— dijo ella con un puchero. Miró a Ryota extrañada al verlo con la vista en el suelo—. ¿Sucede algo?
— este... Es uno de los cuchillos de Mazikeen...— murmuró incrédulo sosteniendo dicha arma—. Es algo imposible que esté aquí, Mazikeen ama sus cuchillos.
— tal vez lo dejó caer sin querer— posibilitó Lancelot.
— ella no botaría sus cuchillos ni por accidente— descartó serio Ryota—. Ahora que lo pienso, creo que papá la mandó a decirle al tío Zeldris lo que estaba pasando... No hemos recibido respuesta de ella desde entonces...
— ¿Dices que le pasó algo?— cuestionó Margarita.
— así es...— murmuró Ryota.
— oigan, ese rastro de sangre puede ser de ella— dijo Lancelot apuntando dicho rastro. Se agachó para examinarlo—. Está seca, pero creo que no debió de pasar tanto tiempo. Seguro...
— el mismo tiempo en el que la señorita Mazikeen no estuvo— finalizó Margarita—. Y si la que se la llevó es la misma que se llevó a la mamá de Ryota, este rastro podría llevarnos a ella.
— andando— dijo Ryota serio.
Los tres comenzaron a andar, siendo guiados por el rastro de sangre.
— Ryota, no te precipites— pidió Lancelot.
Mientras que en el mismo lugar, en un castillo abandonado, la niña mayor jugaba con sus cuchillos sin ningún cuidado en el techo del edificio.
— que malo eres Aron, dejándome aquí, solita, mientras tú te diviertes con esa perra...— murmuró Alía con un notorio puchero.
Observó su entorno con aburrimiento, pero al sentir unas presencias acercándose miró con más atención.
Una sonrisa ladina adornó su rostro, guardó su cuchillo y fue con calma hacia el interior del castillo.
La castaña cautiva respiraba agitada, mirando el suelo helado manchado con su sangre.
Sentía la inconsciencia querer poseerla, pero se mantenía firme por las vidas que crecían en su interior.
Pero repentinamente sintió un fuerte escalofrío, y una punzada molesta en su pecho.
Vió la única salida que había en la habitación, aquella puerta de metal que se mantenía cerrada. No había ninguna ventana por la que pudiera ver el exterior.
¿Qué es esta sensación?— se preguntó a sí misma con inquietud.
Y finalmente sintió aquella presencia familiar junto a otras dos. Eran débiles, pero podía sentirlas.
¡¿Qué hace él aquí?!
No puede ser... Seguro estoy delirando... Las heridas seguro crea alucinaciones... Alteran mis sentidos...
La gran puerta de metal rechinó, bajo el umbral se vió a Agus con una expresión de seriedad.
— el plan pronto se llevará a cabo— dijo él—. Es ahora o nunca. ¿Colaboras o tenemos que tomar medidas drásticas?
— ¿Medidas drásticas? ¡Ja! No me hagas reír, por favor— dijo ella jocosa.
— tomaré eso como un no. Se lo informaré a Alexander— dijo indiferente.
— ¡Oye! ¿Hay alguien más aquí?— preguntó seria.
Desde hace un rato sentía una presencia un tanto conocida al no tener mucho que hacer.
— la verdad, si. Te traeré a nuestra segunda invitada— dijo antes de salir.
Se tomó varios minutos, pero al final volvió con la subordinada de la castaña.
—¡¿Mazikeen?!— dijo incrédula.
— como favor especial para ti, prima, dejaré que esta mujer muera a tu lado— dijo él lanzando sin cuidado a la mujer herida.
Mazikeen cayó al frío suelo y resbaló hasta los pies de la castaña.
Él desapareció de la habitación, no sin antes cerrar la puerta de metal.
— Mazikeen...— murmuró la castaña notablemente preocupada.
Como pudo, la aludida se arrodilló frente a ella. La sangre de sus brazos y cabezas caían al suelo lentamente.
