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Capítulo 14

Un demonio atacó con fiereza una pequeña parte del reino de Liones con sus resplandecientes llamas. Aquella área quedó destruida.

Las pisadas, las explosiones, todos los ataques de los demonios amenazaban con devastar todo Liones, dejándolo fuera del mapa; pero extrañamente no eran tan fatales como para terminar lo más rápido posible; parecía que trataban de ganar tiempo; además se aseguraban de no lastimar a ningún civil.

Diana los retenía lo más posible con sus golems de tierra; King atacaba a los que intentaban ir contra ella; Gowther desviaba los ataques mágicos de los demonios; Merlín evitaba que ingresaran al castillo; Ban defendía junto a su hijo.

Elizabeth sanaba las heridas de sus caballeros sagrados caídos, evitando que llegaran a la muerte. Ella trataba de buscar la manera de terminar con esto de la manera más pacífica, pero no encontraba manera de liberar a los demonios.

— ¡Si seguimos así destruirán todo Liones!— gritó Diana reteniendo con sus propias manos a un demonio rojo.

— Diana tiene razón— dijo King atacando al demonio que Diana retenía con Chastiefol en modo guardián—. Debemos encontrar alguna forma.

— lamentablemente no puedo hacer nada— comentó Gowther con tristeza—. No puedo liberarlos de esa carga.

— tampoco yo. Sea lo que sea que tengan no puedo hacer nada para retirarlo— dijo Merlín frustrada al no poder resolver el problema de inmediato.

— ¡Maldita sea!— se quejó Ban alejando a algunos demonios— si seguimos de este modo esta batalla se tornara en una de vida o muerte...

Un demonio estaba a punto de ir contra Elizabeth, quien no estaba pendiente a lo que pasaba a su alrededor más que en los heridos y en la búsqueda de una solución; pero alguien había dado una patada mandándolo a otra dirección lejos de ella.

Elizabeth vió a su salvador, y al conectar con su mirada esmeralda sintió una gran alegría de verlo sano y salvo.

— ¡Por eso nosotros, Los Ocho Pecados Capitales detendremos esto!— gritó con confianza en sus palabras.

Todos voltearon para ver al dueño de la voz y se alegraron como nunca al verlo de pie y con su característica sonrisa llena de confianza.

— ¡Capitán!— exclamaron los pecados eufóricos de verlo.

— Meliodas...— murmuró Elizabeth.

— ¿Me echaron de menos?— cuestionó jocoso el rubio.

— ridículo— dijo King negando con una sonrisa.

Todos los demonios vieron a Meliodas sintiendo escalofríos en todo sus cuerpos. Sentían que lo estaban decepcionando grandemente a él y a su reina.

Todos pararon de pelear, se arrodillaron frente a él y mantuvieron la mirada baja con deshonor. Aceptarían su castigo a manos de su rey.

Todos se sorprendieron por la acción de los demonios, no entendían su repentino cambio.

— "disculpe nuestra falta de voluntad mi rey, nuestras vidas corrían peligro, aún corren peligro, por eso nos entregamos para esto; pero jamás tuvimos presente en lastimarlo a usted, al príncipe y a la reina"— le dijo un demonio rojo a Meliodas con impotencia.

— "tampoco estaba en nuestros planes lastimar a la raza humana. Usted nos ha enseñado que ellos no son nuestros enemigos, sino nuestros aliados"— dijo un demonio gris.

— "no tenemos la valentía para mirarlo a los ojos, entendemos su decepción. Nos arrodillamos frente a usted para aceptar nuestro castigo, sin importar que sea la muerte"— dijo un demonio Howlex.

Todos estaban muy arrepentidos, se humillaban frente a los humanos al estar tan vulnerables; pero no les importaba si así mostraban lealtad y respeto para su rey.

— levántense— ordenó Meliodas autoritario. Todos los demonios acataron la orden sin protestar—. Entiendo el motivo por el que lo hacen, cualquiera quisiera conservar su vida; pero a pesar de eso, ahora frente a mi muestran la lealtad que mi familia y yo nos hemos ganado— dijo con una sonrisa—. Por eso no dejaré que mueran.

Merlín se acercó él con mucha curiosidad—. ¿Cómo pretendes hacer eso?— cuestionó.

— obviamente atacando el problema desde su raíz— dijo Meliodas observando su puño con seguridad—. Iremos por los responsables principales de esto y los acabaremos. El primero sería el que tiene el control en los demonios.

