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Capítulo 48 👯

Es Nochebuena, y creo que es la primera vez que paso una noche buena tan diferente. Normalmente con papá compramos el pavo y solo preparamos un arroz para acompañar mientras vemos alguna película, pero hoy no ha sido nada parecido.

Hemos pasado toda la tarde metidas las tres en la cocina, con mi abuela enseñándonos hasta cómo coger el cuchillo correctamente para cortar las verduras. Cili y yo nos reímos las primeras veces cuando mi abuela volteaba la cabeza y nos veía luchando con la forma en la que debíamos cogerlos.

—Muy bien, ya esto estará listo en unos minutos. Iré por el vino para terminar de darle el sabor —avisa y sale de la cocina, limpiándose las manos en el delantal. Cili y yo suspiramos al mismo tiempo.

—No siento las manos —se queja. Río con ganas cuando las alzas y tiene todas las palmas rojas.

—Tú quisiste venir —le recuerdo. Bufa, pero luego ríe.

—Hola —susurra una nueva voz, asomándose en la cocina. Sonrío de oreja a oreja al ver a Masón porque en todo el día solo lo vi en el desayuno. Después se fue con el abuelo no sé a dónde.

—Hola, tío Masón —saludo con voz coqueta. Ríe, viendo fuera de la cocina para después entrar.

—Sí, sí, yo vigilo —dice Cili con complicidad y se baja del taburete para pararse en la cocina. Río en los labios de Masón cuando me toma el rostro con ambas manos.

—Buenos días, bombón —susurra antes de besarme duro, muy duro.

Gimo contra su boca al tirar de mi labio hacia él. Clavo mis uñas en su cuello y él gruñe.

—Dime que ya no te duele, por favor —suplica, haciéndome reír bajito. Niego con la cabeza y él sonríe—. Qué bueno, porque te pedí de regalo de navidad —confiesa. Río más alto.

—Ahí viene! —susurra Dulce, corriendo de regreso a la mesa. Masón camina hasta el refrigerador y lo abre justo cuando mi abuela entra.

—Qué bueno que ya llegaste, hijo. Estate pendiente de esto mientras las niñas suben a arreglarse —le pide mi abuela, señalando lo que tiene en la estufa. Masón enseguida me mira y noto en sus ojos la decepción. Río sin poder evitarlo y me levanto.

—Ni modo, tío, te toca —me burlo, tomando a Cili de la mano y saliendo de la cocina con el sonido de un bufido suyo de fondo.

—Eres mala —dice Cili, riendo cuando subimos las escaleras para ir a nuestra habitación. Río bajito.

Nosotras estamos usando la habitación de mi padre porque la casa solo cuenta con tres, la de mis abuelos, la de mi padre y la del tío Masón. Por supuesto que he dormido estas cuatro noches con Cili. En realidad, no he podido tener un momento con él porque hemos salido a todos lados con los abuelos y en las noches, pues, duermo con Cili.

Eso ha sido elección mía. Todavía me dolía y estar con él en la misma cama iba a ser difícil para controlarnos. Pero desde anoche no me duele y por eso queda perfecto que hoy sea nochebuena. Justo el regalo que Masón quiere, yo se lo tengo.

—Estás divina —halago a Cili al verla con ese vestido que se puso y los tacones. Sonríe, lanzándome un beso. Yo también llevo vestido, pero con mangas largas y unos botines altos. El mío es rojo como la navidad, dice Cili. Se burló al vestirme, diciendo que solo me faltaba el moño para parecer regalo.

Lo que ella no sabe es que sí tengo ese moño, pero lo verá solo Masón más tarde.

Salimos juntas y bajamos, encontrándonos con el abuelo y Masón terminando de poner la mesa.

—Buenas noches —saludamos al mismo tiempo y ellos nos enfocan. No me fijo en mi abuelo, solo en la forma en la que Masón asciende su mirada por mi cuerpo, calentando justo donde sus ojos se posan. Cuando llega a mi rostro, me toca soltar el aire de apoco y él sonríe por lo que su escrutinio ha causado en mí.

—Buenas noches, niñas. Están preciosas —responde mi abuelo, sonriéndonos con amor. Le devolvemos la sonrisa y agradecemos, tomando asiento cuando pide que lo hagamos. Que la abuela debe estar por bajar.

