Capítulo 33👯♀️
Todo el camino a casa con Axel es vergonzoso. Voy sollozando, ignorando su mirada mientras me concentro en la ventana y en cómo llueve fuera del auto.
—¿Fue él? ¿Te hizo algo? —pregunta de pronto al detenernos en un semáforo. Estamos cerca de mi casa, y agradezco que el trayecto no haya durado más de lo necesario.
—No quisiera hablar de eso, Axel —musito no queriendo ser una perra, pero tampoco queriendo abrirme con él. Suspira.
—Te quiero, Dulce. Fuera de que seas mi empleada, me importas. Quiero que si tienes algún problema o no estás bien, sepas que puedes contar conmigo —zanja, tomando una de mis manos para que lo vea. Lo hago y lo que encuentro en sus ojos es bueno, no hay nada de amor ni lastima, solo estima. Sonrío.
—Sé que puedo contar contigo, Axel. Esto se me pasará para mañana y el viernes estaré lista para trabajar —prometo. Sonríe y me suelta para volver a colocar el auto en marcha.
—Sí necesitas esta semana, puedes tomarla —asegura. Niego con la cabeza.
—Mi padre pasará Navidad en la ciudad —le cuento de una vez. Me mira brevemente y yo callo hasta que llegamos a mi casa y estaciona enfrente—. No creo que pueda trabajar esas dos semanas, Axel. Sé que serán las mejores, pero mi padre sigue sin saber a lo que me dedico —explico, aprovechando que está en modo comprensivo. Asiente lentamente y no dice nada. Abro la puerta para salir, pero baja la ventanilla al hacerlo y me ve desde adentro.
—No importa que no trabajes esos días, Dulce, pero no olvides que él eligió cómo vivir su vida. Tú debes hacer lo mismo con la tuya sin avergonzarte por eso—zanja y vuelve a subir la ventanilla para después arrancar, dejándome pensativa.
Estoy metiendo la llave en la puerta cuando escucho una voz que me hace contener el aliento.
—¿Ahora vas a huir de mí? —pregunta y no suena ni molesto ni contengo. Creo que suena agotado.
—Mason —musito, pero me corta, girandome para que lo vea.
—Escúchame, Dulce. Somos adultos y todo este tiempo me has demostrado que lo eres, así que no necesito de esto. No quiero más de ti llorando, pero más que eso, no quiero que vuelvas a huir de mí. ¿Puedes follarme, pero no llorar conmigo? —cuestiona, viéndome mal. Paso saliva y vuelvo a girarme de nuevo, abriendo la puerta para que entremos porque no quiero hablar aquí afuera.
Creo que la verdad es que, ni hablar quiero. No sobre esto.
Sé que la señora Graciela ya debe estar durmiendo, así que sigo derecho hasta mi habitación, escuchando las pisadas de Mason detrás de mí y mi corazón palpitar con fuerza por lo que estoy haciendo, por el lugar al que lo estoy llevando.
¿Qué estoy haciendo?
¿Por qué lo estoy llevando a mi habitación?
Abro la puerta y así la dejo, invitándolo a entrar, pero no lo hace. Me asomo después de lanzar el bolso a la cama, sigue recostado en la pared de enfrente. Cojo aire.
—Puedes pasar —digo bajo. Coge aire y yo lo imito.
—¿Solo un polvo? —pregunta de pronto. Sonrío cómo idiota, mordiendo mi labio inferior para luego negar y bajar la cabeza, volviendo a sentir las lágrimas derramarse—. ¿Qué es lo que pasó, bombón? —insiste, llegando hasta mí y cogiendo mi rostro para que lo vea. Sus ojos se mueven frenéticos, recorriendo todo mi rostro.
Ni siquiera debo pensar en una mentira porque la verdad sale sola de mis labios.
—Estoy enamorandome de ti, tío Masón —confieso, haciendo que sus ojos se detengan justo en los míos.
—¿Y? —pregunta. Arrugo el rostro.
—¿Y? Pues, justo eso, joder. ¡Eres mi tío! —chillo, levantando las manos a mi lado.