Merlín sonrió—. Ese es un maravilloso plan capitán. Ya esperábamos su llegada.

Meliodas miró a los demonios—. ¿Saben cuántos enemigos son?— inquirió.

— "cuando aparecimos en su base logramos ver a seis personas"— respondió un demonio gris—. "Escuchamos que el nombre del líder es Alexander."

— "no llegamos a oír el nombre del hombre que nos obliga a hacer esto; pero si les sirve de algo ese hombre viste formal y habla de manera educada. Parece un mayordomo"— informó un demonio rojo.

— lo veo— dijo Gowther al hurgar en los recuerdos de los demonios—. Tal y como ellos lo dijeron, son seis enemigos.

Gowther compartió las imágenes con sus compañeros para que así reconocieran al enemigo en cuanto lo vieran.

— bien hecho— les dijo Meliodas a los demonios y a Gowther.

Ban tronó sus nudillos con una sonrisa ladina—. ¿Qué estamos esperando? la pequeña también nos debe de estar esperando.

Meliodas miró el cielo, las nubes hacían acto de presencia al cubrir los rayos del sol; parecían tristes; parecía que el cielo lloraría pronto.

Pese a eso Meliodas sonrió, estando seguro de que cualquier desgracia futura no le sucediera a ningún ser querido. Se podría jurar que tiene la total certeza de ello.

Además, confiaba plenamente en su mujer; sabía lo fuerte que ella podía llegar a ser por su familia.

— así es, Ban— alzó su Lostvayne con imponencia—. ¡Es hora de acabar esta batalla!

— ¡Si!— exclamaron los pecados con admiración hacia su capitán.

Elizabeth los vió a todos, incluído Meliodas y sonrió—. Cuando pueda iré a ayudarlos.

Diana se agachó para ver más de cerca a Elizabeth y sonrió—. ¡Gracias Elizabeth! Te esperaremos.

Elaine apareció junto a su hijo, estaba herida, pero nada que amenazara su vida.

— los niños y yo defenderemos Liones, y en cuanto nos sea posible también iremos a apoyarlos— dijo la rubia con una sonrisa.

Ryota, quien los veía desde la habitación donde anteriormente estaba con su padre, saltó por la ventana hasta llegar a ellos. Tenía una amplia sonrisa.

— ¡Nosotros nos encargamos de este lugar!— dijo Ryota confiando en sus palabras.

Lancelot agarró su lanza con fuerza—. Se los garantizamos.

Ban y Meliodas vieron a sus hijos extremadamente orgullosos por lo mucho que han madurado en la situación crítica.

Ya no eran los mismo niños de antes, ahora eran más valientes que antes, más fuertes tanto física como espiritualmente. Ambos estaban llenos de ímpetu.

Sin más que compartir los pecados se desvanecieron rápidamente.

Papá... Confío plenamente en ti, al igual que en mamá. Sé que ambos volverán y así finalmente estaremos juntos, como lo imaginé desde un principio— pensó Ryota viendo al cielo con una brillante sonrisa.

Hoy no sería el día en que perdería a sus seres queridos; hoy sería el día en que Ryota compararía las atrocidades que sus padres y tíos debieron de enfrentar; hoy sería el día en que, junto a Lancelot y Margarita se volvería más fuerte.

Esa experiencia sería una anécdota perfecta para contar en el futuro.

Claro, si sobreviven.

— ¡Sólo tenemos que resistir hasta que el enemigo caiga!— gritó lleno de confianza Ryota.

[...]

— se acercan...— susurró una fémina en el regazo de un varón.

— que nuestros juguetes salgan a jugar con los Ocho Pecados Capitales...— murmuró el varón de manera imponente—. Pronto... Cuando ellos estén aquí será demasiado tarde...

Lapislázulis observaban todo desde el punto más alto de la torre. Ambos estaban confiados en el éxito de su plan.

Pero estaban tan cegados por la codicia, por la venganza y el odio que no fueron capaces de notar las interminables fallas de su plan.

Aún si se percataran de eso, no se detendrían.

Agus, Cornelia, Aron y Alía, los peones de Alexander estaban a punto de comenzar una batalla que definiría el destino de cada individuo.

Los seis pecados capacitados estaban ya de pie frente al enemigo, listos para salvar una vez más a Liones y a toda Britannia.

