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Séptimo hijo-Choi Beomgyu

Título: Séptimo hijo-Choi Beomgyu.

Loba escritora: Beluze

Tener muchos hermanos siempre fue una desgracia en la familia Choi, una mala imagen para la sociedad Coreana pero no culpo, nuestra madre hacía lo que estaba a su alcance para mantenernos, no es tarea fácil alimentar a un montón de hijos y ella misma otorgarles un hogar para vivir.

Yo era su séptimo hijo y en nuestro pequeño pueblo el mito que se comentaba era una leyenda sobre el último hijo varón. Al verme, todos temblaban, ya que imaginaban una bestia terrible que habitaba dentro de mi cuerpo y que los días de luna llena se apoderaba de mí, tomando la forma de un lobo salvaje que salía a matar a las personas inofensivas. Inexplicables las veces que fui aislado desde la primaria por el simple hecho que rondaba esa leyenda muy poderosa que en el pueblo se creía por parte de los habitantes de la pequeña isla, una leyenda de tiempos ancestrales en la cual se creía que el séptimo hijo de la familia Choi poseía el espíritu del diablo.

La mala fama que tenía mi familia. No sólo era criticada por los comentarios de mis vecinos criticando especialmente el trabajo de mi madre, nadie tenía la culpa de la horrible historia y las cosas que vivió desde los 14 años por ser prostituta.

Mis abuelos la habían vendido a un burdel al cumplir los 14 años, cuando le llegó su primer periodo y por las deudas de ellos jamás pudo regresar a tener una vida normal, ella me decía que debía ser buen nieto con mis abuelos, pero para mí, ellos están muertos, nos dieron una vida de mierda y ni siquiera tuve la oportunidad de conocer a mi padre. Los veranos trabajábamos en el campo ordeñando las vacas y alimentando a los animales, mis hermanas se ocupan de la mantener la casa limpia y cocinar para toda la semana.

Además de eso, ellos se encargaban de mí desde que la mujer que me tuvo en su vientre no estaba en mi casa, ya me había acostumbrado a no verla. Ellos me criaron desde pequeño. El único hermano cercano, al que más confianza le tenía, se llamaba Sunghoon. Siempre me protegía cuando me hacían daño en la escuela, siempre se me dificultó el hecho de poder relacionarme con mis compañeros, mismo algunas maestras me traban como una persona con dificultades para poder interactuar con los demás.

Cada uno de nosotros tenía una meta diferente en la vida, durante mucho tiempo mi hermano mayor tuvo el sueño de ser patinador en las olimpiadas, pero mamá se negaba a pagarle las clases siempre le decía lo mismo:

—No tenemos plata para comer y sólo piensas en vos, mejor búscate un trabajo para cuando cumplas los 18 años —ella no tenía filtros, decía las cosas en cualquier sitio sin importar quién estuviese. Nunca había oído a mi madre decir: “Lucharemos para que puedas alcanzar tu sueño”, sólo criticaba.

Mamá odiaba que él saliera con Jazmín, ya que era la hija de un aldeano estadounidense muy importante en el pueblo que vivíamos, su hija Jazmín sabía de sus intenciones. Nuestra madre odiaba a esa familia porque su padre era un empresario de una fábrica de lápices, como ella era muy interesada por el dinero, su padre había detectado sus intenciones, siempre en las reuniones familiares con los Wilson agradecía el hecho de invitarnos a su casa y  mantenía su mirada fija en sus objetos valiosos que tenía la señora Wilson, siempre que podía humillaba a mi hermano comentaba lo mucho que soñaba  que su hijo fuera como su hija Jazmín con tantos talentos, su novia no lo dudaba pero, sabía que si se comprometían, su vida  se volvería en un calvario  con Jazmín ya que se apoderaría de la fortuna de su familia. En ese momento era cuando Sunghoon se enojaba con mamá por aquellos comentarios ofensivos, ellos se amaban, pero aún no estaba preparado para el casamiento.

Ella pretendía que Sunghoon se casara para poder heredar las hectáreas que poseían los Wilson, su padre nos había contado en una de sus cenas familiares que su intención era que la hija adquiriera la mitad de sus campos al igual que su hermana pequeña, su ambición por el dinero sobrepasaba los límites al punto que obligaba a mi hermana a fotografiar su cuerpo a cambio de un poco de dinero, pero mi hermano era muy joven aún para pensar en casarse.

—¡Beomgyu! —gritó mi madre furiosa a lo lejos, no respondí al primer llamado y la señora volvió a gritar con todas sus fuerzas.

