Capítulo 29 👯♀️
No voy a mentir, el almuerzo luego de esa conversación no se sintió bien. Puse todo de mi parte para que Cili no lo notara, porque ella no tiene culpa de las cosas que yo me busco.
Justo ahora estoy rezando todo lo que no he rezado en mi vida para que Masón sea prudente y no llegue en su auto. Le he dicho que Cili me llevaría a casa y de ahí podría verlo, pero no, él muy necio quiere pasar por mí porque, a según, necesita mi ayuda urgente con algo.
Si esa ayuda urgente no se resume a que lo monte en su auto hasta venirme dos veces, entonces voy a molestarme mucho.
Y hablo en serio.
Casi brinco, luchando con el aparato en mis manos cuando comienza a sonar de forma escandalosa. Cili ríe con ganas al verme batallar para no dejarlo caer y lo cojo, llevándolo a mi oído mientras mi corazón va al mismo ritmo que los autos que pasan frente a nosotras.
—Hola, bombón. ¿Soy yo o ese jean te queda más estorboso que desde que te dejé hace unas horas? —suelta. No controlo la estúpida sonrisa que se expande en mi rostro, Cili chilla como niña pequeña a mi lado.
—Contigo siempre estorba toda ropa, Travis —digo, imaginandolo fruncir el ceño.
—Vale, sube entonces, bombón —pide y antes de que deba preguntar a qué auto, uno azul con los vidrios super polarizados, pita. Veo a Cili.
—Voy —digo al teléfono y cuelgo, sonriendo al ver la emoción en Cili. Niego con la cabeza mientras la abrazo—. Hay que conseguirte un novio —declaro en su oído. Ríe.
—Pregúntale por su amigo. Ahora ve, para que te desnuden. Y mañana hablamos sobre eso, ¿sí? —propone. Asiento sin saber qué decir.
Creo que deberé hablar con Mason para reducir nuestros encuentros.
Debería, tal vez, buscarme a un reemplazo para coger.
La mejor forma de olvidar a alguien es follando con otro. O bueno, para mí es así... Y funciona...
Apenas subo al auto, no me deja ni siquiera sentarme bien cuando ya tengo su mano tirando de mi rostro para apoderarse de mi boca en un beso más que necesitado. Jadeo en medio del beso por el ardor que se acumula en mi sexo. Nos separamos, mordiendo mi labio inferior y tirando hacia él. Jadeo bajito sin abrir aún los ojos.
¿Reducir nuestros encuentros? ¿Cómo hacerlo cuando hasta un simple beso se siente tan de puta madre?
—Odio esos jeans —suelta de pronto. Río con ganas, abriendo los ojos para verlo asesinando con su mirada mi pantalón.
—Resulta que me marca un trasero fenomenal, Mason. A mí me encanta —admito. Bufa, acomodándose en su puesto.
—Prefiero el trasero que se te marca cuando me estás follando de espaldas a mí o cuando te tengo en cuatro sobre mi cama —decreta. Muerdo mi labio inferior para no admitir que quiero eso justo ahora.
—En fin, ¿cuál es ese favor urgente que necesitas? —pregunto, viéndolo encender el auto.
—Primero dime por qué me llamaste Travis —pide. Río bajito.
—Me gustaría gemir ese nombre —suelto. Abre mucho los ojos, alzando sus cejas. Río con ganas—. Cili quiere conocer al hombre que me tiene apartada de ella, así que le he dicho que te llamas Travis porque siempre he querido gemir ese nombre. ¿Me dejarías llamarte así? —pregunto como niña pequeña, incluso junto las manos como suplica.
Masón no esconde su diversión y ríe como nunca lo ha hecho.
—¿Tengo pinta de Travis? —pregunta, dejando de reír.
Sin pudor alguno, poso mis ojos en su polla que sé que no está del todo dura, pero que se marca por encima de su pantalón para luego recorrer mi mirada por su camisa negra, subiendo otro poco más hasta llegar a su rostro donde una barba de fin de semana me hace cosquilla al besarme la boca y comerme el coño. Al llegar a sus ojos, lo que era azul ya está negro por mi escrutinio.
—Síp. Tienes pinta de Travis, de Scott, de Mauricio, de Brant, hasta de Adonis, Masón. Tienes pinta de todo lo cogible que haya en el mundo —admito. Gruñe como me gusta, viendome brevemente.
—Bombón, no vas vestida acorde como para ponerme cachondo aquí, así que para porque todavía no iremos a casa —zanja, pero no es lo que dice lo que me deja sin aliento, son sus últimas dos palabras.
No dijo a mi casa. No. Dijo casa. No usó un término de propiedad para referirse a ella como suya, sino que dijo casa. Solo casa...
Ay, joder, necesito dejar de sobrepensar todo, carajo.
—Vale —es todo lo que digo y él ríe, negando con la cabeza, pero en mi interior algo se remueve con violencia al soltar el volante con una mano para coger una de las mías que está sobre mi pierna.
—¿Todo bien? —pregunta. Asiento, sonriendo de forma automática—. ¿Segura? —insiste. Evito coger aire porque no quiero decirle justo ahora lo de tomar un poco de distancia. Creo que mañana podré hacerlo, por hoy, me gustaría seguir sintiendo lo que siento al estar con él.
—Segura. ¿A dónde vamos? —pregunto para cambiar de tema. Suelta mi mano para mover la palanca de cambios, pero no deja que extrañe el contacto porque la vuelve a tomar.
—Tu padre me llamó hoy —dice y me mira de reojo. Cojo aire. Tengo varios mensajes de él sin ver, pero no he querido hacerlo porque desde que cojo con su hermano, me siento sucia para hablar con él.
—¿Y qué te dijo? —tanteo a ver si continua.
—Aparte de preguntar por ti, porque no le has respondido sus mensajes, pues, me dijo que quería pasar navidad con nosotros —dice. Lo veo, moviéndome para quedar sentada de lado en el asiento, obligándolo a soltar mi mano—. Aquí —añade. Jadeo, pero no de placer ni dolor, sino más bien como de resignación.
—¿Por qué? —pregunto como niña pequeña. Masón se encoge de hombros—. No me mal entiendas, amo a mi padre. Es el mejor padre que pude desear, pero no me gusta tenerlo en mi ambiente. Me aterra que descubra mi trabajo —explico, sabiendo que navidad está a la vuelta de la esquina. Faltan solo tres semanas para eso y la universidad termina en dos.
Tenía pensado viajar a Chicago al salir de los exámenes, como cada año, pero no, ahora él quiere venir.
—Es tu padre, Dulce, jamás creas que no te ama lo suficiente como para aceptar lo que haces porque te equivocas. Él va a entenderlo si se lo cuentas, créeme —pide. Suspiro, acomodandome en mi puesto y viendo a la ventana.
—¿Para qué me necesitas? —insisto.
—¿Te gustaría ayudarme a decorar el apartamento para recibirlo? —pregunta bajo, muy bajo. Lo veo.
—¿Qué?
—Quiero que cuando él llegue, se sienta cómodo. Y tú lo conoces mejor que yo. No sé sus gustos —explica. Frunzo el ceño.
—¿Cómo voy a conocerlo mejor que tú? Eres su hermano —acoto.
—Y tú su hija. Claro que lo conoces mejor. Si no quieres hacerlo, tranquila, no voy a forzarte, solo quería que cuando él llegase, se sintiera cómodo en el apartamento —explica. Cojo aire con fuerza.
—Tu apartamento, Mason, Tuyo. Usa términos de propiedad para referirte a él porque es tuyo. Debes decorarlo a tu gusto no al mío o al de mi padre. Es que, no entiendo porqué estás haciendo es...
Soy callada de golpe por sus labios que aplastan los míos en un beso diferente a todos los anteriores. Este es posesivo.
—Quiero usar términos de propiedad con alguien, no con algo —zanja, moviendo sus labios contra los míos todavía, sin alejarse ni un milímetro. Me estremezco y paso saliva—. ¿Qué quieres que diga, Dulce? Ese lugar no se siente mío cuando tú no estás en él. ¿Por qué decirle mío al apartamento cuando lo que quiero como mío eres tú? —cuestiona.
Yo me lancé hace rato con Mason, pero es que, Dios mío, este hombre es un Marcus más cachondo. Benditos sean los maduritos que cogen rico y hablan espectacular. Amén. Jajajajaja.
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