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Capítulo 12

Ya había llegado la mañana, pero no como todos hubiesen querido.

Diana trataba de disfrutar lo más posible del paisaje que se extendía frente a sus ojos. Hubiese deseado que la sensación que aquella vista transmitía fuera una de felicidad.

Estaba realmente preocupada por sus amigos, después de todo no habían tenido la mejor bienvenida.

Los había extrañado, raramente a ambos; pero no había podido recibirlos como lo hubiera imaginado por Elizabeth.

Ella era su más grande amiga, y entendía que lo que le habían hecho no fue correcto; pero eso no significa que menospreciaría a su capitán y sus sentimientos. Él tenía derecho a ser feliz, aún si eso conlleva lastimar a otra persona.

Ellos se veían realmente felices ante sus ojos, ver la sonrisa que ellos se daban mutuamente y a Ryota era lo más tierno que había visto en aquellos demonios.

Pero todo terminó mal tras el secuestro de _______________.

Diana estaba asustada no solo por ellos, sino también por el resto de sus amigos, por las personas inocentes que resultaron víctimas del enemigo, y sobre todo por su amado esposo.

No se atrevía a visualizar un escenario donde King perdiera la vida. Ahí si se derrumbaría por completo.

Tan solo pensar en esa posibilidad le daba ganas de llorar.

Justo King llegaba a su lado y la tomaba de la mano con una sonrisa llena de confianza. Él quería hacerla sentir bien.

— ¿Qué haces aquí? ¿No tienes sueño?— cuestionó él apacible.

Ella negó—. Lo último que quiero ahora es dormir— dijo con la mirada clavada en la ciudad de Liones.

King suspiró y miró al frente—. Entiendo, la situación que estamos enfrentando es muy fuerte; __________________ está secuestrada y quién sabe que le están haciendo; y ahora el capitán está viendo como su familia es masacrada de diferentes formas— dijo comprensivo—. Todos estamos en peligro.

Diana bajó la mirada sintiéndose impotente.

Una lágrima resbaló por su mejilla, su labio tembló—. ¿Por qué nos pasa esto? ¿Qué hicieron ellos de malo para merecer eso? ¿Qué hicimos nosotros para merecer esto? No lo comprendo...

King miró preocupado a su mujer—. Diana...

— ¿No crees que el acto de Ryota fue muy noble?— cuestionó Diana con una sonrisa triste— aceptar a cualquier precio salvar a sus padres. Esa declaración es demasiado para un niño; pero aún con su corta edad tiene una gran fortaleza...

— si. Ese niño es muy valiente; aunque lo entiendo, yo haría lo mismo por las personas que más aprecio— King sonrió comprendiendo los sentimientos del niño.

Diana levantó la vista para enfrentar la de King. Lágrimas abundantes resbalaban por su mejilla, sus mejillas y  la punta de su nariz estaban rojas por el llanto.

Tomó el cuello de la camisa de King y lo atrajo hacia ella con una mirada penetrante.

— ¡Tengo miedo King, odio admitirlo, pero realmente estoy asustada!— confesó con pesar la chica— ¡Tan solo pensar en que podría perder a mis amigos hace que me duela el corazón!

— Diana, tranquila, son más fuertes de lo que creemos— dijo King con una pequeña sonrisa—. Los chicos van a estar bien...

— ¡¿Qué hay de ti?!— gritó ella frustrada— ¡¿Sabes el daño que me causaría si algo te pasara a ti?!

— Diana...

— King, no quiero perderte, no quiero...— murmuró ella apretando la tela que estaba en sus manos—. Moriría si eso pasara.

King agarró las manos de la chica y las apartó para entrelazar sus manos con lentitud.

— mi amada Diana...— murmuró King. Le brindó una sonrisa llena de amor— no quisiera ser la razón principal por la que estás tan preocupada— dejó un beso en la frente de la chica—. Tú no me perderás. Acabaremos con esta guerra pronto, y te prometo que no me perderás...

Diana lo miró, sus lágrimas pararon al ver la gran confianza que tenía en sus ojos. Cada palabra era sincera.

King iba demasiado lejos al prometer algo de lo que no podía tener conocimiento; pero sabía que así lograría calmar a su amada.

Ella abrazó al castaño con mucha fuerza y descargó toda su preocupación en el pecho del chico.

