05| La lista del viaje
Bruce permanecía mirando a través de la ventana de su habitación durante largas horas aquella noche. Un breve y, a sus ojos, efímero encuentro con Spencer bastó para removerle la conciencia y mantenerlo desvelado en la madrugada. En los meses que habían transcurrido desde que lo dejaron no había sido capaz de olvidarla, al menos no del todo, pero en aquel momento cuanto más pensaba en ella, cuanto más consecuente era de que se le había removido todo en sus adentros, más seguro estaba de que si continuaba así le iba a ser imposible olvidarla y sacarla de su vida.
Aún albergaba en su nariz su aroma, que se había refrescado en su memoria aquel día. Al igual que había recordado sus gestos, su sonrisa y sus manías, o lo que ella le había permitido conocer en el tiempo que estuvieron juntos. Sentía como se clavaban espinas en su pecho y como una presión enorme parecía que deseara que detuviera su respiración.
Quería estar cerca de ella, pero no podía.
Repentinamente sintió como la humedad producida por una diminuta lágrima en su mejilla izquierda le mojaba la cara. Despertó de su ensimismamiento y se frotó los ojos con rudeza mientras soltaba una especie de chasquido fastidioso de su boca. Se puso en pie dirigiéndose hacia la mesa de su habitación para agarrar su teléfono.
Tras desbloquear la pantalla, abrió la agenda de contactos y comenzó a bajar los nombres hasta llegar a la letra 'S' y detenerse en el nombre de "Spencer Turpin". Permaneció unos segundos leyendo y volviendo a leer aquel nombre, se había dispuesto a eliminarlo en tantas ocasiones y todavía no había sido capaz. Delineó aquella sonrisa torcida que tantos dolores de cabeza le habían propiciado a la castaña en el tiempo que la conocía y soltó un par de carcajadas, llevándose la mano a la cara para dar paso a su llanto.
La cuenta atrás para el viaje programado por el instituto había comenzado y a Spencer no podía importarle menos. Era seguro que sus bajos fondos no le permitían viajar ni al pueblo más cercano, con lo cual no era un evento que la inmiscuyera. Sin embargo, se veía envuelta cada dos por tres en conversaciones acerca de aquel viaje, por lo que era imposible escapar de dicho asunto.
Así transcurrió una semana en la cual lo único que escuchaba era lo interesante que iba a resultar aquel viaje. La rutina la estaba matando. Era un año importante, pues sería en ese en el que tendría que superar las pruebas de acceso para la universidad; una de sus mayores preocupaciones. Por aquel motivo, no comprendía como tantos estudiantes podían solo pensar en un viaje que les quitaría horas de estudio cuando, de normal, se hacían una vez pasadas las pruebas.
Y así, sus días comenzaron a resumirse en días en clase y tardes en la biblioteca para repasar lo aprendido. Únicamente veía a sus amigos los fines de semana. Lo bueno de aquel hábito que estaba comenzando a adquirir era que cada vez pensaba menos en aquel dolor de cabeza que tenía nombres y apellidos.
Con lo que no contaba era con la noticia que iba a recibir en clase, cuando entró el tutor para repasar la lista de los que iban a ir al viaje y los que habían realizado el pago en el plazo requerido.
Llevaba un papel con los nombres y se colocó en el centro delante de la pizarra para estar en el campo visual de todos los alumnos. Aguardó a que todos mantuvieran silencio y le prestaran la atención necesaria. Carraspeó.
—Bueno, señores... Les comunico los que están apuntados para el viaje a Hawaii —comenzó a decir—. Alison Brie, Donald Glover... —pronunciaba nombres como si un recital se tratara. Spencer posó su cabeza relajadamente sobre su mano derecha esperando a que acabara de hablar—. Thomas Parker, Dani Pudi, Bruce Rimes... —Un pequeño nervio le entró a la joven. Debería acostumbrarse a oír aquel nombre si iban juntos a clase—. Y Spencer Turpin.
Al escuchar su nombre irguió la cabeza. ¿Habría oído mal? Una vez terminó, Spencer se levantó para hablar con el tutor antes de que éste saliera del aula.
—Disculpe, profesor. —Empezó a decir—. ¿Me ha mencionado en la lista?
Él elevó las cejas.
—Sí, Turpin. Ha oído bien.
—Pero tiene que haber un error, yo no estaba apuntada ni he pagado por ello —explicó algo alterada.
El profesor le dio una suave palmada en el hombro.
—No se preocupe, tiene amigos muy generosos que han querido darle este regalo.
Spencer asintió con la cabeza y silenciosamente dio media vuelta en dirección al pupitre de Parker, que no se había movido de su asiento.
—¡Thomas! —exclamó en un gruñido, algo ofuscada.
—¿Qué pasa?
—Te dije que no quería que me pagaras el viaje. Ni tú ni Dalia.
—Ya lo sé —respondió él realizando su gesto habitual de rascarse la nuca.
—¿Y por qué lo has hecho? —inquirió alzando las manos.
—¡Ah! Ya entiendo. —Chasqueó los dedos—. Yo no te he pagado nada, puedes estar tranquila. Cumplo lo que digo.
—¿Entonces...?
—He sido yo —dijo una voz tras de sí. No le hizo falta girarse para saber que se trataba de Bruce. No obstante, lo hizo y allí lo vio plantado, con su cabello pelirrojo rozándole los ojos y una mirada extrañamente triste que anteriormente pudo apreciar en él.
—¿Cómo...? —balbuceó impresionada.
Parker se alzó y se dirigió lentamente hacia la salida, pero no se percató del gesto.
—Con dinero.
Ella frunció el ceño.
—Eso ya lo sé, idiota.
—Ignoraba que supieras lo que era eso, ya sabes —replicó él encogiéndose de hombros y sonriendo malévolamente.
—Cállate, niño rico insoportable —bufó.
En aquel momento fue consciente de que, repentinamente estaban como siempre. Como si nunca hubiera pasado nada. Sintió alivio y a su vez dolor. Bruce se percató al instante del bajo animo de la joven y se contagió por este ligeramente.
—Solo quería que te divirtieras un poco —alegó.
Se quedaron en silencio un breve instante hasta que él lo rompió con un "hasta luego", marchándose del lugar.
Spencer se apoyó en el pupitre y, aunque no quería reconocerlo, también había detectado cierta tristeza en la voz de él.
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