Capítulo 13
.•°•..•°•..•°•.| Pesadilla |°•..•°•..•°•.
Recién abría los ojos, los sentía pesados, la fuerte luz solar no le permitió ver claramente. Estaba perdido.
No entendía que había pasado, pero oír aquella voz que tanto ama lo trajo devuelta a la realidad, o al menos al lugar donde se fingía que era la realidad.
Sus ojos se abrieron de par en par y se incorporó de inmediato únicamente para ubicar a la dueña de la melodiosa voz que había pronunciado su nombre.
— otra vez... Tú...— murmuró sintiendo sus corazones latir frenéticamente, taladrando su pecho queriendo salirse.
La mujer frente a él le sonrió como él recordaba.
— pues si Meliodas ¿Quién más podría ser?— dijo con un tono de reproche, pero no se notaba por su sonrisa.
A pesar de ser un sueño o la realidad, él amaba como se escuchaba su nombre en los labios de aquella mujer; era como una hermosa melodía saliendo de ella.
Eso lo hacía calmarse inconscientemente.
Pero no se lo permitió al recordar la horrorosa escena que acababa de presenciar hace a penas unos segundos.
Miró a sus alrededores desesperado por encontrarlo, o hallar indicios que indiquen que él se encontraba bien.
Se levantó de la cama rápidamente y salió de aquella conocida habitación para dirigirse a la contigua.
Abrió la puerta de aquella habitación de un azote, asustando al ser que se encontraba dentro de ella y a la mujer que seguía sus pasos con preocupación.
Meliodas miró al pequeño castaño con una alegría indescriptible y fue hacia él para abrazarlo como si su vida dependiera de eso.
— ¡Papá, me estás dejando sin aire!— dijo el pequeño tratando de zafarse de los brazos fornidos de su padre.
Meliodas volvió en sí tras oír su infantil voz. Con suavidad y lentitud se alejó del niño para otorgarle una vez más su espacio.
— por los demonios ¿Qué te sucede Meliodas?— preguntó la mujer extrañada por la actitud del hombre.
Él volteó a verla, la abrazó sin previo aviso, tomándola desprevenida una vez más.
Ella no tuvo de otra más que corresponder aquella muestra de afecto. Él lo necesitaba más que nada.
— yo... Yo pensé que te perdí... Lo ví con mis propios ojos... Como tú y Ryota se iban de mi vida...— murmuró Meliodas sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas que no pudo retener por mucho tiempo.
Ella suspiró y palmeó la espalda del rubio para darle confort—. ¿Otra vez tuviste esa pesadilla...?— él asintió mientras de aferraba más al cuerpo de la mujer—. Ay Meliodas, mi amor, estamos aquí, no nos pasó nada de eso...
Ryota se acercó a ellos y se unió al abrazo para darle paz a su padre—. Papá, tranquilo, nosotros estamos aquí, sanos y salvos gracias a ti...
Meliodas lo recibió y los abrazó a ambos con bastante fuerza, queriendo jamás soltarlos para evitar que lo mismo vuelva a pasar.
La mujer y el niño no tuvieron de otra más que quedarse en aquel abrazo por largo tiempo, esperando que el rubio los soltara de una vez.
Quería sentirse en paz, no volver a ver las escenas más horrorosas que un ser vivo pudiera presenciar. Para Meliodas, las palabras no alcanzaban para describir esas experiencias.
[...]
Meliodas miraba el exterior con la vista apagada. Se sentía desanimado por aquella pesadilla, cada vez que volvía a tenerla se sentía con menos fuerzas.
Esperaba ansioso la taza de humeante té que su mujer estaba preparando para él para poder sentirse calmado.
Finalmente ella llegó con dicha taza y la dejó en la barra frente al rubio esperando que él tomara la iniciativa para sostenerla.
Pero Meliodas solo veía su reflejo en la bebida, no sabiendo que hacer con sus tétricas pesadillas.
— Meliodas, anímate, cuando te pones así me desanimas a mi también— pidió la mujer con preocupación hacia el rubio.
