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Capítulo 23 👯‍♀️

La tarde ha sido una mierda. Tengo tantos libros abiertos sobre mi cama, que ni siquiera sé qué es lo que estoy estudiando justo ahora. Cuando mi celular suena, brinco sobre todos los libros y hojas esparcidas para cogerlo porque necesito dejar de ver números o me volveré loca, definitivamente.

—Hola —saludo apenas contesto.

—¿Estás tan perdida como yo? —pregunta Cili del otro lado de la línea. Suspiro y me dejo caer de espalda sobre todos los libros, sin importarme que se pueden dañar.

—Peor, todavía. Al menos tú tienes a Ryan para ayudarte —recalco. Cili hace un sonido extraño, que ni sé si puedo catalogarlo como un chillido de alegría o rabia.

—¡Ryan! —grita ahora. Río alto—. No había pensado en él —admite, hablando como las personas normales hablan. Suspiro.

—Yo llevo pensándolo las últimas tres horas. Estoy segura que el muy maldito ya se sabe todo y está jugando a la play —zanjo, conociendolo bien. Cili ríe.

—¿Quieres venir? Le pediré ayuda. Así yo puedo ayudarte a ti —sugiere. Me levanto, sentandome en la cama para ver todos los libros. No dudo en responder:

—Sí, por favor. O terminaré enloqueciendo —admito. Cili ríe con ganas.

—Voy por ti —dicta. Asiento a lo loco como si pudiese verme y cuelgo.

Suspiro de alivio y me levanto de un solo movimiento para cambiarme de ropa y guardar otra muda para ir mañana a la universidad, sabiendo que me quedaré a dormir ahí.

Veintiocho minutos después, Cili estaciona frente a la casa y yo subo de una vez, lanzando en el asiento trasero para acomodarme en el de copiloto.

—¿Todo bien? —pregunta de forma divertida. Río y le subo volumen a la canción que suena en la emisora para cantarla a todo pulmón, achicandose un poquito mi corazón, pero solo un poquito, eh.

Faltando solo unas cinco calles para llegar a casa de Cili, el auto se apaga de golpe. Ambas nos vemos a la cara.

—¿Tenía combustible? —le pregunto, viendo el tablero en el que marca que sí tiene. Cili asiente.

—Llamaré a papá —resuelve. Asiento y me acomodo de nuevo en mi asiento, bajando la ventana para que circule la brisa. Cili explica todo y no pasa nada cuando vemos venir la camioneta de Ryan. Se detiene frente a nosotras y baja, Cili me mira y baja también. Hago lo mismo.

Ryan me mira un segundo, pero me cruzo de brazos y pasa a pedirle a Cili que eleve el capó del auto. Pasa unos minutos revisando, luciendo condenadamente sexy así: con ese estilo tan informal, sin chaqueta, con sus brazos reluciendo mientras que, no lo sé, hace lo que sea que esté haciendo, con el cabello cayéndole por enfrente de su rostro y él soplando para que se aparte de sus ojos.

Joder, lo he visto hacer eso muchas veces, teniéndolo sobre mí, solo para luego terminar de inclinarse y morderme los labios antes de besarme sin dejar de bombear dentro y fuera de mi coño sin piedad.

Un jadeo se me escapa y ambos me miran. Me sonrojo enseguida.

—Bien, vamos, no sé qué es lo que tiene. Lo revisaré bien en casa. Voy a atarlos a la camioneta para llevarlo. Sube al volante y dirigelo —le pide a Cili. Asiente enseguida y hace lo que se le pidió, sube al volante. Cuando voy a imitarla para volver al auto, Ryan habla—: Tú sube a la camioneta, Dulce. Mientras menos pesa tenga el auto, mejor —explica cuando abro la boca para replicar. Lo veo mal, pero como no sé de eso, obedezco.

Camino hasta la camioneta, esperando, como siempre, que él me suba porque es demasiado alta. Tiene unos neumáticos que me llegan a la cadera, ¿cómo diablos subir a ella sola? Imposible. Al menos que tenga una silla para ayudarme.

