Capítulo 16
Alexander quedaba como expectador a la pelea que se desarrollaba entre Meliodas y ________________.
Todo salía tal y como lo había predicho, Meliodas no era capaz de lastimar a su mujer, y menos estando embarazada; sólo se dejaba golpear mientras trataba de hacerla entrar en razón. Alexander solo se reía del estado patético de Meliodas.
En los ojos del rubio veía la absoluta desesperación e impotencia por hacer algo, eso era lo que Alexander disfrutaba.
Pero nunca esperó que uno de sus aliados revelara alguna forma de arruinar sus planes, tenía a Aron muy bien amenazado, y en cuanto a Agus y Cornelia no tenía de qué preocuparse, los había engañado perfectamente para que lo ayudarán en sus fines para tras obtener lo que quiere eliminarlos y tener un imperio solo para él. Más sus planes fallaban a cada segundo que pasaba.
Él creía que todo lo que había planeado por doce años estaba funcionando, grande sería su decepción por la intrusión de Los Ocho Pecados Capitales.
Lauren llegó a su lado y lo vió seriamente—. Los cuatro ya están muertos— informó con indiferencia.
— bien, tenía fe en ellos, pero sus muertes eran algo probable— dijo Alexander despreocupado—. De todas formas los pecados capitales solo llegarán a morir a manos de _________________ sin saber cómo salvarla.
— supongo que tienes razón...— murmuró dudosa de Alexander.
Él al escuchar eso la tomó del cuello y la alzó dominante y frío—. ¿Dudas de mi palabra?— cuestionó.
Ella lo miraba con súplica—. No... Jamás dudaría de ti...— dijo con dificultad.
Él apretó un poco más el agarre, haciendo que el aire de la fémina detuviera su proceso. Disfrutó la agonía de la misma, y segundos después antes de que muriera la soltó.
Ella trató de recuperar su aliento. Se veía como un animal indefenso ante su depredador.
— ve al castillo del reino de los demonios y haz estallar todo— ordenó Alexander pateándola lejos de sus pies—. Hazlo antes de que Zeldris y su mujer abandonen el castillo.
— lo haré...— dijo obediente antes de marcharse.
Podría huir de Alexander, pero disfrutaba todo de él, incluso todos los maltratos, para ella era algo excitante. Si, era una masoquista.
[...]
En el castillo del rey demonio, Zeldris caminaba de un lado a otro esperando noticias.
Mazikeen estaba en un rincón esperando de manera impaciente al igual que el peligro.
Ambos esperaban que las tropas estuvieran listas para partir. Iban a brindar la ayuda que suponían Meliodas necesitaba.
Gelda apareció junto a Hawk y Wild y negó con la mirada al ver a ambos pelinegros impacientes.
— tranquilos, estoy segura que Meliodas y el resto están bien, seguro hasta acabaron con todo— dijo Gelda con serenidad.
— si tontos, cuando los dejé tenían todo controlado. Seguro ya mataron a ese tipo— dijo Hawk apoyando a Gelda.
— confíen en la palabra de la señorita Gelda y mi hermano— exigió Wild totalmente calmado.
— me preocupa la reina— confesó Mazikeen con la mirada en el techo—. Cuando estuve con ella estaba muy herida, esos idiotas la maltrataron quién sabe cuántas veces; pero ella a pesar de todo estaba tranquila, aguantaba todo, lo sé porque jamás la oí gritar— vió a todos al sentir sus miradas—, y créanme que esas heridas harían gritar a cualquiera.
— y seguro Meliodas está vuelto loco por eso. Pero lo que más me inquieta es la incertidumbre— dijo Zeldris tras un suspiro—. No sabemos que está pasando allá.
Gelda se acercó a él y le sonrió—. Sea lo que sea ten por seguro que ellos estarán bien.
Zeldris tomó la mano de su mujer para encontrar la calma y calidez que tanto necesitaba y solo ella podía darle.
