Capítulo 30 👯♀️
—¿Qué estamos haciendo? —musito, todavía temblando. Sonríe.
—No hay que definirlo todavía, bombón. Te llevaré a tu casa —dicta y se endereza, pero cojo su mano con rapidez.
—¿A mi casa? ¿No quieres mi ayuda, entonces? —pregunto como niña pequeña. Sonríe.
—Creí que no querías hacerlo. Y tranquila, no debes hacerlo, tampoco. Contrataré a una agencia y ya —resume. Frunzo el ceño.
Sentirme reemplazable no me gusta para nada.
—¿Así de fácil? —cuestiono y sueno molesta. Suspira y me mira.
—Nunca voy a ponerte a hacer algo con lo que no te sientas cómoda haciéndolo, bombón —decreta. Bufo.
—Primero probemos qué tal me siento haciendolo, entonces —replico. Ríe bajo, negando con la cabeza.
—Nunca podré entender a las mujeres —admite y enciende el auto.
—Eso sonó muy feo —le reprocho. Ahora sí ríe con ganas.
—Te he dicho cosas peores mientras te follo y en vez de indignarte, me chorreas más la polla, bombón —acota. Como no tengo nada con qué refutar eso porque es cierto, alzo mi mano y le muestro mi dedo medio. Ríe con mayor fuerza, pero me encuentro sonriendo de vuelta.
Nadie dice más nada durante el camino y nuestra primera parada es en una tienda para comprar la pintura del nuevo color para el apartamento.
No voy a mentir, cuando la dependienta nos enseña un catálogo con todos los tonos disponibles y nos va enseñando muestras de con cuál otro puede combinar, mi emoción va rozando el cielo.
Masón solo sabe sonreír en mi dirección mientras que yo escucho atenta a la mujer y voy jugando con los tonos y le pregunto como niña pequeña a Masón, qué le van pareciendo mis opciones.
Él no es un cliente difícil de complacer, a todo responde lo mismo: me gusta el que te guste, bombón.
¿Cómo elegir con eso?
¿No sabe, acaso, lo indecisas que somos algunas mujeres?
¿Cree que le pregunto por gusto? Obvio no. Le pregunto para decidirme, porque si me lo deja todo a mí, terminará teniendo colores diferentes en cada habitación del apartamento.
Al final elijo el gris azulado con blanco, para que no pierda elegancia nunca. Masón está de acuerdo con mi elección, así que de ahí salimos con los botes de pintura que sube al auto y pasamos a una tienda de decoraciones. Antes de entrar, lo detengo, cogiendo su mano. Me mira.
—Necesito saber tu presupuesto. ¿Cuánto puedo gastar? —pregunto, sabiendo que decorar una casa desde cero es bastante costoso. Mi padre lo hizo antes de mudarme para acá y se gastó una buena cantidad.
Masón sonríe de forma petulante y yo arrugo el rostro.
—El dinero no será problema. Llevaremos lo que nos guste —zanja. Arrugo aún más el rostro.
—¿Qué tanto dinero tienes y por qué lo tienes? —cuestiono. Masón ríe alto, tirando de nuestras manos para entrar en la tienda. Suspiro y lo sigo.
No teniendo límite alguno, pasamos la siguiente hora eligiendo desde alfombras hasta lámparas y decoraciones de pared. Cuando llega el momento de pagar, decido subir al auto para no escuchar el monto y enloquecer.
No es que seamos pobres, como policía mi padre siempre nos mantuvo en una buena posición económica, pero de Masón conozco su cuerpo, más no su vida. Y eso no me gusta.
Masón sube al auto para ir por fin a su apartamento, con otra camioneta siguiéndonos de cerca con las cosas que compró. Al llegar a su edificio, el vigilante enseguida nos proporciona un carrito para añadir ahí las cosas pesadas y subirlas sin complicaciones. Una vez terminamos de subir todo, me lanzo sobre el sofá, suspirando con fuerza. Masón ríe.
—¿Cansada? —pregunta. Lo veo.
—Algo. ¿Por dónde empezamos? —cuestiono, llena de emoción.
—No hoy, bombón. No tenemos tiempo para mancharnos porque ya en una hora debes ir a trabajar. Y antes de eso, me gustaría deshacerme de ese maldito pantalón que llevas puesto —confiesa, viéndome con hambre. Río bajito, sentándome bien.
—¿Y qué esperas para quitarlo? —cuestiono. Maldice sonoramente y, al mismo tiempo que camina en mi dirección, me levanto y salto sobre él. Me ataja en el aire, girándose de una vez.
Pasamos de largo su habitación para entrar en el baño. Nos mete a ambos en la ducha, estrellando mi espalda contra la pared y abriendo la llave de una vez, empapandonos enseguida. Al menos y sale caliente, porque su boca no me da tregua.
Su lengua se mueve con precisión, peleándose con la mía, batallando a muerte, mientras que el agua nos empapa, pero no más que lo que está mi coño. Nos separamos jadeantes para bajarme por solo el tiempo necesario que me toma deshacerme de mi pantalón, sin despegar nuestros ojos del otro mientras hacemos lo mismo.
No sé quién termina primero, pero cuando en su cuerpo no queda ropa y en el mío tampoco, vuelvo a saltar, enrollandome a su cintura al mismo tiempo que su polla entra con rudeza por mi coño, arrancandonos sonidos de placer a ambos.
No tiene piedad alguna, me sube y baja con rudeza, estrellando mi coño cada vez más fuerte contra su polla. Y lejos de dolerme o molestarme, me tiene con la mente nublada por la cantidad de sensaciones que envuelven mi cuerpo.
Me aferro a su cabello y boca como si no hubiera un mañana, y enmudezco mi mente para que no me reproche nada ahora porque sé de antemano que cuando le pida mañana poner espacio entre ambos, mi cuerpo va a lamentarlo tanto como esa parte dentro de mí que palpita de emoción cuando son sus manos las que me tocan, sus labios los que me besan y su voz la que me engatusa.
No lo he soltado y ya me estoy desmoronando.
—Mírame, bombón —pide cuando escondo mi rostro en su cuello sin dejar de jadear. Salgo de mi escondite y lo veo—. No lo pienses más y solo siénteme —pide, como si supiera lo que pienso. Odio tener que lanzarme al ataque de su boca al sentir un picor detrás de mis ojos.
Gruñe diferente, aferrándose a mi espalda con sus brazos y haciendo movimientos circulares, desacelerando un poco, pero manteniendo el mismo choque que me hace jadear sobre su boca.
—Correte para mí, bombón —ordena cuando presiono su polla con fuerza, reteniendo mi orgasmo, porque no quiero que acabe, pero no me queda de otra que obedecer con su siguiente orden—. Te quiero gritando mi nuevo nombre mientras me mojas la polla más que la regadera —decreta.
Hago lo que pide y cumplo mi fantasía, gritando a todo pulmón Travis, pero sin despegar mis ojos de los suyos que se vuelven dementes al hacerlo.
No deja que me recomponga de mi orgasmo porque se vacía en mi interior luego de subirme y dejarme caer violentamente dos veces más.
Pierdo toda fuerza, quedando flácida entre sus brazos, pero me estremezco con sus siguientes palabras:
—Sé mía, bombón. Sé más que mi dulce zorrita —súplica con su frente apoyada contra la mía, ambos con los ojos cerrados.
YO QUIERO SER TUYA, MI AMOR DELICIOSOOOOOOO.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro