Capitulo 25

Si antes Eros estaba enamorado de Barbara ahora estaba más que reafirmado.

Es que tenía los pantalones bien puestos esa mujer, mira que haber encarado a Verónica de la manera que lo hiso lo ponía cachondo.

Si, definitivamente era la mujer que el quería.

Ya estaban en casa después de unas semanas agotadoras en el hospital.

Pero todo sea por la salud de ambos, un trasplante de hígado y de corazón no eran cualquier cosa, y si quería, que todo resultara satisfactorio tenían que seguir las órdenes al pie de la letra de los doctores.

Estaban más que contentos por volver a casa, gracias al cielo todo estaba bien, sus nuevos órganos estaban siendo bien recibidos, pero aún así no podían bajar la guardia, tenían una dieta estricta que seguir, un plan de ejercicios al cual regirse.

Sin embargo había algo de lo que no podían dejar para después, y era su vida íntima.

Llevaban semanas si poden hacer el amor y eso a Eros lo tenía escalando las paredes.

Y Barbara, ni se diga sentía unas ganas inmensa de estar con su esposo, de echo más de una vez tuvieron que entrar al baño de su habitación en el hospital para poder calmar esas ancias, pero parecía no funcionar del todo.

Así que ahí estaban ellos en su casa, amándose como ellos solo sabían, devorándose mutuamente, Eros no quería salir de ella y bueno, ella tampoco quería que lo hiciera.

-Me enamore de ti desde que te ví, y de eso no tengo dudas.- le dijo él, abrazándola y trazando círculos en su costilla ya que ella estaba de lado con la cabeza en su pecho.

-Desde que te ví, nunca deje de pensar en tí.- y era muy cierto, desde la primera vez que lo vio quedó enamorada de ese hombre con cabello negro como la noche y ojos grises como una tormenta.

- desde que te Vi, supe que eres mía.- no había dudas de eso, Eros la vio en esa barra sirviendo tragos Con hermosa sonrisa y algo dentro de el vibró, por más que quiso ignorarlo no pudo, por eso iba una vez por semana como mínimo, solo para verla a ella, hasta que en definitiva no pudo más, quería tenerla para él, y que nadie más la tuviera, así de posesivo era.

Por eso la hiso formar esa acta de matrimonio, y fue lo mejor que pudo haber hecho en su vida, ya que para ella el no le era indiferente, el sentimiento era mutuo.

¿Se amaban desde que se vieron? De eso no había dudas.

Era lamentable la muerte de Jeremías pero agradecía inmensamente su deseo de donar sus órganos, gracias a él, ellos podían vivir un tiempo más y así estar juntos ese amor que sentían.

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Un año después

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- Definitivamente tienes un alma noble Barbie.

-Pff, no digas eso, cualquiera pensaría igual.

- Yo no.

-Si, ya veo- le dijo Barbara sacando una caja de leche de la nevera.- el caso es que no estoy tranquila sabiendo que ella la está pasando mal.

- Okey, vamos a hacer esto. No le vamos a dar dinero, voy a hablar con alguno de mis contactos y que le den empleo. No voy a darle un centavo de nuestro dinero.

-¿Ves que si eres noble?-le dijo Barbara acercándose a él y dandole un beso en los labios

-Lo hago para complacerte, nada más, me da igual lo que le suceda a esa mujer.

Hace meses la madrastra de Barbara habia pedido verla para nada más y nada menos que pedirle dinero, ya se había tardado mucho en hacerlo.

La cosa era que Eros estaba renuente en darle un solo dólar a esa mujer que solo era una interesada pero la bondadosa de su esposa no pensaba igual.

Ella quería ayudar a todo el mundo, pero sabía que si cedían en darle dinero jamás se los quitaría de encima, esa mujer de verdad era un grano en el culo

Así que Eros prefería recomendarla a alguno de sus contactos y que trabajarán por su dinero, era lo más lógico.

Lo más probable era que no quisieran aceptar la propuesta de Eros pero no estaban para escoger era eso o era eso, nada más, porque no les darían dinero.

Terminaron de desayunar y Eros hiso un par de llamadas y listo, tenían el trabajo perfecto para la madrastra de Barbara.

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La tarde había llegado y con ella la tristeza de Barbara, bajaron del carro y Barbara sintió una tristeza al saber que la Casa donde había vivido la mayor parte de su vida ya no pertenecía a su madrastra, está la había vendido porque estaban en la ruina.

No iba a negar que la nueva casa era hermosa pero saber que ya no iba a poder estar una vez más ahí era muy triste para ella, los recuerdos de su hermano y su padre que conservaba d ese lugar ya solo estaban en su memoria.

-¿Estas bien?- le pregunto Eros al verla triste y con los ojos cristalizados.

-Si, solo... Ella no me consulto siquiera que vendería la casa, se supone que era mía también... No importa, es solo algo material, vamos y terminemos con esto de una vez.

Tomados de la mano llamaron a la puerta y una señora muy distinta a la que Barbara conocía les abrió, ya no se veía a esa mujer elegante.

Ahora se veía a esas mujeres que tanto criticaba, sintió cierto pesar por ella, pero cada quien cocechaba lo que sembraba.

Tomaron asiento en el jardín mientras que le servía una taza de té.

-¿Me vas a dar el dinero?- le pregunto su madrastra ignorando a Eros, creyendo que Barbara le daría lo pidió.

-No, te voy a ofrecer algo mejor- le dijo Barbara dandole un sorbo a su té.