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Capítulo 50 👯

Despertamos por los constantes toques en la puerta. Parpadeo, enfocando a Masón que ya sonreía en mi dirección.

—Buenos días, bombón —saluda, siendo el primer día desde que nos vinimos, que puede decirlo con un buen beso de buenos días. Me deshago en sus brazos, pero los toques siguen.

—Tiene que ser Cili, nadie es tan intensa como ella —confieso y me levanto, cogiendo su camisa del suelo y poniéndomela encima. Cili me mira mal del otro lado.

—Es tarde, ya la comida está lista y tuve que decir que te estabas bañando. Me mandaron a despertarlo a él —cuenta. Sonrío.

—Ya voy —le digo y cierro de nuevo, ganándome un insulto del otro lado. Río con ganas y regreso a la cama, lanzandome a su lado de nuevo. Me ataja, riendo y abrazándome de una vez—. Extrañaba despertar contigo —confieso, rozando sus labios.

—Y yo, bombón, y yo. ¿Duermes conmigo hoy o seguirás torturándome sin tu presencia todas las noches? —se queja de forma dramática. Río y me levanto.

—Veremos si Santa te trajo de regalos más noches, tío Masón —me burlo y salgo de su habitación, cogiendo el bolso que traje anoche y viendo a los lados para correr a la que comparto con Cili.

Ella no está ahí, así que me cambio rápido por un conjunto sencillo de pantalón de jean claro con un buzo negro y me coloco el gorro que me regaló Masón ayer, bajo con la bufanda en las manos para ponermela cuando salgamos, pero me quedo de pie al final de la escalera cuando mi abuela abre la puerta y del otro lado mi padre me mira.

—Papá —susurro, pero como si pudiera oírme, sonríe y recibe el abrazo de la abuela para después entrar.

El abuelo sale de la cocina diciendo algo de la comida cuando se detiene al ver también a mi padre, dejando caer el plato que sostenía con sus manos.

—Tienen veintiséis años sin verlo —susurra Masón llegando a mi lado. Lo veo para volver a ver al medio de la sala donde mi padre está llorando al igual que mi abuelo mientras se abrazan y comparten palabras en el oído del otro que no logro escuchar.

—Hiciste un gran trabajo con ella, hijo. Es una niña hermosa —promete la abuela, señalándome. Sonrío tímida, viendo un segundo a Masón antes de terminar de bajar el último escalón y acercarme a él.

—Hola, papá —musito.

—¿Te hace feliz? —pregunta de una vez, señalando a Masón con la mandíbula. Saboreo mis labios sin mover la cabeza y solo asiento. Asiente también él—. Bien, si te hace feliz, yo soy feliz por eso, mi amor —confiesa. Sonrío de oreja a oreja y me lanzo para abrazarlo. Ríe, dándome una vuelta completa antes de dejarme de nuevo en el suelo.

—Qué feliz me hace que estemos todos juntos —confiesa mi abuela, tirando de Cili para abrazarla de lado. Todos reímos.

—¡Y traje regalos! —grita mi padre, abriendo sus brazos a los lados. Con eso todos volvemos a reír y caminamos a la sala para ponernos junto al árbol. Mi abuelo se agacha para coger una caja en específico.

—Teníamos la esperanza de que pudieras recibir tu regalo este año —le dice, enderezandose para entregarle la caja a mi padre. Este sonríe y la acepta, abriendola de una vez para enseñar con orgullo una taza de café con un emblema de la policía y una frase: Aquí toma el mejor policía de Chicago. Reímos.

—Gracias, papá. También te traje algo —admite mi padre y busca en un bolso una bolsa de regalo para ofrecersela. Mi padre es más básico con los regalos, siempre regala ropa, así que no me sorprende que el abuelo saque una camisa azul con rayas finas de un azul más oscuro.

Así es como comenzamos a recibir los regalos. De último quedamos Cili y yo con los que compramos en New York antes de viajar.

