Capitulo 2: Purgatorio de fuego
"Rara vez confío más en una persona, que en un disparo"
30 de Junio de 1887, Calicó, Condado de San Bernardino. California, Estados Unidos.
─Eh Hans... ¡Hans! ¡Anda, despierta! Que me lo has prometido viejo ─. Decía con un tono muy impaciente, una pequeña y aguda voz.
─Anda, que desde aquí puedo verte que te haces el dormido, no me vas a engañar otra vez, jodido Hans ─El niño, refunfuñando, continuaba hablando más alto y agudo, esta vez, moviendo el brazo del robusto y dormido hombre.
Tal persona, nombrado como Hans, se encontraba cruzado de brazos mientras dormía plácidamente, apoyado en la base de un gran y único árbol. Este, estaba ubicado sobre una gran loma, la cual daba una espectacular y tranquila vista, de todo el pueblo de Calicó.
Hans, a simple vista, tenía una enorme apariencia. Fácilmente se podía notar que era una persona la cual sobrepasaba el metro noventa y cinco. Su tez era morena, tal como el mejor de los chocolates y su contextura física, parecía dotada de una extraordinaria musculatura, la cual hasta dormido, se podía resaltar a través de sus descubiertos brazos. Su rostro, muy serio pero calmado, era similar a un océano en calma, el cual permitiría dar hasta el mejor de los viajes. Su mandíbula era tan imponente que hasta se remarcaba en su cara, a su vez, entre sus labios, tenía un pequeña ramita de hoja, probablemente del mismísimo árbol, sin embargo, no era lo que más se apreciaba de ver, ese lugar lo tenían sus ojos, los cuales parecían arrebatados del mismísimo cielo celeste. El resto de su cabeza estaba oculta, debido a que tenía puesto un gran sombrero negro.
Más por el torso, llevaba una camisa negra con sus mangas arremangadas, la cual al estar recostado se llegaba a ver que por la altura de las clavículas, tenía adornos de líneas doradas que iniciaban su recorrido desde el cuello hasta terminar por sus hombros. Al resto de la misma, la cubría una desabotonada chaqueta de cuero marrón claro y más por encima, un poncho de color marrón muy oscuro con bordeados dorados, casi como el oro, el cual cubría ambos costados de la cintura del hombre.
Su piernas, cubiertas por completo, eran muy largas y vestían un pantalón de un negro muy oscuro, el cual llegando a las botamangas se abrían por completo. Más por debajo, su calzado se componía por dos botas negras puntiagudas, las cuales detrás de su talón, ambas dejaban ver a una estrella dorada.
Este hombre, muy lentamente, elevo el brazo colocando su puño justo al lado de la frente del niño. Un silencio y una suave brisa reinaron en el lugar. El niño, completamente anonadado, solo observaba el enorme puño que tenía justo en su frente, para luego caer rodando cuesta abajo por la loma, a causa de un suave y gracioso tincazo en su rostro.
Este pequeño, ahora levantándose de semejante rodada, vestía en su torso una especie de ropaje hecho de tela el cual lo cubría, más por debajo tenía un pantalón de color marrón muy claro, a causa del desgaste de tanto usarlo. Sus pies, descalzos y sucios, le brindaban la libertad que él quería, pero dejaban muy en claro la situación en la que se encontraba. Sus manos y brazos, en un estado similar al de sus pies, estaban sucios y con pequeñas cicatrices, tal vez por cortes o por juegos. Su rostro, un poco percudido, rebosaba de alegría y sinceridad mientras se levantaba y observaba atentamente hacia arriba, como el mismísimo sol de aquel mediodía despejado, era tapado por la gran figura humilde y sonriente de tal buen hombre, observando con cariño al pequeño.
─Veo que te me has adelantado, Billy. Si sigues así, pronto me vas a alcanzar, querido ─.Le decía desde cuesta arriba mientras se reía y comenzaba a bajar de la loma muy lentamente.
─A veces eres muy descortés gigantón, baja aquí que te daré unos muy, pero muy buenos castañazos ─.Decía el pequeño refunfuñando mientras fruncía su ceño y levantaba sus giratorios puños.