Aunque no estuviera viviendo lo mismo que su hermano, entendía su sentimiento de preocupación, de dolor, de impotencia por no estar ahí para proteger a su mujer. Las actitudes y acciones de Meliodas dejaban al descubierto todos sus sentimientos.
Aunque Gelda estuviese calmada por fuera, moría de la angustia por dentro. Se preocupaba por su fiel amiga, su cuñado, por su sobrino y todos los amigos que había hecho hace doce años; pero había algo mucho más grande que la carcomía por dentro. Solo anhelaba que todo acabara para confesar.
Mientras tanto se mantendría serena ante la circunstancia para brindarle apoyo a su amado esposo.
Finalmente llegó la tan esperada llegada del demonio que estaba encargado de preparar a las tropas.
Se inclinó con cortesía ante Zeldris y Gelda—. Ya están listos los soldados que esperan órdenes suyas, señor Zeldris.
— muchas gracias por tu trabajo— dijo Zeldris.
El demonio se iba a ir para prepararse para la batalla, pero se quedó quieto ante el temblor que azotó a todo el edificio.
Todos se alarmaron, Hawk se empezó a poner nervioso y se apegó más a su hermano para sentirse más seguro.
Mazikeen empuñó sus cuchillos alerta a cualquier enemigo que estuviera en espera para atacarlos por sorpresa.
Zeldris resguardaba a Gelda en su espalda para protegerla de cualquier enemigo; pero sentía que había algo más grande detrás de ese temblor.
Y de repente ahí comprendió lo que sucedía, sintió una fuerte energía mágica estallar desde el primer nivel del gran edificio. Todos se tambalearon ante el desequilibrio que empezaba a sufrir la estructura.
Los temblores empezaron a ser cada vez más fuertes conforme se acercaba a los individuos. Muchas vidas se perdían o estaban a punto de perderse.
A pesar de que la opción más conveniente para sobrevivir era salir del edificio, las explosiones fueron mucho más rápidas que ellos como para reaccionar a tiempo.
Zeldris solo volteó para ver a todos—. ¡Cúbranse ahora mismo, el castillo va a estallar!— gritó a todo pulmón.
Una explosión emergió del nivel abajo de ellos, destruyendo el piso donde estaban parados.
Mazikeen pateó al cerdo y a su hermano para alejarlos de la pila de rocas que caerían en cuestión de segundos sabiendo que ellos no sobrevivirían a eso.
Gelda sintió su sangre helada ante el ataque que se llevaba en proceso, definitivamente eso le haría mal.
Pero Zeldris reaccionó de manera inconsciente y la abrazó para protegerla de cualquier daño que pudiera amenazar a su amada esposa por más pequeño que fuese.
Gelda se sintió feliz y q la vez preocupada por la acción de Zeldris, más sabía que aquello no mataría a su fuerte esposo.
Todo el edificio colapso, cubriéndolos con aquellas pesadas rocas.
Cuando Hawk y Wild se recuperaron del impacto que sufrieron al ser pateados corrieron lo más rápido posible para ver el estado de sus compañeros.
En el camino se toparon con algunos cadáveres descuartizados de algunos demonios y otros que afortunadamente estaban enteros. Gritaron los nombres de sus amigos pero ninguno respondió.
— maldita sea, no quiero tener que decirle a Meliodas que su hermano está muerto— lloriqueó Hawk con mucha tristeza.
Wild empezó a apartar algunos fragmentos de rocas para ayudar a sus amigos, pero cada vez que apartaba una otra aparecía.
El castillo estaba realmente en ruinas.
Algunos ciudadanos del reino se acercaron y empezaron a ayudar a algunos heridos y a la búsqueda de los superiores.
Mientras que en el fondo de los escombros Zeldris abrazaba a su mujer protegiéndola de cualquier roca que amenazara con caerle. Por suerte habían quedado en un hueco lo suficientemente grande como para que Gelda no se lastimara. En cambio Zeldris estaba fatal, pero aguantaba.
