
Epílogo
Dos años después
Curiosamente, había pasado mucho tiempo desde que Magnus y Alec se habían comprometido, hasta que finalmente llegara el día de la boda. La razón no era que hubieran discutido, o se hubieran vuelto a separar. En realidad, después de sus anteriores experiencias, tomaron la decisión unánime de, con el título de prometidos, vivir su etapa de noviazgo.
Mientras Magnus seguía trabajando con Raphael, Alec iba organizando la boda por sí solo, algo que lo aterraba puesto que no tenía tan buen gusto como el moreno. Y cuando los dos estaban libres, iban a cine, o a caminar a algún parque, o a tener picnics. Fueron dos años en los que reafirmaron que querían vivir siempre juntos.
Finalmente, el día de la boda había llegado, y Magnus se encontró con la sorpresa de que su prometido había planeado el evento en la playa, tal como él había deseado desde un principio. En ese momento se encontraba en una pequeña cabaña de madera, arreglando los detalles de su traje mientras esperaba que el reloj en la pared marcara las 2 de la tarde, hora a la que se realizaría la boda.
Todos sus amigos y familiares estaban ahí, distribuidos en varias cabañas que se habían alquilado para la ocasión. Isabelle y Simón habían empezado una especie de relación, ella sería ahora quien se quedara al frente de la empresa, y no podía estar más feliz por eso. Finalmente, no la trataban como si fuera una niña.
Tristemente, debía encargarse de contratar al nuevo personal en la mansión, ya que Jordan y Maia habían renunciado hacía un año. Al parecer, la chica deseaba estudiar gastronomía, y su novio se la llevó a la universidad de la cual él era graduado. Magnus agradecía que los dos pudieran haber vuelto para la boda, ya que los consideraba una parte importante de la historia: ellos habían sido los primeros en creer en él.
Clary era la encargada de la sucursal en Inglaterra, y Jace viajó con ella porque, supuestamente, quería pasar un tiempo con su abuela para cerciorarse de que Imogen no "llevara más jovencitos a su casa". Ellos nunca lo habían confirmado, pero Magnus podía jurar que tenían algo.
Al igual que con Maia y Jordan, Clary y Jace también estaban ahí para la boda.
Camille y Woolsey también estaban presentes. El periodista estaba feliz puesto que había logrado ganar el premio que tanto había deseado, contrario a Camille, quien constantemente se veía de mal humor porque, a pesar de todo ese tiempo, Magnus nunca había cedido en darle a su hijo.
Pero independientemente de que Camille hiciera mala cara, o que Maryse Lightwood le lanzara indirectas cada que podía, Magnus estaba feliz. Volvió a mirar hacia el reloj, ahora eran las doce y ya estaba listo. ¿Qué rayos haría en dos horas? Los nervios lo estaban matando, y ni siquiera podía comer algo para calmar la ansiedad porque el almuerzo lo servirían en la recepción.
Con un chasquido de lengua, se quitó el pequeño corbatín negro de su cuello, lo dejó sobre un mueble cercano, y salió de la cabaña hacia la playa, donde las demás cabañas estaban ordenadas en una hilera. Probablemente Isabelle lo mataría si se enteraba que había ido a ver a Alec antes de la boda, pero había resuelto que daba igual: de todos modos, ambos ya habían vivido juntos demasiado tiempo, y no creía en supersticiones de mala suerte. Nada podría salir mal.
Por horribles cosas del destino, su cabaña y la de su prometido habían quedado algo alejadas, por lo que debía caminar un buen rato para poder llegar a Alec. Mientras estaba en eso, dirigió su mirada hacia el mar, donde, aún sobre la arena, había una enorme carpa blanca con hombres corriendo de un lado al otro. Al parecer, la gente que Maryse y Robert había contratado aún se estaba encargando de algunos detalles finales. Sonrió, tendría la boda que muchos desearían, no podía creer cuan afortunado era.
En su caminata, se encontró a Woolsey Scott usando unas coloridas bermudas mientras miraba de un lado al otro como si estuviera buscando algo.
—Hey—Magnus se acercó a él con una sonrisa.