— perdóneme, le he fallado. Me merezco este castigo— se disculpó con impotencia en sus palabras.
— Mazikeen, no es culpa tuya, hay cosas que uno no puede hacer. Trataste de dar la vida por mi y mi hijo, te estoy agradecida por eso— le sonrió con serenidad—. Pero ahora no es momento de esto. Tenemos que salir de aquí.
— como ordene, mi reina— concordó con una sonrisa pequeña.
— ¿Puedes liberarme?
— trataré— dijo la pelinegra determinada.
Mientras la pelinegra examinaba las cadenas de la castaña, _______________ pensaba en su familia.
— Mazikeen... ¿Sabes cómo están Ryota y Meliodas...?
— no, a mí me trajeron aquí antes que a usted. Supieron mantenerme escondida— respondió.
Espero que estén bien...
[...]
— Alexander— llamó Alía con seriedad—, tres niñitos vienen para acá, uno de ellos se parece a nuestro objetivo— le informó neutra.
— descubrieron nuestra ubicación— concluyó Alexander—. Bueno, eso significa que el plan se debe llevar a cabo más pronto de lo esperado. Avísale a todos, nos vamos lo más pronto posible.
— pero primo, si son solo niños ¿por qué simplemente no los matamos?— preguntó decepcionada la pequeña.
— porque Meliodas no es tan idiota como para perder de vista a su hijo si quiera por tanto tiempo. Él debe estar tras él— respondió serio—. Aún no es el momento.
— ya muero porqué llegue la hora de verlo retorcerse de dolor— comentó ilusionada la pequeña.
Ambos se separaron. Ella informaba a todos los familiares y Alexander se preparaba.
Causaremos el caos. Haré lo que nunca fuiste capaz de hacer, Fëanor.
Los tres niños estaban cerca, podían ver el gran edificio más claro. A unos doscientos metros averiguarían dónde está la mujer que tanto han buscado.
— ¡Estamos cerca, estamos cerca!— murmuró ansiosa Margarita.
— ¡Si!— exclamó Ryota emocionado de ver a su madre.
Iban a seguir avanzando, pero dos presencias aparecieron tras ellos y los detuvieron tomándolos de los hombros.
Se voltearon para atacar, pero grande fue su sorpresa al ver a los padres de ambos niños. Ambos hombres tenían una mirada molesta.
— pa-papá...— emitió Ryota con la sangre helada.
— ¿Qué hacen aquí?— cuestionó incrédulo Lancelot.
— ¡¿Qué hacemos aquí?!— preguntó Ban molesto— ¡¿Qué hacen ustedes aquí?! ¿Cómo pudieron irse así?
— Ryota, estoy realmente molesto por tu escapada. Tendrás muy serios problemas— dijo igual de molesto Meliodas—. ¡Esto es muy peligroso!
— ¡Pero vinimos por mamá!— se justificó Ryota con el ceño fruncido—. ¡Mamá nos necesita!
— ¡Te pudo pasar algo!— gritó Meliodas.
— ¡¿Y mamá qué?!— gritó Ryota— ¡Ella probablemente está en ese lugar sufriendo por esos hijos de puta! ¡No pienso quedarme de brazos cruzados!
— ¡¿Qué haría tu madre si algo te pasara?! ¿Pensaste en eso?— preguntó Meliodas más calmado— ¿Qué haríamos tu madre y yo si te lastiman?
Ryota bajo la mirada sintiéndose impotente, sabía que su madre se volvería loca si le hicieran algo y que junto a su padre sufrirían, pero pese a eso estaba dispuesto a salvarla.
— ¿Qué haré yo si algo le pasa a mamá?— preguntó con la voz rota—. Ella es mi mamá, siempre estuvo ahí, ella me cuidó cuando nos atacaron, ¡quiero hacer algo por ella!
— pero exponiéndote de esta manera no lograrás nada. Tienes que ser sensato— dijo Meliodas un poco más comprensivo.