Salí de la casa y fui al granero donde estaban los animales, ella se quejó de que no había limpiado a los caballos.

—Es tarea de Teddy —me quejé, intentaba recordarle que sólo lo realizaba los martes y miércoles, hoy era viernes y toda la familia sabía que le tocaba realizarlo a mi hermano Teddy.

—¡No me importa! Tu hermano está enfermo —anunció ella y me lanzó el rastrillo para que limpiara la suciedad de nuestros caballos. Tuve suerte de que no me pegara en la cara con el palo del rastrillo.

Odiaba hacer el trabajo de mis hermanos mayores, Teddy era el peor hermano, siempre vivía enfermo para no ocuparse del cuidado de los animales y, de igual manera, nadie se daba cuenta de sus intenciones porque ese mismo día, salía en la noche a los bailes del pueblo junto con Sunghoon, ellos pretendían que hiciera el trabajo sucio. Siempre pensaba: “Algún día me vengare y ellos iban a ser los primeros en pasarla mal”.

Me había llevado toda la tarde limpiar el estiércol de los caballos, me sentía muy sucio y cansado de tanto trabajo. Pensaba que a lo mejor debería ducharme para luego mirar la televisión.

Todo había oscurecido, miré el cielo al salir del granero y vi que la luna iluminaba la noche al igual que las estrellas, faltaba sólo un día para que hubiera luna llena, el sonido de los grillos hacían una noche relajante.

Ingresé a la casa y, como siempre, Teddy estaba mirando la televisión, sus partidos de fútbol, siempre que miraba los partidos gritaba por cada gol de su equipo favorito e insultaba al equipo contrario, se quejó de que olía a caca de caballos y lo fulminé con la miraba, me resistía a contestarle ya que, si no era así, me pegaba una cachetada. Mientras él se hacía el enfermo, yo había pasado toda la tarde bajo los rayos del sol que quemaban mi pelo con sólo una botella de agua haciendo sus obligaciones, en vez de hacer eso hubiera estado terminando mis tareas para mañana.

La maestra Flora pensaba en citar a mi madre porque siempre me quedaba dormido en sus clases, pero no es mi culpa que ella las hiciera tan aburridas y que no tuviera tiempo para dormir por las noches por el trabajo que realizaba mi madre en nuestra casa algunas veces.

Jamás me gusto la historia de Corea del Sur y no me interesaba saber sobre las guerras que tuvimos que enfrentar para llegar a lo que somos ahora, eran cosas que habían pasado y no había necesidad de recordarlas, además de eso, las historias de las guerras contra Japón me generaban mucha tristeza. Luego de ducharme entré a mi habitación para vestirme y al acabar me puse a intentar contestar la primera pregunta del cuestionario, al menos tenía mi piyama por si me aburría y quería dormir.

—¿En qué año Corea fue dividida? —leí en voz alta la primera pregunta del cuestionario a completar, tomé mi mochila y agarré mi libro de historia para responderla, sabía en qué página estaba, pero lo complicado era formular una respuesta que no sea exacta, sino con mis palabras.

Mis ojos se fueron cerrando poco a poco hasta llevarme a un profundo sueño, tenía los mismos sueños extraños. Un hombre lobo estaba en nuestra casa y quería atacarme, siempre me veía a mí corriendo en busca de un refugio, pero luego me chocaba con el centro de la ciudad en llamas. Madres y niños de aquel lugar eran quemados por el fuego y el único culpable era un joven pálido vestido de negro, todo era muy confuso porque luego me veía en unos años más tarde en un colegio que desconocía, no sabía cuándo ni cómo había llegado a ese lugar y en mis manos tenía un antiguo libro, a un chico de pelo violeta que desconocía le decía “Tú eres él culpable”, fue ahí cuando sentí que una mano tocaba mi hombro.

Desperté asustado y vi a Sunghoon a mi lado intentando despertarme, él estaba con una camisa blanca y unos jeans azules, su típica vestimenta para cuando salía a fiestas con Teddy.

—¿Ahora qué quieres? —le pregunté algo dormido, estaba furioso, no quería ir a comprar alcohol para mis hermanos y mismo que a veces no querían venderme y le rogaba al vendedor que lo hiciera porque Haru me pegaría.

Haru era mi hermano mayor de 27 años, uno de los más grandes que estudiaba contabilidad. Todos, o casi todos, éramos de padres diferentes, salvo mi hermano Sunghoon y yo que habíamos sido del mismo padre de la última relación de mamá. Ellos permanecieron juntos hasta mi nacimiento, luego de eso, se fue dejando a mamá sola con todos nosotros.