—Creo que Thomas se ha enojado conmigo— soltó Woolsey, como si Magnus fuera su mejor amiga y confidente de cotilleos. Algo que no era muy distante de la realidad.
—¿Qué hiciste? —preguntó interesado. Thomas era el joven guardaespaldas de Woolsey, alguien tan callado que daba miedo, pero supremamente atractivo.
Woolsey frunció el ceño.
—¡Nada! —respondió indignado. Magnus se cruzó de brazos y esperó pacientemente— Bueno... ¡Pero no fue mi culpa! Es que... ¿Recuerdas a Nate?
—¿El inglés? —estaba sorprendido, había creído que ese chico estaba en el olvido.
—Sí, exacto. De algún modo, logró obtener el número del Praetor. Mi secretaria tuvo la maravillosa idea de darle mi teléfono personal, y Thomas contestó. Ya te imaginarás como se pusieron las cosas.
—¿Quién le dijiste que era?
—Otra conquista sin importancia...—Magnus llevó sus manos a su cara— ¡¿Qué?! Es verdad, Thomas sabe que no es el amor de mi vida. Él me importa tanto como me importa Nate, y como me importan muchos otros. Es bueno en la cama, sí, pero hasta ahí. No creí que se lo tomara tan mal.
—No estoy saliendo contigo, y aun así me duele— comentó el moreno. En realidad, no estaba interesado en ayudar a Woolsey con sus problemas amorosos, no quería ser partícipe de cómo le rompían el corazón a ese pobre guardaespaldas— Como sea, ¿Entonces lo estabas buscando para disculparte?
—No, ¿Por qué me disculparía por decir la verdad? —Magnus rodó los ojos— Es que cuando le dije aquello, él no dijo nada. Simplemente salió de la cabaña, y ahora no lo encuentro. Me preocupa—el moreno recorrió la playa con sus ojos. No veía al tal Thomas en ninguna parte, y tenía más ganas de ir a ver a Alec en lugar de buscar alguien.
—Quizás después te ayude a buscarlo, ahora quiero ver a Alec— y con eso, pasó a Woolsey y continuó caminando por la playa. El periodista lo alcanzó en unos pocos pasos.
—Ver al novio antes de la boda es de mala suerte.
—No me importa.
—Por dios, Magnus, solo faltan dos horas ¿No puedes esperar solo eso para verlo?
—No— el moreno llegó a la cabaña de Alec, y sin golpear, entró a pesar de que sabía que tenía a Woolsey pegado a sus talones.
Adentro, Alec estaba de pie usando un traje blanco muy parecido al de Magnus. Sus brazos estaban caídos a sus costados mientras Thomas, el desgraciado de Thomas, lo sujetaba de las mejillas y mantenía juntos sus labios.
El ruido de la puerta los alertó a ambos, haciendo que se separaran de un salto. Tanto Magnus como Woolsey habían perdido la capacidad de hablar, simplemente se quedaron estáticos, observando escépticos en silencio.
—Magnus...—murmuró Alec, y su voz murió al terminar de decir el nombre. El moreno parpadeó una vez, solo para comprobar si aquello era real, y no estaba soñando. Lamentablemente, todo se veía muy real.
—Esto no es cierto— declaró, y aunque fuera infantil, levantó su brazo y se dio un pequeño pellizco. Hizo una mueca al sentir el dolor.
—Es la primera vez que me engañan— comentó Woolsey, y no sonaba molesto, sino más bien interesado, como si aquel fuera un hecho extraordinario, una curiosa experiencia. Thomas gruñó y miró hacia un lado, reacio a compartir mirada con el periodista. Alec seguía mirando fijamente a Magnus como si quisiera decir algo, pero no sabía qué.
El moreno se preguntó si ese feo ardor que sentía en el pecho, era parecido a lo que Alec había sentido en el pasado cuando Jonathan le había mostrado las fotografías de él con Woolsey. Si era así, lo compadeció, porque el sentimiento en realidad era horrible.
