Capítulo 17
— ¡¿CÓMO DEMONIOS TE ATREVISTE A IRTE SIN AVISAR?!- cuestionó Elaine bastante molesta con su hijo y su rebeldía— ¡No te di mi consentimiento para que te fueras!
La hada estaba un poco apartada del resto junto a su hijo y su esposo; jalaba con molestia la oreja del niño, quién se quejaba mucho por el dolor que eso le causaba.
La furia de la dulce Elaine había rebasado las expectativas de Lancelot, nunca había sentido el miedo que ahora sentía por su madre.
"Te lo advertí" decía la mirada de reproche de Ban. Él no estaba bien con que Lancelot se hubiese ido a arriesgarse, pero se alegraba de ver qué no sufrió daños; además, en parte se sentía orgulloso por lo valiente y determinado que era su hijo.
Lancelot, después de que su mamá descargara su molestia en él, agachó la mirada apenado y se disculpó muchas veces para disipar el enojo de su madre.
A pesar de estar un poco apartados el resto de los pecados habían presenciado la escena, sentían lástima por Lancelot y a la vez les causaba un poco de gracia la situación. Nunca se imaginaron que Elaine pudiera ser así de intensa.
Un poco de humor en una situación tan mala no dañaba a nadie, de hecho, los alegraba un poco.
Después de toda esa ira disipada, Elaine abrazó a su hijo con alivio de tenerlo a su lado.
— ¿Qué hubiese hecho si algo te hubiera pasado...?— murmuró ella.
Lancelot correspondió el abrazo para darle consuelo a su madre, entendía su angustia, cualquier madre la sentiría por su hijo.
— tranquila mamá, estoy bien. Perdóname por haberme ido de ese modo, seguro te preocupé mucho— murmuró Lancelot apenado por sus acciones, más no se arrepentía—; pero tenía que apoyar a Ryota, él lo necesitaba.
Su madre se separó de él para verlo a los ojos y sonrió orgullosa del buen acto de su hijo.
— arriesgándote por los seres que quieres, estoy tan contenta de que poseas un corazón tan noble y justo, mi amado hijo— dijo con dulzura Elaine.
— por ahora estamos bien- les dijo Ban a su esposa e hijo—, ya no hay necesidad de separarse.
Todos quedaron enternecidos por la bella familia que formaban aquellos tres seres. Estaban realmente felices por ellos. Su futuro se mostraba prometedor.
Tras unos segundos más de ternura, volvieron a concentrarse en el problema que tenían entre manos.
__________________ estaba recostada en una cama que Meliodas se molestó en llevar al bar para estar en un lugar más amplio con su mujer y compañeros; ella estaba cubierta con una camisa holgada que Meliodas se encargó de ponerle para que nadie más estuviera admirando la privacía de su mujer.
Aún estaba inconsciente, pero por pequeños lapsos su expresión se mostraba fruncida.
Elizabeth estaba presente para otorgar la ayuda que necesitaban, ya le habían explicado todo lo acontecido hace poco tiempo mientras Elaine regañaba a su hijo.
En ese momento ella era la esperanza de ________________, su vida estaba en sus manos.
Meliodas y Ryota permanecían al lado de la mujer inconsciente, cada uno sostenía una mano de la misma, esperando que la calidez de aquellos dos ayudara a la mujer a luchar con su oscuridad interna.
Cada segundo que pasaba era una tortura para la castaña.
No lo negaba, a Elizabeth le dolía ver cómo Meliodas estaba tan preocupado por ella, pero antes de todo se propuso olvidar el odio del pasado para ser una mejor persona.
Dió un sonoro suspiro y sonrió auténtica, dándole confianza al angustiado rubio y al pequeño castaño.
— no se preocupen, haré todo lo que esté en mis manos para traer a _________________ de vuelta— dijo con dulzura Elizabeth.
Se acercó al cuerpo inerte de la fémina, sus familiares se alejaron para darle espacio a Elizabeth para que comenzara a purificarla.
Todos se sentían aliviados al ver a Elizabeth ayudar a la castaña, suponían el odio que ella debía sentir por la castaña, pero se sentían orgullosos de ver como ella lo reprimía.
Una vez Elizabeth comenzó el proceso de purificación, la castaña se despertó, se incorporó de inmediato y tomó con mucha fuerza la muñeca de la diosa.
Elizabeth gimió por el dolor que eso le causaba, sentía sus huesos crujir a punto de quebrarse.
Todos se alarmaron.
— ¿En serio crees que te dejaría ponerme tus sucias manos encima?— cuestionó la castaña jocosa, disfrutando de la expresión de dolor de la albina— ¡Pero que ingenua! Tal vez todos crean que haz mejorado, pero yo no. Sé que en el fondo de tu corazón deseas verme muerta; y mira que sorpresa, tienes la oportunidad justo ahora. ¿Por qué no lo admites, Elizabeth?
Meliodas se acercó y separó a su mujer de la albina para evitar que siguiera haciéndole daño.
— ¿Estás bien, Elizabeth?— cuestionó Diana llegando a su lado para revisarla.
Elizabeth sostenía su muñeca fracturada con dolor, pero más le dolía admitir que lo que decía la castaña en parte era cierto.
— ¡Vamos Elizabeth! Admite que me quieres fuera de tu camino para robar lo que por derecho me pertenece— dijo sádica la demonio— ¡Ah, olvidé que yo te robé tu vida! ¡Se me había pasado que todo lo que tengo pudo ser tuyo si no me hubiera entrometido!— se carcajeó ella disfrutando cada palabra— ¡Quieres robarme lo que yo te robé hace doce años! ¡Quieres vengarte! ¡¿No es así?!
Elizabeth empezó a derramar lágrimas de frustración, todo lo que ella decía le dolía y a la vez irritaba.
— ¡Si, tienes razón!— admitió con derrota Elizabeth, llamando la atención de todos— ¡Yo quería recuperar todo lo que me quitaste con tu simple presencia, deseaba que nunca te hubieras involucrado en nuestras vidas, tal vez así ahora yo sería feliz con Meliodas!
— ¡Lo sabía, sabía que me odiabas con cada gramo de tu ser!— dijo con triunfo la castaña—. Jamás podrás tenerlo, después de todo ya es mío, todo lo que anhelaste es mío y ya no podrás recuperarlo— dijo con una voz de ultratumba—. Eres una fracasada llorona que lo único que sabe hacer es chillar como un cachorrito.
— ¡Eso no es cierto!— negó Elizabeth levantándose del suelo con firmeza para confrontar a la castaña.
________________ se zafó del agarre de Meliodas y se posó frente a Elizabeth para confrontarla con la mirada.
— dime Elizabeth ¿Por qué eres tan patética?— cuestionó burlona la demonio.
— ¡Te complace saber lo que realmente he pensado durante estos doce años!- afirmó Elizabeth molesta— ¡Es la sincera verdad, te odié durante todo este tiempo, pensé cosas tan horribles que en este instante me avergüenzo de mi misma!— confesó con dolor—. Pero ya no quiero sentirme de esta manera, no quiero seguir siendo así; quiero olvidar este odio y volverme una mejor persona. No mereces que te odie, no hiciste nada para merecerlo, sólo fuiste alguien que se enamoró y logró que ese alguien se enamorara de ti; ya no quiero que mis amigos se sientan incómodos por tan solo pensar en mis sentimientos, no quiero que tengan que tomar la desición de con quién ir. Ya no quiero que eso siga pasando... Por eso... Quiero esforzarme, quiero salvarte y enmendar todo, mejorar- sonrió triste.
— Elizabeth...— murmuraron Diana y Gowther con sorpresa.
Todos estaban conmovidos por las fuertes palabras de Elizabeth. La apoyarían a mejorar como persona, ella no era de esa manera, lo sabían.
Meliodas, a pesar de tener que estar molesto por sus palabras, se sentía orgulloso y finalmente feliz de que la verdadera Elizabeth que él conoció quisiera salir a la luz.
Sin embargo, gracias a la oscuridad que controlaba a la castaña, a la misma no le importó las palabras de la albina. Más en su interior, había escuchado todo y anhelaba de que todo se solucionara entre ellas dos.
— ¿Realmente crees que tus palabras bonitas solucionarán todo? Qué ingenua- bufó la demonio—. Estoy tan ansiosa por verte morir, y después de cumplir ese deseo mataré a todos aquí— dijo llena de placer por tan solo pensar en eso.
No esperó que Ban apareciera detrás de ella para noquearla, la tomó desprevenida.
Ella se desplomó en el suelo, siendo sujeta nuevamente por Meliodas. Él la llevó a la cama donde volvió a estar tranquila.
Todos quedaron en un silencio sepulcral, no sabían que reacciones tomarían Meliodas y Ryota.
Elizabeth los vió a ambos bastante apenada—. Realmente siento todo esto, Meliodas, Ryota. Comprendo que no les agrade mi presencia en este instante, pero por favor déjenme ayudarla.
Ryota tomó la mano de la albina y la sentó en un taburete cercano a la mujer castaña.
Elizabeth se sorprendió al ver la sonrisa tranquila del pequeño.