Pronto, la figura esbelta del hombre, bajo de la loma y llego al lugar en donde estaba el pequeño. Una vez allí, apoyo su palma sobre el despeinado pelo del niño, para luego frotarlo cariñosamente. Al pequeño inmediatamente, se le dibujo una enorme sonrisa en su rostro, le brillaron los ojos y procedió a abrazarlo, para luego comenzar a caminar juntos en dirección al alejado poblado.
Tiempo después, ya en la entrada del pueblo, el dúo seguía avanzando a la par. Hans a paso firme y observando seriamente su alrededor y Billy, a su lado, cansado, sudado y sacando su pequeña lengua por el agotamiento causado, de tal larga distancia recorrida.
─Primero, iremos a la taberna, comeremos y beberemos juntos. Porque en ese estado no podrás atinarle ni al peor de los caballos dormido. ¿Me entiendes? ─Decía con mucha calma y seguridad mientras respondía muy educadamente el saludo de toda la gente que le reconocía y se le acercaba para luego seguir con su día.
Hans, a simple vista, era un ser muy querido en ese pueblo. El, solo con su caminar firme y seguro, parecía no buscar la atención de nadie, pero inevitablemente, cada persona que pasaba, se le acercaba con el único deseo de recibir una contestación formal a su saludo. La gente lo amaba.
El pequeño, mientras tanto a su lado, similar a una hormiga siguiendo a un escarabajo, refunfuñaba intentando llamar su atención.
─Ahhh ¿Qué insinúas Hans? Estoy seguro de que así y todo, podría derribar hasta a ese sucio grandote de mi padre ─.Levantando sus pequeños puñitos mientras se reía.
─Yo te dije ya que no deberías hablar así de tu padre, a pesar de todo, él es tu propia sangre ¿sabes? ─Respondía Hans con un tono muy bajo.
─No gigantón, estas equivocado ─Moviendo la cabeza de un lado hacia el otro.
─ ¿Uh? ─Mientras bajaba la mirada desconcertadamente para observar al pequeño.
─Si, porque para mí, mi padre eres tú, Hans ─Decía mientras caminaban lado a lado─. Tú me habías contado que tus padres fallecieron cuando tú eras muy pequeño, incluso más pequeño que yo, Hans. Y que luego, conociste a un hombre que te crio y te enseño a ser quien eres ahora.
─Si, pero ─Interrumpe Hans para luego ser interrumpido por Billy.
─Calla que yo estoy hablando, entonces, eso quiere decir, que él se convirtió en tu papa, así como tu... te convertiste en el mío. Ya que mi verdadero papa a mí no me quería... ─Decía con una mirada triste, mientras se tomaba las cicatrices de sus manos y brazos.
─Hemos llegado, Billy ─Dijo muy seriamente mientras se detenía justo al frente de la taberna─. Prepárate a comer como si no hubiera un mañana pequeño ─Mientras en silencio, en su cabeza solo pensaba─. Lo que son las vueltas de la vida, eh padre...
El pequeño, rápidamente cambio su mirada y alegremente inclino varias veces su cabeza hacia arriba y hacia abajo. Pronto, ambos entraron a la taberna, dirigiéndose hacia la barra.
Allí, la alegría, la música, las carcajadas y los gritos reinaban. Todas las mesas se encontraban llenas de hombres, un poco sucios y de mal aspecto, apostando en juegos de cartas, dados e incluso ruletas; había jóvenes y grandes damiselas riendo y alentando a los mismos; grandes platos de comidas rusticas, muy características del lugar; bebidas de todos los tipos, colapsando las mesas y a un tabernero serio, un poco delgado y un poco anciano, fregando el fondo de una copa, mientras les observaba detenidamente y sin disimular, el acercarse. Detrás del mismo, se podía adorar a un enorme estante repleto de todas las bebidas alcohólicas que ese pequeño pueblo, pudiera conocer.
