1. El inicio del problema
Connor Walsh
—Alza los brazos—. Ordena él.
Y hago lo único que se hacer.
Obedezco.
Entonces me enfrento a uno, dos y tres golpes hacen que arda de una forma indescriptible mi espalda. El ardor en mis músculos casi parece tensarse y doblegarse, volverse rojo de furia y odio. Ya puedo imaginar los moretones que eso me va a provocar en un rato.
Al parecer tendré que cancelar las lección de natación de esta semana, de nuevo.
—¿Mierda es lo único que tienes en la cabeza? ¿A caso hay algo ahí, Connor?—. No respondo a pesar de que grita a mi lado, lo único que obtiene de mi es un silencio largo. —¿Eres estúpido a caso? No sirves para una puta mierda, hijo de puta.
Silencio.
Uno amargo y lleno de odio.
Mantengo el ceño fruncido, uno cree que cuando recibe golpes toda su vida, en algún punto se vuelven menos dolorosos.
No habría algo menos alejado a la realidad que eso, sin embargo, hay algo que si es cierto, la capacidad para resistir el dolor y no mostrar cuando te duele, si que se hace realidad. Pasa algo similar con las palabras, en algún momento puedes fingir a la perfección que no te importan un carajo.
—¿Sabes todo lo que tengo que aguantar por tu culpa? ¿Tienes alguna idea de todo lo que he hecho por ti? ¡Maldito, niño estúpido!
Esta vez lanza la fina barra de metal hasta mi, aunque solo da contra mi brazo, incluso pienso que he tenido suerte, eso hasta que me invade el dolor.
Viejo idiota.
—Encárguense de este idiota, no quiero ni verlo en este momento—. Pronuncia antes de lanzar una última mirada en mi dirección, donde aún permanezco de rodillas.
Y justo donde su secretario, el señor Paterson, se aproxima.
Un momento después, escucho al puerta cerrar, la mayoría de los hombres de la entrada también desaparecen, entonces ese hombre de complexión robusta, medio alto, de cabello algo canoso, se acerca y se pone de cuclillas junto a mi.
—¡Traigan al médico!—. Pronuncia con desesperación, pero ni así pierde la oportunidad de verme con una total decepción en su cara. —¿Estás bien, Connor?
—No lo creo—. Murmuró, y le dedico una sonrisa divertida.
—Deberías ser más prudente, niño.
—Ya sabes cómo es... Sea o no prudente encuentra motivos para molestarse.
Trato de ponerme en pie, pero es un intento en vano. Porque el dolor de mi espalda, y el espasmo de mi brazo al tratar de apoyarme me hace caer al suelo.
El sonido que hago al caer es como un eco, solo que con un dolor inexplicable incluido.
—Hizo una inversión grande, y resultó que fue estafado. Perdió una gran cantidad de dinero, eso hace que este aún de peor humor últimamente.
Inversión una mierda, sabía que había perdido una gran cantidad de dinero apostando en los casinos de la ciudad. Toda clase de apuesta ilegales, mi padre era adicto a eso.
Lo escuché llegar hace unas noches, rompió el jarrón de la sala, y dejó su ropa con un olor asqueroso a cigarros y alcohol tirada por todos lados.
—Oye, ¿Somos pobres?—. El señor Paterson escondió una risa, muy mal porque yo si la note.
—No somos pobres, hace falta más que unos cuantos miles para que alguien como tu padre quedé en esa situación.
El médico llego junto a alguien del personal de la casa, al tiempo que el señor Paterson me ayudaba a levantarme de nuevo, e ir al sillón más cercano de la habitación.
—Un esguince—. Comentó el doctor Lance, con preocupación en su rostro.
Era un señor ya mayor, usaba lentes porque decía que su visión solo había ido empeorado con los años, ya tenía poco cabello y daba la sensación de estar tranquilo todo el tiempo.
En ocasiones eso asustada.
—Ya me lo temía—. Se expresó preocupado una vez más, el señor Paterson. —¿Qué podemos hacer en este caso?
Yo estaba un poco adolorido, pero lo bueno era que podría faltar a la Universidad. Además que estaba vez no había tocado mi cara, lo que ya era un milagro, no me había terminado de recuperar del golpe de la última vez, aún tengo un corte pequeño en el labio inferior.
—Le daré un ungüento para las heridas de la espalda—. Informo Lance, al tiempo que me colocaba un par de vendas en el brazo izquierdo. —También unos medicamentos para el dolor.
—¿Será suficiente?
—Estoy bien, Paterson.
—Eres un idiota—. Pronunció y admito que me sorprendí, Paterson casi nunca alzaba la voz. —Por el amor de Dios, Connor. Deja de meterte en problemas por un par de días.
Asentí. No supe que más hacer.