— no me gustó ni un poco lo que dijo sobre mi mamá y papá— admitió Ryota, avergonzando a Elizabeth—; pero tampoco me agradó lo que le obligaron a decir a mi mamá. Por lo que dijo sé que no es una mala persona señorita Elizabeth, sólo está lastimada porque no tuvo el amor de mi papá como quería. Y perdone que lo diga pero jamás lo tendrá, porque mi mamá y yo ya lo tenemos... Pero sé... Qué usted también merece ser feliz y algún día lo será con alguien especial, sólo que no le ha llegado el momento.
Elizabeth quedó totalmente enternecida por las palabras de Ryota, tanto que lágrimas se derramaron.
— Ryota tiene razón en todo, Elizabeth— apoyó Meliodas con una sonrisa—. Tú también mereces ser feliz. No pienses que te guardamos rencor, tu odio era entendible, y la verdad me entristeció que ese sentimiento desapareciera a la verdadera Elizabeth; pero hoy fui capaz de verla, y de verdad me alegro de eso.
— muchas... Gracias...— sollozó Elizabeth conmovida por todo lo dicho.
— cuando todo esto termine, estaremos bien, Elizabeth— dijo Meliodas sereno—. Si estás dispuesta a volverte mejor persona, no veo razón por la cual no apoyarte.
— se los prometo— Elizabeth miró a sus amigos y sonrió determinada—, voy a a cambiar para bien, y así todos podremos convivir juntos.
— esperamos ese día, reina Elizabeth— dijo Ban con una sonrisa.
— la apoyamos— dijo King.
— ¡Tenemos fe en usted!— animó Gowther.
— tú serás capaz de cumplir tu promesa, hermana— apoyó Merlín.
Elizabeth sintió que un gran peso desaparecía de su espalda al tener todo el apoyo que sus amigos les estaban ofreciendo. Cumpliría con cada una de sus palabras, y para comenzar salvaría a la castaña.
Comenzó el proceso con todos los ojos puestos en ella. No hacía falta voltear a mirar a Meliodas y a Ryota para saber lo preocupados que estaban por la castaña.
Elizabeth frunció el ceño con molestia al sentir todo el denso miasma que se encontraba dentro de la mujer, pero sin importar que tenga que hacer, salvaría a la castaña. Todos contaban con ella.
[...]
Una hora había pasado desde que Elizabeth inició el tratamiento de __________________. Todo estaba en una tranquilidad bastante inquietante e irreal.
No había necesidad de mencionar que estaban tensos, sin saber cuál sería la siguiente jugada del enemigo, si tenían esto previsto y tenían un haz bajo la manga; era realmente sofocante.
Por el momento se mantenían tranquilos, con la esperanza de que la mujer despertara en cualquier momento.
Elizabeth sudaba frío ante todo el esfuerzo que hacía para el tratamiento, su poder no duraría por demasiado tiempo. Merlín y Gowther lo notaban, más no decían nada al respecto porque sabían que a pesar de protestar Elizabeth no se rendiría.
Un progreso de la castaña es que ya no fruncía el ceño, se notaba más relajada que nunca y las marcas que lastimaban su piel se iban desvaneciendo a medida de que el tiempo pasaba.
Meliodas sostenía la mano de su mujer con anhelo a qué abriera sus ojos y le dedicara una de sus sonrisas encantadoras que lo hacían sentir como si volara; apretaba la mano de la fémina para mantenerse en ese deseo, para darle esperanzas a la mujer que tanto amaba. También estaba sumamente preocupado por sus bebés, suplicaba a toda entidad divina que sus bellas criaturas estuvieran sanas y salvas, que les permitieran la oportunidad de vivir en ese alocado mundo.
Él sólo quería seguir viviendo en paz junto a su familia, pero sabía que el destino no se los iba a dejar tan fácilmente.
Agradecía a sus compañeros y a su propio hijo por haberle otorgado un momento a solas con su mujer; aunque no se daba ya que Elizabeth se encontraba salvándola, pero igual lo agradecía.
La albina notaba la desesperación del rubio, no deseaba verlo de ese modo, sentía más presión sobre sí misma.
— ella va a estar bien— sonrió con apoyo la albina, llamando la atención del rubio.
Él sonrió amargamente—. Si, lo sé. Sólo que es desesperante no verla abrir los ojos. Me hace imaginar lo peor, como que nunca los vaya a abrir...— compartió con la voz apagada.
— no creo que ella se rendiría sabiendo todo lo que dejaría si lo hace— dijo la albina—. El amor que ella les tiene debe ser tan grande como para luchar por su vida y vivir cada experiencia junto a ustedes; además, tiene bebés por los cuales luchar— miró a la castaña, logrando iluminar sus orbes azules—. Tan solo pensar en eso me hace admirarla un poco.