—No sabíamos sus gustos, así que, compramos algo que creímos podía gustarles —confieso y les entregamos las dos bolsas, yo a mi abuela y ella al abuelo. Mi corazón va a mi por segundo mientras la abuela saca el álbum con fotografías de toda mi vida, desde la infancia con mi padre hasta cuando me gradué y conocí a Cili en New York.

Quiero que tengan conocimientos de lo que ha sido mi vida todo este tiempo que no tuve la oportunidad de conocerlos. También adjunte fotos con Masón, pero las normales, claro.

—Oh, mi niña, está hermoso —confiesa mi abuela, secando sus lágrimas. Sonrío y veo a mi abuelo sacar los dos buzos iguales.

—Cili y yo tenemos unos iguales que usaremos para año nuevo —confieso—. También trajimos para papá y el tío —confieso y Cili les entrega sus respectivas bolsas. Ambos sonríen.

—Gracias, mi niña —dice mi padre y yo sonrío.

[***]

Estamos en la taberna a la que Masón dijo que nos traería. Hay un montón de gente y Masón lleva perdiendo contra mi padre desde que llegamos.

Creanme, han sido muchas veces.

Cili y yo reímos cuando mi padre le saca en cara la nueva victoria y pule su palo de billar, ofreciendo una nueva ronda. Los abuelos se fueron hace un rato porque el frío de la noche le podía hacer daño a la abuela, así que solo estamos Cili, papá, Masón y yo.

—Iremos por unas cervezas —les digo, guiñandole un Masón cuando paso por su lado con Cili de la mano—. Me da otra ronda de cervezas, por favor —le pido al hombre de la barra y este asiente, girándose para buscar nuestro pedido, cuando regresa, coloca las cuatro cervezas sobre la barra y comienza a destaparlas.

—¿Son familia de los Davis? —pregunta de pronto, haciendo que deje de ver a la mesa en la que juegan.

—Nieta —le cuento al hombre.

—¿Hija de Antonio o Masón? —pregunta ahora. Río, disfrutando desde ya la maldad que haré.

—Antonio —respondo—. Del tío Masón no podría ser su hija —confieso. El hombre alza ambas cejas.

—¿Por qué? —insiste, sonando bastante interesado. Río, tomando una de las botellas y bebiendo un poco.

—Porque de donde soy tengo una mala reputación, ¿sabe? —pregunto como niña pequeña. Cili arruga el rostro y yo sonrío.

—¿Por qué? —insiste el hombre. Veo a Masón.

—Por ser la dulce zorrita de mi tío Masón —zanjo, guiñandole un ojo al hombre que abre los suyos de par en par. Cili ríe con ganas y yo cojo otra botella para caminar hasta donde Masón que me mira resignado mientras mi padre alza sus manos al cielo, celebrando otra victoria.

Me coge por la cintura justo a tiempo cuando yo llevo ambas manos llenas a su cuello y me acerco a su boca.

Gimo cuando va de una vez por mi lengua, enrollandola con la suya y pegándome contra él para profundizar aún más el beso.

—Por cada bola que metas, será una mamada en el baño, tío Masón —prometo al separarnos. Gruñe como me gusta y acepta la cerveza para tomarse más de la mitad de una sola vez.

—Ve preparando esa boquita, bombón, porque vas a usarla en unos minutos —sentencia, tirando de mi labio hacia él para coger su palo de nuevo. Río con ganas, dándole su espacio cuando le promete a mi padre que esta ronda la gana él.

Saboreo mis labios, sonriendo llena de dicha por ver a los hombres que quiero conviviendo juntos sin resentimientos de por medio, porque, es cierto, siempre seré la dulce niña de mi padre, pero amo ser la dulce zorrita de mi tío.

Y espero ser su dulce zorrita para toda la vida.

Fin.

¿Fin? ¿Cómo que fin, Aixa? NO QUIERO SOLTARLOOOOOOOS.

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