—No es lo que parece— dijo Alec finalmente. Magnus tuvo ganas de reír por el patético intento de la frase cliché, pero estaba demasiado dolido como para forzar una pequeña sonrisa. En esos dos años, había hecho un considerable esfuerzo por dejar caer esas barreras, pero estaba seguro de que no lo había logrado, lo veía en los ojos de Alec, como si aquellos orbes azules aún estuvieran deseando algo más de él. Y no sabía qué era.
Ahora, sin embargo, dejar caer las barreras parecía muy sencillo. De hecho, ellas se cayeron por sí solas. Estaba seguro de que su rostro decía todo lo que sentía, y seguramente aquella expresión genuina era la causante de que Alec estuviera tan sorprendido hasta el punto de no saber qué decir.
—¿Quieres que te lleve de vuelta a Nueva York? —preguntó Woolsey a Magnus. El moreno frunció los labios, dolía como el demonio, sí; pero no se iba a rendir sin ninguna explicación, y mucho menos dos horas antes de su anhelada boda. Si iba a perder, lo haría sabiendo que había gastado todas y cada una de sus posibilidades.
—No— respondió, dio un par de pasos hasta llegar a Alec, y lo tomó de la manga de la camisa— Tú y yo tenemos que hablar— Alec asintió obedientemente. El moreno miró a Thomas y tuvo ganas de congelarlo solo con la mirada—Y tú, ve rezando por tu vida, porque ahora ella depende de lo que Alec me diga. Si lo considero necesario, te buscaré donde sea y te haré polvo con mis propias manos— y con eso salió de la cabaña arrastrando a Alec con él.
Una vez que los dos se fueron, Woolsey se cruzó de brazos y observó a Thomas con los ojos entrecerrados.
—¿Qué fue todo eso?
—Nada.
—¿Besaste al prometido de mi amigo por nada? —el guardaespaldas miró hacia un lado y frunció el ceño. Woolsey suspiró, ese chico le encantaba, pero le gustaría más si compartiera sus pensamientos, si fuera más abierto.
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Magnus arrastró a un silencioso Alec hasta llegar a la sombra que proporcionaban unas palmeras, donde lo soltó y se paró frente a él.
—Muy bien, escucho la justificación. Porque sé que hay una, y muy buena. Me amas demasiado como para engañarme con otro solo porque sí—dijo. Alec lo miró sorprendido, y luego una pequeña sonrisa apareció en sus labios. Parecía aliviado por el hecho de que Magnus no dudaba de sus sentimientos.
—La hay. Y espero que sea suficiente— Magnus se cruzó de brazos.
—Inténtalo. Habla.
—Thomas llegó a mi cabaña a preguntarme cómo había hecho para... que te enamoraras de mí— Magnus levantó sus cejas— Él está enterado de tu pasado, y me dijo que seguramente habías estado con muchas personas antes de ser mi prometido. Le expliqué que, en realidad, yo era tu primera pareja formal, pero aun así él estaba interesado en saber cómo te habías enamorado de mí. O como me había enamorado de ti. Intenté contarle la historia básica, y estaba desanimado porque los dos éramos el primero en la vida del otro, aunque al mismo tiempo curioso de por qué sabíamos que nos queríamos si no habíamos estado con alguien más.
—¿Entonces lo besaste para comprobar que realmente me querías?
—No. Lo vi tan perdido que sentí pena por él, y dejé que me besara para que él comprobara aquello—Magnus cerró la boca y miró hacia el mar, donde las olas azules se crispaban hacia la playa y producían un relajante y refrescante sonido.
—Nunca creí que harías algo así.
—Es que esta mañana amanecí tan feliz... ¡Es el día de mi boda contigo! —Magnus guió sus ojos hacia él, y encontró un pequeño rastro de rubor en sus pálidas mejillas—Quería que todo fuera perfecto, que todos fueran felices. Luego llega este chico a mi puerta y pensé ¿Qué más da? Después de todo, yo estoy seguro de lo que siento, y aquello solo sería para ayudarlo—eso tenía sentido para Magnus, y en realidad no se sentía en posición de reclamar algo. No le emocionaba la idea de tener a su prometido besando gente, pero él mismo había hecho cosas peores en el pasado. Con Woolsey. Lo que significaba que ni siquiera podía echar a Thomas de su boda, porque él obligaba a Alec a convivir con Woolsey, y sería un hipócrita si lo separaba del guardaespaldas.