Meliodas no respondió, no sabía que decirle. Un dolor punzante le llegó al pecho, llevando sus manos a esa área por inercia.
La mujer que aparentaba preocupación se acercó más a él y le preguntó desesperada qué pasaba.
Y por alguna inexplicable razón aquel dolor desapareció, sus ojos estaban abiertos de par en par al observar a la mujer frente a él. No sabía por qué razón dudaba de ella. No se sentía como la real.
Ella le tomó las manos y lo hizo levantarse del taburete para dirigirse a la salida. Traía una sonrisa serena.
— salgamos un rato, tal vez el aire fresco te haga sentir mejor y desaparezca esas pesadillas...— murmuró ella. El rubio no se pudo negar al escuchar la persuasiva voz de su mujer.
— ________________....— murmuró Meliodas totalmente atraído por su sonrisa y voz, como si estuviera hipnotizado.
Tras atravesar la puerta del establecimiento, el brillo en los ojos de Meliodas desapareció al igual que sus ánimos. Sólo se dejaba llevar por la mujer que sostenía con fuerza sus manos.
— tranquilo Meliodas, todo estará bien, hoy será un espléndido día— dijo finalmente la oración detonante.
Meliodas ya no sintió la mano fría de su esposa, en vez de eso sintió como su cara era estampada en el suelo al haber tropezado con una inesperada piedra.
Estaba desconcertado, en el lugar en el que estaban no había piedras, y aunque las hubiera él las habría evitado.
Algo húmedo cayó en su nuca, pasó su mano por el área y al ver el fluido que había caído en él se encontró sangre.
Empezó a hiperventilarse al suponer de quién podría ser la sangre que goteaba desde arriba de él. No quiso mirar, deseaba no mirar lo que estaba arriba de él, pero una fuerza desconocida lo forzó a mirar, encontrando lo peor que podría pasarle en la vida.
Ahí estaba ella, maltratada de mil maneras, con un brazo desprendido, el cual se encontraba a sus pies, los cuales no poseían dedos. Los dedos de la mano desprendida estaba regados alrededor de ella; su torso estaba totalmente abierto, dejando ver los órganos de aquella área, al menos en su mayoría.
Meliodas retrocedió e intentó tapar sus ojos para evitar ver esa crueldad, pero sintió la misma fuerza desconocida retener sus manos.
— ¡Papá!
Oyó el grito angustiado de su hijo, la entidad intangible le permitió voltear, y ahí se encontró como despedazaban el pequeño cuerpo de su hijo hasta dejar las partes desprendidas a los pies de Meliodas.
El rubio cayó de rodillas y un grito desgarrador, lleno de pura ira salió de su garganta. Sus lágrimas salieron sin más, pero desaparecieron de inmediato cuando aquella marca demoníaca apareció en su frente y se expandió por toda su cara.
Eso sólo significaba una cosa: destrucción masiva.
Y así todo lo que estaba a su alrededor fue consumido por la ira del rubio.
Era un dolor intenso el que sentía en su pecho, ver morir a la familia que tanto ama es algo indescriptible que desea no volver a vivir jamás. Pero no sabe como detenerlo.
Tomó su cabeza con fuerza, jaló sus cabellos desesperado por que todo terminara, cerró sus ojos fuertemente para no tener que ver lo que sucedía a su alrededor.
De pronto sintió una mano fría en su pecho, se incorporó de inmediato y se percató de que ya no estaba en el exterior, sino en la taberna, justamente en su cuarto.
A su lado estaba ella, mirándolo fijamente mientras se cubría con la cobija de la cama. Estaba desnuda.
— ¿Qué sucede Meliodas?— preguntó ella angustiada por él.
Meliodas sudaba frío, se estaba hiperventilando, sus manos temblaban con miedo a volver a ver lo mismo de antes.
Pero todo estaba como si aquello nunca hubiese pasado. Estaba ahí, junto a su mujer, y al igual que ella estaba desnudo. Pero no recordaba como terminaron así.
Se estremeció cuando sintió la mano fría de su mujer en la espalda, la vió de inmediato.
