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Capitulo 43
Habían pasado dos semanas de las cuales apenas una le habían dado de alta a Barbara y a Alejandra.
Ambas estaban que caminaban por las paredes cada vez que tenían que volver a casa después de ir a ver a sus bebés.
Aún estaban en cuidados y estaban estables pero no podían dejar de monitorearlos, ya que seguían unidos al tubo y las vías.
Pero hoy tenían algo más en mente.
Verónica.
Estaba detenida y hoy se había dignado a confesar toda la verdad, no le quedaba de otra, iba a estar en prisión unos cuantos años y si hablaba posiblemente le reducirían la condena y aunado a eso si tenía buena conducta tal vez y solo tal vez estaría menos tiempo, así que, si con hablar reducirían la condena pues cantaría como un canario.
Además, no iba a hundirse ella sola. Arrastraría con ella a su cómplice.
—¿Estás segura que quieres estar presente?— le pregunto Eros a Barbara mientras le abría la puerta del carro, hoy no solo habían ido a ver a su pequeña sino que tambien era el momento de que le retiraran los suturas de la cesárea.
—Por supuesto, quiero terminar con esto de una vez por todas.
Subieron al carro y se dirigieron a la comisaría en un comodo silencio, lo único que se escuchaba era la música del reproductor que estaba con bajo volumen. No hacía falta palabras con solo una mirada decían lo necesario.
Llegaron a la comisaría y Alejandra ya estaba ahí, sentada en uno de los escritorios charlando con uno de los oficiales muy animadamente.
A Barbara, aún le costaba creer que su amiga se haya recuperado tan bien de todo, a ella aún le dolía hasta la vida cuando estornudaba.
Alejandra ver a su amiga, Barbara, se bajó del lugar y fue junto a ella.
—¿Estás bien?
Barbara asintió y Kevin llegó junto a ellas, la saludo y a Eros también.
—Vamos, escucharemos la declaración de Verónica.
Los llevo a una sala no muy grande, con un vidrio que cubría la mitad de la pared y se veía claramente a las personas de adentro, era Verónica junto a una mujer.
—Deja que yo me encargue, no tienes por qué decir nada— decia la mujer junto a Verónica, al parecer era su abogada.
Verónica no dijo nada, solo tenía la mirada fija al frente, como si los estuviera viendo a ellos directamente.
—No pueden verlos del otro lado es un vidrio— dijo un oficial entrando al lugar — vamos, terminemos con esto de una vez. — se detuvo en la puerta haciendo seña para que Eros saliera con él junto con Kevin, este era su abogado. Estuvo tentado en llamar a Agustín su amigo y abogado de las empresas Adams, Pero se había ido de viajes de negocios con su hermano a Alemania.
Barbara pudo ver del otro lado a Eros entrar, con su mirada imperturbable con su traje pulcro, siempre estaba pulcro y elegante con el cabello revuelto como si se hubiera pasado las manos varias veces, ahora lo llevaba así como al descuido lo hacía ver más... Sexy.
Al entrar a la sala Verónica lo vio y se puso de pie con la manos aún esposadas y se acercó a él, quiso abrazarlo pero el oficial la llevo de nuevo a la silla junto a la abogada.
—No puedes hacer eso. — le dijo la mujer
—¿Cómo que no? Es mi esposo, va a sacarme de aquí ¿Verdad cariño?
Barbara y Alejandra se miraron al escucharla hablar de una forma tan... Extraña, ¿Acaso estaba intentando imitar la voz de Barbara? Porque si era así era una pésima actuación.
—Esa mujer está loca — comento Alejandra abriendo un paquete de gomitas y llevando un par a su boca—¿Que? Fue lo que pude conseguir ¿Quieres?— le tendió la bolsa para que ella comiera también.
—¿De dónde lo sacaste?
—Se lo quite al alguacil, ni cuenta se dió.
Barbara nego con la cabeza y tomo unas cuantas y comió con calma con la mirada fija en las personas dentro del otro cuarto.
Realmente quería saber que persona sin cerebro estaba con los planes de Verónica.
No pasó mucho tiempo cuando Eros golpeó la mesa con el puño sobresaltado a las mujeres.
Verónica no quería cooperar hasta que vio molesto a Eros, la tomó de las muñecas sin importar si estaba infringiendo alguna ley, esa desgraciada iba a estar tras las rejas sí o sí.
—Habla o te juro por mi mujer e hija que te vas a pasar el resto de tu vida tras las rejas.
— Si yo me hundo ella también.
—¿Quien?— siseo Eros con rabia apretando más el agarre haciendo que ella se quejará de dolor, Kevin apretó su hombro pero aún asi no la soltó, no hasta que hablara.
—Sofia, Sofia me convenció en hacerlo, yo no quería lo juro.
Eros por un momento pensó ¿Que rayos? Pero si jamás le hicieron algo como para que esa desgraciada se ensañara contra ellos.
A Kevin le hervía la sangre en rabia ¿Cómo era posible que alguien pudiera hacerle algo así a su hijastra?
— yo no quería hacerle daño a su amiga, solo a Barbara— hablo con lágrimas en los ojos — ese bebé tenía que ser mío, tú tenías que ser mío, aproveche la oportunidad de envenenarla poco a poco cuando frecuentaban el restaurante todas las semanas, le echaba arsenico a sus postres, no fue difícil — limpio su rostro y sonrio como una loca al enorme espejo frente a ella y hablo como si estuviera viendo a Barbara — merecías morir desgraciada, Pero tienes más vidas que un gato, por eso Sofia me ayudó, se quería vengar por no darle la posicion economica que ella quería y por hacerla trabajar en ese bufet de abogados como la señora del café, ambas nos merecemos algo mejor, y que cayera quien tenia que caer.
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