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Extra 👯‍♀️

Oficialmente han pasado tres nuevos meses en los que, bueno, ¿por dónde empiezo a contar lo difícil que fueron?

Creí que con el tiempo la universidad olvidaría lo sucedido, pero no lo hicieron. Cuando me aparecí la primera semana en el club, ahí estaban medio de los de mi curso. Axel tuvo que sacarlos a todos del club cuando comenzaron a gritar: la zorra de Columbia.

No fue fácil, juro por Dios que no lo fue, pero me quedé ahí arriba, bailando como si no era conmigo. Menos mal y ese día me puse antifaz y peluca, porque así no se notaban mis lágrimas.

La siguiente semana luego de esa fue una real tortura, me acostumbré a ver fotografías mías en el tubo, pegadas en todas las paredes. Los de limpieza quitaban y los chicos pegaban. Gracias a Dios contaba con el apoyo del rector y hubieron muchos suspendidos, pero no fue hasta que amenazó con expulsarlos, que cesaron esas bromas.

Por supuesto que dentro del aula era otra cosa, pero se volvió tolerable.

Y ahora, por fin hoy presentamos el proyecto y obtuvimos la puntuación máxima, a lo que la universidad va a celebrarlo a todo dar, por supuesto. Habrá una fiesta hoy y yo asistiré porque no he asistido a ninguna después de aquella, pero esta es diferente.

Será en la casa de Ryan y Cili, así que todo estará controlado... O eso espero.

Ryan aparece de pronto, abriendo la puerta de par en par de la habitación de Cili donde nos encontramos eligiendo qué ponernos hoy.

—Iré con papá a buscar los tragos para hoy —nos informa, sonriendo en mi dirección, le correspondo la sonrisa.

Lo de nosotros, pues, ahí lo llevamos.

Cuando regresamos del viaje, el único que notó mi anillo fue él, me preguntó y le dije la verdad, que me lo había dado Travis. Suspiró y susurró con la voz resignada: ¿ya no tengo esperanzas?

Eso me rompió el corazón, pero fui honesta y le dije que debía olvidarme y seguir con su vida. Quiero creer que es lo que hace. No lo he visto salir con nadie y sigue pegado a nosotras en la universidad, pero ya no se me insinua ni hace incómodos nuestros momentos.

Por su parte, Masón cumplió y cada tarde vamos a que la señora Graciela y llevamos para comer con ella. Le sigo pagando la habitación, por más que Masón ha insistido en hacerlo él, pero no me importa. Gano bien, puedo vivir como lo hacía antes de vivir con él.

Sobre nuestra convivencia en casa, todo va de maravilla. Nos complementamos de una forma única. Él se encarga del desayuno, almorzamos fuera casi siempre por el tema de que estos meses han sido fuertes para ambos en la universidad, de ahí vamos con la señora Graciela, donde la ayudo con la cena y cenamos ahí.

Siempre creí que vivir con un hombre sería algo así como vivir con papá: yo hacía todo porque él nunca tenía tiempo. Comíamos comida recalentada porque mis dotes culinarios no se desarrollaron de la mejor manera y vivía cansada al final del día por ocuparme de mis estudios y la casa, pero no. Con Masón no es así.

Cuando reacciono de nuevo, dejando de pensar en todo lo que ha cambiado mi vida, pero se ha mantenido igual en otras cosas, Cili está sujetando un vestido negro frente a mí. Río.

—¿Vestido? —replico, alzando una ceja. Asiente sin quitar su sonrisa.

—Hoy no vamos a coger con nadie, así que podemos lucir sexys y seguras al mismo tiempo. Me encanta este —admite, girando el vestido para que vea el escote en la parte de atrás. Río.

—Vale, buscaré un vestido —acepto y comienzo a mover todos los que tenemos en la cama. Mi corazón sigue acelerado por lo de la fiesta, pero no cometeré los mismos errores de aquella vez.

A esta, solo hay personas exactas invitadas y no voy a emborracharme. Ryan prometió vigilar nuestro consumo de alcohol, así que no aceptaremos nada de nadie, solo de él. Aplica lo mismo para Cili, claro.

—¿Qué tal este? —pregunto, levantando un vestido azul brillante, corto, con escote recto en los senos y tirantes de cadenas plateadas que se entrecruzan en la parte de atrás, dejando un escote hasta media espalda.

Es sensual, pero elegante al mismo tiempo.

—Me encanta —admite. Ambas reímos y nos colocamos de pie para ir al baño a arreglarnos.

—¿Cómo va todo con Travis? —pregunta mientras nos desnudamos. Sonrío porque decidimos seguir llamándolo así para evitar meter la pata delante de alguien.

—De maravilla —reconozco.

—¿De verdad vas a casarte? —suelta y yo la veo. Es la primera vez que lo pregunta desde que lo dije en año nuevo. Cojo aire.

—No ahora. No hemos hablado más de eso, fue algo que dije al azar —explico y me meto en la ducha antes que ella.