—Lo hare, lo hare—. Nah, no lo haría, en mi defensa parecía atraer los problemas como algún tipo de imán. —Me tomaré un descanso por hoy—. Me recosté cómodamente en el sofá.
El señor Paterson con su traje café, posó sus manos en sus caderas frente a mi, parecía estar muy decepcionado.
—De eso nada, si tienes energías para estar haciendo desastres con esos amigos tuyos. Puedes ir a la universidad con un esguince... Y trata de hacer algún amigo de verdad, hazte un favor y bota a esos imbéciles de una maldita vez...
—Si tengo un amigo de verdad, por si no lo recuerdas, y esta por, oh...— Fingí pensar. —Ah, si. El imbécil de mi padre lo mando al otro lado de mundo.
—No usamos esos términos, Connor—. De verdad que no lo entendía. Podría ser mi amigo, pero también era su...
—Pero...
—Pero nada, iré a la oficina y si lo encuentro cuando vuelva tú y yo tendremos un gran problema. ¿Entendido?
Siempre me hacía sentir como un niño asustado, lo que era irónico teniendo en cuenta que ya tenía 20 años.
—...
—¿Entendido?—. Preguntó en un tono más autoritario.
—Ya escuché, ya te escuché ¡Diablos!
(...)
El auto al encenderse me recibió con un sonido ahogado que pronto se convirtió en un gran rugido, eso era música para mis oídos.
Los grandes portones de la entrada se abrieron y poco después las calles que anunciaban que el verano estaba en su cúspide invadieron mi visión.
Moment in the sun está en la radio, la ventana abierta hace que mi cabello se mueva por todos lados. Ya necesito recortarlo un poco.
A veces, y sólo a veces siento que puedo tener el control de mi vida, y me gusta pensar que si sigo luchando, que si sigo haciendo algo contra la corriente que marco lo que debería ser, podré romper ese estúpido patrón, y salir de las líneas que se han marcado para que siga.
Y ser dueño de mi vida.
Es algo estúpido.
Reposo mi brazo vendado en la ventana, y veo mi mochila que va hasta la parte trasera de los asientos, mierda, ahí va mi teléfono.
Y lo necesito.
Pretendo alcanzarlo, no pasará nada si dejo unos segundos solo el volante. Así que eso hago, lo suelto y me estiro hasta tocar unas de las correas de mi mochila, para atraerla hasta mi de un solo tiro. Lo que para mi mala suerte me lleva mas de un solo intento, y como si el karma hoy quisiera cobrarse las que le debo desde que me burle de mi mejor amigo por supurarlo por un crédito en un examen de prueba.
Al momento de tomarla, y pretender llevarla hasta mi, me percato que el auto ha girado un poco, y solo un poco en el carril equivocado. Tomando mas de unos cuantos centímetros de la otra vía.
Es cuando alguien hace sonar su bocina.
Un auto pequeño, de color blanco con placa HTL9097, conducido por una chica, de lo cual solo veo su cabello negro recogido en el momento exacto que pasa a mi lado, y me grita.
Con su voz irritante voz.
—¡Imbécil!
—¡Gracias!—. Respondo con una sonrisa, y le muestro el dedo corazón de mi brazo vendado.
A pesar de que ya a pasado de largo.
(...)
Me muevo inquieto en mi lugar.
Jugando con el lápiz grafito que lleva mi apellido grabado, por alguna razón.
La instructora da las indicaciones correspondientes al próximo proyecto, si, esos proyectos de mierda que odio hacer, el último consistía en la planificación y diseño de un edificio de una farmacéutica, la única persona que tiene conocimiento sobre medicación, y me cae bien es el señor Lance. Y luego la maqueta fue una pesadilla, aún tengo problemas con ver el pegamento, y los palillos de madera.
—¡Ah! Y antes de que se me olvide, el nombre de los participantes para la beca Starting Over ya fueron seleccionados, hoy deberían estar recibiendo el correo que corresponde a todo el proceso. Los invito a revisar su correo institucional.
El lápiz que tenia en las manos cae al suelo, y abro los ojos.
Como me es posible, teniendo en cuenta que tengo el brazo con vendado, saco mi teléfono tan rápido como puedo.
Logro escuchar algunos murmullos en la sala, y varias personas que hicieron lo mismo que yo.
Ingreso a la plataforma y luego a mi correo institucional, culpando a mi internet de mierda por no funcionar a la velocidad de la luz. O al menos un poco mas rápido.
Reviso los correos mas recientes, veo la pequeña notificación en "Recibidos", casi puedo sentir que el pulso se me acelera cuando lo presiono.
Y entonces...
Ahí esta.
Yo había sido seleccionado.
Yo...
Había...
Sido...
Seleccionado...
Nota de autora: Y así comienza
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