Meliodas dió tres pasos al frente, su marca demoníaca estaba activa, palpitaba en su frente ante la cólera que estaba creciendo más y más en él. Estaba ansioso en ver a la cabeza de este malvado plan

— ¿Quién de ustedes es Alexander?— preguntó estoico e imponente a los seres; aunque sabía que ninguno le respondería. Tendría que averiguarlo por sí mismo.

Más no esperó que los cuatro individuos enemigos se apartaran para darle pase al largo camino que tendría que recorrer para encontrar a su objetivo.

— si buscas a Alexander él está en la torre del Valle Zhuhur— dijo el hombre de traje mientras arreglaba su corbata que estaba levemente torcida.

King le dedicó una mirada inquisidora—. Es él, el demonio que obliga a los otros a atacar Liones— murmuró únicamente para sus compañeros.

— es primordial eliminarlo, así no tendremos ninguna otra distracción— dijo Merlín con una sonrisa ladina.

— chicos— llamó Meliodas serio—. Les encargaré esto; les confío la vida de los demonios.

Sin esperar respuesta de sus compañeros se alejó lo más rápido posible para llegar a su objetivo inicial, dejando una cortina de polvo atrás. Ansiaba ver como la sangre del responsable de lastimar a su mujer escurriera sin límites.

Al pensar en esa fantasía una sonrisa llena de placer adornó su rostro. Meliodas no se parecía en nada al chico que Los Siete Pecados Capitales habían conocido, que ________________ había conocido, que Ryota había conocido. La sed de sangre activaba sus instintos asesinos.

Merlín se golpeó la frente con suavidad—. Él es increíble, se va dejándonos a nosotros. Siempre quiso ir tras la cabeza del líder.

— ¿Y lo puedes culpar?— cuestionó Ban seriamente.

— Merlín... Será mejor que lo acompañes— dijo Gowther seriamente—. La mujer que es capaz de hacer magia no está entre ellos. Seguro tienen preparada otra trampa para el capitán.

Merlín analizó lo dicho y asintió comprendiendo el punto de Gowther—. Entonces lo dejaré todo en sus manos. No se vayan a morir aún— les dijo jocosa, y sin más se desvaneció.

Un silencio sepulcral nació entre los buenos y los malos. Era bastante tenso el ambiente que se había formado tras la retirada del demonio superior y la maga.

A penas se movían unos centímetros, procurando no perder de vista el movimiento del enemigo.

Diana sostenía con fuerza su Gideon; Ban agarraba firmemente su Bastón Divino Courechouse, se notaba confiado ante sus enemigos; King mantenía a su lado su Lanza Sagrada Chastiefol; y Gowther estaba atento para comenzar sus movimientos y analizar a su enemigo para acabarlo lo más rápido posible.

Cornelia sostenía su mazo con mucho afecto, esperando el momento para atacar; Agus se ajustaba los guantes blancos que traía; Alía miraba emocionada al enemigo sosteniendo fuertemente uno de sus cuchillos; y Aron estaba listo para desenfundar su mandoble.

Si las miradas mataran, todos en ese lugar estarían muertos.

[...]

— ¡Mátenlos!— exclamó un caballero sagrado a sus compañeros. Estaba realmente confiado en que ganaría contra un demonio.

Los demonios no tenían el deseo de lastimar a los humanos, éstos se dejaban golpear e incluso asesinar. Aunque fuera a manos de un humano preferían morir por haber decepcionado a sus reyes.

Meliodas, _______________, Ryota, Zeldris y Gelda habían sido las personas que habían cambiado la mentalidad de todo el reino de los demonios; ellos fueron capaces de otorgarles a los demonios, que nunca han anhelado la guerra, esperanzas en sí mismos para expiar sus pecados.

Querían la paz, como la que los humanos, hadas y gigantes habían tenido durante todos esos largos años gracias a la perseverancia de los anteriormente Siete Pecados Capitales y ahora Ocho Pecados Capitales.

A pesar de las adversidades y sus condiciones, los siete pecados vivos daban todos sus esfuerzos para mantener a toda Britannia a salvo, aunque dos de ellos tenían la fuerza necesaria para acabar más rápido que cualquiera.

Y desde el mundo espiritual, dónde todas las almas descansaban en paz, el pecado restante, el más orgulloso y amable, les deseaba buena suerte a sus queridos camaradas.