— ¿Dónde está Ryota?— se apresuró a preguntar Meliodas con desespero.
— ¿Cómo qué dónde está? Tú mismo lo llevaste a dormir Meliodas— dijo ella extrañada—. ¿Cómo es que no recuerdas eso?
— yo...— emitió perdido— ¿Qué hicimos?— preguntó tontamente.
— ¿Me estás jugando una broma? Tú ya sabes que hicimos— dijo ella con el ceño fruncido—. ¿Qué pasa contigo? ¿Después de eso así es como reaccionas? ¿A caso no lo hice bien?
Meliodas no le prestó atención en lo absoluto, estaba tan consternado que no sabía que pasaba en ese momento. Se levantó de la cama y se vistió con su camisa blanca desabotonada y su pantalón. Se fue de la habitación sin dirigirle la palabra a su esposa.
Entró a la habitación de su hijo, y tal como lo dijo ella, él estaba dormido.
Corrió hacia el exterior de la taberna, donde una fría brisa junto a la luz raramente brillante de la luna lo recibió.
Se sentía un total extraño en ese ambiente, a pesar de ver a personas que conoce perfectamente, no sentía que los reconocía.
Una vez más sintió la fría mano de su esposa, y de ahí empezó a perder el conocimiento de lo que pasaba lentamente.
Ella se acercó a su oído y una sonrisa macabra se extendió en sus labios—. Vamos Meliodas, mañana será un espléndido día.
Los ojos del rubio perdieron su característico brillo ante esas palabras, y sin estar atento a lo que ocurría a cada segundo que pasaba, la mano de su esposa lo guió devuelta a la taberna.
Una vez entraron al bar, Meliodas se desplomó en el suelo, y pese al impacto no despertó.
La mujer que él creía que era su esposa se arrodilló a su lado con calma, actuando como que lo que pasó fue algo normal para ella.
— Meliodas...— su rostro se agrietó— rey demonio....— su piel se fue cayendo hasta dejar ver a una criatura oscuro de ojos de color rojo intenso— sufrirás aquí, y cuando llegue el momento en que mueras en esta pesadilla significa que en la vida real estarás muerto. Ni siquiera tu poder devastador podrá salvarte, y no importa cuanto quieras evitarlo, no dejarás de ver a tu amada familia morir.
La voz de aquella criatura sonaba llena de placer al ver al rubio sufrir incontables veces. Rió sádicamente por todo lo que ocurría
Pero se detuvo de repente, apretó su quijada notablemente molesta.
— la maldita escoria siempre busca fastidiar...— dijo con enojo— y ahora viene acompañado. Esas cucarachas no lograrán hacer nada por él, me encargaré de eso...
Todo fue cubierto por una sustancia viscosa negra; unos minutos después de cubrir todo la taberna se vió destruida, llamas se visualizaban en la madera del suelo.
Junto a Meliodas estaba la copia de su hijo con una mirada que solo expresaba agonía pura al tener un gran pedazo de madera atravesado en su torso y otro arriba de su cara.
La criatura oscura volvió a tomar la forma de la esposa del rubio; su rostro estaba cubierto de sangre, la parte superior de su cuerpo estaba totalmente descubierta y con un trozo de madera atravesado en su pecho, dejando un gran agujero. Se dejó caer hacia atrás, y justo cuando impactó en el suelo el rubio despertó.
El rubio se paralizó, sintió sus siete corazones detenerse al ver la sangrienta escena. Tomó en sus brazos a su hijo a pesar del objeto que lo atravesaba y gritó lleno de dolor.
El enemigo estaba verdaderamente esmerado en ver sufrir al rey demonio, ver como se destroza lentamente hasta perder la vida.
Meliodas sabía que era una pesadilla, pero no sabía que lo que cree una pesadilla estaba ocurriendo en una devastadora ilusión que lo llevaría a su fin.
Había olvidado que su verdadera esposa lo necesitaba, al igual que los bebés que tiene en su interior; su hijo Ryota estaba en esa ilusión buscándolo desesperadamente; sus camaradas peleaban contra el enemigo, el cual eran los ciudadanos del rey demonio.