Ban se acercó a Ryota teniendo a Lancelot a su lado y lo miró sonriente—. No te desanimes, salvaremos a tu madre sin importar qué pase.
— gracias, Ban— dijo Meliodas con una sonrisa agradecida.
— oigan...— murmuró Margarita— ¿Qué hacemos ahora?
— queremos avanzar, papá— dijo Lancelot viendo a Ryota comprensivo—. Sé que la quieres ayudar, yo haría lo mismo en tu lugar; además, eres mi amigo, te voy a ayudar— aseguró con una sonrisa.
— gracias Lancelot— sonrió Ryota agradecido.
— ¡Yo también te ayudaré!— dijo Margarita viendo dulce a Ryota.
— gracias...— murmuró Ryota con las mejillas levemente rojas.
Ban atrajo a los dos niños hacia él tomándolo de los hombros y miró el gran castillo con seriedad. Meliodas hizo lo mismo.
— entonces creen que la pequeña está ahí— murmuró Ban.
— no lo sabremos hasta...-
Una potente explosión surgió dentro del gran castillo, haciendo volar varios pedazos de cemento.
Ellos creían que la mujer que tanto buscaban estaría ahí, pero la realidad era que todos los seres que habitaban el gran edificio habían salido mucho antes de la explosión.
Hace un momento estábamos listos para ir por ti... Pero ahora deseo con el alma que no estuvieras ahí— pensó Meliodas sintiendo su corazón oprimirse por la desesperación.
Se contenía sorprendentemente delante de su hijo, quien lloraba y gritaba tratando de traer a su madre de vuelta a él.
La explosión los había tomado desprevenidos.
Alexander miraba las espaldas de los seres que intentaban infiltrarse a su morada ya destruida desde la salida del reino de los demonios. Para un ser cualquiera sería imposible visualizarlos, pero su familia poseía una visión bastante aguda, una de las cosas que la caracterizaban.
El chico cargaba en su hombro a la mujer que había ordenado raptar. Él tenía una mirada llena de placer al pensar en la frustración y desesperación que estaría sintiendo Meliodas en ese instante.
La castaña golpeaba su espalda con puro odio, pero la habían lastimado tanto, había usado tanto poder para proteger su vientre de cada golpe que se sentía cada vez más débil.
Ella imploraba que su esposo la ayudara. No es propio de ella depender de ese modo de alguien, pero caería tan bajo únicamente por su familia.
Ella lo necesitaba, los necesitaba, a su hijo mayor y a su marido.
Ellos la necesitaban, anhelaban su bienestar, anhelaban tener de vuelta el amor que solo ella podía darles.
Se necesitaban mutuamente.
— sean fuertes... Mis amados...— musitó con mucha dificultad aquellas palabras.
[...]
Meliodas golpeaba con mucha furia cada estructura de cemento que estaba a su alcance. Su hermano angustiado trataba de detenerlo de todas las formas posibles, pero Meliodas era más fuerte, Meliodas no entendía, no razonaba, no quería escuchar.
El rubio estaba realmente frustrado, pensar que su mujer había muerto lo tenía devastado; pero mantenía la vaga esperanza de que ella siguiera con vida. Una parte de su alma sabía que ella no había muerto.
Pero eso no evitaba que su ira saliera a la luz, desquitándose con las paredes de su propio castillo.
— ¡Meliodas, cálmate!— imploró Gelda— sé que estás muy molesto y desesperado por encontrarla, pero con esa actitud sólo preocuparás a Ryota, harás que piense lo peor.
— ¡Gelda tiene razón!— apoyó Zeldris tomando a su hermano por los hombros—. Además, tienes que confiar en ________________, ella es fuerte, no creo que haya muerto por eso.
Pese a todo eso, Meliodas no escuchaba.
Su marca demoníaca se expandía cada vez más, su quijada podría romperse ante la presión que él ejercía, sus puños estaban tan apretados que sangre goteaba al enterar sus uñas en sus palmas, un gran aura de pura oscuridad empezaba a invadir el aire.
