Título: Luca.

Loba escritora: JussstCookie

No sabría decir qué cambio, ¿saben? Tal vez el cambio empezó hace seis años, cuando ambos empezamos a descubrirnos a nosotros mismos y nos besamos, sólo para saber qué tal era y como se sentía. Tal vez hace cuatro, cuando las hormonas me hacían imaginarnos a ambos en situaciones aptas sólo para mayores de 18 años. Tal vez hace tres, cuando él se puso de novio y a pesar de que intentaba estar feliz, la pesadez de mi corazón no me dejaba sonreír. Tal vez hace sólo un par de meses, cuando perdió la oportunidad de entrar a la universidad de sus sueños, dejó de ser él mismo y por consecuencia yo sólo buscaba todas las maneras de hacerlo feliz, de animarlo y ver esa sonrisa ladeada en su rostro de nuevo.

O tal vez está sucediendo justo ahora, que por fin he conseguido que se sintiera con los suficientes ánimos como para agarrar un pincel y plasmar su arte nuevamente. Porque nada nunca antes se sintió tan bien, tan correcto, tan en paz, como estar frente a él y verlo pintar.

Sus labios formando un pequeño puchero, sus ojos entrecerrados en concentración mientras pasea su mirada de mi rostro a su pintura y viceversa. La leve arruga en su frente, la mancha de color "tus ojos" —sus palabras, no las mías, para referirse a un verde jade— en su pómulo derecho.

Lo único que sé, y que siempre tuve claro, es que solo me he sentido así por él. Luca Martelli, amante del arte, buen hermano, buen hijo, buen amigo y la persona con el corazón más puro y bueno que he conocido.

—¿Te quedas quieto? Los pómulos me van a salir asimétricos —murmura, no sé como de manera entendible, porque sostiene un pincel entre sus dientes mientras coloca pintura en su paleta y la combina con los demás colores.

—Para ser sincero, me duele el culo de estar tanto tiempo sentado —me quejo.

Toma el pincel de sus labios y sonríe susurrando, —¿Preferirías que te doliera por otra razón?

—¿Ah? —pregunté.

—Que tú pediste que te pintara, así que te quedas quietecito y con razón.

Ambos sabemos que eso no fue lo que dijo, pero no me queda otra que dejarlo pasar. Igual que ese aleteo en mi corazón, que se acelera cada que siento que tal vez sí, que debería arriesgarme porque no tengo nada que perder y hasta puede que salga ganando. Pero jode, porque sí tengo algo que perder y es ésto. Si me lanzara ahora sí, en un mágico mundo donde todo brilla y unicornios son vistos en la calle, me correspondería. Pero en este mundo, donde no sólo nos mirarían raro -más allá de toda la cosa de la aceptación, aún quedan personas que nos juzgarían y lamentablemente todos lo sabemos-, también está la gran posibilidad de que se aparte.

Porque vamos, hemos sido héteros toda la vida juntos. Medio demasiado raro que de la nada ahora yo de vuelta la tortilla, pero es que av...

—Tierra llamando a Mateo Lincoln. Si alguien lo detecta por favor avisar a Luca Martelli, quien se está empezando a alarmar porque lleva media hora llamando a su amigo y éste parece súper perdido. Atención —lo miré, pestañeando—, ¡tenemos señales de vida! Abortar alerta.

Rodé los ojos y sonreí levemente, mordiéndome el labio cuando tres palabras especiales quisieron salir de mi boca. Mi corazón se aceleró y los torbellinos en mi estómago empezaron. Cerré los ojos e intenté respirar hondo para tranquilizarme.

¿Me lanzo o no?

¿Se lo digo o no?

¿Arriesgo todo o me quedo donde estoy?

¿Lo vale?

Sí, lo vale.

—Luca... —su celular sonó, me dedicó una leve sonrisa de disculpa y yo asentí, acobardándome y dejando que se levantara a atender.

Apoyé mis codos en las rodillas y sujeté mi cabeza entre mis manos, enterrando los dedos en mi cabello y jalándolo con frustración.

¿Hasta cuando?

—¡Mateo!

Me sobresalté, levantando la vista y entrando en pánico al ver la mueca horrorizada de su rostro.

Nunca esperé lo que me dijo.

Nunca esperé que fuera el primero en salir.

Y...

Nunca esperé que esa fuera la última vez que iba a verlo con vida.