Ryan ata el auto a la camioneta y luego ríe, negando con la cabeza al verme frente a la puerta de copiloto, esperando que me suba. Coge mi cintura, posicionándose a mi espalda, pero no me alza todavía, me mantiene ahí, sujeta. Paso saliva.

—¿De verdad ya no me extrañas, dulzura? —pregunta en un susurro, acercando su nariz a mi oído, aprovechando que tengo el cabello recogido en un moño sin forma. Me estremezco entre sus brazos cuando respira sobre ella—. Yo sí —admite y deja un beso antes de elevarme para que abra la puerta.

Se hace a un lado, aún sujetándome en la cima para abrir bien la puerta, luego me apoyo de los posapies y entro, cerrando la puerta y acomodándome en el asiento, respirando de forma entrecortada.

No lo veo al subir en el lado del chofer. Por el resto de calles, me mantengo estrujando mis dedos sobre mis piernas y anhelando bajarme rápido de aquí. Su cuerpo tan cerca del mío después de mis pensamientos de hace un rato y de sus manos tocando mi cintura, más sus palabras, no, no quiero volver a caer.

No debo volver a caer, joder.

—Ya te abro —dice y baja. No asiento, no nada, solo espero que se baje del todo y abro mi puerta, cometiendo la mayor idiotez del día.

¿Qué digo del día? De la semana.

¿Qué digo de la semana? Del mes.

Es más, del año entero.

Me lanzo, cayendo mal sobre un pie. Grito con fuerza, sentándome sobre el asfalto caliente para cogerlo mientras que las lágrimas salen sin control de mis ojos.

—¡Joder, te dije que yo te abría! —chilla Ryan, agachándose junto a mí y tomando mi pie.

—No me grites —ordeno, pero no sueno nada amenazante porque estoy llorando de manera desenfrenada. Duele mucho.

—Llamaré al doctor —anuncia Cili y corre al interior de la casa. Ryan me mira.

—¿Tanto detestas que te toque que prefieres hacerte daño antes que aceptar mi tacto? —pregunta y suena realmente dolido. Lloro con más intensidad.

—No lo pensé —reconozco entre sollozos. Niega con la cabeza y me toma por la espalda y las rodillas para alzarme como princesa.

En el momento en el que el doctor aparece, ya Cili me ha dado dos analgesicos porque el dolor no disminuye y estoy llora que llora y chilla que chilla. Sé que debería parar, pero duele y tengo derecho a demostrar que me duele.

—Bien, revisemos qué pasó aquí —dice el doctor y toma por completo mi pie, haciendo que gire los ojos como poseída al hacer un movimiento que me hace chillar y desmayar.

Despierto en la habitación de Cili, escuchando brevemente la conversación que mantiene con Ryan sobre algún ejercicio. Me siento y veo mi pie. Tiene una venda cubriéndolo por completo, dejando solo mis dedos fuera de ella. Volteo a un lado y los encuentro a ambos ya viendome.

—Hola —saluda Cili. Sonrío.

—Hola. ¿Pasó mucho tiempo? —pregunto. Niegan con la cabeza los dos.

—No. ¿Quieres estudiar? —propone Cili. Asiento y hago el intento de levantarme, pero ya tengo a Ryan frente a mí.

—No puedes caminar así. Mi padre fue por unas muletas —explica. Lo veo a los ojos y una parte de mí se revuelve al encontrar más de ese amor que siempre me brindó. Que sí, puede que no sea el más sano del mundo, pero que siempre fue nuestro.

Bajo la cabeza cuando se agacha para cogerme, pero me aferro a su cuello, suspirando al mismo tiempo que él. Me sienta en una silla y usa otra para levantar mi pierna y apoyar mi pie en ella.

Veo brevemente a Cili antes de centrarme en lo que Ryan nos explica, prometiendome en mi interior que no estoy amando volver a sentir esto que no sentía desde hace mucho. Que las personas que tengo junto a mí son todo lo que quiero seguir teniendo por siempre. 

El olvido apesta.

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