Meliodas estaba perdido con tan solo pensar que le había fallado a las personas que más quiere.
Iba a explotar, eso era seguro.
Pero cuando estaba al borde de hacerlo sintió una calidez en todo su cuerpo al ser rodeado por unos brazos pertenecientes a un niño.
Ryota abrazaba a su padre en forma de apoyo, su mirada estaba seria, pero en sus ojos azules se sentía la comprensión.
— gracias papá, sé que te esforzaste mucho en ser fuerte para que yo no me preocupara, para hacerme pensar que todo saldría bien cuando no sabías que podía pasar. Seguiste firme aún cuando tú también sufrías por dentro— Ryota levantó la vista para ver los oscuros ojos de su padre—. Si mamá estuviera aquí te cantaría para hacerte sentir mejor. Sólo imaginala, eso ayuda.
Su padre no pudo evitar seguir su consejo, cerró sus ojos y la imagen de su mujer apareció, y con ella la armoniosa melodía que salía de sus labios.
__________________ siempre le cantaba a Ryota de pequeño cada vez que tenía una pesadilla o cuando no se sentía bien consigo mismo. Desde bebé logró apreciar la armoniosa voz de su madre.
Ella era igual con Meliodas, cada vez que él se frustraba o no podía dormir ella estaba ahí, lista para cantar su suave canción.
Cuando Meliodas abrió los ojos tras pocos minutos que parecieron eternos, éstos se mostraron nuevamente esmeraldas, su marca demoníaca desapareció junto a esa pesada aura.
Él se arrodilló frente a su hijo y lo miró con una sonrisa—. Gracias Ryo. La salvaremos, es una promesa.
Ryota lo abrazó, permitiendo que su preocupación saliera en lágrimas, pero logró esbozar una sonrisa segura.
— ahora que al fin estás calmado ¿Podrías explicarnos con detalle qué está pasando?— cuestionó impaciente Zeldris por estar informado.
— se llevaron a ________________, pero no sabemos para qué, así que técnicamente estamos igual que ustedes— dijo Meliodas pensativo—. Pero sea lo que sea tiene que ver con el clan de Fëanor.
— ¿Qué tiene que ver?— preguntó extrañado Zeldris.
— una de las personas que se la llevó dice ser prima de _________________, y ella no pareció dudarlo; también me atrevo a asegurar que la otra también es parte de su familia— respondió Meliodas con seriedad.
— ¡¿La familia de Fëanor?!— cuestionó incrédulo Zeldris— ¡Eso no es posible! ¡Tú mismo mataste a esa familia por orden de padre!
— lo sé, pero algunos debieron escapar o ser escondidos muy bien como para no encontrarlos— murmuró Meliodas.
— ¿Hablan de la familia que intentó robar el trono del Rey Demonio en el pasado?— preguntó Gelda intrigada, ellos asintieron—. Tal vez su objetivo sea el mismo que en el pasado.
Ambos hombres la miraron, analizando lo que la rubia había dicho. Tenía sentido.
Ryota sólo estaba confundido, no sabía de qué familia hablaban.
— es muy probable que así sea— murmuró Zeldris—. Lo que buscan es el trono del actual rey demonio.
— sólo utilizan a _______________ como rehén para debilitarme— dijo neutro Meliodas—. Eso no va a pasar. Mataré a cada uno de ellos, no importa cuantos hayan.
— ¿Qué pasará con mamá?— preguntó Ryota preocupado.
Meliodas observó a su hijo y sonrió lleno de confianza—. Es tu madre, ella estará bien.
*Eso espero*
— hermano, dijiste que la que creen que es su guarida estalló— recordó Zeldris—, ¿Dónde están entonces?
— no lo sé, pero si saben que sabíamos su anterior ubicación lo más seguro es que hayan abandonado el reino— analizó Meliodas viendo a su hermano—. Le pediré a Elizabeth que asigne grupos de búsqueda.
