Rosa manchada de Sangre.
—Sangre...Sangre...Sangre... —Se escucha una y otra vez, aquella palabra se había pronunciado en una muerte más, solo soy un loco... Un resentido de la vida, o eso alguna vez me dijo la mujer que más me amo, soy un depresivo, ¡Tal vez! Pero aún así acá estoy...,Escuchando como una hermosa flor gritaba, “¡Sangre!”Una y otra vez...
¿Quién había muerto? ¿Qué había pasado...? ¿Por qué aquella flor gritaba Sangre?, Serán mis delirios...,No era delirios..., Era mi mente que volvía hacerme una jugada, ahí en mi mente..., tome ánimo y me levanté, me levanté estando rodea de rosas blancas, que goteaban algo rojizo...,era sangre...,maldita sangre, malditas rosas, ¿Por qué demonios plante tantas rosas blancas en mi vivero que estaba antes muerto? ¿Por qué?.
Aún así con mi oscura sombra me levanté, me marché de aquel lugar que tanto amaba, no sin antes respirar aquel aroma que me traía un recuerdo olvidado; «¿Cual seria ese recuerdo?», me preguntaba en mi cabeza mirando el bosque oscuro que rodea mi estancia, aún así solo caminaba por el límite de mis tierras y el bosque, caminaba lentamente, conocía cada árbol, cada detalle, cada hoja, sabía cuantas tenían y cuántas habían caído; estaba tan solo que sabía que día llovería o cuantas nubes pasaban por este lugar lejano, sabía el movimiento del aire, el cambio radical que causaba un respiro mío, o el simple hecho de hacer fuego en mi pequeña chimenea quemando los libros que demostraban mi fracaso.
Seguía ahí caminando, dando vueltas pensando en porque puse tantas rosas blancas alrededor de mi casa, en el vivero, en cada florero, en cada rincón, me puse a caminar para pensar el por qué todas sangraban, porqué cada amanecer todas estaban de color rojo y, al llegar la noche se volvían blancas, quería saber el por qué sentía tanta alegría al ver las rosas manchadas de sangre, como a la vez tristeza, estaba tan unido a este lugar que cada vez que estaba triste las nubes que bajaban de las montañas lanzaban sus gotas, para acompañarme en mi sufrimiento, cuando estaba feliz o sonreía por razones que desconocía, salía el sol, las nubes se volvían más blancas de lo normal, el cielo era tan celeste que podía ver al más allá...
Un día mientras que despertaba a mi día rutinario, escuché un grito de mujer que me llamaba, rápidamente salí de mi posada, al salir no había nada, no había nadie, aún así el llamado se hacía más fuerte, busque por toda la casa, que al buscar aquel llamado, al buscar aquella voz, recordaba cuando jugaba de niño caliente y frío, donde cuando me enfriaba la voz se escuchaba menos y cuando me calentaba se escuchaba más fuerte, una sonrisa salió al recordar tal infancia pero algo pasó, no salió el sol, ni las nubes blancas menos aquel cielo claro, al acabar de buscar afuera no encontré nada; solo veía mis rosas más rojas, escurrían sangre a un nivel aterrador, el suelo se volvía tierra rojiza, noté como mi bosque comienzo a envejecer, las hojas caían tan rápido que al tocar el suelo la primera hoja que decidió saltar, ya todas las demás no se encontraban en el árbol, mi bosque se volvió árboles viejos y en el suelo hojas secas, en el oscuro bosque no dejaba salir neblina que se acercaba a mi hogar, al entrar a mi casa la voz se hacía más fuerte, volví a notar mis rosas blancas dentro de la casa, estaban escurriendo sangre también, manchando todo el lugar..., Manchaban el suelo, la cocina, los muebles, las paredes absorbían la sangre, del techo goteaba aquel líquido, capaz, eran las rosas del segundo piso, aún así, seguí buscando aquella voz, habitación por habitación busque, hasta llegar a lo que era un dormitorio que jamás vi...
