Hasta donde alcanza la vista, la huella del ser humano ha quedado grabado en ello.

Lo que sigue inalterado de su presencia, es el inmenso océano. El gran azul (llamado así por los moradores de la superficie) esconde tantas cosas para nuestros ojos entre sus brazos: como su fondo, su vegetación, su fauna. Esas cosas son las únicas que aún no sabemos con certeza. En este relato no intentare haceros saber más sobre aquel desierto marino incoloro. Tan solo os contare una historia, que hace muchos años que sucedió. En una vieja península, ahí se centra nuestra historia. Que las propias olas del mar, y la pálida luz de la luna, nos quisieron dar a conocer gracias a los vientos. Que viajando por el mundo se lo conto, a aquellos que querían escucharla.

En las antiguas ramas de grandes árboles, aún aquella historia ésta atrapada. Si es que aún no la han cortado. Y así seguirá de nuevo su camino, si es que zarandeáis en árbol. El viento os lo agradecerá.

En este momento dejadme casi hablaros como lo hizo Andersen, haciendo algunos cambios en sus palabras, si me lo permitís. Pues el mar, es aún más conocida por no ser incolora. El color que del mar se puede sacar, es como en ese momento lo percibas (con los ojos claro está). Incluso, algunos pueden ver el verde en su incolora piel. Su flora; son de colores preciosos, y por efecto espejo, se ven magnificas, y sus colores aún más vivos. Qué decir de la arena del fondo que ya conocemos. Blanca no os puede decir que no es, pues aquí la razón le puede ceder. Sobre su gran fauna, de eso no puedo hablar yo con toda certeza. Tan solo se, que es como la nuestra, la terrestre. Hay muchas especies de grandes tamaños y otros no tan grandes, inclusa algunas llegan a ser diminutas. Dicen que sus moradores, bueno algunos no tienen buena memoria.

Dejando todo eso de lado. Vayamos con los vientos, que la saloma del mar y la luna, ellos nos quieren contar. Y dar la a conocer a quien quiera saber de ella.