— Zeldris...— susurró Gelda, no quería ni tenía la necesidad de hablar fuerte, estaba muy cerca de él.
— no te preocupes, estoy bien. Te protegeré pase lo que pase— dijo determinado.
La sangre de su cabeza goteaba hasta caer en la mejilla de la rubia.
— no te atrevas a morirte, aún no es tu momento— dijo Gelda un poco preocupada—. Tienes cosas por hacer en este mundo, te necesitamos.
— tranquila Gelda, esto no me matará y tú lo sabes; además, aunque muriera moriría feliz por haberte protegido hasta el final— dijo Zeldris sonriendo—, y mi hermano estaría bien, siempre y cuando sea con Ryota y ________________.
— yo no hablo de ellos...— susurró Gelda mirando las esmeraldas de su amado.
Zeldris se desconcertó, pero empezó a analizar lo que había dicho hasta que todo se le hizo mucho más evidente.
— Gelda...— susurró él ansioso por que le confirmen lo que está pensando.
Las rocas no aguantaban el peso de otras, colapsaría sobre ellos en cuestión de segundos.
Zeldris no esperó a que le confirmaran su sospecha, usó su miasma para alejar las rocas de ellos y crear una salida. Al tener espacio suficiente cargó a su mujer y la sacó de aquella prisión.
Ahí vió a Hawk y Wild llorando de alegría al verlos con vida, a Mazikeen bastante herida y a unos demonios que agradecían que ellos estuvieran bien.
Zeldris fue cubierto por su propio miasma y tras disiparlo sus heridas habían desaparecido. Apretó sus puños y su mirada se mostró afiliada, haciendo estremecer a algunos demonios.
A lo lejos estaba Lauren, la responsable de que la explosión haya destruido todo y matara a algunos demonios. Estaba molesta porque el plan no había funcionado. Debía informarle a Alexander de inmediato. Aunque también suponía que fracasaría, después de todo es el segundo hijo del Rey Demonio.
Iba a irse, pero sintió la sangre helada al tener la vista afilada de Zeldris en ella, se estremeció al ver la ira en su mirada.
Ella corrió sabiendo que su vida dependía de ello, se alejó lo más posible de aquella área y justo logró divisar la salida del reino demoníaco, creyó que estaba a salvo al no ver a nadie siguiéndola.
De repente chocó con cuerpo fornido, lo que la hizo caer de espaldas. Levantó la mirada y ahí vió al pelinegro, mirándola fríamente.
— ¿Ibas a algún sitio?— inquirió Zeldris estoico.
— ¿Qué te importa?— trató de parecer fría, pero la verdad era que estaba asustada, nunca había tenido de frente a algún hijo del Rey Demonio sin algún respaldo.
— bueno, sea donde sea que tenías planeado huir ya no podrás irte, terminarás aquí.
[...]
— ¡REACCIONA MALDITA SEA!— imploró Meliodas bloqueando uno de los ataques de su mujer.
Ella ejerció más fuerza en su arma, no le hizo caso a ninguna de las palabras de Meliodas, pero cada vez que lo escuchaba de ese modo su pecho dolía.
— deja de ser tan fastidioso— dijo estoica.
Lanzó una ráfaga de fuego hacia Meliodas, el cual la esquivó alejándose de ella.
Apretó la empuñadura de su Lostvayne pensando en una forma de hacerla reaccionar y salvarla, pero si no sabía la causa de aquel estado no podía encontrar la forma de volverla a la normalidad; aunque las marcas en su piel llamaban su atención.
— pelea o arrodíllate y muere— ordenó ella con fastidio.
— ¡Escucha a tu corazón _______________, tienes que ser fuerte!— pidió Meliodas desesperado.
Ella lo pateó, él cayó de espaldas ante el golpe y escuchó muy cerca como la espada de la mujer era clavada al lado de su rostro.
