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Seis.

Advertencia +18

Me quedé observando la cámara de la computadora encenderse, marcando esa luz roja que me recordaba que estaba en vivo para vaya uno a saber quien. Tyler se sentó frente a la computadora, en el sillón que yo estaba, y comenzó a moverla para verificar si todo estaba bien. Él se había encargado de las configuraciones, las luces de la sala y otras cosas más, según me había indicado, aunque yo poco quise escuchar. No quería saber cuanto pensaba en mi de ese modo: como un negocio.

Acomodó la cámara para que ambos saliéramos sin el rostro y vi mi cuerpo en una pequeña pantalla. Sentada se me notaban ciertas imperfecciones que al instante me llamaron la atención y me incomodaron. No fue como la otra vez, cuando las personas entraron al instante.

—Tengo entendido que tenemos mucha competencia y que normalmente entran cuando ven en la previsualización si estamos haciendo algo —me explicó con tranquilidad, todavía mirando la pantalla. Estaba incómoda, se notaba ahí y en Japón. Toda mi vida había lidiado con todo tipo de hombres, pero ninguno sin rostro. Ninguno era un desconocido por completo. Sentía que en ese momento no solo lidiaba con mis sentimientos por Tyler, sino también era juzgada por personas que no conocía.

Resoplé y extendí mi mano para darle un sorbo al vaso de vino que me había servido, necesitando estar ebria pronto. Sin embargo, parecía que a mi cuerpo eso no le interesaba en lo absoluto. El calor todavía estaba, podía sentirlo en todos lados y me sentía frustrada cada vez que Tyler me tocaba. Como también aliviada, como si él tuviera el poder de volverme de ese modo.

—¿Y... qué hacemos? —quise saber incómoda, nerviosa por hacer las cosas más como si fuera la primera vez de mi vida. No lo era, lejos estaba de serlo, pero la realidad es que los nervios me estaban ganando. Tyler chasqueó la lengua y me tomó la barbilla para que yo lo observaba solo a él, no a la pantalla con nombres que comenzaban a aparecer. Humedecí mis labios, entendiendo que iba a besarme y me mostré nerviosa sin poder evitarlo.

—Cálmate, es como un juego —me dijo y besó mi barbilla, que estaba bien lejos de mi boca, luego bajó por mi cuello dejando esos suaves besos que yo no conocía de él. Dejé que hiciera lo que deseara, porque en ese momento él podía mandar, yo seguía sus órdenes. Nunca me había gustado ser sumisa, pero por Tyler cambiaba un poco de pensamientos. A veces cedía, no iba a negarlo—. Relájate, somos nosotros dos nada más aquí.

Sí, claro. Nosotros y un montón de personas que no conocíamos, pero sin embargo me dejé llevar. Me hubiera gustado que todo eso sucediera en la cama, pero con el sillón me contentaba por el momento. Suspiré lentamente cuando dejó sus besos sobre la piel sensible de mi cuello y lo estiré para que tuviera más acceso, un suave sonido salió de mi garganta. Un sonido que solo demostraba el placer que podía darme eso.

Me fui relajando lentamente, sintiendo sus besos por todos lados y noté como bajaba el bretel de mi corpiño con lentitud. Dejó un mordisco en mi hombro, que fue más placentero que doloroso y sus manos siguieron bajando por mi cuerpo descubriendo, conociendo y yo lo dejé. Había música muy baja, aunque yo no llegaba a escucharla, simplemente daba el ambiente perfecto que ambos estábamos buscando para ese momento. Me dejé llevar, dejé que él conociera mi piel y lo que me gustaba y lo que no.

Su mano, traviesa como todo él, fue hasta mi entrepierna y acarició suavemente, como si no quisiera la cosa. Me retorcí sin poder evitarlo, deseando que me tocara más y no solo jugara conmigo. Fue en ese momento cuando escuchamos el ruido de una caja registradora y ambos nos dimos cuenta que había sucedido. Alguien había pagado por solamente eso. Tyler decidió ignorarlo, seguir con aquello sin pensar en el dinero y su caricia comenzó a ser un presión. Con mucho cuidado, dándole la espalda a la cámara, me dediqué a besar su piel nueva para mi. No sabía que comía el idiota, pero deseaba que no dejara de hacerlo jamás.