—Somos muy jóvenes aún, pero no creo que el casarte te limite en algo. Digo, es Masón, no creo que te limite nunca —reconoce, entrando conmigo. Sonrío.

—Yo tampoco lo creo —admito.

[***]

La fiesta comenzó hace como una hora y está a reventar. Creímos que no vendrían muchos, pero claro que subestimamos a los de mi curso, por supuesto que vendrían todos. Dentro de la casa no cabe un alma, pero fuera de ella es peor. Todo lo estoy viendo desde el balcón de la habitación de Cili porque, por más que estamos listas desde las ocho de la noche, es decir, dos horas antes de que comenzara, no sé si sea una buena idea bajar.

Cili coge aire a mi lado y yo la veo, dejando de ver a los chicos lanzarse sin camisetas a la piscina.

—Podemos cambiarnos y pedirle a papá que nos lleve con Travis —propone. Paso saliva y la veo.

—Solo necesito un poco más de tiempo —musito. Sonríe, acariciando mi rostro para apartar el cabello que la brisa abanica.

—No tenemos que bajar si no quieres, nena —acepta.

Cierro los ojos y cojo aire, recordándonos subidas a esa mesa, bailando como si el mañana no importara. Nos puedo recordar riendo, gozando, disfrutando. Abro los ojos cuando lo siguiente que recuerdo es el dolor en mis partes y mis nervios al despertar sola y desnuda en esa cama.

—No puedo ocultarme más. Si evito divertirme por culpa de ellos, habrían ganado —sentencio decidida y abro los ojos. Cili sonríe de oreja a oreja.

—Un vaso a la vez, ¿vale? —propone y yo asiento, sabiendo que no puedo emborracharme. Lo mejor de las segundas oportunidades es aprender de los errores.

Salimos cogidas de la mano, escuchando desde aquí arriba todo el ruido que hay abajo, pero no viendo a nadie en el pasillo porque tienen prohibido subir a este piso. Son borrachos, pero acatan órdenes.

La música está a reventar, pero aún así escuchamos las exclamaciones de las personas que vamos moviendo y su sorpresa al verme. Juro que sigo caminando por la mano de Cili que presiono con fuerza entre la mía. Ignoramos a todos en el camino hasta que encontramos a Ryan fuera de la casa, junto a la piscina, hablando con sus amigos.

—Hola, creí que no bajarías —confiesa, soltandome de la mano de Cili para rodearme con sus brazos y posar sus labios en mi frente. Rodeo su cintura, correspondiendo su abrazo cuando habla ahora en mi oído—. Finge seguir siendo mía para que nadie te busque esta noche —susurra. Contengo el aliento y me separo de apoco.

—Estoy comprometida —le recuerdo en un susurro. Asiente, tomando la mano en el que tengo el anillo de Masón.

—Lo sé —acepta, pero no suelta mi mano. Veo a Cili que arruga el rostro y yo me encojo de hombros.

—¿Quieren un poco? —pregunta uno de los amigos de Ryan, levantando la botella que estaba en el suelo. Ambas vemos a Ryan para saber si es seguro y él asiente.

—Sí —respondemos Cili y yo al mismo tiempo.

El tiempo pasa entre bebidas, con Ryan pegado a mí, ya sea con su mano entre la mía mientras nos reimos de cualquier tontería, disfrutando por primera de la bebida y no al contrario, es decir, sí estoy achispada, pero sigo cuerda y eso es nuevo.

No estoy bebiendo para olvidarme de mi existencia sino que solo estoy tomando mientras me divierto con mis amigos.

—Prestamela tantito que está canción nos gusta —pide Cili, tirando de mí para que Ryan suelte mis hombros y ella coger mis manos—. ¿Y Travis? —pregunta—. ¿Ya estás borracha? ¿Lo llamo? —insiste. Río, dándole la vuelta para que menee el culo contra mí. Cojo su cabello en una coleta y tiro, haciéndola gruñir y yo reír.

—No estoy borracha, Cili. Tampoco tengo nada ni tendré algo con Ryan, tranquila. Solo me está ayudando, supongo. No lo sé, no sé cómo no lastimarlo —confieso, volviéndola a dejar de frente y moverme con ella. Suspira.

—Mientras no se besen, pero recuerda que esta noche duermes con Travis, no con él —advierte y sé que lo dice porque la última fiesta en esta casa mandé al diablo el progreso de toda una semana y me metí en su cama, después de llorarle como estúpida.

—Solo con él —prometo, levantando mi dedo meñique para que lo entrelace. Lo hace, riendo.

Así se nos pasa la noche hasta que nos dan las dos de la mañana y ya no puedo seguir sobre mis tacones. También hay unos cuantos tirados en el suelo, ya con una intoxicación etílica por la cantidad de alcohol que tienen en sus sistemas y hay otros tantos más, culeando dentro de la piscina.

—Voy a escribirle —le aviso a Cili para que venga conmigo a su habitación donde están nuestros celulares. Asiente y le dice algo a Ryan que no escucho porque, ahora sí ya me siento más que contenta. Creo que ahora sí estoy borracha, pero en el buen sentido todavía.

Si es que hay un buen sentido, claro.

Entramos riendo por caernos dos veces en la escalera, una por su culpa y otra por la mía al intentar ayudarla.

—¡No estoy borracha! —grita Cili, lanzándose en su cama. Río con ganas.

—Y yo no me llamo Dulce —reviro, haciendo que ría igual que yo.

Cojo el celular y marco el número de Masón, mordiendo mi labio por la hora, pero él dijo que lo llamara sin importar la hora, que vendría por mí, por más que le aseguré que podía quedarme durmiendo con Cili, se negó. dijo que necesitaba dormir conmigo para poder estar seguro de que estoy a salvo. Contesta al cuarto tono.

—¿Lista, bombón? —pregunta con la voz enronquecida, más ronca de lo normal. Me hago un puto lago en mi tanga.

—No tardes, estoy borracha y quiero que me folles duro en el auto —confieso, haciendo que Cili chille desde la cama. Río al escuchar a Masón reír también.

—Con eso, llegaré en cinco —asegura y cuelga. Río con ganas, sabiendo que es imposible que se tarde tan poquito.

—Eres una zorra —dice Cili al verme quitar la tanga y meterla en el bolso que traje. Río con ganas.

—Solo estoy agilizando las cosas. ¿Nunca has cogido en un auto? Es mejor tener el coño libre para eso —prometo. Ríe con ganas y se levanta de nuevo, quitándose los tacones. La imito y me calzo las chanclas para andar en casa que traje. Ya no me importa que me vean con vestido, un bolso y unas chanclas, total, allá afuera ninguno debe acordarse de sus nombres como para que deparen en mí.

Bajamos tomadas de la mano, pero Cili insiste en coger una botella sin destapar de la cocina y salir con ella a la parte de adelante. Hay más personas tiradas en el césped que de pie, pero no decimos nada, solo reímos y llegamos a la acera.

—Llévate esto, viertelo sobre él y chupale hasta el alma —sentencia Cili. Alzo las cejas por sus palabras y luego comienzo a reír como loca. Me imita, riendo de igual manera hasta que una uto ruge a nuestro lado. Veo el auto azul que usa solo para salir conmigo y Cili sube y baja las cejas de forma sugerente. Río, dejando un pico en sus labios.

—Estás loca, pero te tomaré la palabra —prometo, cogiendo la botella y dejándola riendo mientras subo. Lanzo todo en la parte de atrás para ver a Masón. Mientras más lo veo, más me gusta. Muerdo mi labio inferior con fuerza y lo obligo a mover su asiento hacia atrás cuando me subo sobre él.

—No aquí —advierte al notar mis intenciones. Río bajito.

—Ponlo en marcha, entonces —ordeno, restregándome contra él. Maldice y obedece, encendiendo el auto mientras lucho con liberar su pantalón. Me ayuda, levantándose un poco para poder bajar lo necesario y sacar su polla, la cojo con mis manos, viéndolo a los ojos.

—Me harás chocar —se queja. Río con ganas.

—Estoy borracha, tío Masón —confieso.

—Lo sé, lo noto —acepta. Río de nuevo, levantándome para dejarme caer de golpe, enfalándome todo su miembro en mi interior. Gruñe cuando contraigo el coño.

—Nunca me limitarás, ¿cierto? —pregunto, comenzando a moverme sobre él sin piedad, haciendo que la vena de su cuello se hinche. Me mira un segundo para responder.

—Nunca —promete. Sonrío, lanzandome a su cuello para mordisquearlo a mi antojo mientras él usa una de sus manos para masajear mis nalgas, clavando sus dedos en ella con dureza. Gimo.

—Quiero casarme. Quiero casarme contigo, tío Masón. Quiero casarme pronto, muy pronto —suelto. Siento cuando detiene el auto y luego un tirón en mi cabello para que saque el rostro de su cuello y lo vea. Sus preciosos ojos azules me recorren todo el rostro con desenfreno.

—¿Hablas tú o el alcohol? —pregunta. Río bajito, retomando mis movimientos.

—Ambos. Quiero ser tu esposa. ¿Tú me quieres de esposa, tío Masón? ¿Quieres a tu dulce zorrita como esposa? —pregunto, saltando sobre su polla en vez de moverme de adelante hacia atrás. Maldice, buscando mi boca para atolondrarme por completo con la masacre de su lengua a la mía.

—Sí, joder, sí. Sí te quiero de esposa, bombón. Sí quiero a mi dulce zorrita de esposa. Serás la zorrita de Erikson. Mi dulce zorrita, bombón —promete, volviendo a besarme con fuerza.

ME ENCANTAAAAAAAAAAAAAAN, JAJAJAJAJA. LOS AMOOOOOO. QUIERO VOLVER A LEERLOOOOOOOOOS.

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