Todo era un caos.
Se estaban aprovechando de su mayor debilidad: su familia.
[...]
— ¡Papá!— gritó Ryota esperando oír la respuesta del aludido, pero no se escuchó nada más que el cantar de los grillos—. Maldición, lo hemos buscado tanto pero no lo encontramos.
Gowther, quién iba a su lado lo vió sereno—. Es lo que quieren, ganar tiempo haciendo que nosotros lo perdamos aquí. Saben que si el capitán vuelve a la batalla tendrán los días contados...
Ryota tenía la mirada clavada en sus pies, cada paso que daba sin encontrar a su padre era demasiado frustrante, lo volvía loco no encontrar al rubio por ningún lado.
Ya habían separado a su madre de su lado y quién sabe qué le estén haciendo; su padre estaba entre la vida y la muerte cada segundo que pasaba. ¿Qué tan desgraciado es el mundo como para hacerle eso a un niño?
Apretó su quijada y sus puños con desesperación, estaba ansioso por encontrar a su padre.
Papá... Tú me lo prometiste... Prometiste que los tres estaríamos juntos...— pensó Ryota sintiendo que su corazón se comprimía al pensar que estaría solo.
No quería estar solo.
Vió el edificio frente a él otra vez, lo que hizo que se frustrara aún más.
— ¡Maldita sea! ¡Hemos visto la taberna diez veces ya!— gritó frustrado el infante.
— lo sé, y al igual que tú me siento frustrado...-
— ¡No puedes sentir lo mismo que yo!— le gritó inconscientemente al muñeco— ¡Son mis padres los que están en peligro!
Gowther le sonrió entendiendo los sentimientos que han de estar en el interior del niño.
Ryota, harto de la situación en la que estaba corrió hacia el interior de la taberna; escuchó como Gowther lo llamaba para que se detuviera, pero hizo caso omiso a aquel llamado.
Cada paso que daba al correr se sentía más pesado mientras más se acercaba a la habitación de sus padres. Su corazón taladraba su pecho por la adrenalina que sentía justo en ese momento.
Gowther le había dicho que no entrara, que podría no haber nada en el interior; pero a diferencia de otras veces, justo esa era diferente.
Ryota azotó la puerta y vió en la ventana a la mujer que tanto había anhelado en tener de vuelta admirando la ventana.
Ella volteó rápidamente para verlo, sus cabellos largos y castaños bailaban por el movimiento repentino; sus ojos se conectaron con los lapislázulis del pequeño.
— bienvenido, cariño. ¿Te divertiste jugando allá afuera?— cuestionó con una voz llena de calidez y dulzura.
Ryota se permitió alegrarse por ver a su madre, sana y salva. Sus lágrimas fueron por sus mejillas hasta llegar a su mentón y caerse. Sintió el tiempo pasar más lento de lo común. Una sonrisa llena de alegría se ensanchó en su rostro, quiso correr a sus brazos, pero una mano en su hombro lo detuvo.
— ¡Ryota, no caigas en la ilusión!— advirtió Gowther— ¡Recuerda que ella no es real!
Ryota miró a la mujer con más detenimiento, al parpadear tuvo la figura de la fémina frente a él. Eso fue realmente inesperado hasta para el muñeco.
— ¿Pero qué dices Gowther?— cuestionó ella apacible— ¿Por qué dices que no soy real?
— tú sabes porqué lo digo— dijo Gowther con el ceño fruncido como respuesta—. Sólo eres parte de esta ilusión, no eres real. No me vas a engañar.
— Gowther, no sé que ha pasado contigo, pero te puedo asegurar que soy yo, _________________— dijo ella ladeando la cabeza—. ¿Quién más podría ser?
— una impostora— dijo serio Gowther.
Ella ignoró lo dicho y miró a su hijo con una mirada llena de dulzura, totalmente falsa para el muñeco. Acarició la coronilla de Ryota y sonrió.