La familia de la mujer castaña rezaba aún estando muertos por su bienestar y la de la familia que ella a logrado crear.

La batalla pronto culminaría una vez tengan a la mujer castaña a su lado.

Meliodas se encargaría personalmente de acabar con el sufrimiento de todos.

— ¡Esperen!— gritó una fémina haciendo acto de presencia con su poder helado.

Todos observaron a la mujer de larga melena lila y ojos ámbar—. ¡Señorita Jericho!— dijeron al unísono los caballeros.

Una mujer de pelo negro y ojos cerrados, aparentemente ciega, se mostraba a su lado con firmeza.

— no maten a más demonios— dijo serena la pelinegra.

— pero señorita Guila, si no hacemos algo nos matarán a todos— dijo un caballero aprendiz notablemente asustado por la muerte.

— son órdenes directas de la reina Elizabeth— informó Jericho con el ceño fruncido—. ¿A caso ignorarán la orden de la reina?

Todos los caballeros se estremecieron al oír eso. ¿Su reina deseaba la muerte de todos?

— escuchen— Guila llamó la atención de todos—, eviten ser heridos por las manos de los demonios, retenganlos lo más posible. Tal vez no suene muy creíble al ver la situación en la que estamos, pero la verdad es que los demonios no son nuestros enemigos.

Nadie comprendió por qué ella había dicho aquello, no le encontraban la lógica.

— es una locura, pero así es— dijo Gilthunder haciendo acto de presencia—. La reina Elizabeth no desea que nadie muera, ni sus habitantes, ni los demonios. Hagamos que ese deseo se cumpla. ¡Evitemos sacrificar más vidas!

Todos los caballeros se sintieron motivados por las dulces palabras de Gilthunder; alzaron sus armas con ímpetu y de inmediato comenzaron a acatar la orden que su reina había comunicado.

— ¿Cómo están Howser y Griamore?— cuestionó Guila al no ver a los mencionados presentes con el pelirosa.

— No lo sé con exactitud, ambos cuidan sus áreas correspondientes; pero confío en que ellos están sanos y salvos— dijo optimista Gilthunder.

— ¿Y tu mocosa?— preguntó Jericho jocosa.

Gilthunder frunció el ceño molesto por como había llamado a su princesa—. ¡¿Cómo te atreves a decirle de esa manera?!

— cálmate Gil— dijo Guila con serenidad—. ¿Dónde está Margarita?

Gilthunder inmediatamente se calmó, era imposible no hacerlo frente a la calmada Guila.

Desde que se fortaleció considerablemente Guila era una mujer bastante serena, no parecía temerle a sus enemigos. Desprendía un aura llena de confianza.

— ella está con Margaret y Verónica en un lugar seguro en el castillo— dijo Gilthunder.

Yo sólo espero que no se le ocurra hacer una imprudencia— pensó esperanzado Gil de que su pequeña princesa no se expusiera al peligro.

— bueno, deberíamos brindarle apoyo a los otros dos y a los maestros Hendrickson y Dreyfus— dijo Jericho con una sonrisa.

— tienes razón. Guila, tú quédate a cuidar esta entrada; Jericho, tú ve a apoyar a los maestros Hendrickson y Dreyfus; yo iré a apoyar a Howser— pidió Gilthunder.

— ¿Qué hay de Griamore?— cuestionó Jericho.

— los Rugidos del Alba lo están apoyando, así que no debemos preocuparnos.

Ambas mujeres asintieron.

Iban a dispersarse, pero un fuerte, pero efímero temblor junto a un aura realmente inquietante logró dejarlos a todos paralizados, incluso a los demonios.

Por alguna razón desconocida la mano de Gilthunder comenzó a temblar, sintió la sangre helada; sus compañeros parecían estar igual.

Jericho agarró su cabello notablemente inquieta y molesta consigo misma por su nerviosismo, pese a todo aquello tenía la fuerte curiosidad de saber el origen de esa aura y temblor momentáneo.

— ¿Qué es esta aterradora presencia?— cuestionó Jericho con la voz temblando.

— n-no lo sé... Sea cual sea el origen de tanto poder mágico no debe significar nada bueno— dijo Guila sosteniendo su arma lo más fuerte posible para que el temblor de su mano cesara.

— el tipo de sensación que me da ese gran poder es... Una sensación... De muerte...— dijo Gilthunder sintiendo sus piernas flaquear.