Él acarició su cabeza con suavidad—. Diana, tú siempre haz sido una mujer optimista y haz tenido una voluntad fuerte. Que nada de esto haga que eso desaparezca. Es una de las cosas por las que te amo con tanta fuerza.

Se sentaron en el suelo, ella permanecía en los brazos de King, y no planeaba alejarse de él por un buen rato.

Un largo rato pasó, el canto de los pájaros que volaban alrededor inundaban sus oídos, y por un corto rato, disfrutaron de él. Eso les recordaba su vida en el Bosque del Rey Hada.

King recordaba con nostalgia aquellos momentos que estuvo siempre con la gigante. Disfrutaba de cada segundo a su lado, era feliz con tan solo verla a ella sonreír; con dormir a su lado y ver lo que el futuro les tenía preparado.

No esperaba esta situación, pero sentía la confianza de que podrían salir adelante.

No lo admitiría frente a Diana, pero también le preocupaba _______________ y su capitán. Ambos se encontraban en situaciones de vida o muerte.

Sólo le quedaba mantener la esperanza en que su amigo Gowther y el pequeño niño tuvieran éxito en su difícil misión.

Diana se movió hasta incorporarse junto a King para luego dejar caer su cabeza en el hombro del mismo.

Tomó una de sus coletas y se cubrió parte del rostro, sus mejillas estaba levemente sonrojadas por la timidez que la embargó. Se notaba bastante nerviosa ante el loco pensamiento que acababa de llegar a su mente.

— King...— lo llamó apacible— ¿Tú quisieras... Que tuviéramos uno?

King alzó la ceja extrañado, no sabía de qué estaba hablando; pero por una extraña razón su corazón se aceleró ante los repentinos nervios que llegaron a él.

— ¿Un qué...?— tragó duro esperando la esperada respuesta de su mujer.

Ella se levantó del suelo, se inclinó hacia él, puso su dedo índice sobre sus labios, le guiñó un ojo y puso una expresión juguetona. Parecía una pequeña niña que acababa de hacer una travesura.

— mejor te lo digo después, o tal vez descubras a lo que me refiero— dijo ella—. Iré a ver si hay algo nuevo con respecto al capitán— dijo antes de irse dando saltitos.

King extendió su mano tratando de alcanzar la respuesta, la curiosidad empezaba a hormiguear en su estómago. Pese a que Diana no fue específica, tenía el raro presentimiento de saber a qué se refería.

Se cruzó de brazos e hizo un puchero—. Diana ¿Por qué me dejaste en suspenso?— se quejó; pero sonrió al recordar la animada sonrisa de su mujer—. Sigue así de animada, porqué sino me deprimiré yo también. Después de todo tú eres mi fuerza— pensó.

[...]

Ban observaba la salida a la ciudad y la entrada al castillo cada cinco minutos, esperando que alguno de sus mejores amigos atravesaran la correspondiente.

No se había movido del suelo durante toda la mañana esperando esperanzado de que alguno entrara con una gran sonrisa, él estando listo para recibirlos.

Pero lamentablemente no era así, la realidad estaba muy alejada de aquella fantasía.

Su mejor amigo estaba en su inconsciente viendo las muertes de su amada familia como si las estuviera viviendo realmente; y la mujer que él consideraba una hermana estaba en la base del enemigo, él desconocía que cosas han de estar haciéndole justo en ese momento.

Se frustraba de tan solo pensar en lo inútil que había sido en cada momento crítico y en qué pudo haber hecho para evitarlo.

Ni siquiera estaba de ánimos para una cerveza. Quería disfrutar del delicioso producto de Bernia con sus grandes amigos.

Su esposa, que curiosamente se encontraba buscándolo para que acompañara al rey demonio, su hijo y el muñeco en aquel silencioso cuarto, pasó por ahí y vió el ceño fruncido que su rostro poseía.

Se acercó a vuelo lento y al llegar se inclinó para ver más de cerca su rostro.

— ¿Qué sucede, Ban?— preguntó el hada rubia ante la expresión de su amado— ¿Qué te tiene de ese modo?

— es que... Estoy preocupado por ellos...— respondió en un murmuró frustrado el albino.

— ay Ban, tú sabes que ellos estarán bien. Dentro de poco volverán a estar aquí y estaremos bien— dijo optimista Elaine, pero aquellas palabras no cumplieron con su objetivo.

