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Capítulo 8: Primer día

Oigo el sonido de mi celular nuevo sonar sin cesar. Con la mano comienzo a buscar el artefacto hasta que lo encuentro y atiendo, ya sé que se trata de Balder, así que no le doy muchas vueltas al asunto. Todo debe tratarse de un juego macabro del que no voy a poder salir nunca.

Antes de contestar la llamada, bostezo y atiendo diciendo:

—¿Señor Smith?

—Necesito que venga, es un trabajo muy importante.

Me siento en la cama y observo la hora en el reloj, hago una mueca con mis labios al notar que son las tres de la mañana. Ruedo los ojos negando más de una vez por la situación, pero rasco mi cabeza y asiento; sin embargo, recuerdo que él no puede ver mis acciones, así que decido responder con mis palabras.

—Son las tres de la mañana, señor Smith, ¿qué puede necesitar a estas horas?

—Pues, deberá venir para saberlo. La espero en esta dirección, ahora le llegará.

Corto la llamada y me hundo en la cama, no hago nada más que cerrar los ojos y al abrirlos darme cuenta de que pasaron unos minutos. Lo único que deseo es dormir y no volver a despertar, pero creo que eso es imposible.

Me pongo de pie con cuidado y camino hacia el vestidor para ponerme cualquier cosa que encuentro primero, no tengo ganas de buscar por demás y hacerlo esperar. Mi trabajo se puede ir fácilmente de mis manos, no deseo que eso ocurra.

Acomodo mi vestido azul con dos pequeñas tiras y camino hacia la puerta, cuando llego me doy cuenta de que Lucía me está mirando con el ceño fruncido, mientras se encuentra comiendo las sobras del almuerzo de ayer. Esto del embarazo la tiene comiendo cada dos segundos, pero cuando comienza no puede parar.

—¿A dónde vas a estas horas de la mañana?

Me encojo de hombros, pero luego bostezo y respondo:

—Tengo trabajo, puedes creer que tengo trabajo a estas horas...

Ella niega con la cabeza.

—Ese tipo se está vengando de algo, ¿verdad?

Rasco mi mejilla con frustración y asiento.

—Sí, ¿no te parece divertido que otra persona se quiera vengar de mí? —Pregunto con diversión y tomo mi bolso—. Yo no sé por qué siempre me meto con personas que se quieren vengar del mundo y para cumplir con su palabra me usan a mí.

—Es muy extraño, pero vete ya o van a terminar acabando con tu vida.

Hago una mueca con mis labios ante las palabras de mi amiga, solo espero que ella esté jugando, aunque con el señor Smith nunca se sabe: creo que él sí podría matarme.

—Tenés toda la razón del mundo, nos vemos luego.

Me subo a mi vehículo y manejo con cuidado por la ciudad, hasta que llego a la casa del señor Smith, mejor dicho, su majestuosa mansión de juguetes. Toco el timbre y el hijo de Odín abre la puerta con aires de superioridad, pero luego observa hacia ambos lados y me obliga a pasar. Cuando lo hago me quedo en shock ante toda la decoración que estoy viendo, no hay palabras para describir algo tan hermoso, o tal vez, estoy demasiado dormida para ponerme a pensar en algo que no sea dormir.

—¿Qué necesita, señor Smith?

Él hace una mueca con sus labios y toma mis manos para dirigirme hacia el sofá de la sala, primero trato de empujarlo, pero luego cedo y lo observo fijamente. Puedo notar que su rostro cambia de un momento para otro, hay algo dentro de él que parece que está roto.

La situación me llena de nervios, pero espero callada hasta que él diga algo, después de todo, yo solo vine para ayudarlo y no puedo hacer nada. Sea lo que sea, se nota que es difícil de decir, parece que lo está practicando o algo así.

—Señorita Rodríguez, necesito de su ayuda...

Asiento con la cabeza.

—Claro, dígame en qué puedo ayudarlo.

—Olvídelo. No va a querer darme su ayuda.

—Ni siquiera me dijo para qué necesita de mi ayuda, créeme... no haga suposiciones, señor Smith.

Él hace una mueca con sus labios, pero asiente tan solo una vez.

—En un par de días, mis padres van a venir de Estados Unidos, necesito que se haga pasar por mi cita —responde avergonzado.

Se nota que está muriendo por dentro, pero yo no puedo evitar soltar una carcajada sonora de mis labios, ya que todo esto me parece una verdadera estupidez. La cara de Balder se transforma al verme tan divertida, pero casi de inmediato puedo notar que no está jugando.

—¿No es una broma?

Él niega.

—No. No es una broma, señorita Rodríguez —dice lleno de seguridad en sus palabras.

