Capítulo 4: Más amargo que la vida
Evidentemente, hace unas horas que no puedo pegar un ojo; nada me ayuda a olvidar la amargura del momento. Estoy harta de sentirme fuera del mundo en el que vivo. La simple curiosidad me está carcomiendo por dentro; sé que no debo hacer este tipo de cosas, pero soy Escorpio. Después de esa estúpida venganza del señorito ese, decido que lo mejor es buscarlo por Internet, solo para saber con quién me estoy metiendo. Me llama mucho la atención que en la revista Caras de Argentina se encuentra un gran artículo donde el señor Smith responde todas las preguntas con respuestas sumamente largas de demuestran su egocentrismo a flor de piel.
Señor Smith, usted con tan solo veinticinco años, logró un imperio en el sur del continente americano, ¿piensa expandir su reinado hacia el continente europeo?
Sí. Mi idea principal es mantener el imperio en el continente americano y expandirlo por todo el mundo. Sé que será toda una odisea; sin embargo, las cosas están yendo muy bien, quizás muy pronto haya noticias de España o Italia.
Wow, pero qué genialidad, este sujeto sí que sabe responder las preguntas de una periodista.
Definitivamente el buscarlo produce que mi mente no pueda olvidarlo, creo que lo mejor será olvidar por completo lo que mi imaginación había comenzado a dibujar hace unos días. El encuentro que tuve fue humillante, todavía no puedo creer que pensé que ese hombre me podría haber besado. Estoy segura de que la impresión que le di es que soy una mujer muy fácil, la mujer que con solo confundirse sale corriendo en dirección opuesta a la multitud.
Cierro los ojos por un segundo, pero me doy cuenta de que perdería el tiempo, ya que era de día; el sol se cuela entre las rendijas de la ventana, quemando mis pupilas; frente a la cama hay una pantalla enormemente plana que está encendida en un canal de noticias. Cuando noto la hora, me estiro soltando un fuerte bostezo de mis adentros, pero luego vuelvo a taparme por completo con las sábanas.
Nunca en mi vida me había imaginado que una estúpida y fogosa atracción me dejaría como estoy. Balder hace que cada una de mis pobres células corran buscando la manera de que vuelvan a crear una sinapsis entre ellas, que mi cuerpo arda en el infierno pidiendo su toque, mientras que la imaginación que nace en mi cerebro se hace cada día más fuerte y detestable.
Sé que todo lo que me está pasando no se trata de amor, no es nada de esas ridiculeces que nos dibuja Disney. Lo único que puedo admitir es que él es un hombre muy hermoso; él es el hombre más hermoso que vi en toda mi vida, seguramente eso es lo que me hace actuar como una completa idiota ante sus encantos de dios nórdico; no obstante, él sigue siendo un hombre detestable y lleno de dinero. Puede que lo esté juzgando de más, pero no lo sé, hasta ahora no me ha dejado de otra; él se comporta de ese modo horripilante.
Algún día voy a despertar de este infierno y ese mismo día haré que, cada uno de mis enemigos, caigan en la miseria de mi venganza.
—¿Te vas a quedar todo el día haciendo nada? Vamos a salir, es un día hermoso para disfrutar —comenta Lucía adentrándose en mi cuarto con una enorme sonrisa sobre sus labios.
—No, no tengo ganas de hacer nada...
—¿Estás loca? O sea, yo no puedo hacer todo por vos, no entiendo lo que te está pasando, pero tengo ganas de que abras los ojos y me digas todo lo que te pasa.
Suelto una risita llena de diversión ante su pregunta.
La habitación en la que me encuentro es mucho más grande de la que tenía en nuestro departamento, no hay nada que me diga que este es mi cuarto. En las paredes hay cuadros de artistas famosos; los colores claros y delicados me demuestran que la persona que lo pinto sabe de facetas coloridas.
—Ya decime... ¿Te sentís bien?
Asiento con la cabeza, pero estoy mintiendo.
—Claro que me siento muy bien... —Respondo poniéndome de pie—. Estaré lista en unos minutos, ¿sí?
