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Capítulo 3: Más lindo, imposible

 Las ruedas del avión rechinan y saltamos un poco cuando aterrizamos y aquello me hace sonreír aliviada sabiendo que, por fin, hemos llegado a tierra. Siempre me ha dado un poco de miedo viajar por el aire, ya que me hace sentir inestable y ridículamente asustada.

—¿Por casualidad trajiste un marcador? Ya no tengo raya, así que sería bueno que me dibujes una.

Lucía ríe a carcajadas por mis protestas, mientras que bajamos por las escaleras mecánicas. En el transcurso del viaje hemos tenido a dos mocosos insoportables que viajaban solos y su modo de divertirse era darles patadas a nuestros asientos. Tengo todo el cuerpo destrozado, lo que me sorprende, ya que los asientos eran muy cómodos.

—Cam, si es para disfrutar de este maravilloso país, creo que puedo volver a resistir esas doce horas —dice abanicándose, ya que hace un calor insoportable y el sol brilla como nunca.

El agarrar nuestras valijas ha sido toda una odisea, al parecer las pusieron en otro vuelo de cabotaje, pero mañana nos las enviaran a la casa de mi tía. Suelto un suspiro de emoción; el sujeto que se encargó de hacer los planos de este edificio es un verdadero crack, aunque casi todos los aeropuertos a los que fuimos eran iguales, supongo que digo esto por la emoción de haber llegado.

Mi mejor amiga sale por las puertas acristaladas del aeropuerto empujando a medio mundo. Rápidamente, varios trabajadores de taxistas se abalanzan sobre nosotras con el propósito de darnos sus servicios a un precio justo y barato solo por ser latinas.

Lucía me señala a un señor mayor, ya debe tener sus ochenta años, lo que me sorprende. Sin embargo, la persigo hasta llegar al vehículo amarillo manteniéndome de un modo impasible concentrada en cada una de las características del lugar en donde estamos. Solo espero que mi mejor amiga le esté dando los datos correctos de la casa de mi tía al taxista.

—¡Este país es hermoso! —Grita Lu olvidándose de todo lo que ha sucedido antes en el vuelo.

—No puedo negar eso.

Me quedo completamente atontada mirando las palmeras altas e imponentes que adornan una parte de la carretera y cada vez estoy impaciente (quiero sentir el agua amortiguar mis problemas, deseo que la frescura me adorne con felicidad y escuchar las olas romperse contra la orilla); los colores cálidos del día y los millones de coches que viajan a nuestro lado. Casi todas las casas poseen los mismos colores, muchas con jardín delantero y trasero, hay algunas que solo delantero. El Sol está besando con delicadeza al mar justo en el horizonte y las crecientes olas de noventa metros lo acarician con suma lentitud, es más que cautivador, puedo estar más de una hora solo viendo esta imagen.

Suelto un grito de pánico cuando noto que un colectivo se cruza en nuestro camino, pero el conductor parece que tiene buenos reflejos, ya que frena de golpe, pero no pasa nada. Estuve creando una madeja de pensamiento que ni siquiera me había percatado de todo lo que está sucediendo a mi alrededor, cada uno de los conductores van a toda velocidad saltándose cada una de las reglas de circulación.

—No se preocupen esto es completamente normal, pero bueno... ¿De dónde vienen? —Cuestiona el conductor con una pequeña sonrisa sobre sus labios, le adorna la cara de un modo angelical.

—De Argentina.

—Se dice que en Argentina se conduce peor.

Me encojo de hombros.

Sinceramente no me gusta que la propaganda de mi país sea que no sabemos conducir. Eso no es del todo cierto, hay muchas personas que manejan increíble. Lo que sucede es que no tolero que me lo digan a la cara. Es la verdad y no puedo negarlo. No somos buenos conductores, tenemos que admitirlo.

—Supongo, pero es mi país y estoy acostumbrada a eso. Acá solo soy nueva y no me siento segura de nada...

—Bueno, déjenme recomendarles una buena playa —El hombre nos recomienda una playa muy cerca de la casa de mi tía, ya no veo la hora de ir a relajarme y dejar mis problemas a un lado.

El taxi se detiene en una casa lujosa con una fachada hecha del estilo más elegante del momento. Por un momento, dudo de que esta sea la casa de la tía, pero Ramona sale para darnos la bienvenida y me quedo completamente segura de que estaba equivocada. Esta es la casa de mi tía Ramona.

—Muchas gracias por traernos, ¿cuánto sería, amigo? —Le agradezco mientras busco en mi monedero un poco de dinero.