Suspiró y levantó la barbilla.
—Entiendo— dijo, y se giró para volver a su cabaña. Pero antes de dar un paso, Alec lo agarró del brazo.
—¿Aún... habrá boda?
—Claro que sí— respondió, e intentó volver a irse, pero el ojiazul de nuevo se lo impidió.
—Magnus, por favor, sé sincero conmigo.
—Estoy siendo sincero, me casaré contigo—Alec finalmente lo soltó, y el moreno respiró aliviado. El ojiazul lo tomó de los hombros y lo giró. Lucía triste.
—Nunca podremos llegar a un punto intermedio ¿Verdad? —preguntó, y el moreno no tenía idea de lo que estaba hablando— Si subes tus barreras, te vuelves frío e insensible. Y si las dejas caer, te vuelves tan vulnerable que crees que tu pasado te quita el derecho de exigirme algo—Magnus lo miró en silencio intentando ocultar sus sorpresa. Era gratificante ver cuánto lo había llegado a conocer ese chico—Tienes derecho a exigirme todo— continuó Alec— Estaba muy feliz por este día, y no pensé con claridad. Quizás haber besado a ese chico no fue una buena idea, pero necesito que me lo digas.
—Fue una buena idea—Magnus luchó por encontrar las palabras— Es solo que no sabía que así dolía. No estoy enojado contigo. Ahora entiendo lo que debiste haber sufrido en el pasado por mi culpa.
—Eso ya no importa— Alec, dubitativamente, dio un paso hacia él. Magnus no se alejó, por lo que el ojiazul ganó valentía y volvió a dar otro paso— Pasar contigo el resto de mis días, lo vale.
—Pero...— Alec detuvo abruptamente sus pasos.
—¿Pero qué?
—¿Pero no volverás a besar a nadie? —Magnus lo miró con sus ojos dorados llenos de esperanza, brillando más que nunca. Parecía que le costaba un enorme esfuerzo pedir aquello, pero aun así lo había hecho, porque de todos modos presenciar actos como aquel dolía—Dices que puedo exigirte todo, así que me gustaría exigirte que no volvieras a besar a nadie más. Solo a mí.
—No lo volveré a hacer— respondió el ojiazul—Pero independientemente de lo que haga, quiero que sepas que siempre estarás en mi corazón—Alec bajó la mirada— Cuando pienso en la cantidad de personas con las que has estado, en cuantas de ellas te han tocado, y después en las que lo han hecho después de habernos conocido, lo único que me ayuda es creer que yo tengo un lugar en tu corazón, a diferencia de ellas—Magnus no sabía que Alec pensaba sobre ello. Había asumido que el tema de la prostitución había quedado muy en el pasado, pero al parecer se había equivocado. Aparentemente, esos viejos fantasmas despertaban celos en Alec que él mismo luchaba por curar.
Ninguno de los dos era perfecto, ambos cometían errores y aún luchaban contra el pasado, pero eso no cambiaba el hecho de que se querían más que a cualquier otra persona.
Magnus sonrió, y deseó acercar al ojiazul a besarlo, pero pensó en que quizás un beso no fuera suficiente. Quería darle al ojiazul aquello que siempre había querido, y lo haría, no solo para complacer a Alec, sino porque él quería reclamarlo. Los labios de Thomas no serían lo último que Alec probaría antes de la boda.
Volvió a tomar al ojiazul de la manga, y empezó a guiarlo a través de la playa hacia su propia cabaña.
—¿Magnus? —preguntó Alec confundido. El moreno sentía su corazón martillar en su pecho, nunca había estado tan emocionado por unirse a alguien.
Finalmente llegaron a la pequeña cabaña, Magnus abrió la puerta, hizo que Alec entrara, y luego la volvió a cerrar con seguro. Lo que iba a pasar, solo iba a ser de ellos. No le daría a nadie el gusto de mirar.
El ojiazul miró hacia la puerta cerrada, al parecer aún no tenía idea de lo que estaba ocurriendo.
