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Capítulo 1: El Incidente y la Carta

Mi nombre es Freduard Banner Tempore, mi padre es muggle y mi madre es bruja. Cuando recibí mi primera carta de Hogwarts, me entraron escalofríos, pues pensaba que después de lo del año pasado, cerrarían el colegio, pero claro, yo no podía saber, que en el mismo año que yo entraba, la Cámara de los Secretos se abriría, ni que descubriría una sala secreta que me llevaría a una aventura demasiado peligrosa para mi gusto. Mi historia comienza a finales de julio, una tranquila tarde de verano.

Yo estaba ayudando a mi madre con la pastelería-cafetería muggle que había abierto desde el mismo momento en que se quedó embarazada de mí, para poder trabajar en algo mientras me enseñaba todo lo necesario para poder entrar a Hogwarts bien instruido. La cafetería estaba siempre abarrotada de gente, y ese día no sería una excepción. La gente al principio, no entraba por el nombre que tenía "Muneven Tempore" en letras grandes y plateadas encima de los escaparates en los que ponía sus deliciosas magdalenas. Pero claro, hay que darle tiempo al tiempo. El mismo día en que mi madre me tuvo, entró un grupo de jóvenes que habían oído hablar de la tienda. Cuando probaron sus magdalenas, la voz se corrió por todo Londres, y desde entonces, la gente no dejaba de venir. Pero mi madre siempre encontraba tiempo para instruirme sobre el mundo mágico mientras la ayudaba con los clientes, junto con mi abuela Hanna y mi tío Jack.

Ese día, le serví su típica taza de té con magdalena de arándanos a la anciana Tiana, mientras mi abuela tomaba los pedidos, mi madre horneaba y preparaba las masas para los dulces y el pan, y mi tío estaba fregando los platos, vasos y demás cubiertos, cuando entró un compañero del trabajo de mi padre. Johann Riksbeth, el enemigo número uno de mi padre por el mero hecho de ser todo lo contrario de lo que era él. Se fue directamente a la barra, y mi madre me mandó a tirar las magdalenas rancias mientras se apresuraba a dejar lo que estaba haciendo para tratar con él, ante la atenta mirada de los clientes, de mi tío y de mi abuela.

Yo hice como el que salía fuera para tirar la bolsa llena de magdalenas rancias, pero me quedé detrás de la puerta de la cocina que daba a la calle, donde podía ver perfectamente a mi madre, que estaba hablando apresuradamente con Johann. Yo lo veía más gordo de lo normal, aunque podría deberse a que estaba más borracho de lo normal, siendo las horas que eran las diez de la mañana. Mi madre intentó echarlo educadamente del local, pues, aunque notaba que se moría de ganas, se había prometido a sí misma que no utilizaría la magia para atacar a los muggles nunca en su vida. Mi abuela y mi tío se habían hecho la misma promesa, y yo todavía no sabía usarla. Entonces mi madre empezó a gritar, pues Johann había agarrado a mamá de los hombros, ante los gritos de decepción de los clientes, mientras intentaba besarla y quitarle la ropa al mismo tiempo. Mi madre hizo ademán de coger la varita, al igual que mi abuela y mi tío, antes de recordar que se la habían dejado en casa.

La bolsa de magdalenas rancias que tenía en la mano empezó a agitarse. Cuando pensaba que adentro había alguna rata, el plástico de la bolsa se rompió, y las magdalenas salieron volando para darle a Johann en la boca, los ojos, sus partes, y otras zonas del cuerpo. Seguidamente, todas las tazas de café y té que había llenas, estallaron en miles de pedazos, y el líquido caliente se fue arrastrando hasta los pies del borracho, y, ante los gritos de dolor de este, empezó a trepar por sus piernas, empapando todo su cuerpo, al que le estaban saliendo algunas quemaduras graves. Finalmente, salió disparado hacia atrás, rompió uno de los escaparates de la tienda, y se quedó tumbado, inconsciente, en la calle. El escaparate se recompuso solo, al igual que las tazas. Los clientes prorrumpieron en aplausos, pensando que era alguno de los números sorpresa que hacíamos una vez a la semana para tener más clientes. Mi madre, mi abuela, y mi tío me miraron con los ojos muy abiertos. Entonces me di cuenta de que había sido yo, con el arranque de ira que había sentido hacia Johann, el que había montado ese numerito.

Mi madre cerró por ese día, y los cuatro fuimos a casa, que está encima de la pastelería-cafetería. Me explicaron lo que había pasado. Los niños magos no saben controlar sus poderes, que reaccionan respecto a los sentimientos que tienen. La varita sirve para canalizar ese poder. Me explicaron que no tenía que preocuparme por lo ocurrido, que era normal en niños de mi edad que aún no habían empezado a estudiar en Hogwarts y que no tenían una varita mágica. A pesar de todas las explicaciones que me dieron, yo seguía enfadado conmigo mismo. Yo pensaba en lo que me diría mi padre en cuanto volviese del trabajo y se enterase. Él seguro que me daba una regañina. Me la merecía por haberle hecho daño a una persona de tal manera, aunque fuese despreciable a más no poder. Entonces, mientras me estaba quedando dormido en mi cama, aún arrepentido por lo que había ocurrido, escuché un golpe en la ventana. No le hice caso. Volvió a sonar, esta vez insistentemente. Me asomé. No vi nada. Abrí la ventana y saqué la cabeza fuera. Para mi sorpresa, una lechuza entró volando con un sobre atado a su pata derecha. Fui corriendo hacia ella. Cuando lo desaté, miré el escudo que había en él, mientras la lechuza se iba volando por la ventana. Se me olvidó lo que había ocurrido con Johann, pues en ese momento tenía algo más importante entre mis manos. La carta del colegio Hogwarts estaba en mi poder. Al igual que mi madre, mi abuela, y mi tío, entraría en el mejor colegio de magia de Gran Bretaña. Fui corriendo a enseñarle la carta a los demás.

