Capítulo 26 👯♀️
Son las seis de la mañana y estoy más que despierta. Es más, ni me he quejado por la hora. Anoche dormí de nuevo con Mason, pero me levanté hace un momento y le pedí llevarme a mi casa, prometiéndole que estaría en la universidad en la hora prevista, pero quería que fuese una sorpresa. Está de más decir que mi sorpresa incluye un atuendo de puta madre y una lencería casi inexistente.
Llevo puesto unas medias blancas hasta la rodilla, unos tenis del mismo color, una falda colegiala que ni sabía que tenía, negra con franjas blancas y una franela blanca corta porque no conseguí ninguna camisa.
Solo para tentarlo más, me he hecho dos coletas en el cabello que me quitaré cuando terminemos porque sino, no soportaría los comentarios estúpidos de los idiotas de mis compañeros.
Río para mis adentros mientras el taxi estaciona en la parte de atrás de la universidad. He decidido que entraré por la cancha, aprovechando que a esta hora no hay nadie por ahí porque no quiero que algún profesor me vea a esta hora. Sabrían que algo tramo porque normalmente llego tarde, nunca temprano.
Justo en el momento en el que abro la puerta de par en par, Mason eleva su vista, encontrándolo con unas gafas, sin el saco puesto y con los botones superiores de su camisa, desabotonados.
Bien podría ser este el inicio de una peli porno, por lo que sonrío de oreja a oreja de forma sensual y cierro la puerta detrás de mí, mirando a los lados, comprobando que ya las cortinas están cerradas
—Entonces, profesor, ¿cómo podemos solucionar lo de mi nota? —pregunto, metiéndole seguro a la puerta. Sonríe, llevando las manos a sus lentes para retirarlos, pero elevo una de mis manos y niego—. Déjeselos, les da un toque de sexy sugar daddy —admito. Ríe.
—¿Le parezco un sugar daddy, señorita Davis? —replica, abriendo sus piernas como invitación a postrarme en el medio de ellas. Comienzo a caminar hacia él mientras asiento y hablo:
—Oh, sí. Y no se ofenda, profe, pero lo he imaginado varias veces que me deja chuparle la polla aquí —admito, deteniéndome justo frente a él.
—Ah, ¿sí? Quizás podríamos negociar eso por su nota. ¿Qué le parece? —propone, tirando de mi cintura para acercarme todavía más a su persona. Jadeo cuando ya estando con la distancia que quiere, eleva mi falda y muerde mi coño por encima de la tanga.
Decir que soy un lago ahora mismo es quedarme corta.
—Me gustaría —musito entre jadeos, apoyándome de sus hombros al introducir dos de sus dedos en mi coño sin piedad alguna, mordiendo mi estómago.
—De rodillas —ordena, sacando sus dedos y echándose un poco hacia atrás en su asiento—. Del uno al diez, ¿qué tan bien lo chupa, señorita Davis? —pregunta con tono descarado, endureciendo enseguida mis pezones. Sonrío también con descaro.
—Ya pondrá usted la puntuación, profesor Erickson —prometo, lanzándome en el suelo de rodillas y llevando de inmediato mis manos a su polla cuando se la saca de su pantalón y vibra de alegría al cogerla.
Masón abre la boca para decir algo, pero lo hago callar al introducirla de una vez por completo en mi boca hasta tocar mi garganta con su punta, arrancándome un jadeo a mí y un gruñido a él. Maldice alto cuando la saco y la vuelvo a meter por completo y coge mis dos coletas, uniendolas en la cima de mi cabeza, pero sin moverme, dejando que tenga yo el control.
Lo hago descontrolarse del todo al comenzar un ritmo matador en el que chupo al introducirlo y al sacarlo, arrastro un poco mis dientes sin llegar a lastimarlo, para terminar mordiendo suavemente el glande antes de repetir. Mientras, mis manos consiguen sus pesados testículos y lo masajean, haciendo que todo lo que salga de su boca sean vulgaridades, maldiciones y promesas que van con lo rico que lo follo y con lo duro que me follará a mí.
Eso me tiene ardiendo, necesitada.
Sin poder evitarlo, bajo una de mis manos a mi coño, pero antes de poder tocarme, su voz ronca me ordena detenerme y yo gimo frustrada.
—Quiero que solo te corras sobre mi polla, bombón. Solo sobre mi polla —repite entre jadeos al intensificar los movimientos de mi boca para que se corra más rápido porque sé que se está controlando y lo quiero perdiendo el control.