— lo sé Elaine...— apretó sus puños con impotencia.

— Ban ¿Qué es lo que realmente te molesta?— preguntó Elaine con serenidad.

— creo que ya lo sabes...— murmuró con una sonrisa apagada.

Ella negó—. No, no leí tus pensamientos como creíste. Quiero que tú mismo me cuentes lo que te sucede. Quiero ayudarte.

Ella le tomó las mano y sonrió con ternura, ablandando el corazón de aquel ser humano.

Ella se sentó en su regazo y acarició con cuidado la mejilla del albino, otorgándole serenidad y fortaleza.

— dime ¿Qué es lo que te aflige?

— me frustra no haber podido hacer nada por ellos... Cuando más lo necesitaron no pude hacer nada...— comenzó a contar sus frustraciones con molestia— no pude evitar que la pequeña fuera secuestrada, no pude sacarla de ese infierno estando consciente de lo que debe estar sufriendo; no pude detener a mi precipitado mejor amigo, no pude evitar que esos malditos lo hayan atrapado, no puedo hacer nada para sacarlo de la cruel pesadilla que está viendo. ¿En qué clase de amigo, hermano, hombre, me convierte eso?

— ay Ban, nada de esto es tu culpa— dijo Elaine para calmarlo.

Pero en respuesta a sus palabras el azotó su puño en el suelo, agrietándolo y hundiéndolo.

— soy un inútil que no fue capaz de salvar a sus amigos— dijo entre dientes frustrado—. ¿Cómo podré proteger a mi amada e hijo si ni siquiera pude protegerlos a ellos?

Elaine abrió sus ojos con pequeña sorpresa, comprendiendo a donde está llevando la frustración e impotencia a su amado.

— Ban, no siempre se puede estar ahí cuando hay problemas, los demás no pueden contar contigo siempre, tienen que valerse por sí mismos— dijo Elaine con serenidad—. Entiendo que la situación que deben estar pasando ________________ y Meliodas haga que te sientas culpable por no haber podido evitarlo; pero hay cosas que no se pueden evitar por más que uno lo quiera. Lo sabes.

— si, pero...-

— no hay peros, tú lo sabes perfectamente— dijo severa, pero esa severidad se disipó con una sonrisa dulce—. Eres un hombre increíble, fuerte y dedicado a las personas más importantes para ti. Sé que harías todo por los que amas, eso es una de las cosas que amo de ti— sostuvo con delicadeza las mejillas del albino y sus miradas conectaron—. Confío plenamente en ti, Ban; sé que estarás para Lancelot y para mí cuando más te necesitemos.

— Elaine...— la abrazó con necesidad, buscando el alivio que Elaine era capaz de darle— siento que soy un imbécil, que pudiste haber tenido algo mejor, que Lancelot pudo tener algo mejor; pero cada día me siento más afortunado al tenerlos cerca. Sin ustedes me moriría.

— Ban, no digas eso, te hace parecer un verdadero imbécil— dijo entre suaves risas apacibles—. No hay mejor esposo, padre y hombre que tú. Lancelot y yo somos muy afortunados y estamos felices de tenerte siempre.

— pienso que Lancelot no me tiene el más mínimo respeto— dijo Ban entre carcajadas suaves—. Seguro que cuando conozca más al capitán él será su modelo a seguir; pero la verdad no lo culparía— bajó la mirada al suelo—, el capitán tiene muchas cosas que yo no.

Sintió un golpe en su nuca, lo que hizo que se quejara.

— ¡Tonto! ¿Qué no entiendes?— cuestionó Elaine severa— ¡No necesitas compararte con Meliodas, cada uno tiene lo que los hace ustedes mismo! No tienes por que decir eso. Lancelot te ve como su modelo a seguir aunque no lo parezca.

— ¿Es en serio?— preguntó un poco incrédulo Ban.

Ella le asintió—. Siente un gran peso al ser el primer híbrido de hada y humano, quiere ser fuerte para destacar su mezcla de razas, sacar las fortalezas de las hadas y los humanos; pero otra razón por la cual quiere ser fuerte es por ti, quiere ser como tú, y mejor que tú para que así estés muy orgulloso de todo su esfuerzo.