—Cúbreme, iré a ver a Jazmín —me dijo Sunghoon.

—Mamá dijo... —iba a decir la frase entera, pero él mismo se alteró.

—No dijo nada, por favor deja de ser un niño, ya tienes 13 años, búscate una vida o una novia. No lo sé... Pero deja de seguir las ordenes de nuestra madre —me dijo furioso, siempre que se enojaba sus ojos se volvían amarillo, nunca entendí cómo era que lo hacía.

—Aún no estoy preparado para tener novia, ni siquiera di mi primer beso —le recordé, enseguida me crucé de brazos y me levanté de la silla para acostarme en mi cama.

A veces no dejaba de pensar en lo bella que se había puesto la vecina, pero como éramos amigos desde pequeños, me negaba a confesarle mis sentimientos, estaba en la duda de si era amor o sólo era porque era la única chica de mi misma edad que conocía.

Mis hermanas me molestaban siempre porque Alison venía después del colegio a mi casa y a veces jugábamos en la pieza con mis juguetes, algunas veces traía las muñecas de ella, pero me negaba a usarlas porque eso era para niñas, intentaba obligarme y terminábamos peleándonos, ella me jalaba de mi pelo y yo del de ella, pero teníamos una linda amistad a pesar de nuestras peleas absurdas.

Cuando estaba por acostarme en mi cama, vi a Ali del otro lado de la ventana, esperaba a que le abriera la ventana para entrar a mi cuarto, por suerte mi hermano se había ido, pero nadie sabía que dormíamos juntos algunas noches, ni siquiera mi madre se daba cuenta.

—Mamá y papá están peleando de nuevo —dijo desconsolada y la abracé fuerte, su padre era un mujeriego y no valoraba la familia que tenía. Ella sollozó en mis brazos.

—Alison, no llores —le susurré al oído y ella me sonrió como si nada pasara, fingiendo que los problemas habían desaparecido, su cuerpo temblaba del frio.

—Papá… —susurró.

A veces ella me daba pena porque venía golpeada al colegio y cuando le preguntaba siempre me decía que estaba bien. Una vez le conté a mi hermana mayor lo que le pasaba a Alison y me dijo:

—No te preocupes, es normal.

Nos sentamos en la cama y nos pusimos a ver en la televisión, “Los padrinos mágicos”, uno de nuestros programas favoritos. Ella me tomó de la mano y me puse nervioso, la miré a los ojos, sus ojos azules estaban brillantes. Me acerque a sus labios poco a poco, algo me decía que debía hacerlo, sentía mi corazón latir cada vez más rápido, lo único que quería era que ella fuera mi primer beso.

Años más tardes...

Nuestra vida había cambiado mucho desde la última vez que nos vimos, Alison se había mudado lejos desde aquella triste noticia. La muerte había visitado su casa y nunca imaginé que Jazmín tendría una vida corta. Sabía que mi hermano estaba mal tras su muerte, pero jamás imaginé que Sunghoon había matado a su propia novia, me comentó que fue un accidente y que las noches de luna llena de convertía en un monstruo.

—Te prohíbo salir las noches de luna llena —me ordenó aquel día llorando, su ropa estaba ensangrentada como si hubiera matado a muchos animales, pensé en preguntarle qué era lo que le pasaba, pero algo me indicaba que no era el momento indicado.

Luego de aquel día desapareció por completo, aquella noche me prometió que volvería por mí y me llevaría a tener una vida mejor alejada de los problemas de mamá, hasta el día de hoy, con 16 años sigo esperando a mi hermano. Meses más tarde, mi madre trajo a la casa a su nueva pareja con sus dos hijos a vivir con nosotros. El hombre con el cuál salía mi madre parecía una buena persona al lado igual que sus dos hijos.

Su hijo mayor se llamaba Taehyung, era un año mayor que yo y su hija menor era Sakura, era una niña pequeña de apenas seis años.

En la casa vivíamos solos nosotros, pues mis demás hermanos ya habían empezado a realizar su propia vida y algunos ya tenían una pareja formal.

Había madurado mucho y ya no era el dulce niño inocente, mi voz se había vuelto más gruesa y mi altura se hizo más alta, podría decir que ya medía 1.80 m. Todas las noches salía con Taehyung en búsqueda de nuevas aventuras en las cuales siempre nos metíamos en problemas con gente mafiosa que sólo se encontraba en los bares.