— ¿Tú, admirando a ________________?— inquirió Meliodas burlón, rió al ver la mirada fulminante de la albina— ese sentimiento tan fuerte es una de las cosas que la hacen única. Como está dispuesta a apoyar a su familia es de admirar. Cada día me siento afortunado por tenerla a mi lado...— tras pensar en lo que había dicho frente a la albina la vió—. Disculpa Elizabeth, no creo que te agrade oírme decir eso.
Ella negó—. Ya no importa, Meliodas. Tal vez esto me ayude a sanar. Además, se nota a kilómetros lo mucho que la amas, así que no es tan necesario que lo digas.
— gracias, Elizabeth— murmuró Meliodas.
— ahora solo queda esperar a que __________________ abra los ojos— dijo ella con optimismo.
Meliodas concordó con la mirada, vió a su mujer, reflejando en sus orbes esmeraldas la esperanza que prevalecía en él
Y en tan solo un segundo, sintió como su mano fue apretada por la fina mano de la fémina, haciéndolo sentir feliz de aquel suceso.
Pero justo llegaron las malas noticias para arruinar su ambiente de felicidad.
— ¡Algo se acerca a nosotros a gran velocidad!— anunció Merlín alarmando a sus compañeros.
Meliodas se separó de su mujer para localizar a Ryota, quién por suerte fue directo hacia el rubio para estar atentos a cualquier cosa.
Todos los presentes escucharon como algo impacto en la madera del establecimiento, e inmediatamente todo fue abrasado por las llamas oscuras del enemigo. Aquello levantó una densa cortina de humo asfixiante.
El Boar Hat se había quedado únicamente en cenizas.
Una entidad masculina se acercaba al punto donde estaban los pecados tranquilamente hace poco; su presencia era perturbadora, fría y dominante.
— todos mis recursos me han fallado, así que tendré que hacerme cargo yo mismo— declaró Alexander con una voz imponente.
Una vez el humo se disipó en el aire se dejó ver un gran cubo perfecto cubrir a los pecados y niños presentes.
Meliodas con tan solo escuchar la voz de aquel hombre sintió su sangre hervir con fervor y unas ganas inmensas de ver correr la sangre.
Estaba furioso, eso era más que claro, después de todo aquel ser vivo se había atrevido a hacerle cosas a su mujer, y a tocarla frente a él. Era una falta que jamás perdonaría.
Tronó sus nudillos y una sonrisa sádica adornó su rostro.
Una vez Merlín deshizo el cubo perfecto, Meliodas fue el primero en dar un paso adelante para confrontar al hombre frente a él.
— déjenme encargarme personalmente de él...— ordenó el rubio viendo con puro odio a Alexander-. Me encargaré de que sufras antes de morir.
Alexander sólo sonrió—. Meliodas, primogénito del Rey Demonio y el actual rey demonio, frente a mi, que día tan interesante.
— será tu último día— aseguró Meliodas sacando su Lostvayne de la funda.
Meliodas es el rey demonio, el ser más poderoso que se ha escuchado en la historia; me matará al instante si no uso mi carta— pensó Alexander con serenidad.
Los pecados se mantenían expectantes a la efímera batalla que se llevaría a cabo, aunque más que una batalla sería una sesión de tortura para Alexander.
Sin embargo, Alexander tenía un pequeño truco, la cuestión era si realmente le funcionaría.
Meliodas empezó rápido, le dió un fuerte golpe en el abdomen, haciendo salir una cascada carmesí de la boca de Alexander; éste cayó al suelo y antes de incorporarse Meliodas lo pateó con mucho placer.
Litros de sangre salían del cuerpo de Alexander a través de su boca, pero no le importó en lo absoluto.
Se levantó y miró al rubio que se dirigía con dos clones suyos siguiendo sus pasos, realmente quería hacerlo sufrir de la mejor manera. Alexander se levantó y lo miró con total serenidad.
— ¿No te duele seguir siendo de esta manera?— inquirió Alexander, haciendo detener el paso de Meliodas— y pensar que habías cambiado.
— ¿De qué hablas?— cuestionó estoico Meliodas.
— hablo de que pensé que el supuesto Meliodas de ahora era totalmente diferente al de tres mil años en el pasado— respondió indiferente Alexander—; pero creo que todos estuvieron equivocados al respecto.
— te equivocas— aclaró Meliodas con molestia, eso empezaba a picar en su cabeza.
— ¿Seguro?— cuestionó Alexander burlesco— admítelo Meliodas, por más que actúes feliz y todo ese teatro, sigues siendo el mismo demonio desgraciado que sólo llevaba desgracia a los demás; quién destruía la vida de los demás como un manejable títere de su padre.