Tyler me detuvo y yo me dejé guiar, porque era él quien mandaba esa noche. Por lo menos le iba a dar el gusto de eso. Tomó mis hombros y les dio un pequeño empujoncito para dejarme caer en el sillón, mientras que él observaba a la cámara y buscaba mejores ángulos. Solo esperaba que él no se olvidara que no quería salir en todo eso. A él no le importaba, porque su rostro estaba frente a la computadora y estaba mostrando hasta sus dientes.

—Relájate —me volvió a susurrar y yo me derretí en ese instante, porque deseaba desesperadamente que me quitara toda tensión. Decidí seguirle el juego e hice un puchero que solo él podía verlo, buscando portarme mal.

Llevé mi mano hacia mi entrepierna, acariciando aquel punto débil que todas las mujeres teníamos y lo miré a los ojos, demostrando lo que podía hacer si él no empezaba a tomar las riendas. Era el calor el que no me dejaba pensar y estaba actuando como una loca. No me importaba de todos modos.

—Deja de portarte mal, princesa.

Moví mi mano con más presión cuando lo escuché decirme eso, pero él detuvo la acción atrapando mi muñeca e impidiendo que siguiera. Busqué su mirada tratando de entender la suya y que estaba queriendo de mí en ese momento. Su mano reemplazó la mía y comenzó a acariciar en círculos haciéndome suspirar. Decidí relajarme, cerrar los ojos y dejar que su manera de tocarme me diera la tranquilidad que venía buscando. Sonrió de lado de una manera sexy que me hizo temblar y sin previo aviso, me besó. No creí que fuéramos a tener esos momentos, que iba a besarme de ese modo y por un momento disfruté de algo que creía prohibido. Mordí su labio inferior cuando se alejó, atrapándolo con mis dientes y escuché su quejido. Sabía que había promesas en mi rostro porque él se miró fijo devolviéndome lo mismo en silencio, como si pudiéramos leernos.

Entendía que para esas cosas necesitaba confianza en él, sentirme segura en sus brazos y frente a las cámaras. Cuando sus dedos me acariciaron me di cuenta que le estaba dando tal vez demasiada confianza, sin embargo no quise dejar esa sensación. Me retorcí en el sillón, sintiendo el material del mueble en mi espalda. Eso era una locura, una locura hermosa. Estaba semidesnuda frente a mi compañero de departamento el cual decía odiar y sin embargo no me importaba nada. Estábamos en vivo, para vaya a saber cuanta gente y aun así, sentía que solo estaba él a mi lado.

Desde donde estaba podía ver como el chat se movía con rapidez, pero no llegaba a leerlo. Pero entendía que eso era un show y que yo también tenía que dar de mi. Tomé su otra mano mientras él estaba besando mi cuello distraído, aun acariciándome cada vez con más firmeza.

—Tócame —le dije en voz alta, para que se escuchara y escuché mi voz ronca, llena de deseo por ese idiota. Me regaló su sonrisa divertida, esa que odiaba, y humedeció sus labios, pero fui yo la que mandó. Llevé su mano a mi pecho y lo obligué a apretarme suavemente. Nos miramos con firmeza y fuego en nuestras miradas, pero fue Tyler quien siguió. Introdujo uno de sus dedos en mi interior y jadeé sin poder evitarlo, de un modo que no había escuchado nunca de mi. Fue de alivio después de tanta falta y él supo como moverse, introduciendo un segundo dedo de manera suave pero llena de tortura—. Tyler...

El susurro de mi boca y me sentí culpable al decir su nombre, pero a él no pareció importarle. Para nada. Tiró hacia abajo de mi sostén por el medio y mis pechos quedaron expuestos. Su mano libre tomó uno de ellos y primero fue una caricia entre el caos de sus dedos en mi interior. Los había comenzado a mover con un poco más de rapidez y me estaba volviendo loca. Pero eso no le distrajo, su boca besó mis pechos y jugó con ellos volviéndome loca ahí también con sus dientes y su lengua. Sentía el calor en mi nuca y por un momento no escuchaba aquel sonido que nos invadía y era el dinero que nos estábamos ganando.

Lo deseaba a él y no me importaba seguir esa farsa para tenerlo. El colmo fue cuando lo vi descender por mi cuerpo, dejando besos que quemaban sobre mi piel ya ardiente y su boca ocupó el lugar de sus dedos. Normalmente los hombres no querían hacer eso, Joel odiaba el oral desde hacía años y no recordaba la satisfacción que eso significaba. Sin embargo, su boca besó mis labios y me derretí.

¿Cómo alguien podía ser tan sexy que hacerme aquello que para otros les daba asco fuera tan satisfactorio? Bajó mis bragas y quedé expuesta a mil pervertidos, pero no me importaba, estaba bastante perdida. Llevé mis piernas a sus hombros y a él pareció no molestarle. Volví a susurrar su nombre entre jadeos suaves, con mi pecho subiendo y bajando y la habitación girando. Quemándose. No lo sé, estaba un poco perdida. Maldito Tyler.

Mi espalda se arqueó para darle más acceso y sentí mis manos en todo mi cuerpo, recorriendo y aferrándose, buscándome. Una de mis manos estaba en el brazo del sillón, tratando de usar el impulso para acercar mi cuerpo al suyo y la otra estaba perdida en sus cabellos, impidiendo que dejara de besarme. Su lengua me recorrió con una suavidad que me hizo jadear otra vez, una mezcla de jadeo y su nombre en mi boca. A veces lo veía levantarse levemente, fijando su mirada en mi rostro y dándome una imagen de lo más sensual.

Yo era un caos de mis propios cabellos tapando mi vista, el calor corporal que me estaba matando y Tyler volviéndome loca. Sus dedos volvieron nuevamente, esta vez siendo tres y penetrándome con más rapidez. Lo escuchaba a él también respirar con dificultad, pero jadeando también y aquello me gustó más de lo que imaginaba.

Mi cuerpo se tensó a su alrededor, envolviendo mis piernas alrededor de su cabeza y dejé que el clímax me golpeara de un modo que necesitaba. Esa era toda la verdad, Tyler me volvía loca y lograba clímax que nadie había logrado antes. Estaba en el sillón con los ojos cerrados, la respiración como loca y humedecí mis labios dejando que la sensación me recorriera.

—Eres impresionante, Laura —me dijo y no me molestó que dijera mi nombre en vivo. Me lo estaba diciendo de una manera tan sensual que me quitaba el aliento, abrí los ojos para observarlo y tratar de pensar en algo coherente. Pero no lo encontraba. Nunca me iba a quitar esa mirada de Tyler, de rodillas entre mis piernas y quemándome con palabras, miradas y promesas que no quería decirme pero entendía.

—Necesito... respirar —le dije y él asintió, tomando su camiseta para dármela. Tyler se acercó a la computadora y empezó a teclear un poco. Me acerqué acomodándome el sostén y mirando los comentarios que no había podido ver. Mis piernas todavía no funcionaban bien, pero hice un esfuerzo para tratar de ver la pantalla sin mostrar mi rostro.

Me quedé boca abierta al ver el dinero y eso que ni siquiera estábamos haciendo pedidos, simplemente hicimos lo que quisimos. Leí lo que le pedían a Tyler, como querían que yo me mostrara y la mayoría bastante pasables. Yo esperaba encontrarme con personas asquerosas pidiendo cosas asquerosas, pero en cambio querían vernos en diferentes posiciones y mucho de mi. Había muchos hablando de mi y me reí sin poder evitarlo. Era todo una locura y apoyé mi mentón en el brazo de Tyler, todavía sin aire. Él me miró confuso, con el ceño fruncido pero en vez de decirme algo me besó.

Fue uno de esos besos sensuales y cargados de sentimientos, explorando mi boca y buscando más. Me dejó tan tonta como antes, aunque él se separó. Iba a decirle si quería hacer algo más, si necesitaba ayuda o algo así. Sin embargo, él me detuvo cuando miré su cuerpo y luego quise hablar.

—Creo que estamos bien hoy, ¿no? —me dijo y luego a la gente.

Le sonreí y saludé con la mano a un montón de personas que no conocía hasta que la pantalla desapareció. Nos quedamos en silencio luego de todo eso y por un momento no parecíamos esas personas que jadeaban el nombre de otros en la noche. Se suponía que no tenía que interesarme, pero cuando Tyler se levantó para irse me dejó un sabor amargo en la boca. Eso era jugar con fuego.

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