La rosa
Aquella rosa, tan bella que adornaba la calle donde se hallaba tirada en aquel pavimento tan frío. Iba siendo lo normal de la noche buena.
Quise ir a cogerla, pero algo me decía con ferocidad que no, me sentía extraño. Mi mente tenía una batalla en sí, debía levantarla o no.
Trate de pasar de largo, pues sentía que algo malo pasaría. Sin embargo, me devolví, ¿qué porque diantres lo hice? Sencillo, esa rosa me hipnotizo con su belleza, su color tan brillante que parecía recién puesta ahí. Antes de irme, espere para ver si alguien venía por aquel diamante en bruto natural, no obstante nunca se apareció alguien.
Ella había llegado a mi vida para sacarme una sonrisa, su olor, color y viveza extrañamente me alegraba un poco. Calmaba mi ansiedad, desaparecida mi estrés. Aquella incesante voz chillona que escucho en mi cabeza a cada rato diciéndome: Ya ríndete, no vale que te esfuerces tanto.
Unos meses que se lanzaron como dagas al corazón, pero me pareció raro que aquella rosa aún seguía viva, mientras más vueltas le daba al asunto más tétrico se volvía. No presté atención al caso y esa misma mañana, fui a visitar al psicólogo. Le iba a contar de aquel milagro, a la final todos sus males habían desaparecido por ella. Agradecía que por fin era feliz.
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