Sé bien que al hombre no le va a gustar mucho que le hable con los típicos modismos, pero no puedo quitármelos por haber salido de mi país, ¿o sí?

—No hay problema, pero no soy tu amigo y son veinte dólares, señorita.

Sonrío amplia y como soy buena persona y estoy orgullosa de lo que un individuo de otro país pueda pensar del mío, le doy cincuenta dólares y no espero el cambio.

—Quédate con el cambio, es para que digas que las argentinas somos buena onda.

—No tiene idea, le haré propaganda. Mis amigos estaremos a su disposición, muchas gracias por el dinero, después de la pandemia de hace tres años no pudimos recuperarnos... Este dinero va ir para la educación de mis niños, un pequeño fondo para la universidad —pronuncia con rapidez cada una de sus palabras.

Mi corazón se contrae cuando escucho toda esa historia del pobre hombre, como él habrá un montón de personas que están en esa situación.

Cuando salgo del auto, mi tía me está esperando con Lucía, sí, ambas me están mirando con un gesto de desaprobación en sus ojos. Los pies de las dos mujeres golpean con ritmo el suelo y sus labios están dibujando una mueca.

Ruedo los ojos por un segundo y niego con la cabeza tan solo una vez.

—¿Cuándo será el día en que dejés de ser buena gente y abrás los ojos, Cam? Ese hombre, como un millón en este país, se van a re aprovechar de tus buenas acciones.

—No empieces, no quiero hablar de esas porquerías.

Lucía puede ser una milipili cuando se lo propone. Se puede decir que ella es un poquito problemática con las personas que no conoce, no suele llevarse muy bien con los demás, puesto que su carácter es demasiado fuerte. No obstante, yo sé que ella es una hermosa persona, con un corazón enorme, y cuando alguien le importa de verdad, ella está dispuesta a dar su vida. No es tan fría y calculadora como yo, pero siempre que puede hace que las personas sonrían. Ella es de Aries y no tiene pelos en la lengua, simplemente dice lo que piensa y siempre la verdad; en ese aspecto nos parecemos más de lo que puedo admitir.

Después de que me marché de la casa de Celine, ella fue la única que me apoyó y siguió. Fue la única que pasó a mi lado las noches en vela, mientras que lloraba pensando que no tendría un futuro. Es mi mejor amiga, mi hermana, no solo porque logra comprenderme a la perfección y alegra mis días, sino que es por todo el tiempo que ha pasado conmigo y el que pasará. Pasaría más de dos vidas, muchas más, para lograr agradecerle todo lo que hizo por mí.

—Creo que sabés muy bien que te estoy diciendo la verdad. Tendrías que pensar de la misma manera, no ganás ni un peso, Cam.

—Ya fue, no quiero hablar sobre eso. Mirá donde estamos, si no es pensar en nosotras mismas, no tengo idea de lo qué es.

Sus labios rosados y carnosos se entreabren, pero no termina de hablar, ya que algo detrás de mí le llama mucha la atención.

—Sí, como sea, será mejor que entremos de una vez... —Murmura frunciendo el entrecejo; no puedo creer que, por primera vez, me haya liberado de uno de sus extensos y aburridos diálogos de filosofía barata.

Debo confesar que me da mucha curiosidad saber lo que ella vio, así que alzo ambas cejas y hago una mueca con mis labios.

—Wow, no sé qué habrás visto, pero... ¿Qué fue lo que viste?

—Solo a un chico...

Inmediatamente me doy cuenta de que ella está mintiendo, ya que siempre que miente observa a otro lado y muerde internamente su mejilla. Decido no indagar más en el tema, quizás no es importante o le causa algo malo, no quiero eso.

Rápido me acerco a mi tía, ella tiene un atuendo elegante, es un vestido rojo que combina con los zapatos del mismo color; posee un collar de perlas junto con los aretes del mismo material. Nos abrazamos como si no hubiera un mañana, ella me apoyó cuando papá murió, siempre me daba dinero, pero Celine se lo robaba.

Mientras que mi tía nos hace entrar a la casa, Luci mira todo anonadada. Yo me acerco al gran ventanal para contemplar con anhelo la playa y entonces comprendo la razón por la que mi tía compró este terreno. A unos pocos metros, justo detrás de una gran montaña de arena se encontraba un famoso muy conocido en Buenos Aires. No puedo creer lo que estoy viendo, aunque ahora que lo pienso puedo entender que no lo haya visto en tantos años. Ese sujeto se declaraba cuando quería aparecer en la vida de Luci, pero claro, ahora que la dejó embarazada decide marcharse y dejarla sola, bueno, no tan sola, puesto que Luci será madre en un par de meses y eso quiere decir que nunca jamás volverá a estar sola.

—Chicas, vamos a su cuarto. Tomen sus bebidas y andando, seguro que desean descansar —comenta mi tía con una bandeja en sus manos.

Asiento con la cabeza y caminamos hacia la habitación. Miramos todo rápido, pero las ganas de desaparecer me invaden, así que luego de despedir a mi tía y bañarme, decido ir a la playa.

El viento silva en mis oídos, mientras que el olor a mar acaricia cada uno de mis sentidos. Sé que mi amiga ya superó por completo a Matías, pero aun así la espina de la decepción sigue clavada, yo sé que a mi amiga se le quitaron las ganas de enamorarse y ser feliz y todo fue culpa de un estúpido hombre. No obstante, me siento completamente orgullosa por mi mejor amiga, claro que después de haber derramado un millón de lágrimas por ese nefasto sujeto, incluso así ella logró ser inmune a sus relaciones: ya no llora, no se compadece y es una nueva mujer. Todo eso mejoró en ella, pero yo siento cada una de las cosas que ella logró de modo contrario. El simple hecho de haberme enamorado del hermano de Celine arruinó mi vida, aunque ahora que lo superé me siento mejor. Creo que soy una nueva yo, una versión mejorada de Camila Belén Rodríguez, mucho más fuerte y decidida; ya no soy una nenita.

Arrastro mis pies desnudos por la arena y en cuanto llego a la orilla de la playa, tomo asiento dejando que el agua salada moje por completo mis piernas; esto me recuerda un poco a los veranos familiares antes de que mi padre muera. Simplemente, sonrío con nostalgia retirando mi cabello lacio de mi cara, lo extraño más que nunca. Facundo, mi papá, es y siempre fue mi pilar.

—Tengo curiosidad por lo que arruinas tu bello rostro. —Una voz sensualmente ronca que es inconfundible me ofrece aquella oración.

Mi corazón se sube por mi boca y los nervios aparecen de un modo sin igual. En un momento de delirio, mi mente me obliga a imaginar que él viajó hasta Estados Unidos para verme, pero con rapidez me obligo a descartar esa idea absurda de mis pensamientos internos. Nada de eso tiene sentido, ya tengo que dejar de pensar de ese modo: como una niña que no sabe nada de la vida.

—¿Tenés tantas ganas de saber lo que estoy pensando? —Pregunto con un tono de voz desinteresado.

El señor Smith se para a mi lado por un instante, pero luego se sienta junto a mí; su cercanía me produce escalofríos. Es como si fuera hecho de hielo, incluso así parece que se preocupa por la gente.

—Sí, por supuesto, ¿por qué piensas que te pregunto? —Cuestiona alzando ambas cejas con suma diversión.

Una sonrisa curva las comisuras de sus labios acentuando dos hoyuelos tenues en sus mejillas, mientras que sus cautivadores y bonitos ojos de color esmeralda me comienzan a analizar con sumo interés. La luna logra hacer una entrada triunfal que aumenta la belleza cautivante del señor Smith.

—Te seré sincera, no estoy pensando en nada.

Él hace una mueca con sus labios, ya que no se creyó lo que le comenté. Bueno, yo tampoco me lo hubiera creído. Realmente soy muy mala mintiendo, no sirvo para eso. Jamás me gusto mentir, aunque muchas veces el tiempo lo amerita.

—Eres peor mentirosa que conversadora. —Aquello sale de sus labios con naturalidad, pero luego hace una pequeña apreciación—. Por la cara que tienes algo te está incomodando, tienes un problema que no te deja en paz, ¿verdad? No me mientas, sabes que adivinaré si lo haces.

Rasco mi nuca con nerviosismo, pero luego decido responder:

—Es verdad, pero esas cosas no le concierten. Son mis problemas y esta es mi vida, no la suya. —Hago una mueca con mis labios y decido hacer una pregunta, pero solo para evadir la suya; sin embargo, sé que el arte de evasión no es realmente mi fuerte—: ¿Qué es lo que está haciendo en Estados Unidos?

—Pues, déjeme decirle que yo vivo en América, y por cierto deje de evadir mis preguntas. ¿Sabe que es mucho mejor desahogarse con personas que no conoce realmente? —Alza ambas cejas con curiosidad.