— nosotros informaremos al reino la situación y enviaremos refuerzos en cuanto estemos listos— dijo Zeldris.
— cuento contigo, Zel— Meliodas sonrió—. Cuídense.
Sin más que agregar, Meliodas y su hijo se retiraron con la cabeza en alto, listos para encontrar a la mujer que tanto aman.
— ¿Crees que ________________ esté bien?— preguntó Gelda con preocupación.
— no sé qué decirte. Por un lado ella es familia de esos monstruos, pero por el otro ella ahora es nuestra familia— dijo Zeldris frustrado—. La posibilidad de que la lastimen es muy alta.
[...]
— ¿Dices que ese lugar explotó de repente?— preguntó King extrañado.
— seguro lograron persivir a los niños yendo hacia allá, debieron evacuar antes de causar esa explosión— analizó Gowther—. Eso logra generarnos dudas sobre __________________.
— si la dejaron en medio de la explosión o se la llevaron con ellos— terminó Merlín—. Y si lograron tomar la decisión de abandonar ese lugar tan rápido significa que ya tienen otra base lista desde hace tiempo; además, cabe la posibilidad de que, sea lo que sea que estén planeando, lo hagan más rápido de lo que planearon.
— todo lo tenían fríamente calculado— dijo con molestia Ban.
Todos los pecados estaban reunidos junto a la reina de Liones en el gran castillo de la nación.
Un silencio frustrante nació en la gran sala.
Ya había anochecido, era bastante tarde como para que todos estuvieran despiertos.
— ¿Qué deberíamos hacer ahora?— cuestionó Diana.
— por ahora lo mejor sería descansar y esperar lo que pase— sugirió Merlín levantándose de su asiento—. Por ahora no podemos hacer nada.
— ¡¿Pretendes dejar esperando a _________________?!— cuestionó molesto Ban.
— ¿Qué podríamos hacer ahora?— cuestionó seriamente la maga— no tenemos indicios por los cuales comenzar, el reino ha sufrido bajas ya que por lo visto la mayoría de secuestrados son caballeros de Liones, y además el capitán no está aquí. Pero si tienes una idea, adelante— insitó con una mirada burlesca.
Ban apretó la quijada y se dejó mimar por su mujer para lograr calmarse.
— le pediré a Gilthunder que prepare a los caballeros para una futura batalla— anunció Elizabeth antes de retirarse bajo la mirada de todos los presentes.
La albina avanzaba por los grandes pasillos del gran castillo a paso sigiloso, asegurándose de que su presencia no fuese notada.
Llegó a la habitación de su sobrina, notando la puerta entreabierta. Se asomó y logró ver a los padres de la niña durmiendo al lado de esta en medio de un protector abrazo.
Sonrió enternecida por tal escena y comprendía la angustia de aquellos dos, después de todo al igual que ellos la había sentido.
Decidió no molestarlos, por lo que cerró la puerta por completo y se fue a la puerta principal del edificio.
Al llegar notó el cielo estrellado que los cubría a todos en Britannia, el aire frío que chocaba con su rostro y la luna que resplandecía.
Unos recuerdos lograron llegar a ella, desde su vida de hace tres milenios hasta ese instante. Alegría y tristeza son los sentimientos que la habían embargado hace tiempo.
Le sería muy difícil colaborar para ayudar a la mujer que le había arrebatado todo lo que ella había anhelado, pero muy en el fondo, sabía que era lo correcto.
Aún imaginaba toda una vida en la que ella nunca hubiera aparecido.
Una lágrima involuntaria descendió por su mejilla, y tras ella siguieron otras.
Esos recuerdos en el pasado quedarán y yo algún día mejor estaré— pensó con anhelo aquella diosa de largos y sedosos cabellos blancos.
Sintió un aliento cálido en su nuca y una presencia hostil tras ella. Volteó y se encontró con una morena de ojos oscuros.