Meliodas lo atravesó con su propio puño, los clones desaparecieron sin más, dejándolos solo a ellos dos.
Alexander, a pesar de tener su cuerpo perforado sonrió cínico, realmente disfrutaba del sufrimiento de Meliodas.
— cierra la boca...— murmuró Meliodas irritado.
— la... Única diferencia con el pasado... Es que sigues siendo ese demonio... Por tu cuenta, sin los hilos de tu padre— siguió Alexander—. Sólo es cuestión de tiempo para que tu amada familia y amigos lo noten; solo es cuestión de tiempo para que los dañes con tus propias manos.
— eso jamás pasará...— murmuró Meliodas.
— ya lo hiciste hoy con tu mujer, ¿Qué te detiene a hacerlo de nuevo? Pero la próxima seguro no vivirá para darte una tercera oportunidad— susurró Alexander al oído de Meliodas.
El rubio retiró su puño y se alejó de él, cayendo en las sucias palabras del pelinegro, aunque cabe destacar que sus inseguridades nacieron una vez fue sumergido en la ilusión de hace un tiempo.
Alexander cayó, pero una carcajada mezclada con el dolor salió de su boca únicamente para fastidiar a Meliodas.
— ¡Puedes matarme, pero eso jamás borrará lo que hay en ti ni todo lo que hiciste!— gritó Alexander burlesco, llamando la atención de los pecados que se encontraban de expectadores— ¡Jamás podrás desaparecer el hecho de que siempre serás una amenaza para la felicidad y la vida de tus seres amados! ¡Tu esposa fue la primera víctima del nuevo tú, ella es la prueba de mis palabras!
— ¡Capitán!— llamó Ban a su amigo, su voz de notaba preocupada— ¡No caigas en las estupideces de ese tipo, sólo quiere distraerte!
— ¡Si capitán!— apoyó Gowther— ¡Sólo es un truco para acabar con usted!
Meliodas, a pesar de oír a sus compañeros, miró sus manos con un poco de decepción en sí mismo, llegó la ilusión de que éstas estaban cubiertas de sangre. Tan sólo recordar el ser que era en el pasado lo atormentaba.
¿Realmente... Sólo lastimo a mi familia?— se cuestionó.
Lo tengo justo donde quería... No podrá escapar de esto— pensó con triunfo Alexander. Uno de sus planes estaban dando resultados al fin, o al menos eso creía él.
Ya regenerado se levantó del suelo, sus manos resplandecían. Estaba listo para dar su gran golpe final.
— ¡Tsunami del infierno!— exclamó con fervor Alexander. A sus espaldas apareció una gran oleada de fuego, dispuesto a arrasar no solo con los presentes, sino también con todo Liones.
— ¡Papá!— llamó su hijo preocupado por el aludido.
Él finalmente reaccionó y vió el gran fuego que estaba a punto de abrasarlos.
Todos sucedía en cámara lenta.
Ban abrazaba a Lancelot e Elaine buscando protegerlos del ataque que tenía sus muertes garantizadas. Estaba dispuesto a protegerlos de cualquier peligro, en eso jamás querría fallar.
Diana era abrazada por King, quién esperaba con la sangre helada el tsunami que los acabaría en cuestión de minutos. Pensaba que todo sería tan rápido que ni lo notarían.
Ryota corría hacia su padre para tratar de protegerlo de algún modo aún sabiendo que no sería suficiente para desaparecer el ataque o proteger al hombre que tanto admiraba.
Gowther estaba preocupado. Sabía que Merlín usaría el cubo perfecto para protegerlos, pero lo que realmente le preocupaba era las vidas que se perderían en Liones si recibían ese ataque.
Merlín estaba lista para usar su cubo perfecto, no sería un problema para ella, pero no había chances de que la barrera que había pensado para Liones soportara el impacto del poder mágico de Alexander.
Elizabeth sintió su corazón detenerse al ver cómo aquello se acercaba a ellos, estaba realmente asustada por sus habitantes, por su amada familia. Moriría si a ellos les pasaba algo. Quería hacer algo, pero sería inútil.
Más todos sintieron la esperanza volver a ellos al ver a una figura femenina frente al gran tsunami, dispuesta a enfrentarlo sin temblar.
Fue tan rápida que Elizabeth no se percató cuando se alejó de su lado hasta verla actuar.
— dispersión— dijo dominante y firme la fémina. Tras haber dicho aquello el tsunami se dispersó en cenizas que se perdían en el aire.
El cabello castaño de la fémina bailaba gracias a la fuerte corriente de viento que azotó a todos los presentes, la camisa que tenía puesta dejaba a relucir con más claridad las hermosas piernas de la mujer; tenía una mirada fría hacia el pelinegro.