Una vez estamos todos en la mesa, la abuela toma la palabra para dar gracias y llorar un ratito por tenerme aquí con ellos. Luego incluye también a Cili y al tío Masón. Alzo las cejas en dirección a Masón cuando nos felicita por la comida.

—¿Te está gustando? —le pregunto a Cili ya después de comer y ahora estar todos reunidos frente al fuego, escuchando música y uniéndonos a las conversaciones de vez en cuando.

—Por supuesto que sí. Papá y Ryan están comiendo pizza y bebiendo cerveza, ya me enviaron una foto —me cuenta y me la enseña. Ambos están sonriendo con una cerveza alzada y se ve la mesa con la caja de pizza.

—Mándales saludos de mi parte. Masón dijo que mañana iríamos a jugar. Sé que no es un pueblo grande, pero la he pasado bien y me encanta que estés aquí conmigo. Eres mi mejor regalo, Cili —confieso. Ríe, echando hacia atrás como si estuviera sorprendida.

—¡Mentirosa! ¡Ese es Travis! —chilla, llamando la atención de los demás. No puedo contener la risa. Comienzo a reir demasiado fuerte, sujetándome incluso el estómago por la risa y contagiando a los demás que aunque no entienden qué sucede, ríen conmigo.

Termino secándome las lágrimas por la risa y la veo de nuevo. Está roja por la vergüenza.

—Es al contrario, eh. Yo soy el mejor regalo de Travis —zanjo, viendo a Masón de reojo. Ahora es él quien comienza a reír con fuerza.

—¿Y quién es Travis? —pregunta mi abuela con una sonrisa de oreja a oreja.

—El novio de Dulce —suelta Cili a mi lado. Río bajito.

—¿Tienes novio? —pregunta ahora mi abuelo. Saboreo mis labios, viendo a Masón.

—Pues, él no me ha dicho que lo somos —admito, enviándole una clara indirecta que entiende porque alza una ceja con reto.

—Entonces es un idiota —zanja mi abuelo—. ¿Cierto, Masón? —pregunta viendo a mi tío. Este me mira mientras bebe de su cerveza.

—Un completo idiota —reconoce—. O quizás solo está esperando el momento indicado para pedirlo —añade sin quitarme la vista de encima. Sonrío.

—Quizás no debería darle más vueltas y decirlo y ya, tío. Total, lleva claro lo loca que me tiene por él —confieso. Su sonrisa crece y luego saborea sus labios.

—Lo sabe, él está igual de loco por ti —zanja.

—Qué bueno que lo conozcas y que notes eso, mijo. Ya me quedo más tranquila —dice mi abuela.

Niego con la cabeza, queriendo poder decirle porque no quisiera ocultarles lo nuestro y que luego reaccionen como mi padre, pero entiendo también a Masón sobre preferir no hacerlo.

Son sus padres. Sin llevar su sangre, son sus padres y siempre ha querido enorgullecernos. Supongo que si les dice que duerme con su sobrina, no pasará eso, pero yo no quiero seguir ocultándonos.

¿Por qué?

—¿Todo bien, mi niña? —pregunta mi abuelo. Parpadeo y lo enfoco, dándome cuenta que todos están en silencio.

—Sí, solo ya tengo sueño —miento, pero sonrío para que no lo noten.

—Es cierto, ya es tarde. Deberíamos ir a dormir para que Santa pueda dejar los regalos en el árbol —dice mi abuela, haciéndonos reír bajo a todos. Nos colocamos de pie y Cili y yo recibimos la bendición de ambos antes de desear feliz navidad para irnos a nuestras habitaciones.

—¿Lista para que te den tu regalo? —pregunta Cili cuando escuchamos la puerta de mis abuelos ser cerrada. Ya le conocemos el ruido porque suena bien feo. Río bajito.

—Ya sabes lo que siempre pido —me defiendo. Ríe con ganas.

—Sí, sí, sí: follar siempre, reproducirte nunca —dicta. Le guiño un ojo y abro la puerta, cogiendo el bolso en el que tengo mi atuendo final.

—Feliz navidad, nena —deseo y salgo.

Esa es mi petición siempre, jajajaja: CULEAR SIEMPRE, REPRODUCIRME NUNCA, JAJAJAJAJA.

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