— no necesito esas tonterías— dijo fríamente—. Los amigos, la familia, esos son elementos inútiles en la vida, te hacen débil; son una distracción, un estorbo— se puso sobre él—. Ya no los necesito más, ya no te necesito. Sólo déjame matarte.
Cambiaron las posiciones, ahora él estaba sobre ella agarrando sus manos.
Meliodas sonrió amargamente, irradiando la tristeza que le daba ver y escuchar a su amada de esa manera. Quería volver a verla feliz.
— sé que la verdadera tú no piensa de esa manera, sé que quieres volver— dijo suavemente—. Tú jamás lastimarías a las personas que amas. Algo está obligándote a actuar de esta manera.
— cierra la boca, rey demonio— dijo indiferente.
Él acercó su rostro al de ella—. Así es, soy el rey demonio y tú eres mi reina; eres la mujer que cada día me enamora más, la mujer por la que daría mi vida, la mujer por la que he estado tan preocupado, la madre de mis hijos. Eres mi mitad, a pesar de ser testaruda y muy demandante— rió levemente—, aunque amo todo de ti. Te amo con locura _________________, y pase lo que pase te voy a salvar, te lo prometo.
Ella trató de zafarse, pero Meliodas tenía una fuerza superior—. ¡No digas tonterías, maldito hijo de perra!
El rubio se sorprendió, en toda la pelea no la había visto alterarse por palabras ni acciones, se veía confiada; en cambio, en ese momento se veía asustada.
— ¡Te amo y prometo que te salvaré!— dijo nuevamente el rubio, esperando una reacción por parte de la mujer.
La mujer sintió un dolor de cabeza que la hizo gritar de puro dolor, lo que alarmó a Meliodas. Ella se removió en su lugar, pero no tuvo mucha movilidad al tener a Meliodas encima.
Las marcas de la castaña empezaron a apretar su piel haciéndola sangrar. Meliodas no comprendía que sucedía.
Mientras que en interior del corazón de aquella chica, una pequeña luz iluminaba su alma entre toda la oscuridad que trataba de dominarla, la cual se alejaba y a la vez luchaba contra la luz.
_________________ escuchó como Meliodas la llamaba en el exterior, se le escuchaba realmente preocupado por la fémina.
De pronto escuchó la promesa de Meliodas. Sintió la calidez que las palabras de Meliodas le brindaban.
—Meliodas...— musitó.
Y finalmente se percató de su situación, de la oscuridad que trataba de poseerla, de los hilos de miasma que estaban conectados a su espalda y le hacían sentir dolor. Ya estaba consciente de todo lo que sucedía afuera.
La verdad ________________ veía a su amado herido, viendola preocupado y asustado por su estado.
En el exterior, el ojo izquierdo de la mujer empezó a volver a su color natural, y de inmediato brotaron lágrimas.
Meliodas abrió los ojos de par en par al ver a su mujer de esa manera, no dudaba que era ella; pero al ver que la oscuridad permanecía en su ojo derecho suponía que aún quedaba cosas por solucionar.
— Meliodas...— sollozó ella, sabía que era la responsable por las heridas de su amado.
— ¿Eres tú, ________________?— inquirió Meliodas con el corazón latiendo rápidamente.
— yo... No... Quiero...— balbuceó la castaña con la voz quebrada por el llanto— no... Quiero... Herirte... Ya no más...
— tranquila, te voy a ayudar para que no tengas que hacerlo...— le dijo suavemente el rubio para darle calma.
Ella sintió una fuerte punzada ante las palabras de Meliodas, él sólo podía ayudarla a estar consciente de lo que hacía, pero aún seguía siendo controlada.
— ¡Aléjate de mi!— pidió desesperada y en agonía.
Él no quería soltarla, pero no tuvo alternativa al sentir el cuerpo de la mujer calentarse. Al estar alejado vió como el fuego oscuro cubría a su mujer.
Ella sufría.
Empezó a atacarlo ferozmente, lo que él esquivaba y bloqueaba ágilmente.
