Capítulo 27 👯♀️
Hay días en los que amo ser yo y otros, como este, en el que no quisiera tener que pasar por lo que estoy pasando.
¿Qué diablos hace Ryan ahí sentado, viéndome bailar?
Peor todavía, ¿cómo es que Mason no se ha dado cuenta de él y está tan tranquilo en su puesto de siempre, viéndome con más que deseo de terminar de desnudarme?
No lo entiendo.
Si salgo de aquí sin que ninguno de los dos se vean, me declararé la mujer con la mejor suerte del mundo, definitivamente.
Intento ver un momento a Mason y hacerle señas con la mirada de que Ryan está a solo dos mesas detrás de él, pero no lo entiende, solo sonríe de lado, llevando el trago a sus labios y luciendo condenadamente irresistible como siempre.
Me concentro entonces en Ryan, no queriendo que note que estoy viendo en otra dirección porque entre él y Mason, el inmaduro no es Mason, claro está. Él sí haría todo un show.
Show que no quiero presenciar, obviamente.
Sonríe cuando me deslizo por el tubo, sin romper el contacto visual con él. Después, la que sonríe soy yo al verlo sacar su lengua para pasearla por sus labios antes de terminar clavando sus dientes en el inferior al dar una vuelta completa en el tubo, tocandome un poco con mis manos y moviendo mis caderas al ritmo de la canción, ganándome más billetes sobre la tarima.
Detrás del antifaz soy quien me dé la gana de ser. Soy la puta, la zorra, la perra que cualquier mujer desea ser, pero que pocas se atreven a reconocer.
Decido dejar de pensar en los dos hombres que resaltan en este club y cierro los ojos para disfrutar de mi baile. Este es mi momento. Esta es mi hora para lucirme como siempre, así que, lo que se venga después, quedará para después.
Me deleito tanto mientras bailo que si no es porque uno de los guardias toca mi pierna para que abra los ojos, no me doy cuenta de que ya es hora de bajar. Doy una vuelta final, arrastrando la punta del largo tacón para despedirme lanzando besos mientras que dos hombres me escoltan y otros dos recogen los billetes que me gané como extra.
Como siempre, Axel me recibe con los brazos abiertos del otro lado. Recibo su abrazo y los dos besos que deja en mis mejillas antes de reír bajito con sus palabras:
—¿Cuándo vas a dejar que tenga una sesión privada de tu cuerpo bailando sobre el mío? —pregunta. Me separo, riendo.
—Creí que las sesiones privadas no se ofrecían en este club —me burlo. Ríe mientras me señala y espera que la otra chica pase por nuestro lado para salir a hacer su show.
—Soy el jefe, sería más como una excepción. Además, no solo bailarías, también tendrías mi polla en tu interior mientras lo haces —admite, oscureciendo su mirada al decirlo. Cojo aire sin dejar de sonreír.
—Quizás cuando no tenga un hombre que me coja tan de puta madre como el que tengo, acepte —digo y le guiño un ojo que lo hace reír, negando con la cabeza.
Entro el camerino y me cambio a la velocidad de la luz, sabiendo que Mason estará afuera, esperándome como siempre y que, posiblemente, Ryan esté haciendo lo mismo.
Ay, joder, ¿y si me quedo a vivir aquí?
Dudo que a Axel le moleste esa decisión. También podría salir por el frente para evitarlos a ambos. Esa opción me gusta, así que salgo y me despido con un beso en la mejilla de Axel que arruga el rostro al ver que salgo hacia la parte de enfrente y no por donde siempre.
Camino con la mirada abajo para no ser reconocida por ninguno, aunque sin el antifaz y con la cantidad de licor que tienen en su sistema, dudo que lo hagan.
—Ay —me quejo al salir y dar de frente contra Ryan que me coge por los brazos para que no caiga de bruces contra el suelo.
—¿Estás bien? —pregunta al enderezarme. Lo veo a la cara, mordiendo mi labio inferior mientras echo un vistazo rápido a nuestro alrededor, no veo a Mason.