Dicha taberna era muy grande y poseía también tres pares de puertas en ambos extremos, tanto derecho como izquierdo del salón. Las mismas, dirigían a unas cuantas habitaciones, muy probablemente, lugar donde brindaban estadías por las noches a los tan cansados viajeros. Por detrás de la barra y más al costado derecho, se encontraba una gran puerta de acero, la cual conducía a la cocina en la que trabajaban los chefs y mozos que alcanzaban los platos para luego ser entregados en la barra. En el otro extremo, había una habitación extraña, con una puerta de color rojo intenso, muy probablemente de algarrobo. Tal cuarto, se suponía según los rumores, que era la habitación tesorera del tabernero.
En el costado derecho, metros delante de la puerta que conectaba a la cocina, había una escalera con tres tramos rectos, la cual unía el subsuelo, donde seguramente estaba la bodega de alcoholes; la planta baja, lugar donde se encontraba el salón, cocina, barra del tabernero y la entrada; y los balcones del primer piso, lugar donde se encontraban disponibles cuatro habitaciones grandes y lujosas, cada una ubicada en los distintos puntos cardinales de la taberna.
Hans, con una mano en la espalda de Billy, se encargaba de acercarlos hacia la gran barra de roble de esa taberna mientras atravesaban y esquivaban, a borrachos y a grupos de damiselas bailando y jugueteando por ahí.
Una vez ya frente a la barra, Hans toma de la cintura al pequeño y lo levanta hasta sentarlo en uno de los taburetes, para luego el tomar asiento a su lado y observar al tabernero, que en ese entonces, los miraba irónicamente con una ceja levantada.
─Tenía entendido que los tiempos cambiaban y muy rápido saben, pero no estaba al tanto que los sucios pistoleros, ahora vengan en tamaños.... Slim ─.Dijo mientras observaba a Billy y dejaba al descubierto una irónica sonrisa, para luego apoyar muy fuerte a una copa boca abajo sobre la barra.
─Sabes qué cosa es lo irónico aquí... que te cagues en la mano que te da de comer, tabernero ─Respondía Hans mientras fruncía su ceño.
Ambos se observaron seriamente, sin siquiera pestañar, tal como si de eso dependiera el seguir viviendo. La atmosfera del lugar, de repente cambio. La música freno, la gente paro de reír, de gritar, de bailar. Solo ojos temerosos y desconfiados rondaban por aquel lugar. Cada persona en el salón, hombres, mujeres, mozos, ya con las manos en sus caderas, parecían estar atentos mientras esperaban lo peor. Todos se observaban mal entre todos. Se veía venir algo muy inevitable. Hasta que de pronto...
Una sonrisa enternecedora, se adueñó de la mirada de Hans, para luego el anciano sonreír y levantar firmemente una copa. Rápidamente toda la fiesta y alegría del lugar volvió, mientras las grandes carcajadas, similares a algo muy cotidiano del lugar, se adueñaban de la atmosfera.
─A mí me pasan muy rápido los años, pero tú, Hans, te ves igual a cuando eras un pequeño. Estoy seguro de que el viejo Dallas, quien te crio, estaría muy contento, ya que eres su imagen a semejanza ─.Decía el anciano tabernero con alegría y sus ojos cerrados.
─Y este pequeño de aquí, va en camino a ser la mía ─Hundiendo la cabeza de Billy mientras los tres se reían─. Cuanto tiempo, Paco querido.
─Asi es joven, así es... pero los gustos no cambian ─Mientras se daba media vuelta para ir en dirección hacia la cocina─. Enseguida traeré tus favoritos ─Da una pausa y continua─. Y para el enclenque... una copa de leche con galletas.
─Ya tiene ocho años, Paco, un par de años más y él solito te pedirá otro tipo de copa ─Decía Hans con mucha seguridad en sus palabras.
─Viniendo de ti, no me sorprendería que ya haya dado su primer disparo... ─Respondía seriamente mientras se alejaba.
─Si supiera que hoy me llevaras a dar mi primer disparo ─Decía Billy con una voz muy baja, mientras se reía y achinaba sus pequeños ojos─. Asi que el es Paco, es igual a como me lo contaste hace tiempo.