— pero que hermosa reina tiene Liones...— murmuró con una ladina sonrisa la recién llegada.
— ¿Quien eres?— preguntó con autoridad y firmeza la reina Elizabeth.
La morena puso sus dedos en los rosados labios de la albina y la miró de una manera morbosa.
— primero escucha mi propuesta— pidió con una voz ronca la morena. Al tener la total atención de la albina sonrió con satisfacción—. Sé que odias con toda el alma a aquella mujer que te ha robado todo lo que siempre soñaste.
La albina abrió más de lo normal sus ojos, estaba realmente sorprendida.
— te propongo que te nos unas para destruir a todos los que te lastimaron en el pasado— la morena se acercó a Elizabeth y paseó su mano por sus hombros—. Hacerlos sufrir... Destruirlos... Imagínate lo bien que te sentirás después— susurró en el oído de la albina.
Elizabeth se separó con el ceño fruncido—. ¡Yo no soy así!— exclamó sintiéndose ofendida— ¡Jamás podría sentirme bien por destruir a alguien!
— ¿Estás segura?— cuestionó con duda en su voz la morena— no vas a negarme que no haz pensado ni una sola vez en la muerte de ________________— dijo como afirmación—, que no haz fantaseado tener a Meliodas todo para ti... Sacarla a ella de la historia.
Elizabeth apretó los labios con molestia.
Odiaba admitirlo, pero aquella desconocida tenía razón. Había imaginado que la castaña estuviera muerta y que Meliodas solo fuese para ella.
Pero sabía que eso no era correcto.
No lo admitiría en voz alta jamás.
Pero la morena sonrió con satisfacción al ver la expresión de la albina.
— ¡Te equivocas!— gritó Elizabeth frustrada.
Cerró los ojos con brusquedad, tratando de negar aquella sucia realidad.
— no te engañes...— murmuró la morena con burla— no te hagas la dura, tarde o temprano lo vas a admitir...
— no me importa lo que digas o pienses de mi, no aceptaré esa retorcida propuesta jamás— dijo con firmeza Elizabeth.
La morena suspiró decepcionada—. Te creí con agallas, como cuando abandonaste todo tu clan por Meliodas y nos condenaste, diosa Elizabeth— murmuró llena de odio—. Te quisimos dar una oportunidad para compensarnos, pero creo que solo te veremos morir junto a los seres que amas.
Y en un parpadeo aquella mujer morena había desaparecido de la vista de la albina.
Elizabeth buscaba con desesperación a aquella mujer para saber su identidad, pero sin resultados.
Por un momento creía que alucinaba, pero se pellizco el brazo para asegurarse de que cada detalle de esa conversación fuese real.
En su campo de visión apareció una melena rubia y otra castaña bastante similares.
— ¡Señorita Elizabeth!— saludó con su mano Ryota.
— Elizabeth— saludó un poco más seco Meliodas— ¿Qué haces aquí sola a estas horas?
— yo...— murmuró ella perdida, no sabía si decir algo sobre lo que había pasado o simplemente quedarse en silencio.
— ¿Elizabeth?— llamó Meliodas para que ella pudiese concentrarse.
Ella levantó la vista y sonrió ante la presencia de Ryota—. Sólo quería aire fresco.
No sabía por qué se quedaba en silencio, pero no quería hablar de aquella propuesta de la morena.
— ¿Podrías movilizar grupos de búsqueda en cuanto sea posible? Creemos que los que tienen a _________________ están en Britannia— dijo Meliodas con una sonrisa medio forzada.
— ¡Por favor señorita Elizabeth!— suplicó Ryota con su tierna sonrisa.
— por supuesto. Mañana al amanecer los pondré en movimiento— aceptó ella con una sonrisa forzada.
— ¡Gracias!— exclamó Ryota—. Por cierto ¿Margarita y Lancelot ya están aquí?
— así es— respondió ella.