Mientras que en el interior de la castaña, ella trataba de irse hacia la luz para encontrar la salvación, pero la oscuridad ejercía más fuerza en ella, evitando que escapara de la oscuridad.
La oscuridad empezó a cubrirla lentamente.
— perdóname Meliodas... Ryota... Chicos... No soy tan fuerte como creían... Ya no puedo más...— musitó con impotencia y rendición—. Acaben conmigo, no quiero lastimarlos...
— ¡Sigue luchando ________________, lucha por nuestros hijos!— suplicó Meliodas desde el exterior.
— nuestros... Hijos...— musitó tratando de recordar el pasado.
En el exterior, la mujer controlada lo veía con el ceño fruncido; a diferencia de la verdadera, esa versión de la castaña no le agradaba la idea.
— ¿Hijos?— preguntó jocosa— ¿Entonces quieres decir que estoy embarazada? Eso supongo ya que solo tengo una cría con vida.
Justo ahí el resto de pecados llegó, quedando viendo la situación que se llevaba a cabo entre Meliodas y __________________. No entendían qué sucedía.
Ella levantó su espada, la sostuvo con mucha firmeza, dispuesta a hacer lo que la oscuridad le ordenaba.
Meliodas no entendía que iba a hacer, pero sea lo que fuese sabía que no significaba nada bueno.
— capitán...— llamó King desconcertado por la actitud de la castaña.
El rubio no les prestó atención a sus amigos, más si se percató de la voz preocupada del niño castaño, el cual llamaba a su mamá angustiado.
— cierra la boca niño— ordenó fría la mujer, dándole un escalofrío al niño—. No los necesito, y lo que menos necesito ahora son las crías que tengo en el vientre.
Tras escuchar eso Meliodas comprendió lo que iba a hacer, pero fue demasiado tarde para que él reaccionara.
Todos quedaron impactados por lo que aquella mujer había hecho, eso les confirmaba lo que Aron y Alía les habían compartido anteriormente. Si no se daban prisa ya no podrían recuperar a su amiga.
Meliodas sintió como por un pequeño segundo su corazón se detenía al ver la espada de su mujer viajar a su vientre con mucha fuerza, sentía que las razones que lo mantenían en pie se habían ido. Más no fue así.
Si es posible, sintió más amor hacia su esposa y se sintió feliz de tenerla a su lado. Ella era la mujer perfecta para él, aún con todos sus defectos, lo era.
Se sentía conmovido por el fuerte amor que ella está dispuesta a dar por su amada familia, aún si su vida dependiera de ello.
Ella confiaba en Meliodas, y sabía que, aunque fuese tarde, él salvaría a sus hijos, aún si ella no vivía para presenciarlo.
Todos se alegraron al ver cómo la espada de la fémina no atravesaba su propio vientre, ni siquiera perforaba el área en dónde estaba la punta filosa del arma. Por más fuerza que ella ejercía, no lograba perforar el vientre.
En el interior del alma de la fémina, escuchaba el llanto desesperado de unos bebés, más específicamente, tres.
Aún con la oscuridad cubriéndola, volteó a ver con toda su fuerza de voluntad y ahí los vió, a las hermosas criaturas que antes estaba sosteniendo mientras estaba sumida en la ilusión de la oscuridad.
Los bebés lloraban desesperados por sentir el calor abrasador de su madre, escuchar la voz de la fémina y sentirse protegidos por ella. Habían sentido como trataban de herirlos, esa era la causa de su llanto, pero ningún daño llegó a ellos.
Ella se deshizo de la oscuridad a su alrededor como si no fuese nada, se arrastró hasta sus bebés y al tenerlos frente a ella los tomó y los envolvió en sus brazos, llorando y sonriendo de alivio al recordar las razones más importantes por las que aún no se había rendido, por las que aún luchaba.