Hans, solamente colocó su mano en la pequeña boca del niño, callándolo mientras le guiñaba un ojo.
De pronto... las dos puertas de la entrada se abrieron de par a par, tal como sí lo que lo hubiera causado, fuese un fuerte golpe en el centro de ambas. La música, antes a todo volumen, se había detenido. La gente, antes divirtiéndose, ahora se encontraban en sus lugares, parados y únicamente murmurando en voz muy baja, quietos y observando. Algunos con pánico, otros con ira, otros sorprendidos, pero al fin y al cabo, todos desconcertados. Un sonido de botas y acero, como si se las presumieran, se escucha entrar lentamente hasta llegar al centro del salón.
Hans, en ese entonces aun quieto y haciendo de cuenta que nada estuviese sucediendo, solo tapa con su gran poncho al pequeño niño, el cual entiende la situación y no emite movimientos, ni sonidos.
─ ¿Dónde estás? ¡Asqueroso saco de pulgas! ─Grito una voz muy ronca, para luego dar un escupitajo y continuar─. ¡Tabernero!
Toda la gente, los cuales antes se encontraban murmurando, pasaron a quedarse en un silencio profundo, al ver que por esa misma puerta entraba un grupo de doce hombres desconocidos y con miradas muy maliciosas. Estos, portaban la gran mayoría botas largas, similares a las del hombre con voz ronca y se encontraban armados, ya con un revolver en su mano, enseñando que no tendrían problema en usarlo.
Todas las miradas de pronto se giraron, al ver que el tabernero salía como si nada por la cocina. En sus brazos, solo traía una copa llena de cerveza, la cual la coloco en el medio de la barra. Luego cruzo sus brazos y subió su frente en alto. Este, evitando mirar a Hans, clavo su mirada en el hombre de voz ronca, alzo una ceja y se dispuso a contestar.
─ ¿Qué viento te trajo por aquí, Patch O'Connell? ¿Sera acaso que se avecina un malagüero? ─Decía muy galanamente mientras fruncía su ceño y comenzaba a frotar una copa vacía con su trapo gris de bolsillo.
─Sera una tormenta para ti y este lugar, si no pagas el dinero que me debes. Viejo usurero ─Dijo de una manera muy agresiva el hombre de voz ronca.
─ ¿Dinero dices? Si yo, ni a ti y ni a tu gente les debo nada ─Contesto Paco alzando cada vez más su mirada.
Poco a poco, la gran cantidad de gente que antes se encontraba feliz en el lugar, comenzó a marcharse, evitando pasar cerca del grupo turbio y enardecido de vaqueros. Solo unos pocos se quedaron, llegando a ser contados con la primera palma de las manos.
─ Sabes bien, anciano decrepito, que tanto este, como todos los lugares del pueblo, están bajo mi protección. Por ende, vengo personalmente a cobrar mi dinero ─Decía mientras se inclinaba a un costado abriendo sus brazos, dejando ver una fría y maliciosa sonrisa.
─ ¿Ah sí? ¿Y esto desde cuándo? Sucio infeliz ─Respondió el tabernero ya con la paciencia agotada.
─ Desde que él se fue ─Dijo Patch, con un tono altanero y alzando su mirada, mientras al simultáneo, apuntaba con su dedo índice al tranquilo y quieto Hans, quien aún, no había revelado siquiera su identidad. Este, se encontraba sentado de espaldas en la barra, tapando a Billy y observando el estante lleno de diferentes alcoholes.