Decido no responder, solo dejo salir un fuerte suspiro de mis labios, ya estoy harta de que me diga ese tipo de cosas.

—Acaso usted no se cansa, ¿verdad?

Él me dedica una nueva sonrisa, mientras que miro sus ojos claros como el agua.

—Señorita Rodríguez, por supuesto que no me canso, sino... ¿Cómo cree que pude llegar tan lejos en un país que ni siquiera es el mío?

Muerdo mi labio inferior tratando de ofrecerle una respuesta, pero me dejó sin idea de cómo responderle. Ruedo los ojos llena de frustración, ya que odio cuando la gente me hace eso.

—No tengo idea, la verdad es que tampoco me importa...

—Bien, veo que realmente sigue los márgenes, así que guardaré el secreto.

Suelto una pequeña risita divertida ante aquellas palabras.

—Ven conmigo, hay algo que me gustaría mostrarte, no tengas miedo... No te haré nada. —Me tiende su mano con ímpetu.

Llena de temor, pero con una ola de ingenuidad, tomo su mano. El carácter de hoy parece mucho mejor que el primer día que fui a su oficina. Ahora me siento mucho mejor, pero no puedo confiar en nadie.

Ambos comenzamos a caminar de la mano, como si se tratara de una pareja de hace siglos, cuando en realidad no somos más que desconocidos: un jefe y su empleada de limpieza. Por alguna, extraña razón que no se me ocurre, el sentir el tacto de su piel delicada y suave contra la mía me hace sentir algo verdaderamente prohibido y, por primera vez, en toda mi vida, puedo empezar a reconocer el deseo de ser algo para alguien. Muy en el fondo de mi corazón, me doy cuenta de que estoy tratando de apreciar las facciones de este ser humano muy parecido a un dios; sin embargo, la oscuridad del momento que se cierne entre ambos me impide la visión, pero me regala los pensamientos más lujuriosos de mi vida.

El dios pelinegro de ojos esmeralda me dirige con suma tranquilidad a los sectores más desolados de toda la playa, nadie puede juzgar el pánico que estoy sufriendo en este preciso instante; él podría ser un asesino serial y yo no lo sabría.

—¿Dónde estamos yendo, señor Smith?

Su risita divertida suena como un acompañante cuando las olas rompen en la orilla del mar. Todo parece ser un videoclip de alguna canción de Luis Miguel en su época de oro, quién diría que después de tanto tiempo esas cosas seguirían ocurriendo.

—A donde nos lleven los pies, señorita Rodríguez —dice con suma seguridad en sus palabras.

No logro comprender lo que me está diciendo, no tengo idea de dónde es "a donde nos lleven los pies". Es más, creo que ese lugar no existe.

—¿Y eso es, señor? —Alzo ambas cejas esperando que algo salga de sus labios.

—Ya basta, déjame de decir así; si no me equivoco, tu nombre es Camila —me responde con cordialidad en su tono de voz.

Asiento con la cabeza tan solo una vez.

—Sí, mi nombre es Camila, pero todos me llaman Cam.

—Mi nombre es Balder —dice su nombre como si todo fuera tan sencillo, pero no lo es.

Suelto una carcajada sonora, pero inmediatamente cierro la boca; él se detiene con una mirada de injusticia que lo precede y espera que le diga la razón por la que me he reído, pero alzo ambas cejas y ahora soy yo la que espera que él diga algo.

—¿Por qué te reíste?

—Yo me entiendo sola...

—Dime.

—Es que Balder era uno de los hijos de Odín... Se lo reconocía por ser el dios de la belleza e inteligencia —respondo con una pequeña sonrisa ladina.

—Aún no me conoces, Cam.

Observo el mar con el ceño fruncido, ya que esta situación no me está gustando para nada. Vuelvo a verlo y me armo de valor para cuestionar algo más.

—¿Qué significa eso?

Hace una mueca con sus labios y me toma de la barbilla para obligarme a verlo directamente a los ojos, lo cual no puedo evitar, no puedo evitar perderme en ese mundo lleno de fantasía.

—Pues, significa muchas cosas. Puede que sea muy hermoso e inteligente, pero eso todavía no lo puedes saber... —Comenta con un tono socarrón, así que para vengarme de su falta de respeto aprieto su mano.

Ambos comenzamos nuevamente a caminar, nadie vuelve a decir palabra. Nos adentramos a un pequeño sendero repleto de pequeñas piedras molestas; mis pasos se vuelven verdaderamente torpes y algo atolondrados.