Alexander sentía su sangre hervir de enojo al verla en pie, sana y salva, tan dominante, eso le ponía la piel de gallina. Estaba perplejo por lo que acababa de presenciar.
La fémina volteó a ver al rubio con total tranquilidad, y también pudo notar en su campo de visión a su pequeño niño verla con una enorme sonrisa.
— Meliodas ¿Por qué te atreviste a dudar de nosotros?— inquirió ella con reproche en su voz y mirada. Cruzó sus brazos esperando la respuesta del rubio.
Él sonrió, sabía que merecía esa actitud, más sus ojos expresaban júbilo al tenerla allí, de pie y tan bella como él recordaba.
— bueno, pasé muchas cosas antes de llegar a este punto. ¿Crees perdonarme cuando te las explique?— inquirió Meliodas con una sonrisa nerviosa.
Ella negó y sonrió—. Espero sea razón suficiente para dudar de esa manera— advirtió ella con su dedo acusador.
Sintió unos delgados brazos rodear su cintura, agachó la mirada y se encontró con la coronilla de su amoroso hijo.
— ¡Estaba tan preocupado por ti mamá, te extrañaba tanto!— compartió Ryota con lágrimas en sus ojos azules— ¡Quería protegerte, pero no soy tan fuerte como para eso! Perdóname...
Ella acarició su cabeza con dulzura—. Mi cielo, no tienes por que disculparte, gracias a ti, a tu padre y a nuestros amigos he podido recuperarme; si no fuese por ti jamás habría vuelto.
Ryota siguió con el llanto, pero entendió todo lo dicho por su mamá, sólo quedó resignarse y aceptarlo.
Alexander gruñó bastante molesto al ser ignorado. En su momento de pura desesperación pensó que podría atacarlos ahora que estaban distraídos y así resultar triunfador.
Se abalanzó hacia ellos, a punto de impactar su puño en la espalda de la mujer que consolaba a su hijo, más un fornido cuerpo apareció frente a él y lo golpearon en la cara con mucha fuerza.
El albino, quién había dado el golpe, miraba como Alexander se arrastraba por el suelo gracias a su golpe.
— no interrumpas un momento familiar, irrespetuoso— escupió con asco Ban.
— ¡Maldito humano!— exclamó Alexander lleno de cólera— ¡Los mataré a todos!
Los Ocho Pecados Capitales estaban parados frente a él, mirándolo con puro odio. Cada uno se mostraba dominante ante él.
La castaña se acercó junto a su marido y vió a hombre que estaba a sus pies.
— se acabó, ya no causarás daño a nadie más. Pagarás con tu vida todo lo que me hiciste— ella tocó su pecho recordando con ira toda las veces que aquel hombre la había tocado—, y principalmente todo lo que le hiciste a mi familia, amigos y a todo Liones.
— ¡¿De qué te quejas?! ¡No puedes negar que te gustó todas las veces que estuve contigo!— dijo desquiciado Alexander, estaba encontrando la desesperación por la derrota— tu piel es tan suave, tus labios fueron un manjar, la resistencia que ponías solo aumentaba el calor del momento. Si no fuese por mis planes, te hubiera hecho mía.
Meliodas frunció el ceño a cada palabra que salía de los labios de ese hombre. Se agachó para tomarlo del cuello, su mirada conectó con la suya, reflejando la oscuridad que empezaba a consumirlo.
Estaba realmente molesto por todo lo que le habían hecho a su mujer, pero se sentía impotente al no haber podido hacer nada al respecto.
— eres un maldito hijo de puta...— dijo entre dientes Meliodas, ansiando hacerlo sufrir de mil maneras— nadie más que yo puede tocarla, nadie más que yo puede estar con ella. Vas a pagar por tu falta.
Alexander empezó a quedarse sin aire, trataba de alejar las manos del rubio de su cuello, pero no pudo; se veía realmente patético frente a los expectadores.
Cuando estaba a punto de pasar al otro lado, Meliodas lo soltó dejando que impactara su espalda con el suelo. Meliodas puso su pie en el pecho del pelinegro y empezó a aplomar su pie cada vez más para otorgarle dolor al hombre en el suelo.
Ryota veía todo eso, estaba sorprendido de que su padre se mostrara de esa manera, nunca lo había visto de ese modo; pero comprendía su sentimiento.
— espero... Qué tu hermano... Ya esté muerto...— dijo Alexander en medio de su dolor.
Meliodas paró y lo vió con una ceja alzada, estaba intrigado por saber a qué se refería, qué había sacado a su hermano al tema.
— ¿A qué te refieres con eso?— se apresuró a cuestionar ________________ con el ceño fruncido.