Mi aburrida rutina de las mañanas consta de una ducha de minutos, que solo me hace pensar que soy una simple mujer que quiere y desea una vida mejor, pero que no puede conseguirlo por su pasado. Ni siquiera tengo idea de lo que tengo de especial, bueno, quizás no hay nada.
El color de mi piel es muy similar a una pared u hoja completamente blanca; mis rasgos faciales no son nada angelicales, mejor dicho, parezco una muerta andante; mis labios son carnosos y rosados; por supuesto, tengo una nariz argentina, pero los demás países siempre exageran la proporción; y para concluir con mi descripción, puedo decir que mis curvas son verdaderamente perfectas.
De lo único que estoy segura es que yo nunca podré estar con un sujeto con tanto dinero, los multimillonarios y yo no encajamos.
Acomodo mi vestido negro, me observo por un par de segundo en el espejo y me sonrío con curiosidad. Cuando ya estoy lista, me dirijo al cuarto de Lucía, ambas comenzamos a caminar hacia la cocina con curiosidad.
—¿Estás oliendo esa delicia? —Pregunta Lucía con una enorme sonrisa sobre sus labios.
—No, no siento nada... Quizás es por tu embarazo.
—Es olor a café —dice llena de seguridad y comienza a buscar a mi tía.
—La tía no está, dejó una nota —comento señalando el pequeño papel que se encuentra sostenido por un pequeño imán de la heladera.
Nos sentamos listas para comenzar a desayunar, cuando los mensajes de la contestadora comienzan a escucharse; evidentemente, yo no entiendo nada, pero mi amiga se ríe a carcajadas sonoras. Al parecer la conversación es bastante divertida, es en esos momentos cuando me habría gustado aprender inglés cuando tuve la oportunidad de hacerlo.
Observo la mirada de diversión que posee Lucía, me doy cuenta de que está mucho más redonda de cara y su cuerpo está cambiando, pero no quiero hacerle comentarios que la ofendan. Sé que no me voy a perdonar esto, pero no puedo callar nada de lo que mi mente piensa.
—Che, como que el embarazo está notándose un poco...
Ella hace una mueca con sus labios ante mi comentario, se ve que no se lo estaba esperando. Bueno, supongo que ella en algún instante de su vida sabía que escucharía eso de mi parte o de otra persona. Creo que es mejor que lo escuche de mí y no de alguien que no conoce.
—¿Cómo dices que dijiste? —Su pregunta me recuerda a Hannah Montana.
—No respondo preguntas retoricas.
—Menos mal, ya que no era una.
Hago una mueca con mis labios, pero decido cerrar la boca y regalarle una sonrisa amplia.
—¡Bien! No hace falta, ya lo sé...
Me apresuro a darle un pequeño abrazo y la miro a los ojos.
—Pedon... —Digo omitiendo la letra "R".
Con Lucía nos separamos cuando escucho que alguien llega, giro con cuidado y lo que visualizo es la cara vieja de mi tío. No puedo creer lo mucho que creció la gente en este lugar, ya no me siento parte de este mundo.
—Camila, buenos días —dice mi tío con una enorme sonrisa sobre sus labios. Inmediatamente se acerca a nosotras y nos regala un abrazo—. Espero que el desayuno haya sido de su agrado.
Asiento junto con mi amiga, mientras que el tío solo se sirve una taza de café, y regresa a trabajar en su compañía. Lo observo sin comprender la razón por la que todos aquí viven simplemente para trabajar y ganar dinero, pero casi nadie vive para ser feliz. Cada vez que miro a una persona me doy cuenta de que no está feliz, eso se nota con facilidad gracias a las miradas que poseen.
Mi familia parece que desea la felicidad, pero están atados al trabajo y dinero. En esos momentos pobres de pensamientos encontrados, doy las gracias de no ser una millonaria más de la tribu, sino que soy un ser humano que con la poca plata que tiene trata de ser lo más feliz que puede.
Sé que cuando estas vacaciones acaben la vida volverá a ser lo que era, bueno, quizás mucho peor, ya que tendremos que hacer todo lo posible para conseguir efectivo y así lograr que el nuevo integrante de la familia viva en buenas condiciones. Ya no seremos solo mi mejor amiga y yo.