— ¡¿Qué clase de ser vivo transmitiría una sensación tan aterradora?!— cuestionó Jericho.

El resto del reino estaba igual de petrificado ante tanto poder. Era un poder devastador que bien podría acabar con una nación entera.

Pero Ryota, pese a estar perplejo ante tanto poder destructivo, miró la dirección en la que se suponía estaban los pecados para salvar a su madre y a todo Liones.

A pesar de tal horrible sensación que ese poder transmitía, Ryota podía identificar al usuario.

Lancelot, quién estaba a su lado, lo vió con una ceja alzada ante la mirada calmada y a la vez impresionada de su amigo.

— tengo que ir— declaró Ryota dando pequeños y minusiosos pasos.

Cada paso que daba lo sentía más pesado.

Algo malo pasaría, ¿Pero a quién le pasaría?

Lancelot lo detuvo de los hombros tras reaccionar y entender el deseo de su amigo.

— ¡No puedes!— gritó Lancelot.

— si puedo, y quiero hacerlo— murmuró Ryota con la mirada perdida en el cielo nublado—. Tengo que ver a mi padre y a mi madre, tengo que salvarlos de alguna forma.

— ¡Le dijiste a tu padre que te encargarías de este lugar mientras él no está!— recordó Lancelot con el ceño fruncido.

— yo confío en los caballeros sagrados y en los demonios. Sé que a pesar de las pérdidas ellos estarán bien— dijo Ryota volteando a ver a Lancelot y dando su sonrisa más sincera.

Lancelot se quedó sin habla ante la sonrisa llena de confianza de su amigo. Él estaba consciente del peligro al que se exponía al querer ir al campo donde la batalla se desataba más fuerte que nunca; pero en ningún momento desde que lo conoció y empezó a ayudarlo lo vió titubear o pensar a cuestionar sus desiciones.

Ryota estaba realmente determinado a salvar a los seres que más ama.

Y de alguna forma, Lancelot también tenía ese anhelo de proteger a sus seres amados, de ser más fuerte para hacerlo.

— entonces yo iré contigo— dijo con determinación Lancelot.

Ryota lo voy sorprendido—. ¡No tienes que hacerlo! No quisiera arrastrarte a esto. Sé que es muy peligroso.

— ¿Y eso qué?— cuestionó Lancelot con la mirada en el cielo nublado— es peligroso, pero de todas formas irás sin importar lo que te diga. Si me quedo aquí a temblar de miedo no ayudaré a nadie.

— Lancelot...— murmuró Ryota.

— tu padre dijo que hay que eliminar el problema desde su raíz, así que estar aquí no es tan productivo que digamos— dijo Lancelot tras un suspiro.

— ¿Por qué te esfuerzas tanto en ayudarme?— cuestionó Ryota un poco nervioso por la respuesta.

El pequeño castaño nunca había conocido a otro niño de su edad que se preocupara tanto por él, bueno, que no se preocupara por su posición social.

Lancelot se rascó la nuca y lo miró sin saber cómo expresarse, breves segundos transcurrieron y encontró las palabras que lograrían dar a entender lo que sentía.

— eres mi amigo— empezó con la voz un poco más baja—, al principio no creí que me llevaría así contigo, pero como han pasado las cosas me he dado cuenta de que no eres el niño mimado y fastidioso que llegué a pensar.

— ¡Oye!— exclamó Ryota ofendido.

— el punto es que ya no te veo así, ahora reconozco lo fuerte que eres tanto en espíritu como físicamente. Yo pienso que juntos podríamos hacernos más fuertes y eso...

Ryota no supo que decir, estaba conmovido por las palabras del pequeño rubio. Nadie nunca le había dicho tales cosas.

Y aunque se conocieran por poco tiempo, Ryota también encontró el mismo aprecio que siente Lancelot.

Ambos forjarían un firme lazo de amistad, como el de sus alocados e irresponsables padres.

Lancelot vió a detalle a Ryota, y ahí pudo escuchar sus pensamientos.

Lancelot es el mejor amigo del mundo... Es una persona realmente increíble— pensó el castaño con una sonrisa emocionada.

Lancelot levantó su mano para invitar la de Ryota en un fuerte apretón, lo cual el castaño entendió al instante. Un fuerte apretón que marcaría ese momento quedó grabado en sus memorias.

