Capítulo 9 👯♀️
Las horas han pasado y, con ellas, mi ansiedad ha crecido. No respondí ni el mensaje de mi padre ni el de mi tío. De hecho, he apagado el celular para no sentir la necesidad de ver sus chats.
Venga, soy una chica con una ruptura reciente, no tengo cabeza ni ánimos de estar en una salida con el hombre que deseo como a nada y tenerlo ahí, a metros o centímetros, pero no lo sé, ay, es que no sé nada.
—Hey, Dulce, ¿lista? —pregunta Axel, apareciendo en la cabina. Asiento, poniendo mi mente en blanco para hacer mi trabajo. Sonríe—. Ven, preciosa —pide, extendiendo su mano.
La acepto, saliendo de la cabina ya con mi traje corto y mis tacones estilo Lady Gaga.
Axel alborota aún más los bucles que me hice en el cabello y me da una palmada fuerte en la nalga que me hace gruñir. Salgo, plantando una sonrisa de lado a lado, amando cómo corean mi falso nombre: Julieta.
Lanzo besos dramáticos a todos lados y acepto la mano de uno de los encargados para subir a mi mesa. Apenas lo hago, balanceo mi cuerpo contra el tubo, parando mi trasero, dándole una buena vista debajo del tutú a los que están a mi espalda.
Me concentro en la canción que suena, poniendo mi mente en blanco, alejando cualquier problema que tenga porque aquí, nada importa. Esto es para relajarme, disfrutando de algo que amo como lo es el baile.
Sin embargo, me la paso todo el rato bailando, buscando entre los hombres a uno en particular. O a dos, en realidad. Pero no, no los encuentro en ningun lado.
Paso mi hora correspondiente bailando sin parar hasta que me hacen bajar y yo voy sonriendo, lanzando besos mientras hacen sonidos de queja para que no me vaya. Al otro lado, Axel ya está ahí, sonriendo feliz.
—Excepcional como siempre, preciosa —declara, tomando mi rostro con ambas manos para depositar un beso en cada mejilla. Sonrío.
—Sabes lo que tienes, cariño —me pavoneo. Ríe con ganas, soltándome.
—Claro que lo sé. Ve a descansar —pide, haciendo señas a la salida. Asiento y camino para cambiarme por mi atuendo normal: un jean negro y un suéter porque hace bastante frío.
No consigo la coleta por ningún lado, así que dejo mi cabello hecho un desastre y solo salgo.
—¿Me estás evitando? —pregunta una voz que me hace llevar la mano a mi pecho.
—Joder, Mason —me quejo, girándome para verlo mal.
—Responde, Dulce. ¿Me estás evitando? —insiste. Suspiro.
—¿Ahora ya no soy señorita Davis? —reviro. Alza una ceja, curveando sus labios.
—Te envié un mensaje anoche. Lo viste en la mañana y sigues sin responder —dice, ignorando mi pregunta anterior. Suspiro.
—¿Te he dado yo mi número? No. Así que, como no te lo di, es porque no me interesaba que lo tuvieses. Por ende, respondo cuando me importe, Mas...
—La cosa es esta, Dulce —susurra, haciendo sonar mi nombre con lujuria e interrumpiendo mis palabras anteriores al moverse con rapidez, acorralándome contra la pared. Lo veo a los ojos, azul contra azul. Pero el suyo es más claro que el mío—. Se me fue asignado cuidarte. Sin embargo, ¿cómo te cuido si me esquivas? —musita, no viendo precisamente mis ojos. Sonrío.
—¿Por qué crees que necesito que me cuides, tío? —pregunto, saboreando mis labios, mordiendo el inferior al final. Disfruto de ver su manzana subir y bajar al tragar.
—No tienes que necesitarlo, Dulce. Pero quiero hacerlo —admite.
—¿Seguro que quieres cuidarme? Porque te aviso que soy muy, pero muy traviesa, tío. Me encanta portarme mal y hacer travesuras —me burlo. Sus ojos se enfocan en los míos. El brillo que me devuelve, me encanta.
—Lo sé. Eres muy fisgona, ¿no? ¿Te encanta ver a otros follar, sobrina? —interroga, turnando su mirada de mis ojos a mis labios.