—Deme su leche, entonces, profesor, porque yo también anhelo correrme sobre su polla —confieso, sacándolo solo un momento para decir el detonante que lo hace tirar de mi cabello contra él, introduciendo su pene hasta lo más profundo para luego, casi ahogarme al correrse con fuerza.
Recibo su semen de buena gana, limpiando suavemente al terminar, haciéndolo estremecerse para después apartarme, pero quedarme arrodillada con mis manos sobre mis rodillas. Abre los ojos y me mira con una sonrisa de oreja a oreja.
—Sube —vuelve a ordenar, palmeando el escritorio. Cumplo la orden tan rápido que debería ser vergonzoso, pero no estamos con todo el tiempo del mundo como anoche, así que debemos ser rápidos.
Sin que me lo pida, me apoyo de frente al escritorio, parando bien mis nalgas para incentivarlo a hundirse hasta lo más profundo por mi coño. Consigo mi objetivo al escucharlo gruñir y levantarse para coger mi falda y elevarla, revelando la inexistente tanga que llevo puesta.
—¿Cómo quiere que la folle, señorita Davis? —pregunta, inclinándose un poco para rozar mi oreja con sus labios mientras siento su polla frotarse contra mi coño, empapándose de la cantidad absurda que tengo.
—Duro. Folleme rudo, profesor. Quiero la mejor nota —admito, ansiosa, desesperada, necesitada de su toque.
—Así será. Veamos qué tal se siente este coño de dulce zorrita —propone, clavándose hasta el fondo de una sola estocada. Gimo con fuerza, pero muerdo mi labio inferior luego para controlar mis gritos cuando la verdadera cogida empieza.
No permite que salga ni un solo centímetro porque cuando se aleja, tira de mi cuerpo contra él, golpeando cada vez más duro su pelvis contra mis nalgas y su polla taladrando el lugar exacto en mi coño que me hace encoger los dedos de los pies dentro de los tenis.
Las manos me duelen por la fuerza que ejerzo al coger la madera del escritorio, pero todo mi cuerpo está concentrado en la forma en la que Mason me está cogiendo y en sus sonidos guturales y lujuriosos que abandonan su boca de vez en cuanto, llevándome más que al límite.
Se cansa rápido de darme así y sale con brusquedad de mi coño, me gira y sube de frente al escritorio, cogiendo mis piernas por la parte de abajo de las rodillas para clavarse de nuevo en mi interior con fuerza, arrancandonos gruñidos a ambos.
No tiene que pedirlo porque sus ojos me dicen lo que quiere, por lo que, como puedo, jadeando a lo loco, elevo un poco mi blusa, dejando mis senos por fuera de ella para que los vea y me dejo caer de espalda al escritorio, quedando acostada para tirar de mis pezones y jadear su nombre entre dientes.
Maldice y suelta mis piernas, enrollándolas en su cintura para tirarse hacia adelante por el ataque a mis senos con su boca.
—¡Oh, sí, así! —chillo con desespero, tirando de su cabello mientras chupa con fervor mi seno derecho sin descuidar el izquierdo con sus dedos que torturan de forma deliciosa mi pezón—. ¡Masón! —gimo con fuerza, pero no se detiene, al contrario, muerde mi seno con algo de fuerza que me hace chillar—. Profesor, profesor, oh, profesor, necesito correrme, por favor —suplico sin pudor alguno cuando comienza con esos movimientos pélvicos que me enloquecen y él lo sabe.
Deja la tortura contra mi seno para subir su rostro al mío y tirar de mi labio inferior hacia él.
—Empapame la polla, dulce zorrita —ordena al mismo tiempo que mete su lengua tan profundo como lo está su polla, taladrándome con la misma fuerza.
Me corro, mordiendo su labio superior para no gritar como loca. Siento su líquido caliente también llenarme, pero no me deja recomponerme mucho porque vuelve a atacar mi boca sin dejar de moverse circularmente, solo postergando nuestros orgamos y estremeciendo aún más mi cuerpo.
—Cien de diez, bombón —dice de pronto al separarse—. Es más, la chupas mil de diez —admite al verlo confundida mientras sale de mi interior. Río bajo, disfrutando una nueva sensación que me embarga en el interior.
Orgullo, le dicen.
Oh, sí, mil de diez, jajajajaja.
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