— cariño ¿Tú crees eso? ¿Crees que soy una impostora?— cuestionó con un puchero la mujer.
Ryota no sabía que decir, ella se veía tan real que ya no sabía a quién creerle; además, el deseo de tenerla de vuelta estaba cegando su juicio completamente.
Ryota fue cerrando los ojos lentamente para dejarse llevar por la sensación de tener a su madre de vuelta, estaba cayendo en las garras del lobo sin darse cuenta.
— mamá...— murmuró Ryota para autoconvencerse de que ella era su madre, no se percataba de que estaba siendo manipulado.
Escuchaba la voz de Gowther cada vez más lejana, él lo llamaba, pero llegó a un punto en que ya no escuchó ninguna otra voz más que la de su madre.
— sabía que confiarías en mí— dijo ella aparentando alivio. Su mano llegó hasta la mejilla del niño, grave error de su parte.
Él reaccionó ante el frío tacto de la mujer frente a él y de inmediato la apartó, ahí pudo recobrar sus sentidos.
— ¡Ryota! ¿Por qué me tratas así?— dijo ella fingiendo estar dolida.
La mirada del niño era firme, su ceño estaba fruncido ante el enojo de haber visto a la impostora.
La señaló acusadoramente—. ¡No importa lo que digas o hagas, tú no eres mi mamá!
Ella bajó la mirada, una sonrisa ladina adornó su rostro y sonoras carcajadas salieron tras eso.
— estabas a punto de convencerte de que era yo, ¿Qué fue lo que me delató?— cuestionó ella con una voz burlona.
— tu tacto— respondió Ryota—. Tus manos estaban frías, las de mamá jamás están frías, excepto cuando está enferma. Eso te delató.
— Oh~ con que era eso...— dijo ella analizando lo contado—. No es tanto mi culpa, después de todo esta ilusión tiene sus fallas.
— ¡¿Dónde está mi papá?!— cuestionó Ryota yendo a atacar a la impostora.
Ella solo puso una sonrisa torcida.
Antes de que Ryota hiciera algo en contra de ella Gowther se interpuso y chocó con Ryota.
— Ryota, entiendo que estés frustrado y molesto, pero tienes que controlarte— dijo Gowther tirado en el suelo—. Recuerda lo que te dije: si entras en contacto con la ilusión te detectarán como intruso y serás expulsado. Este mundo es espiritual, solo puedes ayudar al capitán con tu voz.
— ¡Perdóneme señor Gowther, no era mi intención!— dijo Ryota con culpa.
— tranquilo— Gowther se empezó a desvanecer—. El resto depende de ti. Si te expulsan ya será demasiado tarde para el capitán.
— ¿Qué hago si lo arruino?— cuestionó Ryota asustado.
— no lo harás, eres más fuerte de lo que crees. Confiamos en ti, __________________ y Meliodas confían en ti...
El muñeco desapareció de la vista de ellos, solo quedaron la impostora y el niño.
— no lo harás. Saldrás de este mundo y tu querido papi morirá— dijo ella entre carcajadas.
Ryota la vió enojado, apretó sus puños con fuerza para controlar las ganas que tenía de golpear esa ilusión.
Ella no esperó más y atacó con la sustancia viscosa al pequeño, llevándolo a rastras hasta el bar, donde la sustancia devoró todo lo que le estorbaba.
— tal vez no puedas atacarme, pero yo si puedo atacarte hasta hacer que te defiendas.
— ¡En tus sueños!— gritó Ryota tratando de escapar sin hacer ningún movimiento brusco.
— veremos cuanto tiempo resistirás— murmuró ella burlona.
Ryota forcejeaba para liberarse, pero nada resultó. Esa sustancia era realmente pegajosa.
Pero como si el destino estuviera de su lado, las voces de individuos conocidos empezaron a aproximarse al establecimiento. Entre esas voces estaba la del rubio que tanto buscó.
— maldición... Tenían que aparecerse ahora...— murmuró la impostora entre dientes.
Su apariencia cambió totalmente; la sustancia viscosa manchó la ropa demacrada de la mujer, su cabello estaba desordenado y tenía sangre escurriéndole por la frente.
