3. Reencuentros
Volver a verle la desconcertó. Aunque lo tenía en su mente, ya no iba a buscarle por las orillas o por los puertos. Lo veía distinto a la primera vez. No le parecía el mismo, pensó que podía ser por la poca luz que tenía para poder verlo. Se acerco más al puerto empedrado, más la muchedumbre que se arrejuntaban no la dejaban ver nada.
Paso el tiempo y todos desaparecieron. Mientras que los primeros rayos de la mañana rozaban la cúpula azulada, el mar despertaba con movimientos pequeños a la joven que esta dormida en una enorme roca, que deja parte de ella a la luz solar, que también la va rozando para despertarla. Los movimientos del mar se hacían más grandes, los rayos del sol ganaban más terreno, y lo único que la despertó fue los ruidos ocasionados por los pescadores que ya se disponían a hacer su trabajo. Se sumergió rápidamente y se fue de ahí, y no volvió más por ese lugar.
El tiempo paso para la joven, días, semanas, meses, incluso podíamos hablar, al menos de un año. Durante ese tiempo ella vivió su vida, intentando no pensar en él, pero no podía no hacerlo. Muchas veces pensó ir de nuevo, más sus amigos le quitaban esa idea de la cabeza; le decían "que él era un humano, y ellos comen seres del mar", "los terrestres, incluso los más buenos son los peores". Le decían muchas cosas para que se olvidara de aquel terrestre. La joven sonreía y asentía ante sus amigos. Lo que ella no les contaba, era que cada noche él volvía a su lado en sus sueños.
Una mañana con nubarrones convirtió la tarde en un cielo de color negro, acompañado de lluvia torrencial y oleajes fuertes. La joven en vez de sentir miedo, se sentía relajada y contenta. Le gustaba ver el mar revuelto y embravecido, ver como las olas engullían todo a su paso, esta vez, no salió. Cuando la noche estaba tranquila, después de la gran tempestad, quiso salir para poder sentir la brisa y ver la calmada luna ante ella.
Sentada en una roca, mirando el horizonte, escucho un sonido. En ese mismo momento no le dio importancia, hasta que se percató desde lo lejos de una luz intensa. Salto al mar y nado hasta aquella luz. Vio un barco destruido, un barco casi devorado por las llamas. En estos momentos no había nadie dentro de ella. Así que el navío destartalado, dejaba ser consumido por las llamas, mientras el mar le engullía entre sus húmedas y pálidas manos. La joven no veía botes, ni tampoco veía trozos de maderas con terrestres encima de ellos, ni tampoco escuchaba gritos de auxilio desde dentro del cascaron que ya está sentenciado. Lo que sí pudo encontrar fue un rastro de trozos del barco pequeños que la llevo hasta una isla.
Tirado en la arena, tratando de respirar, estaba el ser terrestre que menos esperaba encontrar. Y hizo todo lo que pudo para poder salvarlo, pero ella no pudo hacer nada, lo salvaron otros tripulantes que corrieron más verle. Se sintió muy mal, si no fuera por aquellos hombres él habría muerto sin ella poder haber hecho nada. Durante los días que se quedaron, ella les provenía de todo lo que pudiera estar en sus manos. Hasta consiguió llevar un barco hacia ellos.
En la última noche que pasaron en la isla, ya con sus rescatadores unidos a ellos. Delante de un fuego y después de a ver cenado, le hicieron una pregunta, que la respuesta sorprendió a la joven. Tanto la sorprendió que quiso hacer algo impensable para el pensamiento de los seres marinos, incluso para los seres terrestres.
- ¿Ha que vino aquel viaje tan inesperado señor? – pregunto el capitán del navío.
Todos miraron al capitán, acto seguido miraron al joven señor, que no hizo tardar a sus labios y los oídos de los oyentes para poder contarles.
- Por amor. ¿Nunca habéis conocido a alguien al que vuestro corazón y, incluso vuestra mente nunca deja de olvidar por un segundo? Eso me pasa a mí. Llevo casi año y medio buscando a una chica.
- Pero señor, ¿Quién es ella? – pregunta alguien de los veinte hombres que estaban alrededor.
La joven se quedó sin palabras. Pensó que era tonta, que estaba enamorada de alguien que ya había dado su corazón a otra persona que no era ella. Se desponía a abandonar su sitio estratégico, hasta que escucho las primeras palabras de la respuesta de esta segunda pregunta.
- Tan solo sé que se llama Marinha. Y la conocí en un lago, y que era tan tímida que se escondía detrás de un nenúfar, no podía parar de reírme. Era agradable, un poco esquiva, con una voz preciosa y un pelo precioso azul.
- ¿¡Azul!? – dijeron todos.
- Si, azul. A mí también me impresiono la primera vez. Lo malo fue, que al día siguiente intenté volver al lago, pero no l encontré. Pregunté a alguien que vivía por aquellos lugares, y me conto que ese lago era mágico y si encontré ese lago era porque en él estaba mi futuro.
<< Luego me conto que a veces los dioses ponían a alguien, que eso significa que era alguien solo para ti.>>
Todos escuchaban sin hacer ningún ruido o movimiento que hiciera que el joven dejara de hablar. La joven escuchaba embelesada, le gustaría estar con él, pero no podía y lo sabía.
- Yo solo quería saber dónde podía encontrarla de nuevo, o al menos encontrar aquel lago para poder verla. El lugareño tan solo me digo; que podía encontrarlo en otros lugares, más eso no me daba la seguridad de encontrar el lago o la joven del lago. Así que me en zarpe, aunque mis padres me llamen loco. Y que todo fue un sueño. Porque mis amigos no vieron a la joven, y menos vieron un lago. Y dicen que aquel lugareño solo me estaba mintiendo. Yo no hice caso de nada, ni de mis padres ni de mis amigos y aquí estamos.
Todos se rieron a lo último de todo. Nuestra sirena empezó a llorar, algo que ella hasta ese momento no había experimentado. Se apago el fuego y todos durmieron, menos el joven. Se acerco a la orilla del mar, y ella se asomó para poder verlo y él la pudo ver. Mas el cansancio pudo con el joven. Al despertar pudo leer en la arena mojada "no me busques más, vuelve y me encontraras" y debajo seguía diciendo "espérame en la orilla del mar al lado del gran puerto de donde vives" aquel último le hizo sospechar y, al lado había una manzana, lo que le hizo saber que no era una broma, ya que el no conto lo de la manzana.
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