Mi cuerpo empieza a ceder a su coqueteo y ya me siento humillantemente húmeda. Suspiro.
—Me gusta más que me vean mientras me follan, tío —suelto. Ríe bajo.
—Imagino que sí. Entonces, vamos, te llevo a casa —dice de pronto, acabando con la conversación. Arrugo el rostro, viéndolo confundida.
¿Eso es todo?
—¿Qué? —pregunta al notar mi mueca. Suspiro, apoyando mis manos en su pecho para empujarlo un poco.
—Sé llegar sola. No te necesito para eso —zanjo y me hago a un lado, pero cuando su enorme mano se encierra en mi cintura, me paralizo.
Sigo sin acostumbrarme a lo grande que es.
—Dije que te llevo —declara, pegando su pecho a mi espalda. Muerdo mi labio, controlando un jadeo al sentir su protuberancia sobre la cima de mi nalga...
No refuto, queriendo hacerlo porque temo abrir la boca y terminar pidiendo que me folle sin contemplaciones.
Sin soltar mi cintura, nos guía hasta su auto. Un Mercedes, subo en el asiento de copiloto, viéndolo ajustarse la camisa a la mitad de los brazos. Contengo el aliento cuando sube, porque el espacio es tan reducido y siento tanto calor como si afuera no estuviésemos a nueve grados y como si aquí adentro no estuviese el aire acondicionado encendido.
Juro por lo que sea que lo que normalmente son veinticinco minutos en llegar a mi casa, se han convertido en, mínimo, cincuenta. Porque esto es desesperante.
Cuando estaciona, suelto el aire contenido y él ríe a mi lado. No lo miro. No quiero cometer una idiotez de invitarlo a entrar o algo así porque nunca nadie ha entrado en dónde vivo, ni siquiera Cili o Ryan. Nadie.
—Entonces, ¿trabajas mañana? —pregunta de pronto al ver que no me muevo. Ni siquiera creo estar respirando, la verdad. Lo veo, saboreando mis labios.
—Antes de que lo intentes, déjame dejar claro que no. No pienso compartir contigo tiempo en familia, Mason. Tú y yo no nos vemos como eso, así que es mejor no fingir —zanjo, viéndolo seriamente. Sonríe, desabrochando su cinturón para acomodarse de lado y verme bien.
—Entonces, ¿cómo me ves y crees que te veo, Dulce? —pregunta.
Mi mente me traiciona y me envía el recuerdo de mi primera corrida en su nombre. Como me llamó dulce zorrita. Joder, sigo queriendo que me llame así.
Qué mal estoy, joder.
—Pues, tú dime. ¿Qué fue eso de hace un rato? Además, ya sabes que te vi follar y yo vi que eso, claramente, te encantó, Mason. Dime tú cómo me miras y te diré cómo te miro yo —propongo, no queriendo alargar más esto.
Solo quiero que me folle. Poder saciar mis ganas desde que lo vi follar a otra. Quiero comprobar si es tan bueno cómo se veía o si, por el contrario, no vale la pena para nada.
Claro que eso último es casi imposible por lo bien que la estaba pasando ella.
Mason sonríe satisfecho, y de la nada, se tira hacia adelante, acercándose tanto a mí que contengo la respiración y él lo nota, porque sonríe a centímetros de mi rostro, con su nariz casi rozando la mía.
—Buenas noches, Dulce. Vendré por ti mañana para llevarte al club —declara, respirándome encima, con sus labios tocando los míos en el proceso.
Olvidé cómo se respira, lo juro.
No despego mis ojos de los suyos, solo paso saliva y salgo cuando abre la puerta a mi lado. Sonríe desde el interior.
—A las siete estaré aquí, Dulce —advierte.
—Trabajo a las nueve —respondo todavía atolondrada por los últimos segundos con él.
—Y por eso vendré dos horas antes —zanja, dejándome con la palabra en la boca cuando se acomoda en su puesto y arranca. Me quedo ahí, afuera, viéndolo girar—. Ponte guapa —ordena al volver a pasar por delante de mí.
Sigo el recorrido del auto con la mirada como idiota.
¿Qué rayos acaba de pasar?
¿Ya dije que extrañaba narrar de maduritos sexis, jajajaj?
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