El hombre con voz ronca, llamado Patch O'Connell, era el líder de un grupo de bandidos y el autoproclamado dueño del pueblo llamado Calicó. Se lo veía un poco maduro de edad, aparentando tener más de cincuenta años, debido a sus arrugas y demás marcas faciales. Media alrededor de un metro ochenta y tenía una contextura grande, dejando notar que su masa muscular se encontraba por encima de lo que era su altura. En su cabeza, poseía un gran sombrero de color blanco, el cual no lograba tapar su largo pelo despeinado, ya que este caía desproporcionalmente por el alrededor de toda su cabeza. Su boca, dejándose ver solo cuando sonreía, se encontraba tapada por un bigote largo el cual se fusionaba con su desordenada barba negra. La misma, sobrepasaba su mentón, llegando hasta el mismísimo cuello. En su torso, vestía con una camisa celeste a cuadrille y una chaqueta de cuero negra, como los dos revólveres que llevaba en ambos extremos de su cintura. Su pantalón, era de un color marrón muy claro, tal como sus largas botas, las cuales portaban diferentes adornos de acero, por todas partes dotándolas así, de un ruido muy particular.
El tabernero, se quedó callado y observo con pánico a Hans. De pronto, su mirada cambio a impacientada y con un poco de nerviosismo. Fue entonces cuando Patch largo una terrible carcajada, la cual siguieron todos sus compañeros presentes. Allí fue cuando Hans, aun tapando a Billy, volteo su mirada, para observarlos a todos de reojo. El tabernero, lentamente se hizo a un costado, como prediciendo lo que sucedería y luego, Hans habló.
─Pude escuchar, de entre tanto ronquido, que nombras muy fácilmente palabras alocadas como tormentas ─Se ríe muy breve de una manera irónica─. Estoy muy seguro, que si comienza a granizar, serias el primero en huir ─.Dijo Hans, esperando una respuesta.
Patch, al escuchar tales palabras, únicamente gruñó y apretó sus dientes, haciéndolos rechinar por toda la taberna. Sus compañeros, comenzaron a dispersarse por los alrededores de la taberna, muy atentos al actuar de su jefe y a la vez, a las acciones del tranquilo Hans. Por contrario, los cuatro vaqueros que se quedaron, retrocedieron colocándose por detrás de sus grandes mesas de roble, con sus músculos dispuestos a derribarlas, para así formar barricadas.
Todo era silencio y a la vez, una fría competencia de quien atemorizaba más con su mirada. Fue entonces cuando Patch, decidió emitir sus palabras.
─Ten cuidado, mucho cuidado vaquero... que ya no estás en el pueblo en el que solías estar ─.Refirió Patch, dando a entender que esa sería su primera y última advertencia.
─Eso, es totalmente cierto ─Dijo mientras ocultado por su poncho, bajaba sus manos hacia ambas caderas─. Es por eso que lo debo purgar.
De repente, al cabo de terminar esa última frase, se escuchó un muy agudo *BOOM* proveniente de la boca de Billy, dando a comenzar una batalla campal dentro de la mismísima taberna.
Tal como si fuera una trágica obra de teatro, todos al simultáneo realizaron sus movimientos. Por un lado, el tabernero se arrojó cuerpo a tierra detrás de la barra, tomándose su cabeza. Los cuatro amigos del mismo, actuaron al unísono, derribando cada uno a una mesa distinta para usarla como barricada. Tres tuvieron éxito en su acción. El cuarto y último, un poco más delgado que el resto, poco antes de poder tirarse, fue atrozmente baleado, cayendo, sí, pero con su cuerpo inerte y sin vida. Tal ser, sirvió como un escudo momentáneo, al cual Hans logro aprovechar, dando un gran salto desde su taburete, con un Billy que se dejaba llevar en sus brazos, hasta la mesa derribada por el difunto hombre.
Ambos lograron caer en perfecto estado detrás de la mesa de roble, mientras la balacera continuaba. Patch, el cual había corrido para refugiarse en las paredes exteriores de la taberna, más precisamente detrás de las puertas de entrada, disparaba a diestra y siniestra sus dos revólveres, mientras se cubría. Frenando únicamente para recargarlos y así, continuar con sus disparos. Sus compañeros, disparaban a la par que su jefe, pero indescriptiblemente, dos cayeron claramente sin vida, tras recibir algunos disparos.
Hans, asustado, más por la seguridad de Billy que por el riesgo que corría su propia vida, revisó rápidamente el estado corporal del pequeño, mientras se encontraba refugiado tras la gran y pesada mesa de roble. El niño, quien estaba más sereno que su mismísimo gran compañero, retiró su mano de un cachetazo y le indico mediante gestos de sus pequeños dedos, ir hacia una dirección, apuntando hacia la barra. Hans, rápidamente entendió todo y se dio cuenta que no tenía de que preocuparse, ya que tal niño, acompañándolo en sus andanzas por toda California, aprendió tanto de él, que hasta llego a ser similar, logrando ser como su pequeño calco.
Hans, ahora decidido, se colocó en cuclillas aun cubriéndose con la mesa y puso sus manos en ambos extremos de su cintura para así tomar, dos completas obras de arte.
En cada mano, empuñó dos revólveres únicos y diferentes al resto. Sus empuñaduras, hechas de una madera tan oscura como la noche, atrapaban toda oscuridad que se atravesaba en su camino. Su cañón y tambor, tenían una combinación entre un verde claro y un celeste como el cielo, siendo el resultado, similar al agua marina. En cambio, tanto su martillo como gatillo, eran diferentes, portaban un rojo tan intenso, que según el rumor, correspondía a la sangre de sus víctimas. De ahí, es donde recibieron su nombre tan particular, "Los Atrapa Tormentos".
Hans, levanto ambos revólveres al simultáneo que su cuerpo, dejando su cabeza y torso al descubierto, para así comenzar a dar una lluvia de balas. Fue tan agresiva la situación que descargo ambos revólveres, gastando así, doce balas. Su precisión fue tan impresionante, que derribo a cuatro agresores al acto y cuatro quedaron muy lastimados cubriéndose. El resto de afortunados, los cuales fueron dos que lograron reaccionar, quedaron intactos pero sorprendidos por tal respuesta. Patch, sin tanta suerte, recibió un disparo en su hombro, causando que se refugie tras la pared y así parar su fuego.
Instantáneamente luego de eso, Hans se agacho para colocarse a cobertura y observo que a su lado ya no se encontraba el pequeño Billy. El, había aprovechado tal disturbio para rodar y así colocarse detrás de la barra. Hans muy orgulloso, recargó sus revólveres para luego saltar y sobre el aire dar una pirueta para caer rodando detrás de la barra. Inexplicablemente, al unísono de la pirueta, logro gatillar dos veces, disparando cuatro balas muy sorpresivas, las cuales derribaron a dos vaqueros más.
Ya detrás de la barra, atrincherados, se reencontraron los tres conocidos, Hans, Billy y el tabernero Paco. Por otro lado, las fuerzas de Patch se veían gravemente disminuidas, habiendo perdido ya a ocho de sus compañeros. Momento en el cual, los tres amigos de Paco, quisieron aprovechar para avanzar a disparos. Eso, fue un gravísimo error.
Mientras estos se levantaban para avanzar disparando a quemarropa, fueron sorprendidos por una gran balacera proveniente de afuera. Lamentablemente, los tres colegas de Paco, cayeron al instante. Detrás de las puertas entraron diez vaqueros más, dando insultos y disparos sin cesar.
Paco, quien logró observar la situación, entro en pánico y corrió mientras sacaba una llave que encastraría perfecta en la puerta de algarrobo roja. Tras hacer un leve giro con su palma, logra abrirla, pero ni el más rápido movimiento diestro de la mano, fue suficiente para evitar lo que vendría. Una balacera descontrolada, avanzo hacia el cuerpo de Paco. El mismo, comenzó a caer mientras observaba a Hans y soltaba la llave de la habitación, la cual cayó dentro de la misma.
Hans, a pesar de la gran pérdida de su amigo del alma, supo que ese último esfuerzo, fue dedicado para ellos. Sabía que lo que hizo Paco, fue para protegerlos. Su idea se aclaró cuando vio, que en lo más profundo de la habitación, había una gran ventana, la cual daba con el exterior. Él sabía que esa era su salida y que Paco, quiso demostrársela con su último esfuerzo.