—Pero... ¿Por qué yo? —Alzo ambas cejas—. Usted puede tener a cualquier mujer en el mundo, yo no soy nadie.

Él es ahora el que suelta una gran carcajada de sus labios y niega más de una vez, de ese modo, su cabello se mueve al compás y lo hace lucir mucho más humano. Creo que es la primera vez que puedo verlo siendo un ser real y no algo que debe ser.

—Yo no quiero a cualquiera... —Frunce el ceño y acaricia mi mejilla con la yema de su dedo pulgar—. Yo la quiero a usted, señorita Rodríguez.

—Pero yo... —No me deja continuar con mis palabras, ya que une sus labios con los míos.

Me quedo completamente desorientada, aunque me dejo transportar por la parsimonia provocativa del besuqueo. Casi de inmediato puedo sentir como sus fuertes y grandes manos tiran de mi cuerpo hasta tenerme ahorcajadas sobre su regazo, la pobre distancia que había entre nosotros ha desaparecido por completo y todo esto me hace sentir una persona nueva: una persona viva. El sabor mentolado, mejor dicho, a eucalipto de su boca me aguijonea a perseguir examinando en las apacibles fronteras de su interior oscuro y aterrador; me aferro a su camisa de cuadros bonitos. Los movimientos despiadados de su lengua comienzan a embelesar; nuestras inspiraciones estremecidas colisionan entre sí; las grandes manos del hijo de Odín apretujan mis glúteos con fuerza, lo que me constriñe a soltar un descontento de mis labios.

Lo empujo con fiereza, pero me doy cuenta del error que estoy cometiendo, ya que no deseo que se separe de mí. Tiro del cuello de su camisa suplicándole por más, suplicando no solo un baboseo, sino que deje a un lado, de una vez por todas, las tergiversaciones absurdas y, al parecer, mis suplican son escuchadas. Sus rigurosos labios se mueven con mucha más fuerza apoderándose de los míos en una proscribe pendencia por la superioridad, dejándome sin respiración, poniendo mi cabeza a volar más allá del mundo que conocemos. Sus destemplados, pero pacíficos sofocos en busca de aire me exportan derechamente a mi destrucción, y cuando sus dientes resplandecientes roen mi labio inferior una Vía Láctea me golpea por completo.

Nuestras frentes se aglomeran y su espiración agasaja mis sentimentales labios; me separo de Balder poniendo mis manos sobre sus magníficos hombros y observo sus enormes pupilas dilatadas que me investigan con concupiscencia. El aspecto escarlata de sus labios lo hace ver mucho más gustoso, así que cierro los ojos tratando de apaciguar mi malhablado corazón que va a mil por ahora y no se interrumpe a recapacitar en las catástrofes que mi percepción sí consigue conjeturar.

—¿Por qué me besaste? —Decido preguntar con un pequeño hilo de voz que sale de mi interior.

Él me mira, alza ambas cejas y unas tres pequeñas arrugas se forman en su frente.

—Te besé porque me vuelves loco, porque eres demasiado diferente a la gente que conozco... Porque sí. —El tono grave de su voz envía pequeñas descargas eléctricas por todo mi cuerpo.

Realmente no deseo esa respuesta, así que ladeo la cabeza y lo vuelvo a ver directamente a los ojos. Hace menos de unos pocos días, él me había dicho que jamás volvería a besarme y ahora lo hizo. Este hombre suele ser muy contradictorio con sus palabras y eso no me gusta.

—Sin embargo, ya te lo dije. No deberías acercarte más a mí... Yo no puedo ser tu hombre, no todavía.

Suelto una enorme carcajada de mis labios ante sus palabras tontas, casi inmediatamente me aparto de él y niego más de una vez. Ya me estoy volviendo loca de la misma porquería siempre; estoy harta de este macabro juego de magnates.

—Pero sos vos el que empieza. Es más... Me acabas de pedir que le haga creer a tu familia que soy tu cita, ¿te das cuenta de que yo no estoy haciendo nada malo? —Alzo ambas cejas mirándolo a los ojos—. Sos vos el que miente cada dos segundos, el que empieza con las jugadas sucias y desea controlar a todo el mundo. Sos vos, Balder, pero a mí... A mí no me podés controlar. —Asiento con la cabeza más de una vez—. ¡Eso te revienta!

Él me dedica una pequeña sonrisa y suspira poniéndose de pie para acercarse al piano y comenzar a tocar una melodía que no puedo reconocer, así que me acerco sin saber lo que está pasando. Lo observo esperando que me diga algo, pero me mira por un segundo y luego vuelve a poner sus largos dedos sobre las teclas blancas y negras; su voz se comienza a oír, pero no puedo comprender lo que está diciendo.