— en esta batalla seamos camaradas, Lancelot— pidió Ryota con un peculiar brillo en su mirada.

— creo que lo hemos sido desde un principio— dijo Lancelot con el mismo brillo en su mirada.

Se les notaba, estaban realmente determinados a triunfar.

[...]

El suelo se estremecía con fuerza, alertando a la realeza que se resguardaba en el interior más fuerte del castillo de Liones.

Tierra caía en sus ropas por tan fuerte estremecimiento, y aquel poder mágico los habían dejado a todos bastante nerviosos.

Incluso Margarita fue capaz de sentir ese maléfico poder destructivo, pero de alguna manera ella sabía quién emanaba tanto poder.

Verónica empuñaba su espada con ímpetu, estaba determinada en proteger a su hermana mayor y a su odiosa, pero afectuosa sobrina.

No se negaba, la princesa temblaba al haber sentido un poder tan abrumador, pero a pesar del escalofrío que pasó por su espina dorsal. No se permitió flaquear ante su amada familia.

Margaret estaba abrazando a su hija de manera protectora para que ningún peligro externo llegara a la delicada niña que tenía en brazos.

Margarita solo se dejaba abrazar por su preocupada madre, ella sabía que temía por su padre y por el bienestar de ella, pero aún así sentía el deseo de ayudar a sus amigos.

Quería serles útil de alguna manera, pero no quería dañar a sus papás si algo le pasaba a ella. Estaba en un gran dilema.

— mamá ¿Ya podemos salir?— cuestionó Margarita viendo la puerta de metal que las protegía.

— aún no cariño, es muy peligroso afuera como para salir; además, tu papá está trabajando.

— pero me preocupan los demás— dijo Margarita con un tierno y deprimente puchero—. No he sabido de mis amigos desde esta mañana.

— tranquila Margarita, esos mocosos estarán bien— dijo Verónica confiada—. A pesar de ser odiosos son muy fuertes. Una fuerza así es de temer si quien la posee es un niño de diez años.

Margarita sonrió al pensar en ello. Verónica tenía la razón, ellos eran lo suficientemente fuertes como para cuidarse ellos mismos.

Y de ahí nació un pensamiento pesimista. Si salía a ayudarlos ¿Solo estorbaría?

Su puchero se intensificó y miró al suelo con desánimo.

— ¿Qué sucede princesa?— inquirió Margaret tras ver la expresión de su alegre hija.

— mamá... ¿Tú crees que soy débil?— cuestionó Margarita.

— si— contestó Verónica sin darle la oportunidad a Margaret.

La de cabellos lilas se apartó de su hija para confrontar a su hermana menor, se notaba molesta por lo que dijo Verónica.

Eso sólo aumentó las ganas de llorar de Margarita.

Pero madre e hija no esperaron que Verónica se arrodillara frente a la menor y le dedicará su sonrisa más serena.

— pero para eso uno se esfuerza, para no ser el estorbo de los seres que más amamos, para protegerlos— dijo Verónica dulce—. Por eso yo he entrenado tan duro, para así protegerte a ti y a la familia. Tal vez no sea tan fuerte como otros, pero al menos sé que podré defenderme y de esa manera los demás no se preocupara por mi; bueno, los que te quieren tanto a pesar de confiar en ti no dejarán de preocuparse.

— como el tío Griamore— dijo Margarita con los ánimos recompuestos.

Esas palabras la habían animado bastante, y era de sorprenderse si provenían de su tía Verónica.

Margarita volvió a los brazos de su madre más calmada. Pero una pregunta picaba en su lengua.

— ¿Qué creen que haya sido ese terremoto?— cuestionó la niña.

Las adultas se vieron sin saber que decirle, también desconocían el origen de aquel temblor.

— no lo sé cariño, pero sea lo que sea no debe significar algo bueno— dijo Margaret aferrándose al máximo de su hija, claro, sin dejarla sin aire.

Un peligro inminente llegaría a los pecados.

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Hola gente hermosa!

Espero que todos estén muy bien y estén teniendo un bonito día :)

Espero les haya gustado el capítulo de este día, por favor disfrútenlo :3

Mientras más avanza más pronto llegará el final.

Mucha gracias por todo su amor y apoyo a esta historia.

( ◜‿◝ )♡

Sin más que agregar, nos leemos del siguiente capítulo!!!

Se cuidan!

Bye Bye
(◍•ᴗ•◍)❤

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