1. Érase una vez
En un océano muy, muy profundo donde por las corrientes del mar su flora parecía bailar, y gracias a los orificios de las rocas, y los corales que yacen en el fondo, parecía silbidos para ellos. Una dulce canción para su baile. Los peces que pasan cerca, miran, se vuelven y se van.
Si nos vamos más adentro, encontramos un fino coral de un blanco resplandeciente. Desde donde se podía ver grandes parcelas en su alrededor, lleno de las más exóticas plantas marinas. En las paredes de coral se podía ver orificios que se asemejaban a ventanas, ventanales, y puertas. En las ventanas y ventanales, sus cristales eran burbujas, a su alrededor se podía ver unas finas hebras de ámbar, que servían para poder manejarlas. Las puertas; eran cascaras partidas para poder ser encajadas con aquellos orificios. En el interior, blanco coral, resplandecía, gracias a la pequeña luz que el mar dejaba traspasar desde la superficie.
¿Quién mora en aquel lugar? O ¿Quiénes moran? ¡Seguramente ya lo sabréis! Para nosotros son solo seres que un día salieron de la imaginación de alguna persona, seres ficticios para nuestra mera observación. Para el propio océano no san tan ficticias, tanto lo sabe cómo que les acoge en su seno húmedo y les da vida y cobijo en su interior. Hablo de aquel ser con una apariencia que se asemeja a la nuestra pero distinta a la vez. Tienen rostro, cabellos, brazos, dedos, pechos (unos abultados y otros no), los ojos, la boca, nariz igual que todos nosotros. Es así hasta que llegamos a la zona del ombligo, al llegar a las caderas. Si desde la cintura ahora miramos hacia abajo; no veremos las extremidades a las que llamamos piernas, sino una gran cola y una aleta al final. Cómo ya sabréis, estas criaturas tienen poderes... que incluso pueden manejar a su antojo su propia habita, hasta la nuestra. Pero yo no os voy hablar de eso.
Acostada boca arriba, con los brazos alzados moviendo las muñecas. Parece que este rozando la superficie. Para ella, es así. La joven, de un aspecto adorable; mira con sus ojos del color del ámbar, con gran tristeza y gran melancolía. Su pelo, del color del trigo ondeaba como si fuera una bandera izada. Su piel blanca, casi como la arena que había debajo de ella. Su cola de pez, grande y majestuosa está casi enterrada en la arena. Tan solo mira sus manos, dirigiéndolas todo el rato de un lado a otro, mientras hace gestos de rozar algo, y sus labios pequeños se convertía en una sonrisa, con su mirada perdida en sus movimientos y la fina capa hacia la superficie.
Los recuerdos viajan por sus pensamientos. Tantas veces le habían dicho eso de los merodeadores de la superficie. "son malos". "no te acerques a ellos". No confíes en ellos, a la primera te traicionaron". "son seres sin alama, sin corazón". Etc... todo eso le fue cuestionado por su mente unos días atrás. Vivió toda su vida con ese pensamiento, incluso nunca dejo que se acercaran a ella, ni ella se acercaba a nada donde pudiera oler a su inmundo olor, (según le contaron a ella desde boquerón, era el olor de los seres de la superficie era inmundo).
Para ella todos eran igual, por todo lo que escuchaba, o le decían. Los terribles cazadores del mar, que surcaban con sus grandes navíos, usaban su modo de vida para mojarse y así desperdiciar vidas marinas. Todos los seres que viven en el mar pensaban que lo humanos les hacían una guerra. Pero todo su mundo se derribó al conocerle a él.
Un gran ruido la devolvió a la realidad, dejando de lado su fantasía. El cielo oscureció mientras ella estaba ensimismada. Al darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor, pudo ver desde detrás de la capa marina unas luces, llegaban al cielo, luego desaparecían como un relámpago de colores. No se lo pensó más de dos veces y, subió lo más rápido que pudo. Al sacar su cabeza del mar vio mejor, a lo que ella se refería como: "estrellas volátiles coloridos". Lo que no se esperaba fue el estruendoso ruido que hacían al acabar su corta pero deslumbrante vida.
Dejando de lado aquel ruido de colores para ella, se acercó de donde provenía todo aquel precioso espectáculo de las estrellas volátiles. Desde lo lejos podías ver un gran barco, donde muchas luces dejaban ver a los marineros contentos y gritando, hacía un puerto de piedras, de donde se podía ver como salían de la oscuridad hasta poder ser visibles para la vista aquellas estrellas. Se acerco todo lo posible que podía. Aun les tenía algo de miedo.
Paso un largo tiempo hasta que pudo atracar en elmuelle y, todo aquel estruendoso ruido de gritos, música y aquellas estrellasvolátiles cesaron. Rápidamente bajaron una tabla larga y gruesa de madera desdeel barco hasta el suelo pedroso del puerto. Y de todos los que bajaron, pudoreconocer a un joven. Lo miro bien, se acercó un poco más, y al final pudoconfirmarlo. Sí, era él. Él era el humano que ha hecho que se cuestione todo loque sabia. Y sus recuerdos volvieron a ella a aquel día.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro