AOKIGAHARA
El olfato fue de sus primeros sentidos en despertar. El aroma a pino y tierra mojada fue lo primero que llegó a sus fosas nasales. El segundo sentido que despertó fue el oído que percibió el sonido de una suave llovizna que arrullaba al joven, invitándolo a seguir durmiendo, pero sus ojos ya no se mantuvieron cerrados.
Sus ojos se abrieron curioseando de inmediato su alrededor. Estaba en medio de un bosque. Las copas de los árboles se alzaban imponentes ante él, el follaje era tan espeso qué apenas y dejaba entrar algo de luz.
¿Qué hago aquí?
La pregunta retumbó en su mente como si estuviera vacía. No estaba consciente ni del día en el que se encontraba, no recordaba ni siquiera su nombre. Pero había algo. Era algo que le pesaba en el pecho: tristeza.
¿A que se debe ese sentimiento?
El chico estaba perdido y muy confundido, eso divertía mucho a la sombra que lo vigilaba desde la oscuridad. Con esos ojos tan grandes y brillantes, llenos de miedo e incertidumbre que lo hacían parecer como un pequeño cordero en busca de su madre. Simplemente divertido.
El cordero decidió caminar por el bosque, para orientarse y saber que era lo que le había pasado. Más diversión para la sombra. Su piel se erizó al sentir el frío aire calar en sus huesos y el agua impactar contra su piel, pero no le importo. Comenzó a caminar con desespero por la espesura del bosque.
Tropezó repetidas veces con troncos o piedras que la neblina no le permitían ver. Además, comenzaba a anochecer y eso dificultaba cada vez más su vista.
Todo el bosque parecía volverse más siniestro conforme oscurecía. Parecía que en cualquier momento algo verdaderamente monstruoso saldría de entre los árboles y lo arrastrarían a alguna clase de infierno. Incluso los árboles parecían cobrar vida y crecer más. El joven se detuvo en seco ante ese desconcertante detalle. Fue entonces que millones de murmullos comenzaron a martillar contra los tímpanos de chico.
Palabras sin sentido, chillidos infernales, gritos desgarradores, todo eso era lo que podían escuchar los oídos del joven. Un indescriptible miedo se apoderó de él.
¿Por qué puedo escuchar eso? ¿Qué clase de lugar es este? ¿Qué son esas voces?
El chico comenzaba a llenarse de frustración a la par que corría con más prisa. Su mente ya era un completo caos tratando de recordar y el bosque no ayudaba en nada. Parecía un enorme laberinto sin salida, construido a propósito para perder a los que se atrevieran a entrar.
¿Por qué me está pasando esto?
El chico se detuvo en seco, cubriendo sus oídos y mirando a todas partes, esos gritos infernales le estaban causando un terrible dolor de cabeza, así como un enorme hueco en el pecho. Era como si él pudiera sentir todo el dolor de esas voces. Pidió que se detuvieran con un susurro, después lo grito con desespero. Comenzaba a marearse. Posteriormente, suplico que se callaran, le estaban haciendo mucho daño.
—¡No tengo tiempo para eso! ¡Se los ruego! ¡Por favor! ¡Ya no me torturen de esta manera!
Dolor, horror, miedo, tristeza, desesperación, enojo, impotencia. Muchas emociones negativas dentro de su pecho. Lloro como si de un bebé se tratara. Cayó de rodillas al suelo, con sus manos echas puño golpeó el suelo húmedo mientras profería gritos de dolor. Gritos desgarradores que harían llorar de pena asta al ser más cruel del mundo.
Ya no quería sentir. Quería arrancar con sus manos ese maldito órgano que lo hacía sentirse así de miserable y vacío ¿Por qué sentía tantas cosas malas? ¿Acaso había hecho algo malo y lo estaban castigando? No lo sabía y tampoco le importaba mucho. Solo quería que todo se detuviera.
La sombra sonrió, ver tan destrozado a ese cordero lo hizo sentirse eufórico. Los gritos y gemidos de dolor de aquel chico eran música para sus oídos. Todo eso era un deleite para él, pero todo tenía un límite. Aunque para él, siempre sería divertido ver cómo cualquier ser se retorcía al escuchar los lamentos de las almas en pena que había en ese bosque, no podía permitir que ese chico se convirtiera en una de ellas.
Ese chico, a pesar de su aspecto de cordero miedoso tenía un gran potencial para convertirse en uno sus verdugos. Podía ver en sus ojos una enorme determinación y coraje que la sombra podía aprovechar muy bien a su conveniencia.
Y mientras el chico seguía llorando y deseando la muerte para dejar de sentir, detrás de él, esa sombra que lo estaba vigilando desde su despertar se materializó en un hombre de carne y hueso. Fácilmente, podría hacerse pasar por un humano común y corriente entre las asquerosas personas que vivían fuera de ese bosque. Odiaba convertirse en uno de esos despreciables seres, pero eso formaba parte de su trabajo. Así que sigilosamente se acercó hacia el chico para poder hablarle.
—Nombre: Jeon Jungkook.
El joven detuvo de a poco sus escandalosos sollozos. Esa voz estaba llena de autoridad, era como si un frío pedazo de hielo recorriera su piel desnuda. Por alguna razón el chico estaba muy asustado ante esa presencia.
—Lugar de nacimiento: Busan, Corea del Sur. Fecha de...
—¿Quién es usted? –pregunto el chico.
La sombra se quedó callada. Odiaba que lo interrumpieran, pero también comprendía que en las circunstancias que el cordero estaba viviendo era algo normal hacer tantas preguntas. Incluso en su momento él pasó por lo mismo.
—Jeon Jungkook –susurro el joven– ¿Ese es mi nombre?
—Sí.
—¿Usted me conoce?
—Sí.
—Entonces usted puede...
—Déjame terminar lo que tenía que decirte y después te dejaré hacer todas las preguntas que quieras ¿De acuerdo?
El chico se encogió de miedo ante el tono amenazante de ese hombre. Asintió levemente.
—Fecha de nacimiento: primero de septiembre de mil novecientos noventa y siete. Fecha de muerte, once de marzo de dos mil veintiuno.
El chico de nombre Jungkook palideció ante esa declaración ¿Fecha de muerte? ¿Acaso él estaba muerto? No, eso era una mentira, él podía sentir claramente la lluvia caer contra su piel, podía sentir frío y emociones. Él estaba muy vivo, no había duda.
—E-eso no es cierto.
—Causa de muerte: suicidio.
—E-eso es mentira –Jungkook estaba tartamudeando–. Yo estoy vivo. Míreme puedo caminar, puedo moverme, escuchar, sentir.
—Eso no muestra que estés vivo –le interrumpió–. Hay muchas personas que pueden hacer lo mismo que tú y, sin embargo, están muertas por dentro. Vacíos, sin emociones, ni sueños ni metas. Por ejemplo tú. Por eso decidiste acabar con lo poco que te quedaba de existencia.
—Usted está loco. Nadie en su sano juicio desearía acabar con su vida.
Jungkook se puso de pie para alejarse de ese tipo. Pero cuando apenas dio un paso, el sujeto ya estaba frente a él. Jungkook retrocedió asustado por ese acto ¿Cómo se había movido tan rápido? Quizás el loco era él. Eso debía ser, solamente estaba teniendo alucinaciones.
Aquel ser le sonrió al joven de forma terrorífica. Era una sonrisa siniestra, como la de un psicópata que disfruta ver sufrir a sus víctimas. El hombre levantó una de sus manos y giro levemente la muñeca creando un círculo imaginario. Jungkook no fue consciente del cómo había pasado, el cambio había sido imperceptible a sus ojos, pero no había duda, de alguna manera aquel hombre los había transportado a otro lugar del bosque.
Jungkook miró con terror a su alrededor y después a aquel hombre que claramente de humano solo tenía la apariencia. Quería preguntar como había hecho aquello, pero unos lastimeros sollozos no se lo permitieron.
Jungkook se dio la vuelta, y así pudo apreciar a la dueña de esos sollozos. Era una niña de por lo menos catorce años, vestía un uniforme escolar, estaba recostada en la fría tierra en posición fetal. Jungkook meneo la cabeza a un lado. Preocupado por la joven, se acercó varios pasos a ella, se agachó y estiro su mano para tratar de tocarla, pero el hombre le interrumpió.
—Esa chica de ahí también se siente tan miserable como tú antes de morir. Tiene muchos problemas, son tan pesados qué ya no puede con ellos. Todos los días sufre el rechazo de su madre que hubiera deseado tener una mejor hija, una normal con gustos normales –explicó–. Y tiene que aguantar los toqueteos obscenos de su padrastro porque su madre no le cree.
A los ojos de Jungkook eso era una atrocidad. Ella era solo una niña. A esa edad ella debería estar riendo y divirtiéndose, ser feliz, no llorando ni mucho menos sufrir esa clase de maltrato.
—La persona que más quiere en el mundo la odia. No es feliz. Hace mucho que se convirtió en un ser que solamente respira por compromiso, caminando en la calle como si de un muerto viviente se tratase. Sin esperanzas ni amor en su corazón. –Él chistó con la lengua y negó con la cabeza–. No tiene sentido robar oxígeno cuando ya no te quedan fuerzas para seguir viviendo.
—Pero esa no es razón para hacerlo, debe haber una solución. Estoy seguro de que ella todavía tiene razones para seguir luchando, nada más es cuestión de mostrárselo. Oye...
Jungkook intento hablarle, intento tocarla. Quería consolarla, hablar con ella para darle apoyo y ánimos, pero en su lugar solo hizo algo que ningún humano era capaz de hacer, al menos no un humano con vida. Su mano nunca impacto contra la cabeza de la chica, la atravesó. Jungkook se asustó por eso ¿Por qué pasó aquello? Miro su mano con miedo. Su respiración se aceleró. Volvió a intentar tocar a la chica, pero el resultado era el mismo. Él no podía tocarla, ni mucho menos escuchar los desesperados jadeos del chico que soltaba para que sus manos sintieran algo, lo que fuera.
—Es inútil niño. Te dije que estas muerto, y un muerto no puede tener contacto de ningún tipo con un humano.
Jungkook se negaba a creer eso. Aún con las pruebas frente a sus ojos le era imposible procesar una información como esa. Él estaba muerto. Él estaba muerto. Se repetía eso una y otra vez en su mente como si de un mantra se tratara.
El hombre observó como el pequeño cordero callo sentado al suelo, llorando desconsolado ante su nueva realidad. Eran muchas cosas juntas en tan poco tiempo, el chico estaba muy abrumado, lo normal. El hombre sonrió, ya era hora.
—Pero eso puede cambiar. –Eso capto la atención del chico–. Yo puedo hacer que recuperes tu alma y regreses a la vida.
Jungkook se incorporó de inmediato. Decir que estaba sorprendido era muy poco para lo que sentía. Ya había pasado por muchas cosas ese día, pero aún seguía habiendo sorpresas y esa fue la única agradable de todo el día. Jungkook preguntó si de verdad él era capaz de hacer algo como eso, cuando él asintió algo dentro de él se iluminó con esperanza. Lo que aquel hombre le ofrecía era algo maravilloso.
—Sin embargo, es mi deber advertirte que el costo es muy caro. Tendrás que llevar a cabo una tarea que nadie desearía realizar, será algo muy difícil de hacer, sobre todo para un corderillo miedoso como tú.
—Claro que no, haré lo que sea.
—¿Seguro? Lo que estoy a punto de pedirte es considerado un trabajo cruel.
—No me importa, si eso me devuelve a la vida, lo haré.
Ese chico tenía convicción. En su rostro se podía ver lo decidido que estaba a aceptar la despreciable misión. El hombre comenzó a reír. Jungkook lo observo confundido, el hombre se disculpó, pero es que todo era tan divertido. El chico había aceptado sin preguntar de qué se trataba. Acepto sin vacilación alguna. Sin duda su reacción al enterarse será aún mejor. Sería la cereza del pastel.
—Está bien, si eso es lo que más quieres, entonces te lo daré, volverás a la vida, pero para eso debes cumplir con una tarea que consiste en matar a trescientas veintitrés personas.
—¿Qué?
Jungkook palideció ante esas palabras ¿Qué clase de misión era esa? ¿Por qué tenía que matar a tantas personas? De haber sabido que se trataba de eso se habría negado. No, él no podía cometer un acto tan cruel como el de arrebatarle la vida a una persona.
—No, me niego a hacer algo como eso. Pídeme cualquier otra cosa, todo menos eso.
—Lo siento, pero para darte todo lo que quieres se necesita de mucha energía. Energía que solo se consigue juntando cierta cantidad de almas.
El hombre hablaba como si se tratara de cualquier cosa. Jungkook sintió repulsión contra ese hombre ¿Acaso no sentía ni una pizca de compasión o valor por la vida?
—Tranquilo corderillo, no iras matando gente como si de un demente se tratara. Únicamente matarás a las personas que deseen morir, que lo anhelen. Una tarea sencilla ya qué a este bosque llegan muchas personas buscando acabar con su existencia. Un claro ejemplo, la niña detrás de ti.
En ese momento Jungkook sintió un frío metal. Cuando miró hacia sus manos pudo ver esa afilada arma que su extremidad sostenía. Sus ojos se abrieron por el suceso. El cruel ser explicó que esa arma aparecería en sus manos siempre que hubiera alguien cercas dispuesto a morir. Él retrocedió deseando desaparecer de la faz de la tierra. Él no podía hacer algo como eso, no quería.
—Pero si no quieres volver a la vida, adelante, puedes retractarte. Pero no te conviene. Quienes acaban con su propia vida en realidad nunca acaban con su dolor. En realidad este se prolonga por la eternidad. La tristeza, el dolor, y toda esa miseria te persiguira y atormentara para siempre. Como te paso despues de despertar.
Era un cruel y para nada justo castigo. Algo que las personas en busca de aliviar el dolor no merecían, ellas solo eran pobres víctimas. Y Jungkook no quería pasar por eso. La cuestión era ¿Sería capaz de matar para recuperar su vida?
Ahora la duda lo estaba carcomiendo. Algo le decía que debía hacerlo, pero otra parte se lo impedía ¿De qué le serviría volver a la vida si él cometería asesinato de personas inocentes? Todo era una absoluta mierda que estaba destrozando emocionalmente al chico, pero al final tomó una decisión. Tenía algo en mente que quizás lo podía ayudar a minimizar su culpa.
—Está bien, lo haré. Mataré a ese número de personas. Pero antes de hacerlo trataré de ayudarlas, las persuadiré para que cambien de opinión y si aun así deciden morir, entonces lo are.
—Está bien, has lo que quieras. –Jungkook se relajó, creyó que no se lo permitiría–. Pero no con ella. Esa niña ya está casi muerta.
—¡¿Qué?!
Jungkook se arrodilló frente a ella. Era cierto, él estaba tan concentrado en lo suyo que nunca se percató de que los sollozos de la chica estaban casi desapareciendo y que sus pequeños ojos estaban a muy poco de cerrarse. Miró entre las manos de la niña, estaba sosteniendo débilmente un vaso vacío de pastillas.