— perdónenme por haberme olvidado de ustedes mis amores, estaba cegada por el sufrimiento que me causaba herir a alguien que amo— susurró dulcemente a sus bebés—. Pero ya no se preocupen, su papi los salvará pase lo que pase, hará lo imposible por ustedes. Confío en él. Así podrán conocer a su hermano mayor una vez nazcan— rió contenta con tan solo pensar en ese hecho.
La oscuridad empezó a lastimarla nuevamente, tanto en el exterior como en el interior, pero ella soportaba al tener personas por las cuales luchar, y justo ellos estaban ahí, apoyándola.
A pesar de todo eso, aún no podía controlar sus acciones, la oscuridad era la que mandaba a su cuerpo y sus palabras; pero ella confiaba en que Meliodas y los demás resolverían aquello.
El Guardián de Chastiefol atrapó a la chica que luchaba con la oscuridad y trataba de oponerse a sus órdenes; así ganarían tiempo para platicarle a su capitán sobre la solución del problema.
— no tenemos mucho tiempo, así que resumiré todo lo que sé— empezó a hablar Merlín viendo a Ban y King, quiénes le habían explicado todo.
Ryota fue hacia su padre y lo abrazó con mucha angustia al verlo herido, pero aún así sabía que eso no era nada para su fuerte padre. Él lo recibió con una sonrisa; aunque quería reprocharle por haber llegado hasta aquí, no lo haría.
Meliodas vió a su mujer luchar contra Chastiefol, luego volteó la vista hacia Merlín, quién estaba lista para explicarlo todo.
— _________________ está siendo controlada por el miasma que usted y yo vimos al ir a la torre— empezó a explicar la maga con serenidad—. La única forma de salvarla es purificándola, y la persona que puede hacerlo es Elizabeth.
Meliodas abrió los ojos de par en par, saber que la vida de su mujer dependía de la mujer que hace doce años había abandonado lo tenía inquieto.
— sé que eso le inquieta capitán— dijo Gowther comprensivo—, pero si no hacemos algo pronto el miasma que está contaminando a ________________ la controlará por completo y ya no podremos hacer nada más que...— volteó la mirada del rubio sin querer decir aquellas crueles palabras.
— si no hacemos algo pronto tendremos que matar a ________________— completó las palabras del muñeco la maga, se veía bastante tranquila.
Meliodas sintió un escalofrío al escuchar eso. Tan sólo pensar en la idea de ver morir a su amada lo tenía bastante asustado, y más por aquella ilusión en la que se encontró sumido antes de todo eso. No quería que ninguna de esas cosas le pasaran en la vida real a su mujer.
Ryota hizo que Meliodas enfocara su vista en él tomando sus mejillas fuertemente.
— tranquilo papá, vamos a salvar a mamá— dijo seguro Ryota—. Podremos hacerlo.
Meliodas sonrió más calmado, sabiendo que lograrían su objetivo.
— por ahora la solución más obvia a esto es llevarla a Liones para que Elizabeth haga el resto— dijo Merlín.
— pero...— empezó a decir Diana, llamando la atención de todos— si la llevamos así nos matará a todos...
— Diana tiene razón— dijo King—. Para ayudar a ________________ debemos noquearla.
— eso suena bárbaro, King— dijo Ban en forma de reproche.
— ¡Esperen!— exclamó Ryota— ¡No pueden herirla, ella aún es mi mamá!
Meliodas suspiró y miró con desición a sus compañeros—. Hagámoslo.
Ryota vió a su padre estando en total desacuerdo, Meliodas lo comprendió perfectamente, pero no tenía alternativa.
— ¡Cuidado!— exclamó King.
Una ráfaga de fuego fue hacia ellos, y gracias al aviso de King lograron evitarlo justo a tiempo. Todos miraron con un poco de nervios a la mujer que había incinerado a Chastiefol.
— ¡No lo harán!— exclamó la fémina demonio con la cólera fluyendo por su sistema de manera involuntaria.
— la tía _______________ es muy intensa— opinó Lancelot levitando detrás de su padre.