— ¿Margarita está bien?— preguntó preocupado Ryota. Quería saber de su nueva amiga.
Meliodas despeinó sus cabellos más de lo que ya estaban—. Claro que está bien Ryo.
— ¿Eso crees papá?— preguntó Ryota ansioso.
— por quinta vez, estoy muy seguro— dijo Meliodas entre risas—. Mejor vámonos a la taberna, tienes que descansar— le dijo a su hijo.
Cuando los chicos estaban por irse, la albina los detuvo.
— no tienen que ir hasta allá, pueden quedarse a dormir aquí— invitó Elizabeth con dulzura—. Los demás están aquí también.
— no es necesario, Elizabeth— dijo Meliodas serio.
Una fuerte tensión se sintió entre ambos, era tan fuerte que Ryota logró notarla.
— vamos papá, no pasa nada— dijo Ryota para calmar la situación—, sólo es una noche.
Meliodas miró a su hijo, en sus ojos brillaba la inocencia, no podía resistirse a eso.
— está bien— se resignó Meliodas.
Ambos se despidieron de Elizabeth y fueron llevados por una mucama a la que sería su habitación temporal.
Ryota sonrió y se lanzó a la cama con cansancio, pero el deseo de que su madre estuviera presente lo embargó.
Meliodas se sentó a su lado y recargó su espalda en el respaldo de la gran cama.
— duerme Ryo, mañana tenemos un día muy atareado— dijo Meliodas con sus manos en la nuca.
Ryota se sentó a su lado—. No tengo sueño...— murmuró melancólico.
Meliodas notó el desánimo de su hijo, suspiró y miró al techo tratando de que todas las respuestas aparecieran escritas justo ahí.
— papá ¿Por qué tú no duermes?— preguntó Ryota jugando con sus dedos.
— porque no tengo sueño— dijo él dando un sonoro suspiro.
— ¿No puedes dormir sin mamá?— preguntó curioso Ryota.
Meliodas lo miró intrigado por aquella pregunta, pero solo le quedó admitirlo.
Le era muy difícil dormir sin ella, porqué aunque estuviera en sus sueños más profundos, sabía que ella no estaba a su lado.
— así es, es muy difícil— admitió con derrota. Su mirada de volvió melancólica junto a una sonrisa.
Ryota tomó a su padre de los hombros y lo insitó a acostarse, cosa que el rubio hizo; Ryota se acostó a su lado y al igual que él se quedó viendo el techo en busca de alguna solución.
— no soy mamá, pero al menos su lugar no estará vacío— dijo Ryota—. Mientras ella no esté contigo para dormir yo ocuparé este lugar.
Meliodas sonrió enternecido por la acción de su hijo.
Se suponía que él debía consolar a su hijo cada vez que se ponía triste por la falta de presencia de ________________, pero todo había resultado al revés.
Debía ser más fuerte, por su hijo y aquella mujer que lo necesitaba.
— buenas noches Ryota— murmuró Meliodas cerrando los ojos.
Eso animó a Ryota a cerrar sus ojos para que finalmente Morfeo pudiera hacer efecto.
A pesar de que ella no estuviera ahí, sentían su cálida energía en ellos.
[...]
_
_______________ jadeaba ante el cansancio que se apoderaba de ella. Sus ojos le exigían cerrarse, pero ella se negaba rotundamente.
Sentía un dolor insoportable en todo su cuerpo; pero era capaz de soportarlo por sus bebés, sólo por ellos.
Oía voces murmurando en el exterior, pero no lograba escucharlas con claridad; sabía que algo tramaban.
De repente empezó a escuchar gritos, bastantes insoportables; eran de dolor y miedo.
Y de repente todos cesaron, como si nunca se hubiesen escuchado. Había un silencio sepulcral.
La puerta de madera fue azotada, cosa que la alarmó; Cornelia estaba ahí, con una sonrisa burlesca disfrutando del estado deplorable de la reina de los demonios.