—¿Qué tal si vamos a buscar unas chicas? —me propuso Tae mientras tomábamos una cerveza en la plaza.

El señor que salía con mi madre nos había cambiado la vida, ella ya no tenía que trabajar ofreciendo servicios con su cuerpo, al único que se lo entregaba era al amor de su vida. Tampoco vivíamos en el campo, vivíamos en la ciudad de Busan.

—No lo sé... —le respondí dudando.

—Sigues enamorado de esa niña —se burló de mí y lo negué, sabía que mi corazón le pertenecía a una sola mujer, pero lo ocultaba. Me puso el brazo en el hombro y con su otra mano despeino mi cabeza, me quejé. Siempre hacía lo mismo, pero era el hermano mayor que nunca había tenido.

Tomamos un tren para ir a la ciudad de Seúl y me llevó a uno de los boliches más importante, iba a tocar el grupo Shinee en el bar. Lugar clave para encontrarnos con miles de coreanas y extrajeras lindas y jóvenes. Mientras hacíamos la fila, escuchaba sonar la música desde adentro del lugar, las chicas que realizaban la fila se vestían con tops provocativos y minifaldas que enamoraban a cualquier chico, todas eran muy guapas.

—Hoy tenemos para elegir —comentó mi hermanastro.

A lo lejos se acerca un chico de pelo rubio bastante atractivo que llamaba la atención de las mujeres. Llevaba camisa blanca con unos pantalones negros, su look era único, parecía el príncipe Eric de la película de Disney de la película La sirenita.

—¿Quién es ese? —dije asombrado.

—Ese, un futuro Idol famoso, su nombre es Yeonjun, sabe bailar y realiza comerciales ramen, es el aprendiz número 1 de todo Corea del Sur, siempre está arriba de los demás —me comentó Taehyung.

—Hasta ahora —mencioné furioso.
Yeonjun entró al lugar sin hacer fila y me fastidié, yo mismo hablé con el policía colocado en la entrada que manejaba a fila, llevábamos horas esperando para que un tonto entrara como si nada, discutí con el señor y Yeonjun se dio vuelta y dijo:

—Viene conmigo, déjelo pasar.

Le agradecí al joven por haberme dejado entrar al bar junto con mi hermano y nos invitó Soju, me habló de cómo era su vida siendo un futuro Idol en la empresa Big hit, ellos pagaban todo lo que querías y soñabas, pero a cambio dejabas su vida en sus manos. Estaba fascinado porque nadie me había regalado lo que más quería, sólo mis abuelos o los clientes de mi madre, es difícil. 

—Me agradas, Yeonjun, deberíamos vernos más seguido —le dije.

—Oh, estoy de acuerdo —enseguida de su chaqueta saco su iPhone 11 e intercambiamos números para seguir en contacto, mi hermano se lo quiso pasar a continuación, pero él dijo: —Tú morirás pronto. Él mismo quedó shock y a los minutos se rió, ya ambos lo imitamos. Comenzó la pista a abrirse y salimos a bailar los tres con nuestros vasos en la mano, Yeonjun bailaba con las chicas que más le gustaba.

A lo lejos entre la multitud de gente lo vi, me encontré con alguien que jamás pensé que volvería a ver, grité el nombre de hermano pero él no se detuvo, lo seguí corriendo, perdiéndome entre la multitud tratando de alcanzarlo y al tocar su mano se disolvió como si se tratara de un fantasma impactado quede pero se trataba de él.

Disparos se escucharon en la pista y la gente se alteró, busqué a mi hermano, estaba la gente asustada, corría por todos lados y la bola de boliche del techo se cayó, no hubo heridos, pero se trataba de terroristas, llevaron a los integrantes de Shinee para atrás. Alguien me tomó de la mano y salí con él, era Yeonjun salvándome la vida.
—¿Qué paso? —pregunté asustado y me entrego un libro.

—Cuídalo —no entendía nada, aquel libro lo había visto en mis sueños.

Abrí los ojos y ahí estaba en mi cama, todo fue un sueño, mi hermano estaba ahí tratando de despertarme nuevamente, todo era confuso no entendía nada.

—¿Qué ocurre conmigo? —le pregunté a mi hermano que estaba parado a mi lado, me miró fijamente me dijo.

—Todo esto es mi culpa —se puso a llorar y continúo diciéndome—. Por culpa mía vivirás con una maldición.

—No lo entiendo.

Suspiró y dijo: —Ocúltate, por favor, cuando salga luna llena —después de eso se marchó sin dejar rastros.

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