La castaña trató de atacarlos a todos de un solo golpe, pero lograron esquivarlo.
— ¡Ryota, Lancelot, váyanse de inmediato!— ordenó Meliodas a los niños, éstos lo vieron en desacuerdo— ¡Es muy peligroso que estén aquí! Ahora mismo ella está siendo controlada, podría herirlos.
Ryota negó, no quería ver la realidad aun cuando estaba frente a sus ojos. Él sabía, tenía la total certeza de que su mamá luchaba con todas sus fuerzas.
La mujer que tanto se ha esmerado a cuidarlo no lo lastimaría. Al igual que su padre y el resto de sus amigos, Ryota confiaba en ella.
Con ese pensamiento corrió hacia a ella sin ningún miedo, ignorando todos los llamados de su padre y Lancelot.
Se paró firme ante la mujer que se supone era su madre y la vió con el celo fruncido, estaba determinado.
— ¡Mamá!— llamó Ryota para hacerla reaccionar.
La mujer sintió el dolor punzante más fuerte al tener frente a ella al niño de bellos ojos azules y cabello castaño. Era semejante a su padre.
Pero la oscuridad la obligó a tomar al niño del cuello de su camisa y alzarlo hasta que sus ojos chocaran con mucha intensidad.
A pesar de estar en esa situación Ryota no mostraba querer dar brazo a torcer ante su desición, no iba a titubear por algo como aquello.
— ma-maldito niño...— maldijo la castaña por el dolor que le causaba tenerlo cerca— te mataré...
Meliodas fue hacia ellos e iba atacar a su mujer, pero la voz de su hijo lo detuvo.
— ¡No lo hagas!— pidió el niño con súplica. No quería que su padre se viera obligado a lastimar a la persona que ama.
La mujer agarró el cuello del niño y empezó a apretarlo, alarmando a todos los presentes, en especial al rubio.
Meliodas preparó su Lostvayne para cortar el brazo de su mujer, ver a su hijo lo tenía preocupado, y sabía que su esposa no se perdonaría al lastimar a Ryota.
Más se sorprendió al ver cómo el ojo izquierdo de la castaña cambiaba nuevamente a su color azul.
— mami...— murmuró Ryota al sentir como el aire empezaba a faltarle. Y a pesar de eso aún confiaba en ella.
Las lágrimas de la mujer fluyeron nuevamente, se maldecía al atreverse a lastimar a su hijo.
Con todas sus fuerzas levantó su otra mano, la cual empuñaba su espada, y sin más cortó el brazo con el que lastimaba al niño.
Ella sufrió con eso, pero más le dolía lastimar a su amado hijo.
Meliodas revisó que Ryota no tuviera nada grave, el mismo empezó a recuperar el aire perdido hace unos momentos y miraba a su mamá preocupado.
— yo no quiero lastimar a mi propio hijo...— musitó con dolor la fémina en su interior.
Mientras el brazo desprendido se iba uniendo a su dueña gracias al miasma, la mujer veía a su amado esposo e hijo.
— Ryota... Aléjate de mi...— suplicó la castaña— no quiero... Herirte...
— ¡No te dejaré sola mamá! ¡Tú jamás me haz dejado solo, por eso siempre estaré contigo!— dijo Ryota con una sonrisa aliviada de que su madre esté bien.
Ella sonrió todo lo que pudo, luchando por ganar tiempo ante la oscuridad que la controlaba.
— con que... Estés a salvo... Me siento feliz...— dijo ella con serenidad— recuerda... Lo que te decía... Cuando tenías pesadillas...
Ryota rebuscó en sus recuerdos hasta llegar a uno de muchos recuerdos similares.
Recordaba vagamente que cuando era más pequeño de vez en cuando tenía pesadillas que lo atormentaban tanto, su padre y madre siendo alejados eternamente de su lado lo tenía asustado. Cada noche que tenía una pesadilla así corría a la habitación de sus padres llorando por encontrarlos y buscar consuelo en sus brazos, y agradecía cada vez verlos a ambos.