Lo único que se interponía entre los dos compañeros y la supuesta salida, era un espacio al descubierto, que estaba entre la barra y la entrada de la habitación. Hans sabia, que si lograban atravesar ese pequeño espacio, podrían escapar, del mismísimo infierno.
Billy, coloco su mano en el hombro del fornido hombre y asintió con su cabeza, dando a entender que sus ideas estaban conectadas y que solo tenían una distracción, una oportunidad y un momento.
Fue entonces cuando Hans, llenó el tambor con las balas restantes, alzo sus dos juguetes y se dispuso a intentarlo. Al unísono, tal como si estuviera antes practicado, Hans se levantó disparando a quemarropa sus dos Atrapa Tormentos, abatiendo a más de la mitad de los agresores, mientras se movía muy rápidamente hacia la entrada de esa habitación. El pequeño Billy, reaccionando a la par, corrió como nunca y dio un salto hacia la entrada, salto al cual, fue respaldado por un salto de un Hans que intentaba cubrirlo por completo.
El sonido de las balas, fue atroz. Tal como si estuviesen cayendo truenos sin cesar.
Ellos a pesar de todo, lo habían logrado. Ambos habían caído dentro de la habitación. Fue entonces cuando Hans, tomo la pequeña llave del suelo y rápidamente cerro para luego trabar bajo llave la puerta. El, en el momento que iba cerrando la puerta, tal vez de reojo, logró ver como una de las puertas del primer piso, se iba abriendo muy rápidamente, pero decidió ignorarlo. Su felicidad fue increíble, ese, sintió que había sido el mejor momento de su vida... hasta que... escucho algo que lo electrifico como un rayo cayendo en una antena.
─Pa...papá...
Escucho Hans, proveniente de una pequeña voz casi partida, mientras se le paralizaba el alma y se negaba a voltear. Tomo fuerza y volteó, para luego, ver algo que cambiaría por completo el resto de su vida.
Vio a Billy tendido en el suelo, boqui arriba, mientras el mismo le observaba y extendía su pequeña mano hacia él, para luego, caer rendida por no poder aguantar más. El pequeño, tenía dos manchones rojos que se agrandaban a gran velocidad. Uno proveniente de su pecho y el otro de su abdomen.
Las fuerzas de Hans para seguir, poco a poco se iban desvaneciendo tras notar la gravedad de las heridas, mientras se escuchaban disparos a diestra y siniestra provenientes del salón. Sus rodillas temblaron y casi como si no lo pudiese controlar, le fallaron y pronto cayó. Arrodillado y a la vez devastado por lo que veía... solo lágrimas y una pequeña palabra, acompañaron al siguiente momento...
─Hijo...
Fue lo último, que la joven y temeraria alma, que buscaba libertad, una libertad que quería junto a su ídolo, escucharía.
Hans, devastado por lo visto y con su vista nublada, apretó fuertemente la empuñadura de sus dos compañeras e ignorando la ventana, se levantó fuera de sí para luego abrir la puerta y salir. Lo siguiente que vería, sería una situación traumatizante para cualquier otra persona.
Los cadáveres inertes y destrozados de sus enemigos, yacían desplomados en diferentes áreas de la taberna. Incluso, justo en el medio del gran salón, se podía ver a un Patch, derribado ya sin vida.
Hans, con su mente ya quebrada y su vista perdidamente borrosa, cayó nuevamente de rodillas sin lograr entender lo que sucedía. Lo único que pudo escuchar era como algo caía del primer piso y así, escuchar por última vez un sonido que recordaría por el resto de su vida...
*Clic*
Su cuerpo a pesar de no tener interés por moverse, estaba inmóvil, tampoco podía girar su mirada, ni voltear su rostro. Solo escucho unos pasos lentos dirigirse hacia el y luego sintió un fuerte golpe, para así, perderse en una vasta y vacía oscuridad.
Pronto... sintió que tal oscuridad tenía una forma acuosa, similar al océano, a cual lo acariciaba una y otra vez. Esta, no era como el océano en calma que se asemejaba a su mirada, era como el peor de los océanos revueltos, bajo una terrible tempestad.
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