Cuando Meliodas llegó al establecimiento con el Ryota falso logró ver todo lo que sucedía. Estaba realmente consternado de ver otro Ryota entre esa sustancia negra.
El impostor se mantuvo en su papel, fingió estar igual que su padre.
— Ryo...ta...— murmuró Meliodas incrédulo.
El original vió a su padre y sonrió feliz—. ¡Papá!
— papá... ¿Qué sucede? ¿Qué le pasa a mamá? ¿Por qué hay otro yo...?— preguntó consternado el impostor, resguardándose detrás de su padre.
Meliodas dedicó una mirada inquisidora al Ryota que se escondía detrás de él, pero volvió la vista a su mujer.
— Meliodas...— emitió ella adolorida por sus falsas heridas— tienes que ayudarme.
El Ryota original vió todo lo que estaba pasando, sabía que ellos trataban de convencer a Meliodas de que él era el impostor, que todo era real.
— ¡Papá, no los escuches, todo esto es una ilusión!— gritó el verdadero Ryota con desespero— ¡Ellos solo tratan de manipularte para que creas que todo es real!
— ¡No lo escuches Meliodas! ¡Solo quiere crear desconfianza entre nosotros y nos mates con tus propias manos!— gritó la mujer fingiendo desesperación. Sabía actuar de maravilla.
— ¡Ella y ese yo impostor solo quieren jugar contigo hasta matarte!— gritó el original con fuerza— ¡No te dejes llevar por ellos! ¡Tienes que creerme!
Meliodas sostuvo su cabeza, sentía que ya estaba alcanzando la locura al enfrentar esta situación. No sabía a quién creerle, pero empezaba a sospechar de la ilusión.
— ¡Meliodas, te necesito!— gritó ella con lágrimas descendiendo por sus mejillas.
— ¡Sálvala papá!— exigió el impostor con desespero.
El original logró liberar sus brazos y se arrastró con todas sus energías hacia donde estaba su padre, extendió su mano tratando de alcanzarlo de alguna forma.
Sabía lo indeciso que debía estar su padre, después de todo la ilusión parecía tan real que cualquiera la creería, incluso él estaba a punto de caer en ella.
Meliodas estaba realmente frustrado por todo lo que pasaba, no sabía que hacer ni consigo mismo. Era desesperante.
— papá— llamó más sereno el original—, tienes que creerme cuando te digo que no soy el falso, que las personas que crees que son mamá y yo son los impostores. Ellos quieren lastimarte, quieren evitar que dejes de sufrir; pero yo estoy aquí para evitarlo— su mirada se tornó determinada—. Tú no debes estar aquí, tú debes estar en el mundo real donde todos te necesitan, principalmente mamá— Meliodas lo vió expectante—. La verdadera mamá está en verdadero peligro, esperando que vayamos a ayudarla, porqué ella realmente te necesita, yo te necesito— lágrimas descendieron por sus mejillas—. Tienes que cumplir la promesa...
Meliodas finalmente lo recordó todo, recordó esa promesa que le dió el propósito de tener éxito en su misión.
Recordó que su verdadera esposa lo necesitaba más que nunca; que sus bebés lo necesitaba; que su hijo mayor lo necesitaba.
A paso lento caminó hasta su verdadero hijo, se arrodilló frente a él y lo alejó de esa oscuridad que lo mantenía postrado en el suelo.
La mujer abrió los ojos de par en par ante la sorpresa que la golpeó. De verdad estaba confiada en que Meliodas seguiría creyendo en la ilusión.
— Ryota...— murmuró Meliodas feliz y orgulloso de ver a su hijo sano y salvo.
El niño correspondió el abrazo y descargó todas sus lágrimas en el pecho de su padre.
— papá... Por favor vuelve a casa...— pidió Ryota con la voz quebrada. De verdad temía perderlo todo.
Meliodas soltó su típica risa llena de confianza en sí mismo, lo que hizo que su hijo lo viera.