Ahí se escuchaba la voz, pero ya no decía mi nombre, solo decía o me llamaba padre, decía “padre porque me has abandonado, padre yo te admiraba por qué tuviste que morir...” Eso se escuchaba una y otra vez, busque debajo de la cama encontrando pétalos marchitos, levanté la sábana que al tocarla se volvió roja, al final, ya a punto de rendirme abrí un cajón, encontrando una foto de una adolescente, de una señorita tan bella que logró detener todo el caos que estaba pasando, al tocar aquella foto, todo cambio, por mi mente pasaron muchos recuerdos, muchas alegrías, al mirar atrás de cuya fotografía solo leía un escrito con lentitud, al terminar solo recuerdo casi todo...
Descubrí o recordé que no me encontraba en ningún lugar, estaba en el más allá, estaba entre los muertos, estaba muerto, o eso parecía, o eso recordaba, cómo puede ser posible, si este ambiente parecía tan real..., Ahí es cuando empieza la verdadera historia, yo sería aquel historiador desde el más allá dispuesto a contarles como una rosa sin espinas logro sobrevivir a una cruel realidad.
Ahí con la foto en mi mano recordé todo..., Recuerdo aquellos simples detalles que me hacían vivir... como olvidar cuando la conocí en un mundo mágico, un mundo donde otros mundos nos rodeaban, repletos de libros, entre aquella extensa biblioteca llena de talentosos escritores, unos ojos me cautivaron, me sedujo con su mirada, yo solo era un pobre vago que entro ahí para estar rodeado de escritores con talento mientras soñaba algún día llegar a sus talones; Entre ese paraíso sus ojos se me perdieron de vista...
Tonto hombre que se cautive de unos ojos a primera vista, tonto porque será lo único que lo cautive cada vez que vea a esa persona, aún así fui ese tonto que quería entrar por esas ventanas hacia su mente, entre mi fanatismo por los ojos, llegue un día a dialogar con aquella muchacha misteriosa, tenía tanta belleza, pero solo me concentraba en su mirada. Como olvidar que la conocí en el paraíso de ambos, Imaginando en aquel lugar; solo me hacía historias en la cabeza de como las abejas habían creado sus ojos, imaginaba que por error o simple destino dejaron caer una gota de miel creando tal vista; Ahí mirando sus fotos lo primero que recordé es obvio, fue su mirada, pero, de eso no se trataban las rosas, o eso no era lo que querían que recuerde, si fuera así viviría en una cabaña rodeada de abejas y miel...
Ahí fue como en mi loca existencia comenzaron a entrar las tinieblas por debajo de la puerta y por la ventana abierta, la niebla comienzo a acercarse cada vez más a mi, en mi desesperación soplo para que se aleje, pero solo causó que se forme la figura que se encontraba en la foto, con gran miedo me quedé paralizado mientras la niebla formaba una escena de un recuerdo mío, ella estaba ahí, aquella muchacha formada de niebla, en un bar de niebla, con cerveza de niebla, todo de niebla, era increíble como a la vez hermoso y aterrador.
Miraba detenidamente como ella bebía, saltaba, sonreía con sus amigas, era feliz; como olvidar que a ella le gustaba tanto aquel trago que los dioses nos habían concedido, era tan linda ahí divirtiéndose, a veces nacían unas ganas de querer abrazar aquella niebla, pero al intentarlo solo se desvanecía...
—Hija no te vayas— dije al, por estúpido borrar su imagen, tonto, mil veces tonto, estaba mal de la cabeza, o mi cabeza estaba mal... Quería saber qué pasaba, pero las tinieblas me darían la respuestas, formando algo más raro que lo que esperaba, estaba yo ahí, tendido en una cama mientras que ella lloraba, al darme cuenta era la misma cama que me encontraba, después de un segundo apareció un esqueleto junto a mi, era yo... Yo estaba muerto, estaba viendo mis propios huesos, era aterrador, entrando en pánico solo salí corriendo hacia fuera de la habitación encontrándola a ella con un ramo de flores negra, cual colocaba alrededor de lo que parecía un altar, la casa se convirtió en un velorio, pero no era al mío al darme cuenta que en aquel cajón estaba ella. Se había asesinado por alguna razón, entre llantos solo me desahogué al ver cómo la mujer más bella del mundo estaba muerta en un cajón, nadie me notaba, yo era otro muerto más, un espíritu.
Ella estaba ahí presenciando como todos lloraban, pero entre muertos también existían muertos, ella se había asesinado una vez, mientras que yo hasta en la muerte me mate para dejar de sentir vacío, era un muerto después de la muerte, ella tampoco me veía...