Jungkook comenzó a llorar ¿Cuántas vences lo había hecho ese día? Tal vez así sería su vida, si es que se lo podía llamar así a su existencia. Estaría lleno de dolor y desesperación, mirando con impotencia como personas inocentes morían. Personas con vidas tristes que buscaban alivio de la peor forma, pero que ahora el mimo deseaba hacer ¿Cómo sería capaz de completar aquella misión si sufriría un dolor como ese?
—¡Ayuda! ¡Ayuda!
Si Jungkook fuera por completo humano, sus gritos hubieran atrofiado su garganta. El hombre que se había mantenido callado le dijo que eso era completamente inútil, que nadie escucharía. Él no hizo caso, siguió gritando. Él no se quedaría quieto viéndola morir, él se lo dijo al hambre, haría lo imposible por ayudar a una persona a no morir.
—Ella está a punto de morir, ¿porque no dejas de llorar como un bebé y terminas con su dolor? Por qué está sufriendo, ¿sabes? Esas pastillas causan una terrible fiebre, además de un dolor muy agudo en el estómago. Creo que también te cierran la garganta impidiéndole respirar o algo así, no lo sé bien.
Jungkook dejo de gritar y solo se dedicó a llorar. La niña apenas y podía mantener sus ojos abiertos, se sentía como un completo villano al no poder ayudarla y las palabras de aquel hombre hacían eco en su mente ¿Qué sería peor, dejarla sufrir asta la muerte o matarla? Odiaba pensar en eso, pero su destino ya estaba marcado, esa era su realidad de hora en adelante.
Tomó el cuchillo con ambas manos y lo puso justo encima de su estómago. Sus manos temblaban. Se repetía una y otra vez que era necesario, lo sabía y se lo repetía tratando de convencerse de que era para salvarse.
La mirada de la niña y la de Jungkook se conectó. Jungkook se sintió mucho peor por ese gesto, los ojos de esa niña transmitían pureza. Su cara estaba cubierta de lágrimas, pero seguía viéndose muy dulce ¿Cómo es que alguien como ella había decidido acabar de esa forma? Si tan solo hubiera prestado más atención, quizás hubiera logrado salvarla.
Jungkook soltó un gemido lastimero. Aún le parecía una tontería que una persona deseara terminar con su vida cuando había millones de cosas buenas. Por más que aquel señor le insistiera, por mucho que él tratara de convencerse de que lo hacía por el bien de otro, él jamás cambiaría de opinión. Así sería asta el final de los tiempos. Él seguiría odiando la idea de acabar con una vida humana, porque simplemente era algo injustificable.
—Lo siento –pronuncio con dificultad debido al llanto.
Y gritando de dolor, con el alma echa pedazos, encajo esa arma letal en el cuerpo de la chica.
Ella apenas y se inmutó. Jungkook en ningún momento había dejado de verla a los ojos. Él presenció de primera mano como ese brillo de vida desaparecía poco a poco de sus ojos para convertirse en dos esferas vacías. Jungkook sacó el cuchillo y este desapareció de inmediato, pero aún lograba sentir ese frío metal incrustado en la carne de la joven. Se sentía como un monstruo, era un monstruo.
—¡Felicidades, corderillo! –grito el hombre con júbilo–. Acabas de matar a la primera persona, ahora solo te faltan trescientas veintidós.
Este sin duda había sido el mejor y más divertido show que había visto en su larga existencia. Él se dio la vuelta para irse, pero recordó decir unas últimas cosas más al niño. Este seguía llorando, pero estaba seguro de que le prestaría atención.
—Te advierto que no puedes deshacer el contrato. Y por si se te llegara a ocurrir encajar tu cuchillo en ti, te advierto que no morirás, sufrirás daño, pero no será mortal. –el tono burlesco era muy notorio en sus palabras–. ¡Te deseo la mejor de las suertes corderillo! ¡Que termines lo antes posible con tu misión!
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