Ban sonrió por inercia al escuchar eso, realmente se animó con lo contado.

— ¿Y sabes? Se esfuerza ahora más que nunca por querer ayudar a Ryota— miró a su marido a los ojos—. Ryota es su primer amigo cercano, con el que quiere mejorar y salir adelante juntos. La situación que él atraviesa frustra a nuestro hijo aunque no lo parezca; por eso se esfuerza, para ayudar a que Ryota no sufra. Además, sabe que tú harías lo mismo si estuvieras en su lugar.

— eso no te lo voy a negar— dijo Ban con su característica sonrisa restaurada. Se levantó con Elaine en brazos y le dió un fugaz beso—. ¿Qué hice en esta vida para merecerte?

— créeme que soy feliz por tu persistencia. Si no la hubieras tenido como para fastidiarme en ese momento no estaríamos juntos— dijo Elaine burlona.

— ¡Me alegra haberte fastidiado en ese momento! Lo valió todo— dijo Ban burlón.

Ambos se miraron con una sonrisa amplia. Se sentían realmente felices con la simple presencia del otro.

Todo lo que habían construido con el paso del tiempo no lo cambiarían por nada.

— me alegro de que hayas cumplido tu promesa— dijo Elaine con sus mejillas ruborizadas por la euforia que recorría su ser.

— cierto, te dije que te robaría y así lo hice...— acercó sus labios a los de ella, sus respiraciones se mezclaron, sus labios rozaron— y ahora eres mía, hoy y siempre.

— hasta el final...— dijo Elaine antes de que sus labios se conectaran en un beso lleno de amor y plenitud.

A pesar de la situación ambos podían sentirse bien al estar con el otro. Era una alegría indescriptible.

— la señorita Elizabeth les dió una habitación para que hicieran ese tipo de cosas en privado— dijo una voz infantil, reconocible para ambos.

Se separaron de aquella unión y observaron a Lancelot con una sonrisa boba.

— bueno, quiten esas sonrisas que me dan escalofríos— dijo Lancelot—. Viejo ¿Me ayudarías a entrenar?

Ban alzó una ceja extrañado—. ¿Yo? ¿Qué hay de los caballeros sagrados?

— ¿Ellos?— Lancelot bufó— no son material para entrenar. Los vencí en menos de tres minutos.

Ban e Elaine lo miraron orgullosos ante el increíble progreso del rubio. Eran unos veinte caballeros sagrados y otros diez aspirantes.

— tú eres más fuerte que todos ellos juntos, necesito un reto mejor para mejorar— dijo Lancelot sin ver a su padre a la cara para evitar ver su expresión.

— vaya vaya, Lancelot, ¿Me pides ayuda?— cuestionó Ban burlón para molestar al pequeño.

El pequeño rubio se sonrojó ligeramente y le dió la espalda a su padre—. ¡¿Lo harás o no?!

Ban se acercó a él rápidamente y lo empujó hacia el área de entrenamiento—. Vamos hay que fortalecerte, el enemigo no esperará mucho.

Lancelot asintió y fue junto a su padre al área de entrenamiento, listo para fortalecer su pequeño cuerpo.

Elaine sonrió—. Parece que Ban estará ocupado— se dijo a sí misma—. Mejor así, no quiero que pensamientos negativos lleguen a él al estar sin hacer nada...

[...]

Un caballero sagrado azotaba la puerta en la que el rubio se encontraba para ver a la reina Elizabeth.

Ella frunció el ceño ante la irrupción repentina y brusca; pero se calmó al ver al caballero agitado y con una expresión de terror.

— perdone su majestad, pero tengo que informarle de algo— dijo el caballero mientras recuperaba el aliento perdido.

— habla— ordenó Elizabeth viendo el rostro apacible de Meliodas. Quería tomar su mano, pero sabía que no era correcto.

— los vigilantes de la puerta este detectaron al enemigo aproximándose. Se estima que estarán aquí dentro de una hora mínimo— informó el caballero inclinándose ante Elizabeth.

— maldición...— murmuró Elizabeth apretando la quijada—. ¡Ordénales a todos inmediatamente que el enemigo se aproxima!

— el señor Gilthunder ya está informándoles a los Ocho Pecados Capitales al respecto y el señor Howser comenzó los preparativos para estar listos; el señor Hendrickson y el señor Dreyfus nos sirven de guías— informó el caballero.