—¿No vas a decir más nada? —Alzo ambas cejas viéndolo desde mi lugar—. Te cuento que no estamos en una película de Tim Burton, no sos ni Jack ni Victor, así que empieza a hablar en un idioma que conozca.

Él se detiene y gira para verme a los ojos, niega con la cabeza solo una vez. Su mirada me demuestra más de algo que puedo explicar, pero no sé qué es. No puedo pensar en nada. Tengo miedo.

—¿Qué quieres que te diga? Quizás soy un Victor que muy pronto se volverá un Jack.

—Deja las analogías, ya dime la verdad, yo no puedo hacer suposiciones o tonterías, Balder... Quiero una vida y no voy a dejar que vos me la arruines por una estupidez que querés demostrar —digo llena de seguridad en mis palabras.

—¿La soledad tiene fin? —Pregunta de la nada.

Me encojo de hombros sin saber cómo responderle aquella simple pregunta. Rasco mi nuca un poco confundida por la situación.

—Bueno, supongo que depende de cómo actúes.

—¿Y cómo hago para que eso acabe? Ya no quiero ser el malo de la película, Cami.

—Solo vos podés salir de ese rotulo que te pusiste, pero no sos mal hombre. Tenés malas actitudes y una super... Mala —Hago una mueca con mis labios y niego—. Olvídalo, te va a llevar siglos aprender ser una buena persona.

—¿Puedes aceptar ser mi supuesta cita? Juro que voy a ser mejor persona, pero necesito de tu ayuda para lograrlo. —Toma mis manos con delicadeza y del mismo modo acaricia con la yema de sus pulgares—. Por favor, Camila.

Lo miro sin poder despegar la mirada de sus bellos ojos color esmeralda. No puedo hacer más que asentir con la cabeza tan solo una vez. Seguro que más adelante voy a querer matarme por haber aceptado eso, pero algo me dice que estoy haciendo lo correcto.

—Está bien, sí. Voy a hacerme pasar por tu cita, pero no prometo que salga perfecto y... si realmente querés empezar a ser buena persona, deberías decirle a tus padres que no tenés una novia o lo que sea —respondo con suma naturalidad y me alejo de él.

Él se pone de pie y me mira a los ojos.

—¿Cómo sabes que no tengo una novia?

Me encojo de hombros ante aquella pregunta. Sinceramente, él tiene razón: yo no sé si tiene o no una novia, pero de lo que estoy segura es que si fuera así, no me pediría a mí ayuda.

—Es verdad, no tengo idea sobre eso, pero no debe ser lindo que le hagas creer a tus padres algo que no es —respondo con suma sinceridad—. Jamás haría eso, bueno, si tuviera padres, creo que les contaría todo.

Él rueda los ojos, como todo un personaje de libros, me mira a los ojos y sonríe de un modo bonito, pero ladino y eso solo me demuestra que realmente desea mi ayuda.

—Eso lo dices porque no tienes a personas que se preocupan por ti constantemente, entonces, no te das cuenta de la suerte que tienes.

Frunzo el ceño negando con la cabeza más de una vez.

—Supongo que si tuviera, como decís vos, a padres que se preocupan como lo hacen los tuyos... —Me quedo pensando seriamente, pero luego niego y miro el suelo—. Bien, lo haré. Te voy a dar mi ayuda, pero con una simple condición.

Balder me mira directo a los ojos, ladea su cabeza hacia la izquierda, alza un poco la barbilla y entreabre sus labios para luego soltar de estos una pregunta:

—¿Qué tipo de condición? Si recuerdas que no soy muy buena gente y que debo aprender a cambiar, ¿verdad?

Asiento con la cabeza y le guiño un ojo con diversión.

—Exacto. Me leíste la mente.

—¿A qué te refieres con "me leíste la mente"? —Se revuelve nervioso en su lugar.

—Yo me haré pasar por tu novia, pero vos tenés que comportarte como una persona humilde. Te debés de estar preguntando a qué rayos me refiero con esto, ¿no?

Él asiente rascando su barbilla, pero sin dejarme de verme a los ojos con miedo de lo que pueda salir de mis labios. No lo culpo, ya que puedo salir con ocurrencias bastante extravagantes... También tendría miedo si fuera él.

—Te comportarás bien con las personas y los animales, vas a dejar de ser un maldito arrogante y te vas a poner en los pies de todos, ¿me escuchaste bien?

—Pero...

—¿Querés un trato o no? Porque, amigo, yo no tengo todo el día para que te decidas.

Él sonríe mirando mis ojos, pero luego asiente y comenta:

—Serás una muy buena jefa algún día.

Suelto una carcajada sonora y él se me queda viendo sin comprender.

—¿Aceptas?

—Sí. Acepto, señorita Rodríguez.