—Quiero hacer el amor contigo— declaró.
El rostro de Alec viajó entre al menos diez tonalidades de rojo antes de poder responder algo coherente que no fueran solo balbuceos.
—¿Estás seguro? Nuestra boda es en dos horas, si esperamos un poco más... unas pocas horas más...—Magnus cerró la distancia entre ambos y ubicó sus manos detrás del cuello de Alec. El ojiazul no se lo impidió.
—No quiero esperar.
—Pero...—Magnus interrumpió la oración acercándose al rostro contrario y uniendo sus labios en un largo y suave beso. Una vez que se separó, Alec continuó, solo que en su voz había menos convicción que antes—Pero... ¿Tú quieres? — era natural pensar que el oficio que desempañaba Magnus le hubiera dejado inseguridades que se sentirían en casos como ese, pero el moreno no se sentía inseguro, ni sucio. En ese momento, estar con Alec lo hacía sentir hermoso, limpio, especial.
En lugar de responder, volvió a acercar sus bocas en un beso más demandante. Dejó que su lengua se introdujera en la cavidad bucal del ojiazul, y giró un poco el rostro para disfrutarlo mejor. Esta vez, el beso fue mucho más largo, lo suficiente como para que los dos se separaran jadeando en busca de aire. Aquel fue el detonante, ya no habría vuelta atrás. Apenas sintieron que sus pulmones estaban lo suficientemente cargados como para continuar, Alec tomó entre sus manos la cintura de Magnus, volvió a acercarlo en un beso más apasionado y demandante, y con pequeños pasitos empezaron a acercarse a la pequeña cama de la cabaña.
Alec subió sus manos de la cintura a los hombros de Magnus mientras delineaba el contorno de su cuerpo, después rompió momentáneamente el beso y empujó al moreno, arrojándolo sobre la cama en menos de un segundo. Magnus no tuvo tiempo de meditar en lo sexy que aquello había sido, ya que al instante el ojiazul se encontraba sobre él, ubicando sus codos y sus rodillas sobre la cama para que el moreno no recibiera todo su peso.
Los ojos de Alec estaban intensos y oscuros, como el azul de las profundidades del mar. Magnus, por la forma en la que Alec lo estaba mirando, podía suponer que sus ojos estaban en una situación similar. Quizás su cuerpo había estado con muchas personas, pero él, su corazón, no había estado con nadie. Se sentía tan ansioso y emocionado como si fuera su primera vez.
Alec bajó la cabeza y llevó sus labios a la piel dorada del cuello de Magnus, recorriéndola y saboreándola como si fuera un apetitoso caramelo. Magnus llevó sus manos al cabello de Alec y sintió la suavidad de sus mechones negros.
—Alguien ha estado usando mi shampoo— comentó con voz queda. Alec soltó una risita contra su piel.
—Huele a ti.
El moreno sonrió completamente conmovido. Giró sobre su cuerpo, pegando la espada de Alec contra la cama y quedando él sobre su pecho. Mientras el ojiazul se sorprendía por el repentino cambio de posición, el moreno desabotonó la camisa blanca, y lo hizo con delicadeza, puesto que usarían esa ropa para casarse, y él quería que ambos lucieran presentables.
Una vez que terminó con los botones, Alec se sentó para sacarse la prenda. Al hacerlo, Magnus se deslizó para acabar en su regazo. Inevitablemente, los dos soltaron un gemido que lucharon en intentar ahogar, puesto que no sabían si habría alguien caminando en la playa, a una pared de distancia de ellos.
Alec procedió a quitar la camisa de Magnus, acercando sus labios para dejar un camino de besos en la piel que iba descubriendo, la cual incluía clavícula, pecho, y abdomen. A medida que fue descendiendo, Magnus sentía su miembro palpitar. La boca de Alec era completamente maravillosa, pero no era suficiente para él. Afortunadamente, el ojiazul terminó su tarea en un par de segundos, y al instante Magnus volvió a empujarlo sobre la cama y deslizó el pantalón de Alec por sus piernas, después lo arrojó a un lado de la habitación e hizo lo mismo con el propio. Dejó que su cuerpo cayera sobre el de Alec, cada centímetro de su caliente piel rozándose, sus miembros haciendo fricción, y sus labios juntos. Alec deslizó sus manos por los brazos de Magnus, después por su cintura, bajó un momento a los muslos para dar suaves caricias, y finalmente volvió a subir y se detuvo en la ropa interior, tomándola con sus dedos y jalándola hacia abajo, liberando a Magnus de la prisión que había sido la tela.