Alexander rió como loco ante su pensamiento—. Olvidé decirte que tu querido cuñado y su mujer... Ya deben estar muertos...
— ¿Zeldris y Gelda?— cuestionó King desconcertado.
— ¿Por qué lo dices?— cuestionó demandante Meliodas.
— porque... Envié a mi último peón al reino de los demonios, el plan era hacer volar en pedazos todo el castillo, dónde en definitiva estaban tu hermano y su mujer. Todo el que se haya encontrado ahí ya debe estar muerto— explicó Alexander.
Los pecados se sorprendieron al escuchar la información compartida, estaban incrédulos.
Ryota se preocupó por sus tíos, rezaba por qué ellos estuvieran bien.
Meliodas clavó su espada en el pecho de Alexander, perforando uno de sus corazones, el afectado vomitó litros de sangre.
— ¿Realmente crees que te creeré algo así?— cuestionó burlesco Meliodas— a pesar de que fuese verdad, sé que Zeldris no moriría por algo como eso, y en definitiva no dejaría a Gelda morir de esa manera. Ambos son más fuertes de lo que haz creído.
— tiene razón- apoyó la castaña con una sonrisa dirigida para su hijo asustado—. Ellos son muy fuertes, seguro están en perfectas condiciones.
Ryota la vió, su sonrisa tan serena y llena de confianza logró calmar el taladrar de sus corazones.
— es obvio, el hermano del capitán no puede morir tan fácilmente— bufó Ban.
— si ellos pudieron contra el Rey Demonio, ustedes no serían nada para ellos— analizó King.
— tus planes de manipular nuestros corazones han fracasado— dijo Gowther.
— parece que tenemos un espíritu más fuerte del que creíste— siguió Merlín con su característica sonrisa de superioridad—. Nosotros somos los Ocho Pecados Capitales, ustedes no son competencia.
— ya hemos ganado— declaró Diana con superioridad.
Elaine se mantenía junto a Ban, mirando al enemigo con mucho rencor por lo que le habían hecho a su hijo anteriormente.
Elizabeth igual lo veía molesta por todo el sufrimiento que aquel individuo había causado en Liones únicamente por venganza.
— gracias por su fe en mi— dijo sereno una voz bastante familiar para los presentes.
Todos vieron a Zeldris parado junto a Gelda, ambos con una sonrisa feliz por estar presentes y finalmente reunirse con sus amigos del pasado.
— ¡No es posible! Debiste haber muerto— dijo incrédulo Alexander.
— parece que realmente eres ingenuo, nos haz subestimado— dijo Zeldris con frialdad.
Alexander lo vió y se fijó en el cuerpo que su mano sostenía por un brazo bastante maltratado.
Zeldris lanzó el cuerpo inerte de la mujer encargada de matarlo junto a Alexander.
— ya se acabó— declaró Gelda fría.
— ¡Todos son unos inútiles, no merecían estar a mi lado para gobernar!— gritó Alexander desesperado— ¡Inútiles, inútiles, inútiles!
Mientras él se lamentaba por sus compañeros, la castaña miró a su esposo y llamó su atención.
— Meliodas, por favor, acaba con él— pidió ella—. Hazlo pagar por todo lo que nos ha hecho.
Él asintió—. No necesitas pedírmelo dos veces.
Sin ellos notarlo la mano derecha de Alexander empezó a desprender fuego oscuro bastante intenso.
— ¡No moriré sin haberles quitado algo a ustedes malditos, en especial a ti, rey demonio!— gritó Alexander con mucho odio.
________________ pisó la mano de Alexander al percatarse de sus intenciones, el fuego del hombre terminó desapareciendo.
— acepta tu derrota— dijo la castaña.
Él sonrió ladino-—.Ya te lo dije, no moriré sin haberles quitado algo a ustedes.
El fuego volvió a aparecer, pero no hizo efecto en la mujer; sin embargo, pasó lo que nunca se habían esperado.
Del suelo salió el fuego oscuro, pero no debajo de Meliodas, ________________ ni ningún otro pecado.
El rubio y la castaña voltearon al oír un grito de dolor bastante familiar, y lo que vieron sus ojos les dejó la peor sensación que podrían haber experimentado.
El pecho de Ryota fue atravesado por el fuego que había emergido del suelo, su sangre goteaba hasta el suelo y un grito involuntario salió de sus labios. Jamás había experimentado algo así.
El pequeño se mantenía de pie gracias al fuego que lo había perforado.
— ¡¿Cómo se siente?!— Alexander empezó a reírse al ver las miradas de los padres de la víctima, más su risa paró al instante en que Meliodas impactó su puño envuelto de miasma en él, matándolo al instante.