—Eso fue muy rápido, ¿no crees? —Pregunta Lucía alzando ambas cejas, mientras le da una mordida a su dona.
Asiento con la cabeza, pero luego comienzo a beber el café, que me está llamando desde que di un paso en la cocina.
—¿En qué pensás? —Decido preguntarle a mi amiga cuando noto que está tratando de buscar algo en Internet.
—Estoy tratando de ver si tu amigo tiktoker respondió mis mensajes de Insta.
Suelto una carcajada de lo más sonora cuando escucho lo que sale de los labios de mi amiga, nunca me imaginé que Lucía haría algo como eso, pero acá está sorprendiéndome como jamás lo había hecho en su vida.
—¿Le enviaste un mensaje a Guido? ¿Para qué o qué? —Me atrevo a preguntar.
—Para ver si él tiene una cura.
Alzo ambas cejas sin comprender lo que ella me está diciendo.
—¿Una cura para qué?
—Para el corazón roto —dice sin preocupación.
Es como si ella supiera lo que había ocurrido el día anterior con el señor Smith. La miro a los ojos y luego niego con la cabeza, no quiero una respuesta, solo estoy segura de que quiero vengarme y sé que a mi amigo, Guido, no le gustara.
—No necesito nada eso. —Hago una mueca con mis labios.
—Camila, hay algo que vos no me estás diciendo y por mucho que quiera que me lo cuentes, sé que no lo harás. —Bufa con disimulo, pero yo logro escuchar el enfado que posee en su cuerpo.
—Bien, esperaremos a que él responda, pero esto no me gusta...
—¿Vamos a la playa? —Cuestiona Lucía con una enorme sonrisa que adorna sus labios de una manera angelical.
—Sí, vamos. No podemos estar pendientes de un estúpido celular.
Luego de unas horas, cuando ambas ya estamos listas para ir a la playa, veo que hay un sujeto en la puerta de entrada dejando algo por el buzón. Antes de que él se vaya, decido correr con rapidez y abrir la puerta de par en par, solo para ver lo que está sucediendo.
—Buenos días, la señora de la casa no está. Soy su sobrina, ¿necesita algo?
—Ohh, comprendo, pero estoy buscando a la señorita Camila Rodríguez —dice con seguridad mirando fijamente mis ojos—. Esto es para usted.
El señor me entrega una caja color rojo, la observo con disimulo, pero luego niego con la cabeza más de una vez.
—Lo siento, pero yo no pedí nada y nadie sabe quién soy, así que debe ser un error enorme —respondo con seguridad y trato de regresarle la caja.
—Señorita Rodríguez, este paquete viene de alta sociedad. Realmente lo lamento, pero es para usted y yo tengo demasiada prisa, así que le pido el favor de tomarlo ahora. —Sonríe amplio y luego agrega—: ¡Qué pase un bonito día!
Él se va dejándome completamente confundida por todo lo que está ocurriendo, nunca me había pasado algo similar en Argentina; siempre que tenían que hacer entregas hacían cualquier cosa, me dejaban paquetes de lugares alejados de mi casa. Supongo que esos repartidores deseaban que yo me hiciera cargo de su trabajo, pero eso no era mi culpa.
Mi corazón comienza a latir como nunca lo hizo, dejo salir el aire y comienzo a imaginar de quién se trataría el regalo, pero solo conozco a una persona que tiene tanto dinero para derrochar y se da el lujo de hacerlo; ese hombre es el señor Smith, el mismo sujeto que me destrozo el corazón y alma la noche anterior.
Muevo la caja cerca de mi oído, pero no escucho nada. Con mucho cuidado voy destapando mis estúpidos pensamientos incoherentes que amenazan con salir a flote. Con timidez voy abriendo la caja y me encuentro con algo que llama mucho mi atención.
¿Y ahora qué?, ¿por qué me hizo un regalo?