Una vez que el moreno estuvo desnudo, una de las manos de Alce se enrolló alrededor de su miembro y empezó a dar suaves y constantes masajes. Magnus ahogaba sus gemidos contra la boca de Alec, pero la sensación era tan asombrosa que más de una vez se vio obligado a morder los labios del ojiazul, solo para evitar soltar algún sonido demasiado fuerte.
De pronto, la otra mano de Alec se acercó dubitativa a su muslo, siguió su recorrido hasta el trasero, y sin previo aviso introdujo uno de sus dedos. Magnus se separó de golpe con la repentina necesidad de gritar algo, pero Alec levantó la cabeza y volvió a atrapar sus labios, impidiéndole hablar.
Magnus había creído que él sería quien llevaría las riendas en su primera vez, así que estaba más que sorprendido al ver que quien lo estaba haciendo era Alec, el inexperto y dulce Alec. Pero la cosa era que lo quería y lo adoraba demasiado como para siquiera procesar si lo que el ojiazul estaba haciendo estaba bien o no, lo único que su cerebro lograba procesar eran las millones de maravillosas sensaciones que Alec provocaba en él. Si el ojiazul estaba dudando o temblando, él ni siquiera lo notó.
Un nuevo dedo se abrió paso dentro de su cuerpo, y Magnus al notar que aquello estaba siendo rápido, empezó a desabrochar el pantalón de Alec con urgencia. Antes de poder terminar, sintió otro dedo moviéndose en su interior, y su vista empezó a nublarse, por lo que se vio obligado a abandonar su tarea. Alec, dándose cuenta de eso, terminó de desabrochar la prenda, la bajó hasta sus rodillas, y en un solo movimiento giró a Magnus, se introdujo en él, y lo giró para pegar su pecho contra la cama, quedando él encima.
Ahora, finalmente, después de todo lo que habían pasado, eran uno.
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Exactamente dos horas después, Magnus y Alec salieron de la cabaña, el uno intentando peinar su cabello con los dedos, y el otro alisando las arrugas en su ropa. Ambos con la cara más inocente que pudieron fingir, pero compartiendo pequeñas sonrisas traviesas cada que cruzaban miradas.
La carpa blanca frente a ellos estaba completamente llena, al parecer los invitados ya estaban en sus asientos. Era como si los novios los hubieran dejado plantados, ya que la gente estaba mirando de un lado al otro, esperando que algo pasara.
Isabelle apareció caminando por la playa en medio de las cabañas. Estaba usando un vestido hasta las rodillas, de color azul y tan ligero que se movía con la tenue brisa del mar. Las miradas de los tres se cruzaron y ella frunció el ceño, acercándose a ellos en grandes zancadas.
—¡Aquí están! —exclamó molesta— Ya van cinco minutos tarde ¡¿En qué demonios estaban pesando?! ¡Tenemos un itinerario que seguir! En este momento deberían estar bajo la carpa.
—Ya vamos, Izzy— contestó Alec con voz calmada para tranquilizar a la chica.
—Además, los novios no podían verse antes de la boda— ella se cruzó de brazos en espera de una explicación.
—Esas son supersticiones— dijo Magnus. La chica rodó los ojos y se giró.
—Vamos ¡Rápido! Si se retrasan un segundo más, los arrojaré sobre el pastel de bodas. Lo cual será una pena, ya que los dos se ven completamente guapos—ella se alejó, y entró a la carpa. Magnus se giró a ver a Alec y le sonrió. Los labios del ojiazul estaban completamente rojos e hinchados, y estaba seguro de que los propios estaban igual; afortunadamente, ambos habían tenido cuidado de no dejar alguna marca en el cuello que alguien pudiera ver. Lo que había pasado, sería su secreto.