El fuego desapareció tras eso, haciendo que Ryota se desplomara, pero la castaña fue más rápida y se posó detrás de él para evitar su caída.
Se arrodilló junto a él y lo vió asustada, la sangre que Ryota tenía en sus labios más el agujero que habían hecho en su pecho era la peor imagen que podría ver en su vida.
— ¡Ryota, hijo, por favor resiste!— suplicó la madre con mucha preocupación— ¡Te vamos a ayudar, lo prometo!
Meliodas se acercó a ellos y vió a su hijo con temor de perderlo, puso sus manos en la herida tratando de parar el sangrado.
Todos los rodearon para ver preocupados al niño que estaba en el regazo de su madre y siendo ayudado por su padre.
— mamá... Papá...— murmuró Ryota sintiendo el fuerte dolor que le causa su herida.
— no hables Ryota o será peor. Deja que te ayudemos y nos dirás todo lo que tú quieras— pidió Meliodas con una sonrisa forzada para calmar a su hijo.
Más Ryota sabía que ambos estaban muertos de miedo.
— sé fuerte— pidió Zeldris viendo a su sobrino angustiado mientras abrazaba a su esposa, quién estaba igual de preocupada.
Las lágrimas de _________________ llegaron hasta las mejillas del niño, éste miraba a su mamá preocupado, no quería verla llorar.
— mamá... No llores...— pidió Ryota con una sonrisa débil— todo va a estar bien...
Ella sonrió todo lo que pudo y asintió apoyando las palabras de su hijo. Todo iba a salir bien, tenía que salir bien.
— por supuesto... Todo saldrá bien...— murmuró ella.
— papá...— llamó Ryota débil— cuida de mamá... Por favor...
— Ryota, no me lo pidas de esa manera que me asustas— dijo Meliodas con los ojos cristalizados.
El pequeño castaño empezó a cerrar sus ojos ante lo mal que se sentía, sus párpados se sentían tan pesados que ya no pudo sostenerlos más. Eso definitivamente alarmó a los presentes.
— ¡RYOTA!— gritaron sus padres suplicantes, querían que abriera sus ojos.
— Ryo...ta...— balbuceó Lancelot incrédulo por lo que estaba pasando. No creía posible que su primer gran amigo estuviera en esas condiciones.
Su mamá lo abrazó para darle apoyo y su padre los mantuvo cerca para darles calor.
— Meliodas...— sollozó ________________ pidiendo ayuda con su mirada.
— tran-tranquila, él va a estar bien, es nuestro hijo después de todo— dijo Meliodas entre tartamudeos, quería ser lo más optimista posible.
Oyeron pasos acercarse a ellos, todos enfocaron su vista en la albina que los miraba con pena. Entendía su preocupación.
— Elizabeth...— murmuró Meliodas.
— por favor... Te lo suplico, ayuda a Ryota— rogó la castaña viéndose vulnerable ante la albina, más no le importaba si era por su hijo.
— yo también te lo pido Elizabeth, sálvalo...— pidió Meliodas.
— tranquilos, yo lo ayudaré— dijo ella con una sonrisa tranquila. Se arrodilló junto a ellos y empezó a usar su poder mágico para sanar las heridas del niño.
El tiempo empezó a pasar tan lentamente que era una tortura para todos los presentes, en especial para los reyes demonios.
Mientras Elizabeth sanaba las heridas de Ryota, Meliodas abrazaba a su mujer para darle apoyo y a la vez sentir la seguridad de que todo estaría bien.
Ella sollozaba en su pecho, anhelando volver a ver los hermosos ojos azules que le había heredado a su hijo.
La preocupación de ambos por su hijo podría ser visible. Ambos sufrían como nunca lo habían hecho. Después de todo el niño en cuestión era procreación de ambos individuos; su muestra de amor que habían sostenido todo ese tiempo; su pilar no solo para amarse, sino también para vivir.
Todo debía salir bien, de lo contrario ambos seres mantendrían ese dolor en su corazón eternamente.
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Hola personas hermosas!
Espero que estén bien!
¿Ryota se va a morir?
( ◜__◝ ) quién lo sabe jaja
Espero que les haya gustado el capítulo de hoy y lo hayan sentido en lo más profundo de sus kokoros
En verdad espero que estén disfrutando la historia. ( ˶ ❛ ꁞ ❛ ˶ )
Sin más que agregar, nos leemos en el siguiente capítulo de mañana!
¡Si, leyeron bien!
¡Mañana les llegará la notificación del siguiente capítulo!
¡Estará aquí sin falta!
Esperen con ansias uwu
Ahora sí!
Nos leemos en el siguiente!
Se cuidan
Bye Bye!!!
(◍•ᴗ•◍)❤
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