— ¡No tienes que decirlo dos veces!— dijo Meliodas separándolo y levantándose; golpeó su pecho con seguridad— saldré de aquí y cumpliré la promesa que te hice. Tu mamá, tú y yo estaremos juntos y no nos volveremos a separar— prometió con la mirada clavada en los ojos de su hijo—. Así que ya no vuelvas llorar de tristeza o frustración; quiero que la próxima vez que quieras llorar, sea de felicidad, cuando estemos juntos otra vez.
— ¡Así será papá!— prometió con firmeza en su postura.
Todo el lugar se derrumbó como si fuese el interior de un edificio, todo el lugar quedó vacío.
— no lo conseguí. Esta ilusión tiene muchas fallas, pero si una novata hace este tipo de cosas es obvio que va a fracasar— dijo de forma burlona la impostora. Miró a los personajes reales—. Acepto mi derrota, aunque debo comentar que si se hubieran tardado más Meliodas estaría muerto. Al parecer tienen a la suerte de su lado. En fin, este es el final. Buena suerte protegiendo a la mujer que tanto anhelan tener de vuelta, aunque creo que no la necesitan...
La mujer se desvaneció justo frente a ellos.
Ryota logró despertar y volver en sí en la vida real. Ruido, gritos de miedo lo recibieron.
Se acercó a la ventana y ahí se quedó estupefacto.
Liones enfrentaba su momento oscuro después de doce años. Estaba envuelto en destrucción, y lo que más le dolía a Ryota era que los demonios en los que confiaba eran los responsables.
El fuego ardiente se vislumbraba desde su lugar, veía a la fuerza del castillo defenderlo con ímpetu.
Y sorprendentemente vislumbraba a lo lejos cuatro siluetas que no le generaban una buena sensación.
Sintió una mano posada en su hombro, volteó rápidamente y logró ver finalmente las esmeraldas de su padre que brillaban por la determinación y coraje.
— no vayas a asustarte por algo así, de lo contrario jamás serás como Los Ocho Pecados Capitales— dijo Meliodas con una sonrisa de confianza.
Ryota lo vió con admiración y asintió estando de acuerdo con las influyentes palabras de su padre.
No huiría, se enfrentaría al enemigo y se guardaría sus temores hasta olvidarlos.
Meliodas se arrodilló frente a él—. Escucha Ryota, es hora de que demuestres tus esfuerzos, que demuestres todo lo que haz alcanzado al entrenar conmigo y con Zeldris. Te voy a confiar tu propia vida— le dijo seriamente—. Te quedarás y apoyarás a los caballeros sagrados y a tus amigos.
Ryota asintió—. Lo haré, no te voy a fallar, tampoco a mamá.
Meliodas sonrió orgulloso y enternecido—. Tú y Lancelot harán un buen equipo. Recuerda luchar en colaboración, así serán más poderosos.
— si— dijo creyendo en las palabras de su padre—. Ve con tu equipo y traigan a mamá de vuelta.
Meliodas asintió, prometiéndole una vez más aquello. Se levantó, tomó su tesoro sagrado que de casualidad estaba justo allí y estuvo a punto de irse, pero la voz de su hijo lo detuvo.
— ¡Enséñales una lección a esos villanos!— gritó alzando un puño arriba.
Con esas palabras dichas Meliodas se fue a toda prisa a encontrarse a sus compañeros.
Pero algo estaba a punto de pasar, sin ellos saberlo, algo los estaba esperando en algún punto del enemigo. Algo que Meliodas no quisiera enfrentar.
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Hola!
Espero se encuentren bien.
Con mucha suerte y ganas les he traído el capítulo número 13 este mismísimo día.
Tres capítulos en un solo día a la orden :3
Que alegría!!!
Bueno, espero que les haya gustado los tres capítulos de este día ( ◜‿◝ )♡
¿A qué creen que Meliodas se enfrentará?
Disfruten el resto de la historia gente hermosa!
Sin más que agregar, nos leemos en el siguiente capítulo!
Bye Bye!
(◍•ᴗ•◍)❤
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