Camino rumbo a la puerta, pero concibo una mano sobre mi hombro, así que giro y noto su mirada un poco apagada y cristalina. Me lleno de dudas al respecto; suelto un suspiro sonoro y niego con la cabeza más de una vez.

—¿Algún día me vas a dar la verdadera razón por la que le mientes a tus padres? —Alzo ambas cejas.

Balder hace una mueca con sus labios, luce un poco nervioso, pero luego decide responder con algo simple y sin darle más vueltas al asunto:

—Sí. ¿La verdad? —Me mira directamente a los ojos y sonríe—. Yo creo que tú serás la primera en enterarte de mis razones... —Hace una mueca con sus labios y luego continúa con sus palabras—. Sin embargo, prométeme una cosa...

—¿Qué cosa, señor Smith? —Estoy llena de intriga por todo.

—Cuando te cuente la verdad, no vas a decir nada, me seguirás la corriente en todo. Porque serás la única que lo va a saber, así que yo me voy a dar cuenta si se lo dices a otra persona, ¿okay?

Asiento dos veces y lo observo.

—¿Debo tener miedo?

Él se encoge de hombros y sonríe amplio.

—No lo creo, señorita... —Suelta una risita divertida de sus labios—, no creo que usted tenga más miedo del que puedo tener yo.

Bajo la mirada al suelo, pero luego lo vuelvo a ver directo a los ojos.

—¿Tiene mucho miedo?

Él niega.

—No, bueno, antes de ser está mierda humana... —Él hace una mueca de disgusto, pero luego continúa con sus palabras—. Yo era alguien bueno, quizás puedo decir que fui ingenuo, así como lo es usted, señorita Rodríguez.

Rasco mi brazo con algo de nervios y niego.

—No creo que vos hayas sido como yo. Siento que siempre fuiste esta cosa. —Lo señalo con mi dedo índice.

—¿Esta cosa? —Pregunta con el ceño fruncido.

Le dedico una pequeña sonrisa y me acerco a su rostro.

—Nos vemos mañana, señor Smith. —Dejo un beso sobre su mejilla y me alejo con lentitud.

—No... No te vayas, por favor...

—Tengo que irme.

—Pero... —Murmura mirando mis ojos.

—Hasta mañana.

Él asiente y deja que me vaya, cuando ve que salgo de su casa, cierra la puerta y yo me voy tranquila a casa para descansar un poco. Estoy perpleja por todo lo que está ocurriendo, no comprendo mucho de lo que está pasando, pero creo que me he salido con la mía.

Al llegar a casa, observo que Lucía no se encuentra en ningún lado, así que me imagino que debe estar laburando. No sé por qué no me envió nada para avisarme de sus nuevos planes, hace un par de días está un poco rara.

A veces, ella llega de su jornada laboral, pero no dice nada: agarra ropa limpia y se va. Al parecer, ahora se le suma el dejar a un lado la vida social de su celular, me alegra un poco, pero me hubiera gustado que me diga que no se lo iba a llevar. Bueno, en realidad, no estoy muy segura de que no se ha llevado el celular, así que agarro el mío y le marco.

—Holi, si me estás llamando y no respondo, es que estoy laburando: las personas suelen hacer ese tipo de cosas cuando quieren conseguir su propio dinero y no necesitar nada de nadie ¡Dejá tu mensaje después del piiiii! —Lucía imita a la perfección aquel sonido.

—Lucía, soy yo... Es super temprano y no tengo idea de a dónde te fuiste, cuando vuelvas vamos a tener una charla muy importante. —Hago una pequeña pausa y me lanzo al sofá con el ceño fruncido por todo lo que está pasando en mi vida—. ¿Dónde estás? Me tenés re preocupada, amiga.

Observo la hora en el reloj y decido recostarme un poco, puesto que el día de hoy puede que haya terminado para mí, aunque conociendo a mi jefe me hará una llamada a las dos de la madrugada para pedirme alguna tontería.

Me levanto del sofá, pero no llego muy lejos, solo me lanzo a la cama y me quedo allí hasta quedarme completamente dormida; sin embargo, cuando parece que por fin me voy a dormir, puedo escuchar el sonido de mi celular nuevo. Ese maldito sonido que me obliga a despertar de una vez por todas y no poder volver a dormir nunca más.

—¿Señor Smith? —Pregunto bostezando levemente.

—Señorita Rodríguez, prepare sus maletas porque en una hora nos vamos a Estados Unidos en la búsqueda de mis padres —dice lleno de seguridad.

No me da tiempo de decir nada al respecto, me quedo tonta por un tiempo hasta que caigo en razón y entiendo que me tengo que ir del país nuevamente. Este juego no me va a gustar. 

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