— perfecto. No debemos bajar la guardia, el enemigo es muy poderoso...— murmuró Elizabeth para sí misma—. Ya puedes irte— le dijo al caballero.

Éste aceptó y se retiró lo más rápido posible para prepararse para la batalla que se aproximaba.

Elizabeth suspiró con pesadez. Todo el conflicto estaba frustrandola.

Observó la mano del rubio que el niño inerte sostenía, ese pequeño se rehusaba a apartarse de su padre.

Miró la mano libre del rubio, extendió inconscientemente su mano hacia allí, pero una voz le dió escalofríos y la hizo volver a la tierra.

— deberías hacerlo— dijo Merlín con indiferencia yéndose hacia la ventana más cercana a ella.

— no sería correcto— murmuró Elizabeth con dolor.

— vaya ¿Y eso qué importa ahora? Nadie más que yo te está viendo— dijo Merlín viendo a la reina con una ceja alzada.

— eso no tiene que ver. Sé que no sería correcto porque no soy la persona que debería tomarle la mano y decirle que todo está bien a pesar de que no escuche; pero la persona que debería hacerlo no está aquí, está en peligro

— ¿No te sientes tentada a hacerlo?— preguntó Merlín.

Elizabeth asintió—. Pero a pesar de eso no lo haré, no me aprovecharé de lo que le está pasando.

Merlín puso una sonrisa torcida y rió con aparente ironía, lo que llamó la atención de Elizabeth.

— dime Elizabeth ¿Cómo se siente?— cuestionó Merlín viendola directo a los ojos para no dejar desapercibida ninguna reacción.

— ¿Cómo se siente qué?

Merlín se levantó de la silla, se cruzó de brazos, miró a su capitán dormido y sonrió nostálgica.

— ¿Cómo se siente ver al hombre que amas amando a otra mujer, dando lo que sea por ella, preocupándose exclusivamente por ella, pensando solo en ella...?

Elizabeth abrió los ojos más de lo común al ver a lo que Merlín de refería con aquello. Bajó la mirada entendiendo todo lo que Merlín debió sentir cuando ella y Meliodas estaban juntos.

Merlín se había enamorado profundamente de Meliodas, pero Elizabeth ya ocupaba el corazón del rubio en ese entonces; pero a pesar de eso Merlín nunca demostró rencor, odio e ira hacia Elizabeth.

Eso ella no lo entendió.

— si realmente te sentías de este modo ¿Significa que me odiaste de esta manera?— cuestionó perdida Elizabeth. Suponía que Merlín tenía su odio oculto.

Merlín negó—. No fui capaz de odiarte porque cuando más lo necesite tú estaba ahí para sacarme de mi oscuridad— observó el techo con nostalgia—. Tú y el capitán estaban ahí, mostrándome sus sonrisas llenas de vida. ¿Cómo podría odiarte?

— Merlín...— musitó Elizabeth sorprendida.

— tú no eras una mala persona, le dabas la felicidad que tanto él anhelaba; él era feliz contigo, con nadie más— dijo Merlín—. Yo no fui la persona correcta para ser la fortaleza de Meliodas. No soy como tú— miró a la albina—, no soy como ________________.

Elizabeth dejó salir lágrimas involuntariamente—. ¿Entonces por qué yo me siento así?— cuestionó frustrada— ¡No disfruto odiarla, sé que eso no lo traerá de vuelta!

— la odias porque te arrebató lo que creíste que sería eterno— respondió Merlín—. Tal vez no te odié porque en realidad nunca tuve a Meliodas; pero tú si lo tuviste y alguien más lo conquistó.

— lo tuve... Pero no fui lo suficiente como para que él se quedará a mi lado...— murmuró triste la albina—. Durante todos estos años siempre me pregunté que fue lo que me hizo falta para que él se quedara...

— nada y a la vez todo te hacía falta— dijo Merlín con una sonrisa ladina.

— ¿Eso qué significa?— cuestionó confundida Elizabeth.

— Elizabeth, tú eres una mujer espléndida que vivió muchos peligros para llegar hasta aquí; eres dulce, hermosa, amable, inocente y cariñosa, cualquiera sería feliz de tenerte. Pero si hablamos sobre ________________, te falta todo para ser como ella— dijo simple—. Lo que quiero dejar dicho es que lo tienes todo para ser tú misma, pero te hace falta todo para llegar a ser como ___________________. Siempre habrá una diferencia entre tú y __________________, eso no lo podrás cambiar.