—Magnus— habló Alec—Cuando nos casemos, vayámonos. Izzy puede encargarse de la empresa, Jace de la sucursal en Inglaterra, y mis padres pueden supervisarlo todo desde España. Tu y yo podemos desaparecer del mapa, dejando atrás todo lo que nos recuerde lo que hemos pasado— Magnus pensó en ello. Era una idea bastante tentadora. Muchas personas quisieran poder poner distancia con su pasado, llegar a un nuevo lugar, empezar desde cero. La diferencia, era que ellos podían darse el lujo de hacerlo. Alec tenía el dinero suficiente como para que pudieran vivir tranquilos el resto de sus días, y si Magnus quería sentirse útil y empezar a trabajar, había millones de lugares alrededor del mundo donde podrían contratarlo. Es más, él mismo podría abrir su propio negocio, ya que no había tenido que gastar nada desde que había empezado a ganar su propio dinero.
—Tengo condiciones— habló, aunque ya estaba convencido por la idea— Nadie puede saber a dónde iremos, pero seguiremos en contacto con todos.
—Por supuesto.
—Y ante el mínimo problema aquí, regresamos.
—Lo prometo— Magnus sonrió dándole la afirmativa que Alec necesitaba. El ojiazul sonrió abiertamente, tomó a Magnus de la mano, y empezó a guiarlo hacia la carpa. Se supone que en una boda uno de los dos debería esperar a dentro, y el otro debería llegar. Pero ellos preferían entrar juntos y de la mano.
Las personas, al ver que al fin se acercaban los novios, se pusieron de pie aliviadas. Había mucha gente que Magnus no conocía, muchas personas que seguramente eran importantes y millonarias. Pero también había gente que él reconocía: Maia y Jordan sonrieron al verlos, con este último sacudiendo sus dos pulgares como si estuviera dando su aprobación a la situación. Jace tenía sus brazos alrededor del pequeño cuerpo de Clary, con su cabeza sobre el hombro de la pelirroja. Mientras que ella lucía completamente feliz, él parecía indiferente; aunque Magnus y Alec sabían que aquello era una fachada.
En el otro costado del lugar, Camille y Dot estaban una junto a la otra. La psicóloga no lucía sonriente, pero era habitual en ella mantener su expresión profesional. Camille, por el contrario, era un libro abierto en cuanto s sus emociones. Estaba cruzada de brazos y tenía la vista fija hacia el suelo. En un momento, por pura curiosidad, levantó la mirada; y Magnus aprovechó para darle una sonrisa agradecida.
Maryse y Robert tenían sus manos unidas, mirando a Alec como si hasta ahora se dieran cuenta de que su pequeño niño había crecido. Alec asintió hacia ellos, y solo Robert le devolvió el asentimiento y le añadió un levantamiento de pulgar. Maryse estaba demasiado ocupada mirando rígidamente a Magnus, como advirtiéndole que ni se le ocurriera lastimar a su pequeño.
Ni Woolsey ni Thomas estaban en ninguna parte. Magnus, por una parte lo consideró entendible, puesto que esos dos tenían cosas de las que hablar. Por otra parte, lo agradeció; para Alec debería ser incómodo ver a Woolsey en su boda, al igual que para Magnus lo sería con el guardaespaldas. Y por otra parte, le dolía; el periodista que se había convertido en su amigo no estaría en ese momento tan especial para él. Aun así, sabía que lo volvería a ver, por lo que dejó de prestarle demasiada importancia.
Finalmente, él y Alec terminaron su camino, y frente a todos los invitados, se giraron para quedar uno en frente del otro. Compartieron una última sonrisa cómplice, y se prepararon para dejar de ser prometidos.
FIN
¡Gracias! Ese fue mi debut en esta cuenta, espero que les haya gustado leer tanto como me gustó escribirlo. Y sino, al menos lo intenté.
Enserio, muchas gracias a los que llegaron a este punto <3 en especial a Beth*-* que ella me leyera, fue la mejor inspiración de todas.
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