—¿Y eso qué viniste? —pregunto en cambio y comienzo a caminar, haciéndole creer que cogeré un taxi.
Ay, Mason.
—Quería verte —admite. Lo veo por encima de mi hombro y sonrío.
—Me viste temprano en la universidad —le recuerdo sin dejar de caminar. Ríe a mi espalda.
—Tenías mucha ropa encima en la mañana. Aunque seguías teniendo mucha hace un rato, porque no es con ropa como quiero verte —reconoce y me toca coger aire por sus palabras.
—Ryan —advierto, pero comienzo a sentir mis piernas fallar al caminar.
No sé por qué no me ha ordenado detenerme y subir a su auto, pero agradezco que me esté dejando respirar aire libre sin encerrarme en su auto y, no lo sé, comerme la boca hasta que termine cabalgándolo en su auto porque ya sabemos que con él yo caigo muy rápido.
Y no quiero seguir cayendo con él, la verdad.
Me detiene, tomando mi brazo hasta girarme. Veo el auto de Mason pasar a toda velocidad cuando Ryan coge mi rostro con ambas manos y acerca su rostro al mío.
—¿De verdad ya no quieres que te folle, dulzura? —pregunta, restregando su nariz con la mía. Paso saliva, pensando brevemente en mi semana.
No ha sido una mala semana.
Desde que terminé hace tres con Ryan, esta semana ha sido la mejor, la verdad. No lloré más que por haberme lastimado el pie. No me dolió nada tampoco, solo el pie, pero no lo hizo hoy cuando me quité las vendas hace un rato para poder bailar. No sentí nunca soledad porque pasé la mayoría de las noches cogiendo con Mason hasta quedarnos dormidos. Y disfruté mis despertar al reír por su refunfuño de no querer ir a clases solo para seguir cogiendo conmigo.
No necesito esto. No necesito confundirme y lastimarme por gusto.
No necesito confundirlo y lastimarlo por gusto. Él tampoco necesita esto, joder.
Merecemos ser felices.
—No, Ryan. No quiero que me folles ni que tú quieras follarme, joder. Quiero que seas feliz, Ryan —explico. Se separa de golpe, viéndome confundido y hasta tormentoso.
—Quiero ser feliz solo contigo. Dejé a Brenda porque eso no iba a ningún lado y ni ella me hacía feliz ni yo a ella —acota. Muerdo mi labio inferior, ya sabía eso. Toda la semana la plástica de Brenda me molestó el doble y supuse que era porque Ryan ya no la pelaba.
—Pues, deberías estar con alguien que sí quiera estar contigo, Ryan. Y yo no soy esa persona —explico y aprovecho de detener un taxi y subir antes de poder permitirme sentir tan mal por la mirada tormentosa que me dedica.
No pienso bien lo que le digo al chofer, pero solo puedo dejar de estrujar mis manos y recordar el dolor que vi en los ojos de Ryan al hombre que conduce informarme que llegamos. Suspiro y le pago lo que dicta el taxímetro para luego salir y entrar.
No me detengo hasta que luego de tocar varias veces la puerta, se abre y Mason me mira molesto, creo.
—No eres un reemplazo —suelto de primero, sabiendo que es lo que cree. Suspira, mirando hacia un lado.
—Un polvo, ¿entonces? —pregunta. Muerdo mi labio inferior para no reír.
—El mejor de los polvos —aclaro, haciéndolo reír a él.
—Eso suena bien para mí —acepta, viéndome de nuevo. Esta vez no hay molestia en su mirada.
—Igual para mí —admito—. ¿Me das un polvo antes de dormir? —pregunto como niña inocente. Ríe más fuerte.
—Los que mi dulce zorrita quiera —promete.
Jadeo y me lanzo contra él. Me ataja en el aire, al mismo tiempo que enrollo mis piernas en su cintura, su lengua se enrolla con la mía y escucho la puerta ser cerrada detrás de mí para comenzar a caminar conmigo encima.
Yo también quiero un polvo antes de dormir, todas las noches, jajajajaja. Pobre Luis.
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