Mason suspira y me suelta para girarse. Me entra el nervio al creer que va a irse, pero solo cierra la puerta. Cuando se gira de nuevo, tiene una mirada diferente. Esta solo se la he visto mientras está dando clases, es una mirada de seguridad.
Lo que dirá ahora es seguro, al menos, para él.
Y eso me tiene asustada.
—El que me quieras no está mal, Dulce. El que yo te quiera a ti no se siente nada mal, tampoco. Al contrario, podría jurar que nunca nada se sintió tan bien como esto que siento por ti —promete. Mi corazón se encoge y paraliza un ratito.
—Masón —musito para poder explicarme, pero alza una mano para que calle.
—Hablarás, pero después de que yo termine de hacerlo —sentencia.
Siempre mandón.
—Tengo 35 años, Dulce, los suficientes como para saber de lo que estoy hablando. Dijiste que éramos un polvo, ¿cierto? —Asiento, mordiendo mi labio inferior—. Yo sigo queriendo ser el mejor de todos —reconoce y yo sonrío por la sonrisa ladina que me dedica.
Lo eres, Mason, lo eres.
—En base a eso, en base a que sabes que no quiero alejarme. En base a que sabes que me importas. Me gustas, me encantas, bombón. Estoy enloquecido por ti, mírame, podrías pedirme ahora que me arrodille ante ti y lo haría con la peor de las intenciones, porque solo sería para hacerte correr con mi lengua —zanja. Presiono las piernas y contengo un jadeo. Sonríe, caminando de nuevo hacia mí—. ¿Qué quieres hacer?
Tenerte a ti sobre mí por el resto de mi vida, joder. Lo que quiero es más de ti. Todo de ti.
Pero sé lo que esperar tanto de otro lastima cuando no se obtiene. Me pasó con Ryan.
No quiero repetir el mismo círculo, solo que con otra persona. Suspiro hondo.
—No quiero parar —confieso y él sonríe—, pero tampoco quiero seguir y terminar realmente enamorada de ti hasta la médula, tío Mason —explico.
—¿No quieres enamorarte de mí porque soy tu tío o por algo más?
—Sí, porque eres mi tío. ¿Cómo le explico a mi padre que me enamoré de mi tío? Imposible hacerlo —zanjo. Mason asiente lentamente.
—Bien, hagamos algo, si me pides que me vaya y dejemos esto hasta aquí, lo aceptaré, Dulce. Pero si me dejas opinar, yo opino que me dejes quitarte esa ropa y volver a tenerte en tu cama. Nunca lo hemos hecho aquí, bombón —acota. Lo veo mal.
—No me estás ayudando. No pongas imágenes en mi mente de tu cuerpo desnudo fuera de mi cama pequeña, tomándome desde atrás, tío Mason —ordeno, pero de solo pensarlo, ya lo estoy deseando. Gruño, viendo mi cama y él ríe.
—Tendremos mucho tiempo para mantener nuestras manos lejos del otro, lo prometo. Ya no más sesiones en la universidad. Y este fin de semana que viene me puedo ocupar en la remodelación del apartamento para dejarte ser libre. ¿Eso estaría bien para ti? ¿Reducir nuestros encuentros ayudaría a no perderte? —pregunta. Parpadeo y lo veo.
—¿Y a mí? ¿Reducir nuestros encuentros no dejará que te pierda, tío Masón? —replico. Me coge por la cintura y yo enseguida enrollo mis piernas en la suya.
—Mientras tú no dejes de ser mía, me seguirás teniendo por completo para ti, bombón —promete. Sonrío, acercándome a su boca justo cuando lo siento caminar.
Mi corazón parece correr una maratón al saber a dónde nos lleva. Se sienta, dejándome sentando sobre él en la orilla de la cama. Lo veo a los ojos.
—Nunca nadie antes de ti había entrado a mi habitación —confieso. Sonríe.
—Nunca nadie antes de ti había entrado a la mía, bombón —reconoce también. Sonrío cómo idiota.
—Bien, desvirguemos mi habitación entonces, tío Mason. Coge a tu dulce zorrita como solo su tío Mason sabe hacerlo —ordeno, encendiendo la llama en sus ojos.
A mí no me gusta. A MÍ ME ENCANTAAAAAA
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