— ... Tienes razón...— comprendió Elizabeth con sorpresa de sí misma por todo lo que había pensado durante esos años—. Estaba tan concentrada en pensar en qué tenía ella que yo no; pero ahora todo es diferente...— apretó su mano con frustración—. ¿Cómo pude ser tan tonta?

— estabas dolida, lo suficiente como para no pensar como la verdadera Elizabeth lo haría— Merlín se acercó a paso lento y se inclinó para verla más de cerca—. La envidia te llevó al odio, por eso tienes pensamientos tan negativos hacia ella, por eso la culpas a ella de todo.

— ¿Qué hago... Para desaparecer este sentimiento...?— preguntó Elizabeth desesperada por una respuesta.

— no puedo decirte exactamente qué hacer para desaparecer esos pensamientos; pero si te puedo decir, aunque no te ayude mucho, que superes ese odio, que tu corazón desee llevarse bien con ella— sugirió Merlín—. En primera podrías sentir y mostrar interés en ella ahora que está en peligro. A partir de ahí sabrás que hacer.

— ¿Y si no lo sé? ¿Y si no logró olvidar este odio?— cuestionó Elizabeth desanimada.

— lo sabrás, lo sé porque tú eres capaz de cambiar algo negativo por algo positivo— se encaminó a paso seguro hacia la puerta—; después de todo tú eres Elizabeth Liones— le sonrió confiada en sus palabras—. Prepárate y decide nuestros movimientos, el enemigo no tardará en llegar.

Y sin más salió de allí, dejando a Elizabeth con muchos pensamientos en la cabeza.

Observó a Meliodas, y al ver más detenidamente sus facciones apacibles se propuso un importante objetivo.

Ayudaré a _________________, dejaré este odio atrás, me llevaré bien con ella. Sé que puedo hacerlo... Por mis amigos, por Margarita, por su familia...— pensó con  determinación.

[...]

— ¡¿Qué es eso?!— cuestionó Lancelot viendo al frente lo que se aproximaba. Sostenía firmemente su lanza de hierro, preparado para la batalla.

Los miembros sobrantes de Los Ocho Pecados Capitales se encontraban allí, al frente, listos para cualquier adversidad. Miraban al grupo de individuos que se acercaba con mucha determinación.

Howser estaba listo para dar sus órdenes y proteger a la familia real y a todo Liones.

Los pecados se desconcertaron al ver a los individuos que se acercaban únicamente a atacar para matar, o al menos eso creían.

— ¿Por qué? Pensé que el capitán había resolvido ese asunto— compartió King a sus compañeros.

— ¿Por qué los demonios nos atacarían? Pensé que finalmente seríamos aliados— dijo Diana con decepción.

— Merlín ¿Tú lo sientes?— cuestionó Elizabeth mirando al enemigo seriamente.

— a penas. Algo no anda bien— murmuró Merlín—. Tal vez sean demonios que quieren revelarse contra los reyes demonios, o tal vez son obligados de alguna forma. De todos modos si ellos atacan nosotros lo haremos.

Todos sostuvieron sus armas con firmeza, esperando al enemigo pacientemente, pero a la vez desesperadamente.

Una batalla se desataría, pero la sincera verdad es que nadie quería una guerra.

Pero aquella familia demoníaca la había declarado en cuanto se llevaron al octavo pecado capital, la ira del fénix.

Una guerra, una sola conclusión.

Y mientras ellos peleaban arriesgando mucho, el rey de los demonios sufría incontables veces una horrible pesadilla.

Su hijo estaba allí junto a Gowther, buscando la manera de traer a su padre de vuelta antes de que encontrara la muerte.

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Hola!
Espero todos se encuentren bien!

Cómo les dije anteriormente, aquí está el segundo capítulo del día.

Qué bien se siente, de verdad ( ◜‿◝ )♡

Ahora, crucen los dedos para tener el capítulo número 13 este mismo día!

Veremos uwu

Sin más que agregar, nos leemos en el próximo capítulo :3

Bye Bye
(◍•ᴗ•◍)❤

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