Lo primero que veo es la tela de un elegante vestido azul, acaricio el terciopelo deleitándome con la suavidad, luego me agarra un ataque cardíaco cuando me doy cuenta de que este es el vestido que le había dado Klaus a Caroline. Debajo del vestido majestuoso hay un papel, mejor dicho, un dibujo: soy yo junto a una fuente de agua. Realmente, no puedo comprender las razones de sus actos, no me agrada suponer cosas que no son, pero siempre hago eso. Ojalá pudiese comparar al señor Smith con Klaus o Elijah, pero no; esta es la vida real, no una tonta novela de vampiros adolescentes. Además de todo eso, hay un bello collar con un diamante pulido en forma de corazón, que posee un color azul.
—Nada de esto es real... —Murmuro sin poder creer nada de esto.
Con mucho cuidado doy vuelta el dibujo y me doy cuenta de que hay algo escrito. Tomo una respiración sumamente profunda y comienzo a leer sintiendo el calor que se va acumulando sobre mis mejillas.
El día de ayer fui muy mala persona con usted, traté de conseguir sus pensamientos más profundos con trucos desafortunados; sin embargo, decidió no contarme nada y tuve que introducirme en lo más oscuro de mi ser para encontrar el modo de obtener una respuesta. Este día vi una serie de televisión y la situación me recordó a usted, no pude pensar en nadie más, solo que yo era su Klaus y usted mi Caroline.
Quizás mis acciones hicieron que mal interpretaras mal la situación que te hice vivir; no obstante, no debería volver a intentar besarme en el futuro. Por favor, señorita Rodríguez.
Esto es simplemente una ofrenda de paz, para mi querida señorita Rodríguez.
B, Smith.
Me atoro con la saliva, no puedo parar de toser, hasta que mi amiga llega y palmea mi espalda con suavidad; muy en el fondo de mí me doy cuenta de que hay algo más que solo vergüenza de que lo vieran conmigo, yo soy su problema. Mi estómago comienza a girar, pero no es lo único que gira; me siento sumamente mareada. No creo que haya tenido la intención de demostrar sus dotes románticos con las dulces e inocentes frases del inicio, más bien él intentaba ser cortes para luego disparar de un modo menos doloroso. Evidentemente, cuando llegue a Argentina debo cambiar de trabajo. Acaricio mi frente con cuidado, mientras Lucía me acompaña al sofá de la sala. El señor Smith me había interesado, fue el único que me llamó la atención después de tanto tiempo. Cada segundo que paso la curiosidad por el magnate está creciendo a más no poder.
Como soy de Escorpio y sé que una escorpiana jamás aceptaría la derrota, comienzo a sentir como la furia del momento se va apoderando de todo mi ser. Este regalo no es más que un estúpido premio de consolación, una ofrenda simple para que mi orgullo quede intacto, pero... ¿Cómo se atreve a ser tan... Tan idiota? Sin pensar en nada más que una venganza de las buenas.
—Conozco esa mirada, ¿qué vas a hacer? No hagas tonterías, Cam.
—Haré lo que tenga que hacer, pero esto no va a quedar así.
La adrenalina que cosquillea todos mis sentidos debajo de la piel, me incita a correr en la búsqueda del señor Smith, solo sé que está en un hotel muy cercano y sé de cuál se trata, es el que está a una cuadra. Mi respiración es más que errática y algunos cabellos se soltaron de la colita alta que me había hecho para ir a dormir. Al llegar al hotel, no hace falta ni preguntar dónde está él, ya que lo veo ingresar al elevador, así que observo el número que marcó y subo las escaleras con rapidez. Él ya llegó hace unos segundos, así que espero un poquito y golpeo la puerta como si la fuera a tirar al suelo.
La seguridad que sentía hace dos segundos se quedó a medio subir en las escaleras. Me armo de valor que saco de situaciones en las que he vivido y sigo golpeando hasta que oigo su voz.
—Ya voy. —El tono cantor de su voz produce que me sienta a gusto con todo lo que me rodea, pero no es el momento de hacerle caso a eso.
¿Por qué me atreví a subir? Ahhh, cierto, mi condenado orgullo.
El señor Smith abre la puerta dejando en primera plana su rostro esculpido por los dioses nórdicos. Observo sus ojos, tan solo por un segundo, pero olvido las razones por las que vine hasta acá.
—Señorita Rodríguez, es un gusto volver a verla, ¿quiere pasar?