________________ planeaba aprovechar una diminuta oportunidad.
El hechizo de parálisis ya no estaba en ella.
— ¡Hola prima! Ya amaneció, están preparando todo para ti y tu rubio— dijo ansiosa Cornelia—. ¡Estoy tan emocionada!
La castaña ejerció gran fuerza en aquellas cadenas y finalmente logró liberarse; golpeó a Cornelia con mucho placer, estrellándola en la pared y haciendo que traspasara unas paredes más hasta ser expulsada del lugar que la castaña desconocía.
Sentía sus piernas flaquear ante lo debilitada que estaba, pero eso no la detuvo y caminó con todas sus fuerzas para salir de aquel lugar, aún protegiendo su vientre.
Sabía que irían por ella en cuestión de minutos, quizás segundos, pero haría todo lo posible por escapar.
Peor momento para no tener a Irisviel...— pensó molesta.
Estaba en un lugar diferente, lo sabía. Sabía que anteriormente estaba en el reino de los demonios, el aire cálido y la sensación lúgubre era notable; pero ahora sabía que estaba en Britannia, donde su amada familia estaba.
Era de día, momento perfecto para enviar alguna señal de su paradero.
Quedó estupefacta al ver las escaleras que parecían interminables. Al recuperar la compostura fue a la ventana más cercana y se dió cuenta de lo alto que se encontraba, pero muy a penas lograba ver el cielo azulado al tener un gran muro al frente.
— ¿Dónde...?— se trató de cuestionar completamente desconcertada.
No hay tiempo, tengo que hacer algo— pensó.
Se arrodilló y puso su palma en el suelo, cinco segundos le tomó sentir todo lo que se encontraba fuera de ese lugar a un radio de cien millas.
Ya sabía donde estaba, y desde su ubicación Liones de encontraba a ciento cincuenta millas de ella.
Su marca demoníaca apareció y se extendió por toda su frente y brazos.
— ¡Levántate, fuego del purgatorio!— exclamó a todo pulmón.
Tras eso fuertes temblores se sintieron, haciendo vibrar todo el edificio.
*Vamos Meliodas... Tienes que reconocerlas...*— murmuró esperanzada.
En el exterior, cuatro columnas de fuego se levantaban hasta llegar a las nubes, cada una al sur, norte, este y oeste a cien millas del paradero de la castaña, procurando que éstas no se levantaran en alguna aldea.
Su pecho punzaba ante el esfuerzo que ella ejercía en mantener aquellas columnas, pero aún no caería.
*Esto duele como los mil infiernos, pero tranquilos, mami atraerá la atención de su papi*— pensó con esperanzas.
Sintió un golpe en su cabeza cayendo al suelo adolorida, y con ello las columnas de fuego se desvanecieron.
Ella giró la cabeza para ver al atacante, al hacerlo su sangre hirvió ante la ira que ahora estaba presente al ver la mirada fría de Alexander junto a la mujer llamada Lauren.
— gran intento, pero no creo que te haya servido de nada— dijo neutra Lauren, tomando a la mujer de los cabellos—. No te desesperes, los preparativos están casi listos; y es más, me apuraré como agradecimiento por lo que le hiciste a Cornelia.
Bajo la mirada de Alexander Lauren se llevó a rastras a ________________, quien gemía por el dolor que eso causaba.
Yo no estaría tan seguro— pensó Alexander apretando la quijada—. Ay hermanita, como se te ocurre.
Y en Liones, un rubio miraba con los ojos iluminados donde alguna vez se alzaron aquellas columnas de fuego.
Mi amor, voy por ti— pensó con determinación Meliodas.
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Hola!
Espero que todos estén muy bien!
Espero les haya gustado el capítulo de hoy :3
Díganme ¿Qué les está pareciendo?
Espero sus opiniones :)
Sin más que decir, nos leemos en el siguiente capítulo!
Cuídense!
Bye Bye
(◍•ᴗ•◍)❤
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