—Mi rosa ¿Por qué lo hiciste? —pregunte en su oído, olía un aroma dulce, era esa maldita miel con Rosa y cerveza, ella solo miro hacia atrás buscándome. No me veía pero me escuchaba.
—Padre ¿Dónde estás? ¿Por qué hasta en la muerte no podíamos estar juntos? —decía mientras se caía en llantos.
—¿Por qué lo hiciste? —pregunte otra vez con un sufrimiento tremendo, cada vez que recordaba lo feliz que era con su presencia, si tan solo alguna vez hubiera estado cerca suyo... O capaz siempre lo estuve pero yo muerto cuando ella todavía vivía.
El ambiente otra vez cambio, estaba otra vez en la casa, pero ella también, ya todo había vuelto a la normalidad, aún así le hice la pregunta mil veces hasta que ella dejo de preguntar dónde estaba.
—Porque entre tus notas decías que te suicidaste para estar cerca mío, porque todo era una cruel fantasía, tú nunca estuviste vivo, solo me hablabas desde el más allá, yo era feliz sabiendo que existías muy lejos, tan solo eras un espíritu escribiendo cartas, pero al descubrir que te habías suicidado hace tiempo y que nunca te alejaste de mi, que cada vez que lloraba en silencio me abrazabas, que cada vez que me sentía mal me contabas historias, que me hablabas de poesía, me susurrabas lo mucho que me querías, aunque nunca te escuché lo sentía siempre, lo hice porque no aguanté más y quería conocer al que juró cuidarme fingiendo ser mi padre —me dijo, mientras llegaba al vivero, encontrando las rosas, ahí comprendí que ella era quien cada mañana las tocaba y manchaba de su sangre pura.
Recuerdo que cada vez me preguntaba que si podía matarse, yo respondía que no, que nunca debía hacerlo cuando Yo, ya estaba más que muerto, mi niña, mi hija, mi rosa blanca con ojos de miel, mi borracha, recuerdo cuando jugábamos a los agentes y ella era la agente cerveza y yo el agente tequila, recuerdo cuando le conté como su presencia era un toque de inspiración, mi hija, aquella que nunca pude tener.
Recuerdo cuando aparentabas ser fuerte, alegré y luego caías en ese círculo de tristeza, baja autoestima, como el simple hecho que tu cabeza te jugaba mil jugadas, estabas mal y al mismo tiempo bien, recuerdo como tú siendo una rosa divina no poseías espinas, no tenías defensas para el cruel mundo que te toco vivir; recuerdo como mi sueño era conocerte, por eso le hice caso a aquella bruja que me aconsejó que hiciera un suicidio más un pacto de sangre, mi sangre a cambio que mi alma pueda merodear cerca tuvo, cuidándote.
Pero olvide el cuidarte cuando te suicidaste, olvide todo, me encerré en una casa rodeada de un bosque, plante todas las rosas blancas posibles, porque mi subconsciente quería recordarte, al hacerlo te veía muerta, aún así yo ya me había asesinado estando muerto, siendo un muerto de muertos, cual su presencia le siguió hasta la casa, cambiando todo, dándome mensajes que ella estaba ahí.
En ese momento debió dejarla ahí en el vivero, pero de la nada, el corazón se me paró, al volcar ella se había apuñalando el corazón, se había asesinado, para poderme ver..., Dejando rosas manchadas de su sangre.
—Padre pasaron mil años y al fin logro verte, logro conocerte, logro estar al lado del único que no se fue de mi lado —dijo abrazándome, ya podía tocarla, sentía su cuerpo frío, al igual que el mío, mi hija, mi rosa estaba más que muerta al igual que yo...
—Eres una tonta, te dije que nunca te hicieras daño —dije llorando, mientras las hojas subían a los árboles, mientras que las rosas blancas se volvían rojas, la niebla volvía al bosque las nubes se alejaban dejando ver la luna, nos iluminaba todo.
Así fue como después de dos suicidios, más de mil años al fin logré conocer a lo que me hacía feliz, permaneciendo ahí en un lugar que dónde nadie nos encontraría, donde ni los muertos jamás nos encontrarían, ahí en aquella estancia repleta de rosas rojas y ella, mi hija, mi rosa blanca con ojitos de miel...
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