Me dieron todos la enhorabuena, y dos besos. Mi abuela, con un meneo de su varita, hizo que las cosas en la cocina se empezasen a mover solas. En cuestión de minutos, una tarta de dos pisos y un rico glaseado con los colores del colegio, estuvo lista ante nosotros. Al cabo de una hora. Mi padre regresó del trabajo, y al enterarse de la noticia sonrió me abrazó y me dio la enhorabuena. Del bolsillo se sacó una miniatura del coche que le faltaba para completar nuestra colección de coches de la historia. Un 105E Ford Anglia azul. Me lo dio y lo coloqué en la estantería donde teníamos nuestra colección. Mi madre estaba mirando extrañada la lista de libros.

Al parecer, en lugar de pedir el libro para la asignatura de Defensa Contra las Artes Oscuras, me pedían llevar toda la recopilación de libros de un tal Gilderoy Lockhart. Al día siguiente, iríamos al Callejón Diagón. Del sobre, mi madre sacó una especie de lista con unas preguntas. En él decía:

Estas preguntas se las enviamos a todo mago que empieza primer curso en Hogwarts para comprobar que tiene todos los libros y materiales en orden, y que sus padres los han tenido bien educados respecto al mundo mágico:

1. ¿Cómo se entra al callejón Diagón?

2. ¿Qué libros tienes que elegir ¿Por qué?

3. ¿Cuál sería tu varita ideal?

4. ¿Qué mascota llevarías? ¿Por qué?

5. ¿Por qué los alumnos de primero no pueden llevar escoba propia?

6. ¿Dónde comprarías tu uniforme?

Estas preguntas tienen que ser enviadas a los dos días, con las respuestas incluidas, al colegio Hogwarts, para ver cuán preparado está el alumno al entrar en el colegio. Atentamente: Profesor Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore, director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

Mi madre me dio las preguntas para que las respondiera. Al cabo de unos minutos, ya estaba así:

1. ¿Cómo se entra al callejón Diagón? A través de la Red Flu, o tocando una serie de ladrillos de la pared que hay detrás del Caldero Chorreante.

2. ¿Qué libros tienes que elegir? ¿Por qué? El Libro Reglamentario de Hechizos 1ª Clase; Historia de la Magia; Teoría de la Magia; Guía de Transformación para principiantes; Mil Hierbas Mágicas y Hongos; Filtros y Pociones Mágicas; Las Fuerzas Oscuras: Una Guía para la Auto Protección. Estos son los libros que se tienen que elegir, ya que Cuidado de Criaturas Mágicas no se da hasta tercer año. Estos son los que nos mandan originalmente el primer año de Hogwarts (Digo originalmente, porque este año nos han mandado todas las historias de Gilderoy Lockhart)

3. ¿Cuál sería tu varita ideal? Una hecha de madera de sauce con núcleo de pelo de unicornio, de 20 cm, flexible (fui con mi madre hace dos semanas a Ollivanders para poder reservarla, estamos muy ocupados)

4. ¿Qué mascota llevarías? ¿Por qué? Una lechuza, pues es muy útil para comunicarse con la familia y los amigos que no están en el colegio

5. ¿Por qué los alumnos de primero no pueden llevar escoba propia? Esto me molesta mucho. Que los de primer año no juguemos al Quidditch, no significa que no podamos llevar nuestras propias escobas para las clases de entrenamiento para aprender a montar

6. ¿Dónde comprarías tu uniforme? En Madame Malkin

Mi madre la leyó de arriba a abajo un par de veces. Al final, se decidió a guardar la carta en un sobre y a coger a Marlenne, su lechuza marrón con manchas blancas en las dos alas y el pecho. Le ató la carta a la pata y la soltó por la ventana.

Fuimos a cenar. Le contamos a mi padre lo que había ocurrido con Johann hacia unas horas, y se puso furioso por el comportamiento de su compañero. Cuando escuchó lo que yo había hecho empezó a reírse hasta más no poder. Mi padre fue a acostarse, pues al día siguiente tenía una reunión importante.

Mi padre trabaja en una empresa de electrodomésticos que tiene sus fuentes por todo Reino Unido y parte del resto de Europa y de América, es el subdirector de la empresa. Eso, desgraciadamente, lo mantiene mucho tiempo alejado de casa por los viajes de negocios y demás, pero siempre consigue venir por mi cumpleaños y por vacaciones una semana. Al día siguiente iría con mi madre al Callejón Diagón y él no vendría conmigo, y el día en el que me subiese en el Expreso de Hogwarts, quién sabe si podría estar allí para despedirme de él. Me quedé dormido pensando en ello.


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