Tengo un millón de preguntas para el hijo de Odín, pero no puedo hacer ninguna, es como si me hubieran comido la lengua los ratones. Espero que muy pronto pueda hablar de estas cosas con Guido, pero no sé qué hora será en Argentina luego de esta extraña aventura.

En un par de segundos, nos encaminamos a una cueva enorme, me recuerda a la Isla Mako, pero no estamos en Australia. Cuando ingresamos me doy cuenta de que hay un enorme agujero que enmarca la majestuosa vista del gran cielo azul estrellado; la luna llena se deja ver con suma tranquilidad, dando la suficiente luz para estar en ese lugar. Las formaciones rocosas y el pozo casi transparente se parecen de mentira, todo es una locura, un sueño del que tengo miedo de despertar.

—¡Oh, por Chuck! ¿Este lugar es real? —Hago una pequeña pausa ante mis palabras llenas de emoción, pero luego continúo—: Digo, es igual a un lugar que miraba en una serie cuando era una mocosa.

—¿Qué serie? —Pregunta sentándose cómodo cerca de la orilla del gran pozo.

H2O sirenas del mar. —Suelto con diversión, mientras paseo por la orilla.

—Bueno, resulta que le pedí a mi mejor amigo que es arquitecto para que haga este lugar, también era fan de esa serie —responde con sinceridad, lo que me produce un momento de agonía.

—Pensé que eras un poco más grande que yo... Bueno, en realidad, nunca imaginé que un chico mirase esa serie.

Él hace caso omiso a mi comentario, pero luego de un instante su voz se vuelve a escuchar:

—Sé que no me quisiste contar lo que te pasó, así que te traje aquí para que sientas lo que yo. Es que no es nada bonito que una persona no te haga caso cuando haces una pregunta, así que te mentí, no tengo un amigo que hizo este lugar porque era fan de una serie, sino que jamás lo sabrás. Me parece bastante justo, ¿no crees? Yo nunca sabré la razón por la que estabas triste y deprimida, y tú nunca tendrás la respuesta de este perfecto lugar.

Abro la boca para decir algo, pero en vez de eso, nada sale. Me siento estafada, no puedo creer que me haya mentido de ese modo asqueroso, no entiendo cómo es que una persona puede llegar a realizar eso. Creo que algo no anda muy bien conmigo, yo nunca en mi vida fui una persona tímida, pero cada vez que lo veo algo en mi interior me dice a gritos que salga de ahí.

Me siento a su lado y lo observo fijamente a los ojos, no me importa lo que él está pensando es este momento, pero juro que le haré pagar lo que me hizo. Cuando él levanta la cabeza se da cuenta de mis ojos están observando su bello rostro angelical, traga saliva de un modo duro, pero no le doy mucha importancia. Siento como el aire se vuelve cada vez más denso hasta condensarse por completo dentro de mis pulmones. Vuelvo a focalizar mi mirada en sus ojos, que cada vez se vuelven como dos grandes y majestuosas esferas verdes; cuando suspira cerca de mis labios, puedo sentir su aliento mentolado y lo único que deseo es que nuestros labios se fundan, pero no. Muy en el fondo, deseo muchas cosas; lo quiero, quiero que él me bese de una vez por todas, ya que si no lo hace, lo haré yo.

Me acerco de un modo sutil, hasta que logro sentir el roce de sus labios contra los míos; sin embargo, siento que algo está mal.

—No deberías seguir, te estás metiendo en lo prohibido —murmura con dulzura.

Siento como acaricia mi mejilla con la yema de su dedo pulgar; su tacto es más que gentil y agradable, no deseo que se termine; no obstante, la bruma de pasión y deseo se esfuma cuando mi mente analiza cada una de sus palabras. Lentamente doy unos pasos hacia atrás completamente decepcionada por todo lo que acaba de suceder; una agobiante sensación de inseguridad comienza a surgir de las sombras, así que me pongo de pies con velocidad y decido salir de ahí lo más rápido posible.

No me detengo en ningún momento, solo sigo corriendo hasta que llego a la casa de la tía. No me doy cuenta del quilombo que había armado hasta que siento que el reloj de campana sonaba, ya son las doce de la noche, y nuevamente soy toda una Cenicienta.

No me gusta sentirme tan débil, detesto lo que siento en este preciso momento.

—¿Qué te ha sucedido, bonita? —Pregunta mi tía.

Niego alzando ambas manos en el aire.

—Nada, solo me iré a dormir. 

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