Con suma admiración me deleito con el movimiento que producen sus labios cuando él habla. El señor Smith abre la puerta por completo dejando al descubierto una extraña faceta que no había conocido de aquel joven; lleva puesto una camisa a cuadros roja, con un jean y zapatillas cómodas. Nunca me imaginé que ese hombre de traje alguna vez se podría vestir de esa manera; sin embargo, como sea que luzca parece un...
Trato de regresar al mundo que nos rodea, pero es imposible.
—Entonces, ¿quiere pasar...
—Sí, por supuesto que lo haré —digo llena de seguridad, debo dejar de verme como una estúpida y empezar a hacer cosas que deseo.
Balder decide girarse para acercarse al sofá que se encuentra en medio de su habitación. Con el corazón más rápido que una chita decido seguirlo hacia el interior. Si yo hace un día pensaba que la habitación que poseo en la casa de mi tía es grande estaba demasiado equivocada, esto es una locura y eso que no logro ver ni la cuarta parte del lugar. No hay nada que me diga que todo esto es la realidad y no un sueño del que soy parte.
El celular comienza a sonar, así que el señor Smith me deja sola. No hay mucho que hacer, así que me siento en el sofá y comienzo a observar lo que me rodea. Las paredes poseen un papel tapiz muy bonito con colores cálidos y un estampado de círculos pequeños que combinan a la perfección. Respiro lo más hondo posible cuando ya no lo logro sentir cerca de mí. La espera me está consumiendo, me da bronca esperar todo el tiempo sin hacer o decir nada. Balder aparece luego de un largo tiempo con su ceño sumamente fruncido, así que me doy cuenta de que algo malo está ocurriendo; efectivamente soy demasiado metida en la vida de los demás, pero quiero que me diga lo que le está pasando. Creo que muy en el fondo estoy comenzando a comprender la razón por la que él deseaba que le cuente mis problemas.
—¿Todo está bien? —Pregunto llena de inseguridad en mi tono de voz, pero luego carraspeo para que note que se trata de un momento extraño en la tonalidad de mi voz—. Señor Smith, puedo irme si es lo que desea.
—No. Quiero saber la razón por la que vino hasta aquí —responde sin dar vueltas en el asunto, hasta que su mirada se vuelve oscura al ver que traigo su caja en mis manos—. ¿No le gustó el regalo?
Hago una mueca con mis labios ante su pregunta, pero luego decido responder con sinceridad:
—Sí, pero no puedo aceptarlo.
—¿Y entonces qué es lo que se pondrá?
No entiendo su pregunta, así que alzo ambas cejas y espero a que me aclare las dudas, por suerte, eso es lo que hace.
—Le he dado ese regalo para algo, tan solo una cosa —dice adentrándome en un mar de dudas.
Mi mente se apresura a tomar indirectas inexistentes, no hay nada que me diga algo, solo mi cerebro creando distintos escenarios con él. Lo miro fijamente a los ojos y niego con la cabeza, solo para demostrar que realmente no estoy comprendiendo lo que él desea que entienda.
—Sí, lo sé... Para que mi orgullo quede intacto, pero no es así... —Respondo de un modo franco—. Aceptando su regalo me siento una idiota, no me gusta sentirme de ese modo, solo por haber cometido un error.
Balder se acerca a mí con rapidez y niega con la cabeza.
—No ha cometido ningún error, señorita Rodríguez. El regalo se lo di para que acepte cenar conmigo mañana. —Sonríe de un modo verdadero y toma mis manos lleno de dulzura.
Siento como mi corazón sube por mi garganta, muy pronto me voy a morir. Solo observo sus ojos con una pequeña sonrisa ladina que se va dibujando sobre mis labios, pero en el fondo de mi alma se enciende una escorpiana llena de furia. Lo empujo con cuidado y luego asiento.
—Bien, tengo mucha curiosidad, así que acepto salir con usted mañana en la noche.
Algo dentro de mí me dice que la venganza es un plato que se come frío, así que muchas ideas están llegando a mi cerebro, pero encuentro la que más me gusta y planeo llevarla a cabo. Quizás no hoy ni mañana, pero cuando menos se lo espere, va a caer.
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