Ellos lo recibían gustosos por las noches y dormían juntos para que el niño ya no sintiera el vacío que la pesadilla causaba en su corazón.
"No tengas miedo cariño. Recuerda que, aunque no estemos presentes físicamente, siempre permaneceremos en tu corazón; siempre estaremos a tu lado velando por tu bienestar, aun si ya no estamos en el mundo de los vivos. Jamás estarás solo".
Recordar esas palabras ayudó al pequeño a disminuir sus pesadillas; lo ayudó a sentirse seguro de sí mismo.
Ryota confiaba en las palabras de su madre, si ella lo decía era verdad. Así de mucho la apreciaba.
Pero a pesar de todo no quería abandonarla.
La castaña, con el poco tiempo que le quedaba consciente antes de que la oscuridad la dominara, miró a su amado y lo miró segura.
— mi amor...— murmuró ella con un poco de dolor en su pecho. Meliodas la miró atento— haz... Lo que tengas que hacer conmigo... Y... Cuida con tu cuerpo y alma... A nuestro hijo...
Meliodas se levantó—. Quédate detrás de mi— le ordenó a su hijo muy serio. Se acercó a su mujer hasta quedar frente a frente. Sus miradas conectaron con mucha intensidad, él podía ver el gran amor de su mujer a través de esa densa oscuridad.
— hazlo... Antes... De que sea... Demasiado tarde...— pidió la mujer lista para cualquier desición que tomara su marido.
— voy a noquearte para llevarte a Liones, ahí Elizabeth podrá salvarte— le informó con una sonrisa serena—. ¿Podrás perdonarme si te lastimo?
— Meliodas...— murmuró dulce su nombre, embelasada por el cuidado tan considerado de su marido. Con las fuerzas que de a poco se agotaban y con la oscuridad apretando su piel hasta hacerla sangrar, llevó su mano a la mejilla de su amado—. Yo... Confío en ti... Y sé... Que jamás sería tu intención... Herirme con gusto.
— me conoces tan bien...— murmuró complacido Meliodas.
— hazlo... Antes de que no pueda controlarme...— pidió ella.
Todo pasó tan rápido para los presentes, pero no para ella.
Ella cerró sus ojos y se desvaneció en los fornidos brazos de su amado, quién la sujetaba con toda la delicadeza del mundo. A causa de su perdida de consciencia, el miasma ya no cubría el cuerpo de la mujer, por lo que ahora estaba totalmente descubierta.
Ryota se acercó y vió el rostro sereno de su madre, lo que le dió tranquilidad.
— no dejaré que nada de lo que ví te pase a ti o a Ryota— dijo determinado el rubio.
Todos los pecados se habían quedado expectantes de todo lo acontecido. Diana y Gowther habían quedado bastante conmovidos por el momento entre su capitán y ________________ que hasta derramaron lágrimas.
Meliodas junto a su hijo de acercó a paso firme a sus compañeros, con la mirada al frente y decidida en acabar con el sufrimiento que los atormentaba.
Merlín hizo a aparecer una manta sobre la castaña como cortesía para que ningún otro viera su cuerpo desnudo. Sabía que a su capitán no le agradaría la idea de que eso ocurriera.
Meliodas le sonrió a sus compañeros con una sonrisa llena de confianza.
— todo pronto terminará, ya lo verán— dijo entre su casual risa.
Y así era, pronto culminaría el dolor y el sufrimiento de todos los que se encontraban afectados por aquella intrusión por parte de los demonios rebeldes.
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Hola gente hermosa!
Espero que todos estén muy bien!
Esperoo que les haya gustado el capítulo y lo hayan sentido :')
Y también que se estén disfrutando la historia.
Sin más que agregar, nos leemos en el siguiente capítulo!
Bye Bye!
(◍•ᴗ•◍)❤
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